Las ganancias excesivas van casi siempre en detrimento directo o indirecto de otro u de otros. La cuestión de si es legítima o no la ganancia sin techo ni limitaciones es difícil de responder en teoría. Pero es muy importante para la práctica porque cada día se nos presentan situaciones que vamos a resolver mejor o peor en función de nuestra manera de juzgar lo que es legítimo y lo que no lo es.
Hay dos posiciones extremas. Por un lado, la de la voracidad por ganar; voracidad que no se detiene ni ante nada ni ante nadie. Por otro la de la bondad evangélica que te dice que al que te pidió tu chaqueta, porque tiene frío, le des también tu camisa.
¿Cómo juzgar cuestiones concretas y tan delicadas como la de la limitación de los beneficios o ganancias comerciales? Ganancias que, si son excesivas, redundan en detrimento del público. Los legisladores no pueden ni quieren frenarlas o regularlas estrictamente. O porque no lo conseguirían, o por a prioris ideológicos.
Tendría que existir una medida, unas respuestas, unos principios basados en consideraciones ético-filosóficas para podernos posicionar al menos sobre el plan teórico. Y también para que podamos aplicarlos en la práctica cotidiana.
“Quítate tú, para que me ponga yo”.
Hay quien no tiene rubor en llevarse la mejor parte ignorando a los otros; ni en sentarse en los mejores asientos en un espectáculo, o en el autobús; ni a buscar lo mejor para sí mismo (pagando o sin pagar, eso es casi secundario). A los demás que les zurzan.
Tendría que haber un límite, si no, la sociedad se convertirá, y se está de hecho convirtiendo, en un mundo de lobos depredadores.
Tristes constataciones: la ausencia, la liquidación del amor, la ya trasnochada consideración por el otro, y hasta el descrédito de las formas simples y espontáneas de cortesía social, como el anacrónico “pase usted primero”.
A la misma cadencia, el romántico amor conyugal de nuestros abuelos va derivando hacia una forma de partnership (partenariado) en el que se intercambian entre los cónyuges servicios y prestaciones de varias clases.
Entre dos posiciones extremas
Entre las dos posiciones extremas, esquemáticamente hablando, entre Jesús y Darwin, entre el don total y la competición sin freno, existe una amplia gama de estrategias y tácticas. (Por hoy vamos a dejar las tácticas de las que hablaremos ampliamente otro día).
Las varias estrategias posibles se juzgan y se evalúan en función de dos criterios mayores que son la eficacia y la ética.
Eficacia quiere decir obtener mejores resultados, acarrearse ventajas. En ese sentido hay estrategias que son más productivas que otras según quien se tenga enfrente. La eficacia de una estrategia dependerá en gran parte de la personalidad del otro.
La ética por el contrario es esencialmente un asunto personal, una opción de cada uno de nosotros.
Etica es primero evitar la injusticia
Al hablar de ética, nos encontramos inmediatamente con una noción preliminar de hondas raíces filosóficas: la justicia, que es lo primero que se ha de exigir del comportamiento ético. (Para no volver sobre un tema como la justicia de tan amplias ramificaciones - y que ya he tratado en mi blog (1) – me limito a considerarlo exclusivamente desde el punto de vista de la teoría de la negociación).
Lo que es justo puede definirse en términos del cuarto axioma de Nash, el de la simetría o “intercambiabilidad” de los dos agentes. Para decir las cosas simplemente, en realidad este axioma no es sino otra manera de expresar un viejo adagio: “no quieras para el otro lo que no querrías para ti”. Eso es el intercambio de agentes.
El ejemplo escolar clásico fácil de entender. Se ha de distribuir una tarta entre dos hermanos Pepito y Juanita que quieren que su pedazo sea lo mayor posible. La regla clásica dicta que sea uno cualquiera de los dos quien corte la tarta y que sea el otro el que escoja primero su porción. Así la repartición será absolutamente simétrica y justa. Ese procedimiento implica que los dos agentes personas sean intercambiables.
El criterio de repartición justa en la vida real es generalmente no tan claro ni fácil de aplicar como en el ejemplo de la tarta. (Sobre él reflexionaremos otro día en este blog).
