Uno de perros, con los que tanto hemos jugado.
Es verdad que los perros no nos sirven para tirar de los trineos. Ya todos hemos comprendido la inutilidad de tratar de avanzar por esta superficie de nieve empapada de agua. No tenemos más posibilidad que dejarnos llevar por los vientos y las corrientes hasta que los hielos se abran en amplios canales donde navegar con nuestros dos botes.
Pero que los perros no sirvan para tirar de los trineos no significan que no sirvan para nada. He visto la forma en que la mayoría de estos rudos marinos tratan a sus perros y puedo decir que me ha emocionado.
Estamos muy solos, alejados de las personas que queremos, y necesitamos exteriorizar nuestra ternura. Los perros pueden ser unos diablos y comportarse entre ellos como auténticos lobos, pero con nosotros su comportamiento no puede ser más leal y afectivo.
Falta comida
El argumento que ha esgrimido Shackelton es que son muchas bocas a alimentar. Así dicho podría parecer que tenía razón, pero –y siento tener que expresar una crítica– si estamos mal de alimentos es porque él ha querido que fuera así.
Hace unos días, cazamos cuatro grandes focas y mientras estábamos trayéndolas al campamento, Orde-Lees llegó diciendo que había cazado otras tres más. Sorprendentemente Shackleton dijo que no fuésemos a por ellas, que ya teníamos bastante comida.
Se pueden imaginar cómo nos quedamos todos. Si ya estaban muertas, para qué dejar que se perdiera esa carne, podría servirnos para el futuro. No hubo manera de convencerle.
Su indomable confianza
Shacketon es un optimista y tiene una confianza ciega en su estrella, aunque muchos piensan que en los últimos tiempos se ha “estrellado” algunas veces. Él está convencido que cuando necesite más comida la va a encontrar. No le cabe la menor duda.
Esto en parte es bueno. Como dice uno de los médicos, es tal la seguridad en sí mismo y en que las cosas saldrán bien que la irradia a su alrededor. Sólo por ponerte delante del Jefe te invade la confianza de que así será. Esto es lo que hace de Shackleton un líder.
Sin embargo, tiene también su parte negativa. No ve las cosas con objetividad y, sobre todo, no puede admitir que alguien sea precavido, que para él es sinónimo de derrotismo. Bueno, como ya he dicho alguna otra vez: NADIE ES PERFECTO.
La puerta de la antártida
No todo son malas noticias. Hemos estado varios días soportamos una furiosa tempestad. El viento, que llegó a alcanzar rachas superiores a los 100 kilómetros por hora, soplaba en nuestro favor y nos propulsaba como una bala en dirección Norte.
Cuando la tempestad pasó, Worsley midió con el sextante nuestra latitud. En unos pocos días nos habíamos movido casi 150 kilómetros en dirección Norte y, además, habíamos sobrepasado por varias decenas de kilómetros el Círculo Polar Antártico.
Algunos tuvimos la sensación de que habíamos pasado la puerta de la Antártida. Incluso de que todavía era posible que nos salvásemos.
Y no les cuento cómo sacrificamos a los perros, porque es muy triste, demasiado triste.
Pero que los perros no sirvan para tirar de los trineos no significan que no sirvan para nada. He visto la forma en que la mayoría de estos rudos marinos tratan a sus perros y puedo decir que me ha emocionado.
Estamos muy solos, alejados de las personas que queremos, y necesitamos exteriorizar nuestra ternura. Los perros pueden ser unos diablos y comportarse entre ellos como auténticos lobos, pero con nosotros su comportamiento no puede ser más leal y afectivo.
Falta comida
El argumento que ha esgrimido Shackelton es que son muchas bocas a alimentar. Así dicho podría parecer que tenía razón, pero –y siento tener que expresar una crítica– si estamos mal de alimentos es porque él ha querido que fuera así.
Hace unos días, cazamos cuatro grandes focas y mientras estábamos trayéndolas al campamento, Orde-Lees llegó diciendo que había cazado otras tres más. Sorprendentemente Shackleton dijo que no fuésemos a por ellas, que ya teníamos bastante comida.
Se pueden imaginar cómo nos quedamos todos. Si ya estaban muertas, para qué dejar que se perdiera esa carne, podría servirnos para el futuro. No hubo manera de convencerle.
Su indomable confianza
Shacketon es un optimista y tiene una confianza ciega en su estrella, aunque muchos piensan que en los últimos tiempos se ha “estrellado” algunas veces. Él está convencido que cuando necesite más comida la va a encontrar. No le cabe la menor duda.
Esto en parte es bueno. Como dice uno de los médicos, es tal la seguridad en sí mismo y en que las cosas saldrán bien que la irradia a su alrededor. Sólo por ponerte delante del Jefe te invade la confianza de que así será. Esto es lo que hace de Shackleton un líder.
Sin embargo, tiene también su parte negativa. No ve las cosas con objetividad y, sobre todo, no puede admitir que alguien sea precavido, que para él es sinónimo de derrotismo. Bueno, como ya he dicho alguna otra vez: NADIE ES PERFECTO.
La puerta de la antártida
No todo son malas noticias. Hemos estado varios días soportamos una furiosa tempestad. El viento, que llegó a alcanzar rachas superiores a los 100 kilómetros por hora, soplaba en nuestro favor y nos propulsaba como una bala en dirección Norte.
Cuando la tempestad pasó, Worsley midió con el sextante nuestra latitud. En unos pocos días nos habíamos movido casi 150 kilómetros en dirección Norte y, además, habíamos sobrepasado por varias decenas de kilómetros el Círculo Polar Antártico.
Algunos tuvimos la sensación de que habíamos pasado la puerta de la Antártida. Incluso de que todavía era posible que nos salvásemos.
Y no les cuento cómo sacrificamos a los perros, porque es muy triste, demasiado triste.