Ilan Pappé: Los palestinos olvidados. Historia de los palestinos de Israel. Madrid: Akal, 2017 (384 páginas). Traducción de Jaime Blasco Castiñeyra.
Una corriente de análisis dominante respecto a la cuestión palestina es la que parte de la ocupación militar israelí de los territorios palestinos en 1967 como el origen del problema, sin echar la vista atrás.
Desde este prisma, el fin de la ocupación de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este resolvería, en teoría, este enconado conflicto dando lugar a la solución de los dos Estados y, por ende, a la construcción de un Estado palestino en dichos territorios.
Semejante visión es compartida por el grueso de la sociedad internacional de Estados, por algunos sectores del denominado sionismo liberal y, también, con notables matizaciones respecto a la narrativa histórica, por la Autoridad Palestina.
De hecho, la fórmula de “tierras a cambio de paz” en la que se inspiró la Conferencia de Paz en Madrid (1991) y también, en teoría, los denominados Acuerdos de Oslo (1993) partían de un supuesto semejante.
El problema radicó en las diversas –e incluso opuestas– lecturas de la letra pequeña de este contrato no escrito. En particular, mientras la parte palestina anhelaba ver finalizada la ocupación militar y fundar su propio Estado, los sucesivos gobiernos israelíes han visto las cosas de un modo significativamente diferente.
En suma, mientras unos esperaban que se desmantelara gradualmente la estructura de la ocupación militar, otros no han hecho más que reforzarla con su continua escalada colonizadora. El resultado ha sido el fracaso del proceso de paz por la incompatibilidad entre dos proyectos opuestos, la asimetría de poder existente entre ambas partes y la indiferencia –cuando no complicidad– internacional.
En contraposición a esta perspectiva, que sitúa el origen del conflicto en la guerra de 1967 y la consiguiente ocupación, existe otra, de índole crítica y postcolonial, que ha ido ganando más amplitud y eco académico, político y mediático por su mayor capacidad y fuerza explicativa.
Su principal aportación reside en el enfoque de la cuestión, más centrado en los acontecimientos que rodearon la creación del Estado israelí en 1948 y la consiguiente limpieza étnica de la que fue objeto el grueso de la población autóctona de Palestina; y, también, en el carácter colonial del proyecto sionista.
A diferencia de la versión estándar, que no logra explicar de manera convincente la prolongada irresolución del conflicto más allá de una continua sucesión de coyunturas adversas, la visión postcolonial otorga una argumentación mucho más estructural, sólida y coherente, remitiendo a la política colonial israelí iniciada en 1948 para comprender la ejercida desde 1967. Es más, desde esta lógica, la ocupación de 1967 vendría a completar la de 1948.
Una de la voces que, sin duda, mejor representa esta visión es la del historiador israelí Ilan Pappé. Con una obra de referencia e imprescindible para comprender este conflicto “colonial y poscolonial” (en buena parte traducida al español y editada por Akal), se suma ahora la de Los palestinos olvidados. Historia de los palestinos de Israel, aparecida originalmente en 2011 y que, según el propio autor, viene a ser una continuación de su afamado trabajo sobre La limpieza étnica de Palestina (2006).
El objetivo de esta obra, además de “humanizar” a esta minoría que ha sido “olvidada, marginada y demonizada”, es poner de manifiesto que: “Sólo si trazamos la historia de la minoría palestina de Israel, podremos averiguar hasta qué punto el persistente afán sionista e israelí de supremacía étnica y exclusividad ha desencadenado la situación actual”.
Conocidos como árabes-israelíes o palestinos de 1948 o de Israel, esta minoría palestina en Israel –como prefiere denominarla Pappé– es fruto de la población autóctona de Palestina que quedó dentro de las fronteras del Estado israelí tras su creación y expansión en 1948 (y que, entre nosotros, también ha sido estudiada en profundidad por el profesor Isaías Barreñada).
Recuerda Pappé que tres meses antes de que se iniciase la primera guerra árabe-israelí había dado comienzo la limpieza étnica de la comunidad palestina por las mismas fuerzas militares que integrarían –a continuación– el Ejército israelí: “los expulsaron de sus hogares, de sus campos y de sus tierras”.
Palestina fue vaciada de unos 750.000 nativos palestinos, que en 1947 ascendían a 1.300.000. La población judía rondaba entonces en torno a 600.000, fruto en su inmensa mayoría de las sucesivas oleadas inmigratorias iniciadas a finales del siglo XIX e incrementadas durante el periodo de entreguerras; y sólo poseía algo menos de 7 por ciento de la propiedad de la tierra, que estaba mayoritariamente en manos de la población autóctona.