Pensemos por ejemplo en el precio de venta de un producto. La cantidad que paga el consumidor final, se la distribuye una larga serie de personas, el o los productores, el distribuidor, el que financia la operación, el vendedor último,
El criterio de repartición justa entre todos los beneficiarios plantea un problema extremadamente complicado. Si cada uno empuja por su parte, habrá guerra entre ellos. Y es de temer que salga pagando el consumidor final y que haya presión para que se le estruje el bolsillo hasta el máximo. Parece como si fuera legítimo ganar lo más posible, aunque sea en detrimento del otro.
En resumen. Ganar a costa de otros tiene que tener unos límites que el día de hoy no están clara y justamente establecidos, ni teórica ni prácticamente. Beneficios como los de la banca, o los de ciertos servicios públicos como las comunicaciones, particularmente en tiempos de crisis, son comparativa y absolutamente injustos, inmorales y destructores de los valores profundos de la sociedad.
La ética es un ingrediente fundamental de la cohesión social
Todo no puede ser ganancias en esta vida. La competición espolea y crea riquezas. Eso queda más que entendido.
Pero no es el interés, sino el amor el ingrediente último de la cohesión social. El amor se presenta bajo diferentes formas (2), pero lo que es cierto es que es absolutamente indispensable para que la sociedad humana funcione. La sociedad, es decir, el matrimonio, la familia con sus relaciones entre padres e hijos. Los amigos. Hasta un país, que va a pedir en casos de invasión extranjera, el sacrificio último de la vida a sus ciudadanos en nombre del amor patrio; es decir de una nación, una lengua, una historia y unas tradiciones comunes.
Las sociedades centroeuropeas, donde el amor está desapareciendo, son sociedades miserables para vivir.
Ejemplos, los hay múltiples y nada edificantes.
Una encuesta realizada hace unos años en un país europeo, revelaba que el 13 % de los encuestados no sabía si sus padres, mayores, vivían aún o no.
Cuando el cónyuge sufre un accidente o padece de una grave enfermedad se le abandona y cada uno vive su vida, ya que el lazo que les unió es un contrato que la parte doliente no puede satisfacer.
En los comportamientos de la vida de todos los días, el egoísmo ya no se encubre, porque no avergüenza. Nadie se ruboriza de escoger con el mayor descaro lo mejor para sí mismo.
Ante tales actitudes y comportamientos …
Aún admitiendo justificaciones filosóficas para el más desaforado relativismo ético. Aún justificando, si eso fuese posible, la total evaporación de los valores, por falta de fundamentación, ¿en qué quedaría la elegancia del espíritu?
La estética por delante de la ética
En última instancia, la estética quizás sea la forma más refinada de la ética, sin que necesite como la ética cuestionables fundamentaciones filosóficas o biológicas.
El gesto de generosidad con el otro sin exigir reciprocidad es simplemente bello. Como el amor de una madre hacia su hijo. Y es fundador y cimiento de la sociedad.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿Es legítimo ganar en detrimento del otro?
Es ciertamente legítimo vencer en una competición deportiva, aunque sea el boxeo, porque ambos aceptan libremente unas reglas precisas del juego y sus consecuencias. Nunca es legítimo demoler al otro.
En la lucha económica, en las interacciones sociales de cada día, cuando no hay reglas de juego o cuando son imprecisas, cuando ganar supone despojar al otro, destruirle o aniquilarle, ni hay justicia, ni hay ética, y menos aún elegancia. El egoísmo es inelegante, es villano.
NOTAS
(1) De lo justo y de lo injusto (2): relativismo moral. En www.tendencias21.net/negociacion 15 de marzo 2009
(2) Las muchas formas del amor.
• Para los griegos, maestros fundadores de nuestra cultura: agapé, filía, eros.
• Traducciones actuales: Pasión, escucha del otro, empatía y simpatía, tolerancia, corrección y cortesía. Amor de amistad. Amor a la patria, a la familia, al grupo. Y el amor físico. ( Un ejemplo de las varias formas del amor es el amor conyugal que se transmuta con el paso del tiempo. Probablemente se trata de un proceso de maturación).
• La caridad, agapé, para San Pablo, un personaje tan importante para comprender dos milenios de cultura occidental, agapé es una forma de búsqueda de Dios.
• Patria, viene del latín “patres”. Amor a los padres, al pueblo en el sentido étnico, a los ancestros que reposan en nuestros cementerios.
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