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Hacia un Nuevo Mundo:el protagonismo histórico de la sociedad civil

Redactado por Javier Monserrat el 06/01/2011 a las 12:51

Me he referido repetidamente, en los dos inputs comunes para la presentación de los dos blogs (el blogHNM y el blogHNC), a mi libro Hacia un Nuevo Mundo y se han esbozado ya algunas de las ideas que desembocaron en su redacción. En nuestro tiempo se estaría fraguando un cambio transcendental que llevaría al nacimiento de un nuevo protagonismo histórico, a saber, el de la sociedad civil. Este protagonismo permitiría una nueva forma más eficaz en la lucha pragmática y urgente contra el sufrimiento humano. Sin embargo, ¿qué es exactamente lo que queremos decir? ¿En qué consiste mi análisis de la historia, pasada y presente, y mi propuesta para la historia en los años por venir? ¿Cuál es, en síntesis, la propuesta argumentada en Dédalo y en HaciaNM? ¿Por qué hemos llegado a conjeturar que nos hallaríamos hoy en un tiempo histórico excepcional en que la sociedad civil podría protagonizar transcendentales cambios socio-políticos? Mi intención en este input de presentación del blogHNM es la de ofrecer globalmente una visión intuitiva inicial del contenido de mis análisis y de mis propuestas socio-políticas en Hacia un Nuevo Mundo.


Honoré Daumier, La larga marcha de la humanidad
Sentir en toda su profundidad el drama de la tragedia humana en la historia personal y colectiva, que sigue viva minuto a minuto, día tras día sin cesar en un tormento psicológico terrible, me hizo preguntarme seriamente qué podríamos hacer para evitar esa inmensa cantidad de sufrimiento evitable, que se produce por hambre, pobreza, violencia, enemistad y enfrentamiento, guerras, enfermedades, explotación de unos por otros, esclavitud y frialdad humana, clasismo y miradas de superioridad de unos a otros, racismo, incomprensión religiosa, violencia religiosa, injusticias jurídicas de todo tipo, falta de respeto a los propios derechos, emigración, paro laboral, gente forzada a una vida sin dignidad, sensación de sentirse abandonado en una sociedad opulenta y rica que se deshace en autocomplacencia y en alabanzas infinitas de su propia grandeza democrática… ¿Qué podríamos hacer?

La sociedad civil debería asumir el control de la historia.

Mi punto de vista podría resumirse en pocas palabras. En la actualidad la mayoría de los ciudadanos tenemos un punto de vista humanista, promotor de la libertad y de la solidaridad que pudiera contribuir a eliminar el sufrimiento humano que depende de nosotros. En esta intuición coinciden muchos, ricos y pobres, clases medias, trabajadores y tecnócratas, empresarios y financieros. No son todos (ya que muchos continúan arrastrados por los fantasmas del pasado y otros están movidos sólo por egoísmo o por el entretenimiento alienado en la sociedad de consumo), pero sí es una mayoría creciente.

Tenemos la persuasión de que sería necesario un nuevo orden nacional e internacional que coordinara la libertad, personal y social, con la solidaridad interhumana. Lo que hoy en día se hace no basta. No podemos seguir con “más de lo mismo” por mucho tiempo, con injusticias, tensiones y enfrentamientos sin fin. ¿Cómo podríamos conseguir la promoción de este nuevo orden humanista?

La tesis que defendemos parece casi obvia: que ninguna vía parece más eficaz, urgente y pragmática, que la organización de la sociedad civil para lograr el control de la historia; es decir, para controlar la política nacional e internacional de quienes gobiernan el mundo.

Los países democráticos que dirigen las decisiones globales dependen del voto de los ciudadanos: por tanto, si estos se organizaran, con independencia de los partidos políticos, la sociedad civil organizada nacional e internacionalmente, correctamente liderada, podría negociar y condicionar una parte sustancial del voto de los ciudadanos al compromiso de los partidos en promover cierto tipo de políticas humanistas.

Pero, esta nueva organización de la sociedad civil, ¿sería posible? ¿Podría llegar a tener el grado de influencia masiva como para poder controlar la sociedad? Es evidente que sería muy difícil.