El incipiente Estado israelí se expandió entonces desde el 55 por ciento otorgado por el Plan de Partición de la ONU (1947) al 78 por ciento. Del millón de palestinos que estaban dentro de las fronteras del nuevo Estado sólo quedaron 160.000 tras la limpieza étnica de Palestina.
Los primeros años estuvieron marcados por lo que el conjunto de la población palestina denomina la Nakba (la catástrofe), en alusión a su tragedia original de expulsión, desposesión y dispersión. Pero también por el régimen militar que impuso Israel a la minoría palestina; y en el que, a semejanza de una dictadura militar, todos los poderes –ejecutivo, legislativo y judicial– estaban en las mismas manos de los oficiales israelíes.
Pese a esta drástica situación, los palestinos en Israel usaron los mecanismos institucionales y legales para impedir el saqueo de sus tierras y los desahucios; además de reivindicar su plena ciudadanía. En conclusión del autor, los palestinos aceptaron la creación de Israel como un hecho consumado. Su objetivo era “cambiar la naturaleza del régimen sin perder su afinidad con la identidad árabe y palestina”.
Pero esta batalla estaba perdida de antemano por una maraña de leyes destinadas precisamente a segregar dicha minoría. Incluso, una vez levantado el régimen militar en 1966, se siguió con una política de segregación social y económica: expropiación de tierras, exclusión laboral y maltrato educativo. Los palestinos pasaron a ocupar los estratos más bajos de la sociedad, se transformaron en ciudadanos de segunda clase, con muy escasa movilidad social.
Como todo poder colonial, Israel alardeaba de haber contribuido a la modernización de la población dominada. Sin embargo, como señala Pappé, en comparación con la sociedad judía, su progreso era muy limitado debido a su discriminación.
Con la ocupación israelí, en 1967, del resto del territorio de la Palestina histórica o del Mandato británico, se pusieron de manifiesto las diferentes agendas de la minoría palestina en Israel y la de los palestinos de los territorios ocupados. Una reivindicaba la ciudadanía plena e igualdad como minoría en Israel, otra buscaba liberar los territorios palestinos de la ocupación militar israelí.
Desde este prisma, Ilan Pappé analiza toda una sucesión de acontecimientos y hechos que han sellado la evolución sociopolítica de esta minoría palestina en Israel: desde la matanza de Kafr Qassem (1956), la creación de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), el Día de la Tierra (1976), la formación de los partidos árabes (nacionalistas e islamistas), la emergencia de la sociedad civil, el liderazgo político (con la semblanza de algunas de sus personalidades), hasta el activismo sindical y la producción cultural (poesía, narrativa y cine).
Sin olvidar, por último, cómo se ha visto dicha minoría afectada –y en ocasiones implicada– por la primera Intifada (1987), los Acuerdos de Oslo (1993), la segunda Intifada (2000) y, en suma, el fracaso en la resolución del conflicto que, a su vez, hacen planear nuevamente las peores amenazas sobre la población palestina en Israel.
No menos importante son los dos referentes conceptuales que están presentes a lo largo de toda la obra. Uno, el de etnocracia, que “concede a la minoría una igualdad relativa y se permite a los individuos integrarse hasta cierto punto en la vida política y económica. Paralelamente, una política de control y vigilancia inalterable y duradera garantiza el dominio de la mayoría y la marginalidad de la minoría”, en definición tomada por el autor de los sociólogos Oren Yiftachel y As’ad Ghanem.
El otro, el Estado mukhabarat (servicios secretos en árabe), caracterizado por la “resistencia de su estamento de seguridad (el mukhabarat) a los cambios internos y a las presiones externas”, debido principalmente a su “estrecha relación con una potencia exterior”; y que, en conclusión de Pappé, es como cabe calificar a Israel en su trato con la minoría palestina. Este concepto también ha sido empleado por autores como John P. Entelis y Nazih Ayubi en referencia a los Estados árabes.
Ante este desolador panorama, el autor abriga la esperanza de que si “el Estado de Israel sigue actuando de esta manera, Occidente le retire el escudo moral y político que le ha proporcionado hasta ahora. Si se mantiene este régimen opresivo, cabe la posibilidad de que Israel se <<sudafricanice>> o se <<arabice>> y, de esta manera, se le juzgará según unos criterios más estrictos”.
Con un estilo ameno y ágil, que presenta al lector con llaneza temas realmente complejos, el texto de Pappé profundiza en el pasado ilustrando también el presente y advirtiendo, no menos, algunas de las principales tendencias del futuro.
