Aquí pasaremos el invierno
Hasta hoy había flotado en nuestros ánimos la esperanza de que se abriese una vía de agua en esta costra de hielo que nos atrapa. Que pudiésemos escapar a su través y dirigirnos a esa costa que tenemos a la vista, donde todavía estábamos a tiempo de montar la base y que el barco regresase a la civilización.
La verdad es que poco a poco, y más cuando los últimos intentos de escapar han fracasado, nos hemos ido haciendo a la idea de que tendríamos que pasar el invierno todos juntos en el barco. Pero hoy hemos puesto “oficialmente” fin a nuestros sueños. Shackleton ha dado la orden de cambiar los horarios. A partir de ahora todos los hombres trabajarán durante el día y dormirán por la noche, es decir se ha terminado ese agotador turno de guardias de un barco cuando está navegando. Nos hemos convertido en “una estación de invierno” como la ha llamado Shackleton.
Lógicamente ha sido él quien ha reunido a la tripulación y nos ha comunicado su decisión. Ha tenido que ser un duro trago para él, puesto que desde que el barco quedó atrapado por los hielos, su optimismo y convencimiento –al compararlo con lo ocurrido en sus otras expediciones- nos alentaba la esperanza.
Sin embargo, lo ha comentado con naturalidad. No le ha quitado importancia, pero tampoco ha hecho un drama de la situación. Y su ha sonado firme cuando ha explicado que cuando llegue la primavera y el barco se libere, pondremos proa a la bahía Vahsel o a cualquier otro lugar de desembarco adecuado.
Después de la conversación que tuvo yo con él hace unos días, no creo que piense que eso sea muy posible, pero entiendo que quiera mantener en alta la moral de su tripulación.
En mi próxima crónica les contaré cómo se siente en el barco ese invierno que se aproxima. No puedo ocultar que la situación es psicológicamente muy delicada. Mientras que los expedicionarios se habían preparado para pasar un par de inviernos fuera de sus casas, el resto –entre los que me incluyo- pensaba estar de regreso a la civilización en unos meses.
La verdad es que poco a poco, y más cuando los últimos intentos de escapar han fracasado, nos hemos ido haciendo a la idea de que tendríamos que pasar el invierno todos juntos en el barco. Pero hoy hemos puesto “oficialmente” fin a nuestros sueños. Shackleton ha dado la orden de cambiar los horarios. A partir de ahora todos los hombres trabajarán durante el día y dormirán por la noche, es decir se ha terminado ese agotador turno de guardias de un barco cuando está navegando. Nos hemos convertido en “una estación de invierno” como la ha llamado Shackleton.
Lógicamente ha sido él quien ha reunido a la tripulación y nos ha comunicado su decisión. Ha tenido que ser un duro trago para él, puesto que desde que el barco quedó atrapado por los hielos, su optimismo y convencimiento –al compararlo con lo ocurrido en sus otras expediciones- nos alentaba la esperanza.
Sin embargo, lo ha comentado con naturalidad. No le ha quitado importancia, pero tampoco ha hecho un drama de la situación. Y su ha sonado firme cuando ha explicado que cuando llegue la primavera y el barco se libere, pondremos proa a la bahía Vahsel o a cualquier otro lugar de desembarco adecuado.
Después de la conversación que tuvo yo con él hace unos días, no creo que piense que eso sea muy posible, pero entiendo que quiera mantener en alta la moral de su tripulación.
En mi próxima crónica les contaré cómo se siente en el barco ese invierno que se aproxima. No puedo ocultar que la situación es psicológicamente muy delicada. Mientras que los expedicionarios se habían preparado para pasar un par de inviernos fuera de sus casas, el resto –entre los que me incluyo- pensaba estar de regreso a la civilización en unos meses.