No obstante, lo creemos posible bajo tres condiciones: primero, el diseño del movimiento de acción civil encaminado a crear un Nuevo Mundo debería ser un proyecto de ingeniería socio-político-económica técnicamente correcto (no todo diseño iría adelante); segundo, los líderes civiles que dirigieran el proyecto deberían actuar en estrecho contacto con los intelectuales para conseguir precisamente que el diseño fuera correcto; tercero, este movimiento civil, llegado a un cierto punto de expansión, debería contar con un valedor social decisivo que permitiera su expansión exponencial, valedor que, a nuestro entender no podría hallarse sino en las religiones, en una actuación conjunta y solidaria.

Estamos persuadidos de que el cambio socio-político-económico promovido por la sociedad civil, para hacerse realidad y poder contribuir a la lucha contra el sufrimiento, debería ser viable. Las revoluciones sangrientas acaban por producir sangre y, en último término, son imposibles. Y un proyecto imposible, por inviable, no conduce a nada y puede producir el estancamiento de la historia, perdida por veredas sin salida y sin destino racional. El cambio promovido por la sociedad civil debería ser una revolución blanca. En el fondo debería ser un cambio que a todos interesara porque promovería un mundo mejor para todos los ciudadanos: mejor para la libertad y mejor para la solidaridad.

Pienso que mis inquietudes ético-morales deben de estar presentes en otras muchísimas personas. Pienso que su obligación ético-moral es dejarse llevar por la razón socio-política para decidir qué se puede hacer. ¿Qué alternativas existen a la movilización de la sociedad civil? Dada la repetitiva historia sin rumbo ni futuro que hoy vemos en el panorama mundial, que podría llevarnos a cien años más de “más de lo mismo”, y a una agonía interminable de sufrimiento en los seres humanos, ¿qué alternativa hay que no sea la organización de la sociedad civil con un diseño de ingeniería socio-política que garantice la eficiencia de su actuación? ¿Qué otra cosa puede hacer el ciudadano con urgencia y pragmatismo?



Conjetura argumentada

Defendemos, pues, una conjetura argumentada dentro de un discurso propio de la filosofía política (por ser conjetura no sabemos si sucederá, pero sí podemos decir que es argumentable que pudiera suceder, e incluso que las líneas de avance histórico llevan hacia ello). Nuestra conjetura (que la sociedad civil organizada llegara a controlar la historia política hacia un nuevo humanismo) es razonable.

Es razonable que los intelectuales diseñen el proyecto conjetural del proceso que llevaría a la sociedad civil a jugar su emergente protagonismo histórico (nuestra aportación es una muestra de que esto se está haciendo). Es razonable que acabaran por surgir los líderes civiles que comprometieran su existencia en promover un proyecto de consecuencias transcendentales, de mayor importancia y fuerza de atracción que cualquier otro proyecto de acción socio-política. Es razonable que los líderes civiles, en contacto con sus mentores intelectuales, diseñaran un proyecto preciso, técnicamente viable, del programa de acción social para la promoción del Nuevo Mundo.

Es razonable que el proyecto pudiera comenzar a tomar una forma social estable y consistente, nacional e internacionalmente, y llegara a recibir el apoyo externo del mundo de las religiones, alcanzando una alta influencia política. Es razonable que una parte sustancial de los ciudadanos obraran y decidieran su voto político de acuerdo con la política y las directrices de la organización civil Nuevo Mundo. Es razonable que los políticos de los grandes países se vieran forzados a adaptar su política real, nacional e internacional, a las exigencias del diseño civil del nuevo orden humanista deseado. Es razonable que este mantenimiento vigilante de la atención sobre las orientaciones políticas reales llegara a hacer de la sociedad civil, como organización independiente de los partidos políticos, el gran nuevo protagonista de la historia en el siglo XXI. Para que todo esto fuera posible sólo sería necesario que hubiera quienes entendieran la transcendencia e inmensa calidad humana del proyecto de acción civil y se decidieran a comprometerse con él.

Los países democráticos que dirigen las decisiones globales dependen del voto de los ciudadanos: por tanto, si estos se organizaran, con independencia de los partidos políticos, la sociedad civil organizada nacional e internacionalmente, rectamente liderada y actuando según un diseño de ingeniería socio-política correcto, podría negociar y condicionar una parte sustancial del voto de los ciudadanos al compromiso de los partidos en promover cierto tipo de políticas humanistas. Pero, esta nueva organización de la sociedad civil, ¿sería posible? ¿Podría llegar a tener el grado de influencia masiva como para poder controlar la sociedad?