Una corriente de análisis dominante respecto a la cuestión palestina es la que parte de la ocupación militar israelí de los territorios palestinos en 1967 como el origen del problema, sin echar la vista atrás.
Desde este prisma, el fin de la ocupación de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este resolvería, en teoría, este enconado conflicto dando lugar a la solución de los dos Estados y, por ende, a la construcción de un Estado palestino en dichos territorios.
Semejante visión es compartida por el grueso de la sociedad internacional de Estados, por algunos sectores del denominado sionismo liberal y, también, con notables matizaciones respecto a la narrativa histórica, por la Autoridad Palestina.
De hecho, la fórmula de “tierras a cambio de paz” en la que se inspiró la Conferencia de Paz en Madrid (1991) y también, en teoría, los denominados Acuerdos de Oslo (1993) partían de un supuesto semejante.
El problema radicó en las diversas –e incluso opuestas– lecturas de la letra pequeña de este contrato no escrito. En particular, mientras la parte palestina anhelaba ver finalizada la ocupación militar y fundar su propio Estado, los sucesivos gobiernos israelíes han visto las cosas de un modo significativamente diferente.
En suma, mientras unos esperaban que se desmantelara gradualmente la estructura de la ocupación militar, otros no han hecho más que reforzarla con su continua escalada colonizadora. El resultado ha sido el fracaso del proceso de paz por la incompatibilidad entre dos proyectos opuestos, la asimetría de poder existente entre ambas partes y la indiferencia –cuando no complicidad– internacional.
En contraposición a esta perspectiva, que sitúa el origen del conflicto en la guerra de 1967 y la consiguiente ocupación, existe otra, de índole crítica y postcolonial, que ha ido ganando más amplitud y eco académico, político y mediático por su mayor capacidad y fuerza explicativa.
Su principal aportación reside en el enfoque de la cuestión, más centrado en los acontecimientos que rodearon la creación del Estado israelí en 1948 y la consiguiente limpieza étnica de la que fue objeto el grueso de la población autóctona de Palestina; y, también, en el carácter colonial del proyecto sionista.
A diferencia de la versión estándar, que no logra explicar de manera convincente la prolongada irresolución del conflicto más allá de una continua sucesión de coyunturas adversas, la visión postcolonial otorga una argumentación mucho más estructural, sólida y coherente, remitiendo a la política colonial israelí iniciada en 1948 para comprender la ejercida desde 1967. Es más, desde esta lógica, la ocupación de 1967 vendría a completar la de 1948.
Una de la voces que, sin duda, mejor representa esta visión es la del historiador israelí Ilan Pappé. Con una obra de referencia e imprescindible para comprender este conflicto “colonial y poscolonial” (en buena parte traducida al español y editada por Akal), se suma ahora la de Los palestinos olvidados. Historia de los palestinos de Israel, aparecida originalmente en 2011 y que, según el propio autor, viene a ser una continuación de su afamado trabajo sobre La limpieza étnica de Palestina (2006).
El objetivo de esta obra, además de “humanizar” a esta minoría que ha sido “olvidada, marginada y demonizada”, es poner de manifiesto que: “Sólo si trazamos la historia de la minoría palestina de Israel, podremos averiguar hasta qué punto el persistente afán sionista e israelí de supremacía étnica y exclusividad ha desencadenado la situación actual”.
Conocidos como árabes-israelíes o palestinos de 1948 o de Israel, esta minoría palestina en Israel –como prefiere denominarla Pappé– es fruto de la población autóctona de Palestina que quedó dentro de las fronteras del Estado israelí tras su creación y expansión en 1948 (y que, entre nosotros, también ha sido estudiada en profundidad por el profesor Isaías Barreñada).
Recuerda Pappé que tres meses antes de que se iniciase la primera guerra árabe-israelí había dado comienzo la limpieza étnica de la comunidad palestina por las mismas fuerzas militares que integrarían –a continuación– el Ejército israelí: “los expulsaron de sus hogares, de sus campos y de sus tierras”.
Palestina fue vaciada de unos 750.000 nativos palestinos, que en 1947 ascendían a 1.300.000. La población judía rondaba entonces en torno a 600.000, fruto en su inmensa mayoría de las sucesivas oleadas inmigratorias iniciadas a finales del siglo XIX e incrementadas durante el periodo de entreguerras; y sólo poseía algo menos de 7 por ciento de la propiedad de la tierra, que estaba mayoritariamente en manos de la población autóctona.
