Primer enigma :El origen del mundo
Cuando nos afanamos andando por los caminos de la ciencia, anteriores a los de la Filosofía y a los de la Religión, se nos plantean grandes interrogaciones, grandes enigmas. El primerísimo gran enigma es el del origen del universo. La cuestión es « cómo se produjo » . La respuesta de la ciencia por el momento es el Big Ban. Hay algo insatisfactorio de esta respuesta porque el Big Ban no responde ni al « por qué del universo» ni a su « para qué ». No responde la ciencia porque esas cuestiones son propias de la Filosofía o de la Religión. El Big Ban, es la hipótesis actual que pretende acallar la cuestión del « cómo ». Se la puede admitir por el momento como una hipótesis plausible, ya que al menos no presenta serios inconvenientes, aunque sea una explicación plagada de zonas oscuras. Notemos sin embargo que queda sin respuesta la pregunta de Leibniz: «Y por qué existe algo, más bien que nada ». El hombre de ciencia de hoy, si es intelectualmente honrado, se tiene que inhibir ante los cuestionamientos de la Filosofía – o de la Religión, y confesar que son para él terrenos vedados.
Segundo enigma : la aparición de la vida
Ante la aparición de la vida sobre la Tierra, la ciencia contemporánea ofrece de nuevo respuestas tentativas y parciales a las que apenas se las puede llamar veraderas explicaciones. Las leyes de la física y la química explicarían el fantástico despliegue de la creación, a condición de estar guiadas según algunos por la inteligencia suprema de un Gran Diseñador que reglamenta y determina la variedad de formas de vida y su infinita complejidad. Sin embargo la actitud más frecuente entre los miembros de la comunidad científica es la de no admitir la injerencia de las explicaciones de la Religión. Consecuentemente asignan al azar combinatorio el rol de guiar la construcción de las diferentes formas de vida desde la bacteria hasta el hombre. Pero, ya sea Dios o el azar quienes presiden el ingente proceso, de nuevo nos asaltan problemas extraordinarios. Limitándonos a considerar las estructuras de un único espécimen de bacteria es formidable pensar que el apilamiento de átomos llegue a alcanzar la complejidad de la célula, superior a la de una catedral que se autoconstruyese piedra tras piedra. Es posible, pero sería una tarea científica de siglos desvelar el rol de la afinidades y las leyes intervinientes entre los campos eléctricos y bioquímicos. Algo de lo que hoy no se sabe casi nada.
Tercer gran enigma : la conciencia, la libertad y los valores
La conciencia supone un extraordinario acontecimiento en el curso de la evolución a partir de la materia inerte, la « hyle » primitiva. La conciencia supone un repliegue - como un retorno o involución o autocontemplación de la materia ciega sobre ella misma. Es la primera vez en la historia de la evolución en la que sucede algo tan extraordinario. La conciencia es una iluminación que esclarece y refleja especularmente los acontecimientos internos de la extraordinaria máquina del cerebro.
Si todo acontecer obedece a las leyes de la fisica en el desarrollo de la evolución de manera determinista, la libertad es algo que escapa al determinismo de las leyes que por hipótesis todo lo gobiernan. (No vamos a entrar en los fecundos debates y explicaciones de la indeterminación cuántica que plantea tantos problemas como pretende resolver).
Esas leyes físicas que todo lo gobiernan, ¿son anteriores a Dios u obra de Dios ? Esta es una de esas preguntas radicalmente frustrantes para la que no tenemos respuesta que satisfaga nuestro sueño prometeico de racionalidad integral. Lo que nos lleva a pensar que la especie humana no está hecha para alcanzar la Luz en plenitud… y aún menos el individuo en su particular y encarnizada búsqueda existencial.
En resumen. Ni la ridícula pretensión del materialista autoproclamado ateo que cree poder explicarlo todo, ni el dogmatismo bovino de las aquellas personas inhabilitadas para el análisis crítico por la educación religiosa o ideológica. Por la vía de la ciencia no nos será nunca permitido afirmar que Dios existe o que no existe. Sólo se puede afirmar la plausibilidad de un Principio Superior cuya naturaleza ignoramos.
En el mismo orden de ideas, ningún razonamiento basado en una concepción puramente empiricista del mundo, incluyendo las perspectivas de la socioantropología moderna, nos permite formular adecuadamente los fundamentos de la moral y de los valores. Más bien la economía de la creación nos induciría a postular la necesidad de ciertos antivalores, como el de la supervivencia basada en la lucha por la existencia, la muerte otros seres vivos para nutrirnos, etc.
La vía de la Belleza
Frente a los enigmas arriba evocados hay quienes especulan sobre una materia originaria como si ya estuviese preñada de orden y estructura desde el primerísimo momento. Extraordinaria hipótesis que eludiría muchas cuestiones. Por ahí discurren la gnosis y las varias formas de panteísmo, incluidos las de algunos pensadores de nuestro tiempo.
Nos queda otro camino de exploración alternativo a la búsqueda racional de sentido. Un camino reservado. El que lleva a desvelar otro enigma : el de la Belleza en el mundo, su autoría, su finalidad. No hay más que constatarla en un atardecer y en las tantas maravillas del mundo del cosmos. O en la belleza de algunas almas humanas.
San Juan de la Cruz lo sugiere : « Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura/y yéndolos mirando/ con sola su figura /vestidos los dejó de su hermosura…. Oh prado de verduras/ de flores esmaltado!/ decid si por vosotros ha pasado »
Es la via pulchritudinis del filósofo San Buenaventura. La de la contemplación admirativa. ¿Cómo adentrarse en ella?