El ideal moderno de la soberanía popular y el emergente protagonismo civil

La historia de los últimos siglos ha sido testigo del ideal ético-utópico que se configuró en el Renacimiento, queriendo rehacer los ideales democráticos que habían nacido y se habían frustrado en el mundo antiguo, en Grecia y en Roma. El hombre moderno nació de la vivencia renacentista, profundamente sentida, de los derechos del hombre y de los derechos de los pueblos. Se alumbró el ideal moderno de hacer realidad algo que ya se sabía: que la soberanía (la capacidad última de decidir el gobierno de las naciones y de la sociedad internacional) pertenece al pueblo. El pueblo es soberano. El pueblo intuye lo que es justo para crear una sociedad en libertad, en solidaridad, en paz: una sociedad solidaria con libertad creativa y en prosperidad. El ideal de crear una sociedad donde la soberanía popular pudiera ejercerse fue el gran ideal de la modernidad. Fue también el ideal, aunque desde otros planteamientos, de las ideologías comunitaristas del siglo XIX (historicismos, socialismos marxistas y anarquismos). Por ello la modernidad evolucionó primero hacia las monarquías constitucionales, después hacia las repúblicas, pero siempre apuntando al ideal democrático entendido como tecnología socio-política que hiciera posible la soberanía popular.

Sin embargo, la capacidad de ejercer la soberanía popular quedó pronto limitada a la elección periódica de partidos políticos fijos, inamovibles, controlados a su vez internamente por grupos limitados, en ocasiones relacionados con lobbies financieros y grupos de manipulación social informativa. La aparición dentro de la modernidad de las llamadas en filosofía política “estructuras de dominación” fue alejando más y más del pueblo el real ejercicio de la soberanía. Es verdad que el pueblo puede votar periódicamente. Pero sus opiniones están condicionadas por grupos mediáticos dominadores y, sea cual sea el resultado, las decisiones políticas parecen responder más bien a grupos directivos oligárquicos que establecen, según su criterio autónomo, lo que debe hacerse.

Por ello, la aparición de una organización independiente de la sociedad civil podría representar el ensayo de una nueva tecnología para lograr que el pueblo soberano pudiera imponer la política que expresa sus valores reales, su apuesta por la libertad y la solidaridad. Es verdad que la organización civil podría también ser manipulada: por ello su viabilidad dependería de la corrección del diseño del proyecto. En todo caso, podría representar la última gran tentativa, ya en el siglo XXI, por alcanzar el ejercicio de la soberanía popular controlando e imponiéndose al poder político y oligárquico perversamente dominador.

El camino hacia el moderno despertar de la sociedad civil

Por consiguiente, ¿qué queremos decir en HaciaNM? ¿Cuál es su filosofía política? Podríamos resumirlo en los siguientes puntos:

En primer lugar conjeturamos que a fines del siglo XX y comienzos del XXI la sociedad civil (o sea, la gente de nuestro tiempo) estaría alumbrando un nuevo ideal ético-utópico más allá de los ideales clásicos de la modernidad y del comunitarismo socialista-marxista. El nuevo ideal supondría una síntesis entre los valores de la modernidad y los valores del comunitarismo. Esto significaría que la gente estaría intuyendo hoy claramente que deberíamos seguir manteniendo la sociedad libre de la modernidad, pero que esta libertad debería coordinarse con medidas de regulación en las que deberían participar todos los países para hacer posible la solidaridad y la lucha eficaz contra el sufrimiento a favor de la dignidad humana, según los ideales del comunitarismo. Este ideal ético-utópico emergente no estaría formulado todavía con claridad, de forma explícita y con presencia social inequívoca, sino que estaría en un estado de intuición presentida socialmente participada. La mayoría social de nuestro tiempo lo estaría sintiendo, pero sin haberlo formulado todavía explícitamente de forma reflexiva.

En segundo lugar conjeturamos que esta sensibilidad popular emergente llevaría consigo una forma nueva de entender qué tipo de sociedad haría posible su ideal ético-utópico. Debería ser una sociedad plenamente libre y creativa, pero que fuera capaz de tomar aquellas medidas de control nacional e internacional que regularan la libertad con el objetivo de hacer posible la solidaridad y la lucha contra el sufrimiento.