El incipiente Estado israelí se expandió entonces desde el 55 por ciento otorgado por el Plan de Partición de la ONU (1947) al 78 por ciento. Del millón de palestinos que estaban dentro de las fronteras del nuevo Estado sólo quedaron 160.000 tras la limpieza étnica de Palestina.
Los primeros años estuvieron marcados por lo que el conjunto de la población palestina denomina la Nakba (la catástrofe), en alusión a su tragedia original de expulsión, desposesión y dispersión. Pero también por el régimen militar que impuso Israel a la minoría palestina; y en el que, a semejanza de una dictadura militar, todos los poderes –ejecutivo, legislativo y judicial– estaban en las mismas manos de los oficiales israelíes.
Pese a esta drástica situación, los palestinos en Israel usaron los mecanismos institucionales y legales para impedir el saqueo de sus tierras y los desahucios; además de reivindicar su plena ciudadanía. En conclusión del autor, los palestinos aceptaron la creación de Israel como un hecho consumado. Su objetivo era “cambiar la naturaleza del régimen sin perder su afinidad con la identidad árabe y palestina”.
Pero esta batalla estaba perdida de antemano por una maraña de leyes destinadas precisamente a segregar dicha minoría. Incluso, una vez levantado el régimen militar en 1966, se siguió con una política de segregación social y económica: expropiación de tierras, exclusión laboral y maltrato educativo. Los palestinos pasaron a ocupar los estratos más bajos de la sociedad, se transformaron en ciudadanos de segunda clase, con muy escasa movilidad social.
Como todo poder colonial, Israel alardeaba de haber contribuido a la modernización de la población dominada. Sin embargo, como señala Pappé, en comparación con la sociedad judía, su progreso era muy limitado debido a su discriminación.
Con la ocupación israelí, en 1967, del resto del territorio de la Palestina histórica o del Mandato británico, se pusieron de manifiesto las diferentes agendas de la minoría palestina en Israel y la de los palestinos de los territorios ocupados. Una reivindicaba la ciudadanía plena e igualdad como minoría en Israel, otra buscaba liberar los territorios palestinos de la ocupación militar israelí.
Desde este prisma, Ilan Pappé analiza toda una sucesión de acontecimientos y hechos que han sellado la evolución sociopolítica de esta minoría palestina en Israel: desde la matanza de Kafr Qassem (1956), la creación de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), el Día de la Tierra (1976), la formación de los partidos árabes (nacionalistas e islamistas), la emergencia de la sociedad civil, el liderazgo político (con la semblanza de algunas de sus personalidades), hasta el activismo sindical y la producción cultural (poesía, narrativa y cine).
Sin olvidar, por último, cómo se ha visto dicha minoría afectada –y en ocasiones implicada– por la primera Intifada (1987), los Acuerdos de Oslo (1993), la segunda Intifada (2000) y, en suma, el fracaso en la resolución del conflicto que, a su vez, hacen planear nuevamente las peores amenazas sobre la población palestina en Israel.
No menos importante son los dos referentes conceptuales que están presentes a lo largo de toda la obra. Uno, el de etnocracia, que “concede a la minoría una igualdad relativa y se permite a los individuos integrarse hasta cierto punto en la vida política y económica. Paralelamente, una política de control y vigilancia inalterable y duradera garantiza el dominio de la mayoría y la marginalidad de la minoría”, en definición tomada por el autor de los sociólogos Oren Yiftachel y As’ad Ghanem.
El otro, el Estado mukhabarat (servicios secretos en árabe), caracterizado por la “resistencia de su estamento de seguridad (el mukhabarat) a los cambios internos y a las presiones externas”, debido principalmente a su “estrecha relación con una potencia exterior”; y que, en conclusión de Pappé, es como cabe calificar a Israel en su trato con la minoría palestina. Este concepto también ha sido empleado por autores como John P. Entelis y Nazih Ayubi en referencia a los Estados árabes.
Ante este desolador panorama, el autor abriga la esperanza de que si “el Estado de Israel sigue actuando de esta manera, Occidente le retire el escudo moral y político que le ha proporcionado hasta ahora. Si se mantiene este régimen opresivo, cabe la posibilidad de que Israel se <<sudafricanice>> o se <<arabice>> y, de esta manera, se le juzgará según unos criterios más estrictos”.
Con un estilo ameno y ágil, que presenta al lector con llaneza temas realmente complejos, el texto de Pappé profundiza en el pasado ilustrando también el presente y advirtiendo, no menos, algunas de las principales tendencias del futuro.