Peligro… Orcas


Alexander V. O'Hara

19 de febrero de 1915
Continuamos almacenando carne y grasa de foca, pero las partidas de caza no están exentas de peligro. El hielo puedo romperse y terminar en el agua helada, pero más terrorífico son la presencia de orcas.



No es nada agradable ver su inmensa cabezota asomando del agua y menos sus amenazadores dientes
Supongo que comprenderán que estemos desilusionados. Pese a todos los esfuerzos, que les conté en mi anterior crónica, no logramos alcanzar aguas libres de hielo. Aunque, como dice el primer oficial –Greenstreet-, “hicimos todo lo posible por salir”. Y para contribuir aún más a nuestra frustración, el Sol ya se oculta al anochecer, lo que es un cruel recordatorio de que el verano antártico está llegando a su fin.

En cualquier caso, nos mantenemos activos. Todos los días salen cazadores para conseguir el mayor número de focas posible. Ya narré en una crónica anterior las dificultades que tenemos para localizar una foca entre el laberinto de montículos de nieve que nos rodea. Pero además tenemos un problema adicional que son la presencia de orcas. Que también reciben el nombre, bastante expresivo, de ballenas asesinas.

Son criaturas agresivas que deambulan bajo el hielo y asoman su cabeza por las aberturas del hielo. Desde allí, sus malvados ojos inspeccionan si hay focas descansando encima del hielo. De localizar alguna, su estrategia de caza consiste en sumergirse y golpear con su cabeza el hielo, haciendo un boquete y engullendo a la desprevenida víctima.

Hace unos días pudimos ver como una de ellas había hecho, en un hielo de más de 30 centímetros de espesor, un agujero de tres metros de diámetro. Es sencillo imaginarse lo que había sucedido a continuación.

Aunque hay evidentes diferencias entre un ser humano y una foca, no tenemos muy claro si las orcas son capaces de distinguirlas. Precisamente ayer, mientras uno de los científicos, el geólogo Wordie, estaba ocupado en medir el espesor del hielo joven, éste se le rompió bajo sus pies y se hundió en las aguas hasta la cintura. Justo en ese momento una orca emergió para resoplar en el canal adyacente.

Ni que decir que sus compañeros le sacaron a toda prisa. Al volver al barco, todavía estaba blanco.