Este nuevo proyecto-de-acción-en-común sería intuitivamente lo que hemos llamado en HNM el proyecto universal de desarrollo solidario (proyecto UDS). Al igual que el ideal ético-utópico, y con mayor razón, este proyecto tampoco habría alcanzado una formulación social explícita, sino que estaría en estado de intuición presentida, implicada en la misma naturaleza del ideal ético-utópico que le estaría dando sentido. La gente estaría ya intuyendo el tipo de sociedad, el nuevo orden, que se necesitaría para hacer posible el ideal de la libertad y de la solidaridad. Pero faltaría todavía que esta intuición se hiciera reflexión consciente organizada.

La aparición dentro de la modernidad de las llamadas en filosofía política “estructuras de dominación” fue alejando más y más del pueblo el real ejercicio de la soberanía. Es verdad que el pueblo puede votar periódicamente. Pero sus opiniones están condicionadas y manipuladas por grupos mediáticos dominadores y, sea cual sea el resultado, las decisiones políticas parecen responder más bien a grupos directivos oligárquicos que establecen lo que debe hacerse. Por ello la aparición de la organización autónoma de la sociedad civil podría representar el ensayo de una nueva tecnología para lograr que el pueblo soberano pudiera imponer la política que expresa sus valores reales, su apuesta por la libertad y la solidaridad.


En tercer lugar consideramos que, en caso de que las dos conjeturas expuestas fueran correctas, se presentaría entonces una pregunta decisiva: ¿cómo podría hacerse realidad el proyecto UDS, o sea, el proyecto para el desarrollo universal solidario que hiciera posible el ideal de la libertad y el ideal de la solidaridad? El ideal ético-utópico y el proyecto UDS que de él se desprendería constituirían algo ya existente.

Que fuera realmente así sería objeto de la conjetura (la principal y básica) de nuestra filosofía política. Sería algo que estaría produciéndose ya de forma emergente. Sin embargo, la respuesta a la pregunta sobre cómo podría hacerse realidad el proyecto UDS no sería un hecho dado, obviamente, sino una hipótesis sobre el futuro. Sería la conjetura de que la organización de la sociedad civil sería la forma más eficaz y viable para que con urgencia y pragmatismo pudiera promoverse la aplicación del proyecto UDS. Esta apuesta por el protagonismo de la sociedad civil estaría argumentada por la filosofía política. Sería una hipótesis probable propuesta por los intelectuales. No podría sino comenzar, por tanto, como una propuesta intelectual que concibe y anticipa el futuro. El fruto inicial de esta propuesta debería ser iluminar el proyecto de acción civil que deberían diseñar y dirigir los líderes civiles.

En cuarto lugar consideramos también que, una vez que el consorcio entre los intelectuales y los líderes civiles diseñara el proyecto de acción civil Nuevo Mundo, el primer paso debería consistir en promover una toma de conciencia generalizada, es decir, el despertar de la sociedad civil. Hemos expuesto antes la conjetura de la emergencia presentida, todavía sin presencia social definida y explícita, de un nuevo ideal ético-utópico que llevaría consigo la intuición también presentida del proyecto de acción en común que debería impulsar.

Por ello, el diseño de Nuevo Mundo debería consistir en sus primeros pasos en la promoción de la toma de conciencia reflexiva de cuanto ya, en hipótesis, estaría sintiendo la sociedad civil, es decir, la gente de nuestro tiempo. La intuición presentida del ideal ético-utópico emergente y del proyecto de acción en común que le sería propio, deberían pasar a la conciencia reflexiva explícita.

La gente debería caer en la cuenta de los valores que realmente la mueven aprendiendo a formular los ideales éticos de hacer realidad un mundo de libertad y un mundo de solidaridad. Nuevo Mundo debería enseñar a la gente dónde está el mundo y dónde debería estar. Debería también hacer entender el tipo de sociedad político-económica que debería promoverse para hacer realidad los ideales ético-utópicos. Nuevo Mundo debería hacer sonar la melodía ya presente en la sensibilidad nuestro tiempo.

