Atrapados


Alexander V. O'Hara

26 de enero de 1915
Esta vez soy portavoz de malas noticias. El temporal ha empujado al hielo contra la costa y nos ha encerrado. La situación se complica día a día.



Cómo ha cambiado mi estado de ánimo, y el de todos, en estos días que han pasado desde mi última crónica. Ahora releo la última frase que escribí “un día más de navegación y lo conseguiremos” y me parece de un optimismo infantil. Este mundo de hielo tiene las garras demasiado afiladas.

La verdad es que el día 18, cuando el hielo nos bloqueó, no nos preocupamos demasiado. Ya nos había pasado otras veces. Bastaría con que el viento rolase o las corrientes actuasen para que abriesen nuevas vías y poder continuar.

Pero pasó un día y otro y otro más y el temporal del Noreste continuó empujando la banquisa contra la costa, comprimiendo toda la masa de hielo hasta que no quedó un espacio libre. Y cuando el 22 ese viento cesó, nuestras esperanzas no se cumplieron y todo siguió igual.

Teníamos la tierra a menos de 30 kilómetros, pero tan inalcanzable como si hubiera estado cien veces más lejos.

Los días siguieron pasando y a nuestro alrededor no se veía más que hielo. Y aunque a cierta distancia distinguíamos un cielo que indicaba que allí había aguas libres, a nuestro alrededor no se veían ni uno solo de esos canales de agua por donde poder continuar hacia nuestro objetivo, o hacia donde fuera.