Agotados y derrotados


Alexander V. O'Hara

16 de febrero de 1915
Han sido dos días de trabajo ímprobo para tratar de liberar el barco. Pero al final todos nuestros esfuerzos no han servido de nada y aquí seguimos atrapados.



Hemos trabajado desesperadamente para abrir un canal, pero todo ha sido inútil
Todo comenzó hace unos días cuando, desde lo alto del mástil se descubrió que en las inmediaciones había una vía de agua libre de hielos. Como la distancia era significativa decidimos no hacer nada, pero antes de ayer vimos que se había abierto una gran grieta en el hielo que comunicaba con el agua libre que llegaba, aproximadamente, a medio kilómetro de la proa de la embarcación.

Teníamos una oportunidad de escapar del hielo y no estábamos dispuestos a dejarla pasar de largo. Así que se encendió la caldera y todos los hombres bajamos al hielo para abrir un canal que permitiese pasar al Endurance. Sierras, escoplos, picos, barras…cualquier herramienta era buena con tal de que rompiera el hielo.

Era un trabajo agotador. Si serrar una capa de hielo que mide 3 metros de espesor es cansado, todavía lo es más sacarlo del agua para que el barco pudiera avanzar. Porque no estamos hablando de trozos pequeños de hielo, sino de bloques que podían llegar a pesar 200 kilógramos. Cuando llegó la noche y subimos al barco a descansar habíamos abierto un canal de más de cien metros de longitud.

A la mañana siguiente reanudamos el trabajo. Pero las cosas se complicaban cada. El barco, pese a que golpeaba a toda velocidad el hielo, no lograba avanza, porque el hielo que teníamos por delante era cada vez de mayor espesor. Calculamos que podría tener entre los cuatro y los seis metros. Aquello era demasiado y todavía nos quedaban por delante más de 350 metros. Shackleton dio la orden de parar las máquinas para ahorrar carbón.

Pero nosotros, desoyendo la orden de Shackleton, seguimos todavía unas horas más tratando de abrirnos paso. Todo fue inútil y al anochecer regresamos agotados y derrotados al buque. Fuera hacía 17ºC bajo cero y las aguas, que con tanto esfuerzo habíamos liberado, volvían a helarse a nuestro alrededor.