A fines del siglo XX y comienzos del XXI la sociedad civil (o sea, la gente de nuestro tiempo) estaría alumbrando un nuevo ideal ético-utópico más allá de los ideales clásicos de la modernidad y del comunitarismo socialista-marxista. El nuevo ideal supondría una síntesis entre los valores de la modernidad y los valores del comunitarismo. Esta sensibilidad popular emergente llevaría consigo una forma nueva de entender qué tipo de sociedad haría posible su ideal ético-utópico. Debería ser una sociedad plenamente libre y creativa (modernidad), pero que fuera capaz de tomar aquellas medidas de control nacional e internacional que regularan la libertad con el objetivo de hacer posible la solidaridad y la lucha contra el sufrimiento (comunitarismo). Este nuevo proyecto-de-acción-en-común sería intuitivamente lo que hemos llamado en HNM el proyecto universal de desarrollo solidario (proyecto UDS). La organización de la sociedad civil sería la forma más eficaz y viable para que con urgencia y pragmatismo pudiera promoverse la aplicación del proyecto UDS, mediante una influencia calibrada sobre los partidos políticos. El primer paso debería consistir en promover una toma de conciencia generalizada, es decir, el despertar de la sociedad civil: la conciencia de sus ideales ético-utópicos y de la forma de sociedad que, para realizarlos, se debería promoverse..

El proyecto universal de desarrollo solidario

El diseño del movimiento de acción civil Nuevo Mundo debería disponer no sólo de una forma asequible para hacer que la sociedad civil de nuestro tiempo cayera en la cuenta del ideal ético-utópico que ya está albergando en su interior de forma presentida. Debería también tener a la mano una propuesta del proyecto de acción en común al que llevaría lógicamente su ideal ético-utópico al desarrollar su propio contenido. Una vez constituido Nuevo Mundo la preparación del diseño socio-político-económico debería resultar de complejos estudios de especialistas.

Sin embargo, la difusión social de Nuevo Mundo necesitaría un compendio sintético, un manifiesto o declaración esencial del contenido del proyecto UDS en cuya promoción deberían comprometerse los ciudadanos. Debería ser asequible y difundible, aunque tuviera el respaldo de los estudios técnicos elaborados en un nivel superior. En el capítulo IV de mi ensayo Hacia un Nuevo Mundo he presentado una propuesta del proyecto universal de desarrollo solidario (proyecto UDS) en un nivel más complejo que el apropiado para este manifiesto popular del programa, pero sin llegar al grado de complejidad que debieran tener los estudios técnicos que fueran elaborados por los especialistas de Nuevo Mundo.

En este capítulo he argumentado cómo el nuevo orden humanista debería fundarse en los grandes principios del orden socio-político-económico de la modernidad: la sociedad democrática, los partidos políticos, la libertad y la creatividad, la libertad de iniciativa, la propiedad privada, el liberalismo económico, el sistema financiero privado, la soberanía política de las grandes naciones surgidas en la modernidad, etc.

Pero, al mismo tiempo, el programa UDS debería fundarse en una serie compleja de regulaciones acordadas por pactos internacionales que ordenaran e hicieran posible el gasto social interno de las naciones y, al mismo tiempo, la financiación del desarrollo universal. Estas regulaciones, al abarcar todo el concierto internacional y controlarlo, lejos de entorpecer los principios de una sociedad liberal, establecerían por primera vez en la historia las condiciones objetivas que hicieran posible el primer ensayo mundial de liberalismo perfecto. Adviértase que el proyecto UDS no propone lo que hoy algunos llaman un “gobierno mundial”, tan difícil de alcanzar que sería incompatible con la urgencia de la lucha contra el sufrimiento y adolecería del necesario pragmatismo.

El proyecto UDS aboga por un gobierno del proyecto UDS, instalado en los organismos internacionales ya existentes, y amparado por pactos internacionales de naciones soberanas que han acordado libremente, bajo la presión y el control de la sociedad civil, el conjunto de pactos que diseñan y hacen posible el proyecto UDS, de forma establemente abierta y en reformulación, no dogmática.

