El largo aliento de un poema
“Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
Y, al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar”.
(Antonio Machado: Proverbios y Cantares)
El poema de Machado comienza negando que haya camino. En principio, pensamos en los caminos físicos, los que seguimos a diario. Como damos por hecho que existen, nos choca esta afirmación tajante del autor, que en su obra Juan de Mairena nos da pruebas sobradas de sensatez y penetración filosófica. Pronto nos tranquiliza al indicarnos que el verdadero camino lo hacemos nosotros al andar. Es una ruta trazada para realizar nuestros proyectos de vida.
Para dejar claro que no alude a los caminos ya hechos ‒que pertenecen al nivel 1‒, sino a los que trazamos con nuestra mente y nuestra voluntad ‒nivel 2‒ y que, no bien diseñados y recorridos, se esfuman, nos dice que nuestro camino se reduce a nuestras huellas. Sabemos que las huellas desaparecen rápidamente cuando se forman sobre la arena o sobre el barro. Pero, en este contexto, lo importante para el poeta es que reflejan nuestro trajín diario en pos de nuestra realización personal.
A veces estas huellas, unidas a las de otros, forman caminos en lugares cubiertos de hierba o maleza. Entonces nos sirven de camino físico para movernos por el campo. Cuando la mayoría de la gente toma a diario una ruta determinada para realizar sus proyectos, la sociedad acude en su apoyo dándole un adecuado soporte físico que facilite la circulación. Así convierte una ruta en carretera, calle, sendero del bosque…. Al decir el poeta que no hay camino, quiere indicar que no existirían los caminos físicos (nivel 1) si la gente no viviera trazando rutas (nivel 2) en virtud de los valores que desea promover en su vida (nivel 3). O sea, que el andar humano ‒inspirado en proyectos de vida‒ es el origen de los caminos físicos. Por tanto, puede indicarse que “al andar se hace camino”, pero el andar depende del proyectar, que se da obviamente en el nivel 2, con el apoyo y la inspiración que procede del nivel 3.
De ahí que el término camino del segundo verso haya de entenderse en el nivel 2, como ruta que uno se traza en la vida. En cambio, el mismo término en el verso tercero se refiere a los caminos físicos (nivel 1), para volver a adquirir, en el verso cuarto, el sentido de ruta proyectada por nosotros en el nivel 2, el propio de la creatividad. Este camino de nuestra vida que trazamos una vez y otra y que delatan las huellas que dejamos no lo volvemos a pisar, ya que cada ruta responde a un proyecto siempre renovado. Puede seguir la misma orientación, pero cada día responde a un afán reiniciado, con sus matices peculiares.
Al final considera el autor estas rutas trazadas por cada uno conforme a sus proyectos como “estelas en la mar”, para indicar que tales caminos no están fijados en el suelo, de forma inmutable y perenne. Se asemejan a los caminos del aire, que están proyectados en los mapas de los pilotos, y regulan la circulación aérea. Los caminos que sigo cada día para realizar mis planes desaparecen en cuanto los voy recorriendo, como sucede con las estelas en la mar, pero, vistos con una mirada profunda, no son fugaces y efímeros. Lo son en el sentido de que tal vez ese camino no lo recorra de nuevo, por no entrar en mis proyectos de vida, pero esas rutas ya seguidas seguirán siendo muy reales, en cuanto han ido tejiendo la trama de mis ámbitos de vida. La palabra estelas hay que entenderla en el nivel 2, no en plan físico huidizo sino en plan ambital, creativo, propio del nivel 2. Los proyectos que uno se esfuerza en realizar a través de muchos y diversos recorridos no desaparecen del todo; van tejiendo la trama de nuestras vidas, que perdura de formas diversas.
En este breve poema, Machado parece dejarnos en el aire, flotando en un nivel de la realidad inconsistente y efímero. Es la misma sensación que tuvieron, en principio, tantas personas que, en el primer cuarto del siglo pasado, oían a los pensadores existenciales proclamar la insuficiencia de las realidades “objetivas” –delimitables, asibles, pesables, manejables, analizables con métodos científicos…–, y ponderar la importancia y el rango de las realidades “inobjetivas”, no manejables, no sometibles a control, no manejables arbitrariamente. Al conocer debidamente este movimiento intelectual (representado sobre todo por M. Heidegger, K. Jaspers, G. Marcel), hoy respiramos hondo al constatar que su propósito era eminentemente positivo, a saber: revelarnos la importancia decisiva de las realidades que hacen posible una vida creativa, abierta a los más altos valores.
De modo semejante, Antonio Machado parece negar valor a las realidades del nivel 1; en este caso, el camino construido por la sociedad para facilitar la circulación. Al afirmar que no hay camino, sino sólo nuestras huellas, nos sorprende, para lanzar nuestra atención hacia el verso siguiente, donde nos advierte que se hace camino al andar. Nos insta, así, a subir al nivel 2, en el cual lo importante no son los caminos físicos sino el trazar rutas y seguirlas en la vida, sea que coincidan con los caminos físicos ya trazados y configurados, sea por una playa o campo a través. De esta bella forma, canta Machado un himno a nuestro poder creativo y despierta nuestra conciencia de que la vida la hacemos cada día de nuevo, bajo la inspiración de proyectos vitales nuestros, que la sociedad debe apoyar a cada instante, pero nunca agostar.
“Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
Y, al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar”.
(Antonio Machado: Proverbios y Cantares)
El poema de Machado comienza negando que haya camino. En principio, pensamos en los caminos físicos, los que seguimos a diario. Como damos por hecho que existen, nos choca esta afirmación tajante del autor, que en su obra Juan de Mairena nos da pruebas sobradas de sensatez y penetración filosófica. Pronto nos tranquiliza al indicarnos que el verdadero camino lo hacemos nosotros al andar. Es una ruta trazada para realizar nuestros proyectos de vida.
Para dejar claro que no alude a los caminos ya hechos ‒que pertenecen al nivel 1‒, sino a los que trazamos con nuestra mente y nuestra voluntad ‒nivel 2‒ y que, no bien diseñados y recorridos, se esfuman, nos dice que nuestro camino se reduce a nuestras huellas. Sabemos que las huellas desaparecen rápidamente cuando se forman sobre la arena o sobre el barro. Pero, en este contexto, lo importante para el poeta es que reflejan nuestro trajín diario en pos de nuestra realización personal.
A veces estas huellas, unidas a las de otros, forman caminos en lugares cubiertos de hierba o maleza. Entonces nos sirven de camino físico para movernos por el campo. Cuando la mayoría de la gente toma a diario una ruta determinada para realizar sus proyectos, la sociedad acude en su apoyo dándole un adecuado soporte físico que facilite la circulación. Así convierte una ruta en carretera, calle, sendero del bosque…. Al decir el poeta que no hay camino, quiere indicar que no existirían los caminos físicos (nivel 1) si la gente no viviera trazando rutas (nivel 2) en virtud de los valores que desea promover en su vida (nivel 3). O sea, que el andar humano ‒inspirado en proyectos de vida‒ es el origen de los caminos físicos. Por tanto, puede indicarse que “al andar se hace camino”, pero el andar depende del proyectar, que se da obviamente en el nivel 2, con el apoyo y la inspiración que procede del nivel 3.
De ahí que el término camino del segundo verso haya de entenderse en el nivel 2, como ruta que uno se traza en la vida. En cambio, el mismo término en el verso tercero se refiere a los caminos físicos (nivel 1), para volver a adquirir, en el verso cuarto, el sentido de ruta proyectada por nosotros en el nivel 2, el propio de la creatividad. Este camino de nuestra vida que trazamos una vez y otra y que delatan las huellas que dejamos no lo volvemos a pisar, ya que cada ruta responde a un proyecto siempre renovado. Puede seguir la misma orientación, pero cada día responde a un afán reiniciado, con sus matices peculiares.
Al final considera el autor estas rutas trazadas por cada uno conforme a sus proyectos como “estelas en la mar”, para indicar que tales caminos no están fijados en el suelo, de forma inmutable y perenne. Se asemejan a los caminos del aire, que están proyectados en los mapas de los pilotos, y regulan la circulación aérea. Los caminos que sigo cada día para realizar mis planes desaparecen en cuanto los voy recorriendo, como sucede con las estelas en la mar, pero, vistos con una mirada profunda, no son fugaces y efímeros. Lo son en el sentido de que tal vez ese camino no lo recorra de nuevo, por no entrar en mis proyectos de vida, pero esas rutas ya seguidas seguirán siendo muy reales, en cuanto han ido tejiendo la trama de mis ámbitos de vida. La palabra estelas hay que entenderla en el nivel 2, no en plan físico huidizo sino en plan ambital, creativo, propio del nivel 2. Los proyectos que uno se esfuerza en realizar a través de muchos y diversos recorridos no desaparecen del todo; van tejiendo la trama de nuestras vidas, que perdura de formas diversas.
En este breve poema, Machado parece dejarnos en el aire, flotando en un nivel de la realidad inconsistente y efímero. Es la misma sensación que tuvieron, en principio, tantas personas que, en el primer cuarto del siglo pasado, oían a los pensadores existenciales proclamar la insuficiencia de las realidades “objetivas” –delimitables, asibles, pesables, manejables, analizables con métodos científicos…–, y ponderar la importancia y el rango de las realidades “inobjetivas”, no manejables, no sometibles a control, no manejables arbitrariamente. Al conocer debidamente este movimiento intelectual (representado sobre todo por M. Heidegger, K. Jaspers, G. Marcel), hoy respiramos hondo al constatar que su propósito era eminentemente positivo, a saber: revelarnos la importancia decisiva de las realidades que hacen posible una vida creativa, abierta a los más altos valores.
De modo semejante, Antonio Machado parece negar valor a las realidades del nivel 1; en este caso, el camino construido por la sociedad para facilitar la circulación. Al afirmar que no hay camino, sino sólo nuestras huellas, nos sorprende, para lanzar nuestra atención hacia el verso siguiente, donde nos advierte que se hace camino al andar. Nos insta, así, a subir al nivel 2, en el cual lo importante no son los caminos físicos sino el trazar rutas y seguirlas en la vida, sea que coincidan con los caminos físicos ya trazados y configurados, sea por una playa o campo a través. De esta bella forma, canta Machado un himno a nuestro poder creativo y despierta nuestra conciencia de que la vida la hacemos cada día de nuevo, bajo la inspiración de proyectos vitales nuestros, que la sociedad debe apoyar a cada instante, pero nunca agostar.