Usamos, por tanto, la denominación Nuevo Mundo para designar el movimiento de acción civil organizado para gestionar la progresiva conciencia social del ideal ético-utópico emergente y el proyecto de acción en común que lo realizaría. Este proyecto respondería a lo que en HNM (capítulo IV) constituye el proyecto universal de desarrollo solidario (proyecto UDS). Este proyecto supondría pactos internacionales que establecerían rigurosos principios reguladores que irían mucho más allá que el tipo de socialismo defendido hoy en las sociedades occidentales por los socialismos residuales y las social-democracias. Sin embargo, el contenido de los pactos y las regulaciones internacionales no eliminarían ni obstaculizarían el liberalismo sino que, muy al contrario, lo harían posible por primera vez en la historia. La libre competición en un marco de regulaciones comunes y universales haría posible por primera vez en la historia el ensayo de un liberalismo perfecto. El proyecto UDS no sólo no impediría la creación libre de riqueza y la iniciativa privada, sino que impulsaría la actividad económica y la creación multiforme de riqueza, de una manera desconocida hasta ahora. Regular la libertad para asegurar la solidaridad impulsaría la sociedad de mercado, la prosperidad de todos, la libertad y la creatividad.

La gestión del proyecto Nuevo Mundo

La organización civil Nuevo Mundo que hemos postulado en Hacia un Nuevo Mundo (especialmente en el capítulo VI que la explica con detalle) nacería como obra de líderes civiles apoyados en la aportación previa de los intelectuales. Sería, pues, un producto de minorías, de intelectuales y de líderes civiles. Pero nacería para dar cauce a algo ya existente, a saber, el espíritu de nuestro tiempo que estaría ya alentando en la sociedad civil en la forma presentida del ideal ético-utópico y en su proyecto de acción en común consecuente.

Por ello, el diseño del movimiento de acción civil Nuevo Mundo nacería de la lógica del fin que le da sentido: la promoción y la gestión estable de la “sensibilidad popular” con el objetivo de que el “sentir del pueblo” pudiera alcanzar niveles más altos en el ejercicio de su soberanía. Nuevo Mundo no sería un partido político y excluiría por diseño cualquier forma de control o administración del poder real. Sería simplemente una tecnología socio-política para promover opinión pública y para controlar, en función de un ideario socio-político humanista aceptado por sus asociados, la forma de comportamiento civil de los ciudadanos libres en las democracias desarrolladas. El diseño de Nuevo Mundo abriría una nueva forma no ensayada hasta ahora para que la sociedad civil controlara realmente, rompiendo las “estructuras de dominación” que han sido promovidas perversamente dentro de la modernidad, al poder político y ejerciera realmente la soberanía popular. Este protagonismo emergente de la sociedad civil, hecho posible por Nuevo Mundo, sería la gran novedad del siglo XXI.

El internacionalismo de Nuevo Mundo

La organización de la sociedad civil en el movimiento de acción civil Nuevo Mundo debería nacer obviamente en algún país y en un cierto nicho social. Podría ser en el humus de los militantes de los partidos políticos, de las asociaciones ciudadanas o de un grupo religioso, entre otros. En todo caso, la teoría socio-política sobre la posible génesis y evolución de Nuevo Mundo debería atender, como uno de sus temas de estudio básicos, a las conjeturas sobre el posible nacimiento de Nuevo Mundo. Así lo hemos hecho, en efecto, en el capítulo VI de Hacia un Nuevo Mundo.

Sin embargo, aunque la organización civil debería nacer en un nicho social y nacional concreto, su proyección real dependería de que pronto se convirtiera en un movimiento internacional. El internacionalismo sería una de las notas esenciales de Nuevo Mundo, ya que la presión conjunta de la sociedad civil de los diversos países debería forzar los pactos internacionales que estarían en la base del proyecto universal de desarrollo solidario. Nada se conseguiría por la acción sobre un solo país aislado.

Es más, la viabilidad de Nuevo Mundo dependería de la fuerza del movimiento en los países más importantes que realmente gobiernan el mundo: los Estados Unidos, Europa, Japón, China, e incluso en los países islámicos. ¿Sería esto posible? Creemos que sí. En mi opinión, como he argumentado en HNM, el país más importante y decisivo en hacer posibles los pactos internacionales que deberían abrir las puertas al proyecto UDS, los Estados Unidos de América, estaría especialmente preparado para la movilización de su sociedad civil, ya que la filosofía de la historia de América entraría en extraordinaria congruencia con los principios de Nuevo Mundo (lo he argumentado en Dédalo y, especialmente, en el capítuo VIII de HNM).

Al fin y a la postre, la aparición del humanismo de la modernidad en el renacimiento tuvo la aspiración ideal de crear un nuevo mundo y quienes emigraron a América, quejosos de que el nuevo mundo tardaba en aparecer en Europa, entendieron su colonización de América como la creación de un Nuevo Mundo. Todos hemos acabado nombrando América como el Nuevo Mundo. Por ello, la aspiración civil a crear un Nuevo Mundo, en el siglo XXI, sería la continuación de aquel prolongado deseo de construir el nuevo mundo de la modernidad, iniciado y todavía inconcluso después de un largo caminar de cinco siglos de historia.

Nuevo Mundo sería simplemente una tecnología socio-política para promover opinión pública y para controlar, en función de un ideario socio-político humanista aceptado por sus asociados, la forma de comportamiento civil de los ciudadanos libres en las democracias desarrolladas. El diseño de Nuevo Mundo abriría una nueva forma no ensayada hasta ahora para que la sociedad civil controlara realmente el curso de la historia, rompiendo las “estructuras de dominación” urdidas en la modernidad por instancias perversas de dominio.

El papel histórico de las religiones

En Hacia un Nuevo Mundo, y todavía más en Hacia el Nuevo Concilio, he atribuido a las religiones un protagonismo excepcional en el nacimiento y consolidación del crecimiento de Nuevo Mundo. Es evidente que Nuevo Mundo debería ser un movimiento enteramente civil que aunara la aspiración humanística común de religiosos y no religiosos, creyentes y no creyentes, de la gente sin inquietudes religiosas, ateos y agnósticos.

Los principios éticos en que se fundaría Nuevo Mundo responderían a la etiología de valores naturales que son participados por todos, aunque sublimados por la fe en el hombre religioso. Si en Nuevo Mundo participara gente religiosa debería hacerlo, por tanto, sólo a título puramente civil de ser ciudadano. El hombre religioso, de cualquier religión, tiene los mismos derechos naturales que cualquier otro hombre, goza de la plena ciudadanía y puede protagonizar todas las iniciativas ciudadanas que considere apropiadas.

Antes hemos dicho que los nichos religiosos podrían ser quizá uno de los posibles lugares de nacimiento de Nuevo Mundo. Pero, en todo caso, como hemos argumentado en HNM, si NM naciera y fuera creciendo, encontraría muchas dificultades y obstáculos que podrían ir frenando su crecimiento. Por ello, llegaría un momento en que debería producirse el apoyo externo a Nuevo Mundo. Debería surgir de una fuerza social, de prestigio e influencia consolidada, que diera el definitivo impulso hacia el crecimiento exponencial que pusiera a NM en condiciones de controlar realmente al poder político, forzando el rumbo humanista de la historia hacia la lucha final contra el sufrimiento humano. Este apoyo, como hemos argumentado, no podría venir sino de las religiones. No digo del catolicismo, ni siquiera del cristianismo, sino del conjunto de las religiones, que deberían aunarse para intervenir en la historia apoyando al movimiento civil comprometido en el proyecto final de lucha contra el sufrimiento.

La organización civil de Nuevo Mundo no podría hacerse sin que los intelectuales hubieran sentado antes los principios que justificarían su nacimiento y la forma que debería tener técnicamente su organización. Pero los verdaderos creadores de Nuevo Mundo serían los líderes civiles que tuvieran la grandeza de espíritu y la audacia histórica para emprender un proyecto cuyos objetivos previsibles serían de una transcendencia incomparable: crear un nuevo orden socio-político-económico, la revolución blanca, que podría abrir nuevas vías insospechadas para combatir el sufrimiento humano evitable. Se han creado organizaciones y movimientos civiles y religiosos con miles y miles, millones, de miembros a partir de un cuadro de intereses y motivaciones infinitamente inferior al propuesto por Nuevo Mundo. Sin embargo, aunque este movimiento de acción civil debería nacer y prosperar desde su propia autonomía laica y civil, llegaría un momento en que el apoyo de las religiones le daría el definitivo impulso que lo lanzaría a un crecimiento exponencial. Pero, ¿están las religiones en condiciones de afrontar la responsabilidad histórica excepcional de contribuir al progreso humano y saldar su cuenta con la historia? Pienso que las religiones están hoy en un tiempo de crisis que dificultaría su unidad y solidaridad para afrontar su responsabilidad con la historia. De ahí, la importancia del otro proceso de cambio histórico excepcional que estaría teniendo hoy lugar (y que explico en Hacia el Nuevo Concilio y en el blogHNC). La evolución imparable del cristianismo hacia el paradigma de la modernidad podría ser la ocasión histórica excepcional que propiciara el mutuo reconocimiento interconfesional cristiano e interreligioso que pusiera en condiciones al mundo religioso de coincidir con el movimiento de cambio excepcional hacia el protagonismo de la sociedad civil en el siglo XXI.

La ética de la lucha contra el sufrimiento: urgencia y pragmatismo

La fuerza de fondo que me hizo concebir Dédalo y Hacia un Nuevo Mundo fue fundamentalmente ética y moral. Sentir en toda su profundidad el drama de la tragedia humana en la historia personal y colectiva, que sigue viva minuto a minuto, día tras día sin cesar en un tormento psicológico terrible, me hizo preguntarme seriamente qué podríamos hacer para evitar esa inmensa cantidad de sufrimiento evitable, que se produce por hambre, pobreza, violencia, enemistad y enfrentamiento, guerras, enfermedades, explotación de unos por otros, esclavitud y frialdad humana, clasismo y miradas de superioridad de unos a otros, racismo, incomprensión religiosa, violencia religiosa, injusticias jurídicas de todo tipo, falta de respeto a los propios derechos, emigración, paro laboral, gente forzada a una vida sin dignidad, sensación de sentirse abandonado en una sociedad opulenta y rica que se deshace en autocomplacencia y en alabanzas infinitas de su propia grandeza democrática…

¿Qué podríamos hacer? Tenía la impresión de que la actuación debía ser urgente y ante todo pragmática. No había tiempo porque cada minuto perdido, como sigue ocurriendo, representa un infinito sufrimiento en el corazón oprimido de millones de seres humanos. La urgencia exigía pragmatismo. No tenía sentido diseñar procesos históricos que supusieran siglos para gestionar una revolución inviable cuyas posibilidades de triunfo podrían ser incluso mínimas. La tentativa posible, que podría responder a la urgencia y pragmatismo necesarios, se me antojó casi una obviedad.

¿No sería posible organizar a la sociedad civil para que impusiera un cambio humanista en el orden socio-político-económico nacional e internacional? Si no existe ninguna objeción teórica de principio que justificara considerar esta hipótesis como imposible o descartable, ¿por qué no comprometerse en ensayarla? Pienso que mis inquietudes ético-morales deben de estar presentes en otras muchísimas personas.

Pienso que su obligación ético-moral es dejarse llevar por la razón socio-política para decidir qué se puede hacer. ¿Qué alternativas existen a la movilización de la sociedad civil? Dada la repetitiva historia sin rumbo ni futuro que hoy vemos en el panorama mundial, situación sin horizontes que, si nadie lo remedia, podría desembocar en otros cien años de “más de lo mismo”, y en una agonía interminable de sufrimiento en los seres humanos, ¿qué alternativa hay que no sea la organización de la sociedad civil con un diseño de ingeniería socio-política que garantice la eficiencia de su actuación?

El proyecto teórico o conjetura filosófico-política de que sería posible crear algo así como Nuevo Mundo es tan formidable, tan innovador y tan potente en sus posibles consecuencias que nos produce como un vértigo nos obliga a preguntar: ¿Pero es que en realidad Nuevo Mundo sería posible? ¿No se tratará de una ilusión ya que en realidad es un proyecto inviable? La verdad es que los argumentos presentados en HNM muestran que es, al menos, conjeturable su posible nacimiento. Es más, los impulsos lógicos de la historia civil moverían al nacimiento de Nuevo Mundo. No obstante, su creación dependería de la aparición de líderes civiles a la altura de la grandiosidad del proyecto. De la misma manera que la obra del intelectual es libre, fruto de decisiones prsonales, así igualmente el compromiso de los futuros líderes de Nuevo Mundo sería fruto de decisiones calibradas, ponderadas libremente, que les llevarían a asumir sus compromisos ético-morales con un futuro conjeturalmente grandioso de la humanidad. En el fondo, mi aportación en Hacia un Nuevo Mundo es una apelación a la ayuda de otros intelectuales para proseguir el establecimiento de los fundamentos teóricos de Nuevo Mundo en filosofía política y una apelación a la audacia de los líderes civiles que deberían comprometerse en la creación real de Nuevo Mundo.
Javier Monserrat
| 06/01/2011
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