Estado islámico. Geopolítica del caos

Lunes, 7 de Marzo 2016

Javier Martín: Estado Islámico. Geopolítica del caos. Madrid: Los Libros de La Catarata, 2015 (152 páginas), 3ª edición ampliada.
 
Desde que tomó la ciudad de Mosul en junio de 2014, el autodenominado Estado Islámico, conocido también por sus siglas en árabe como Daesh, ha venido ganando nuevas posiciones y marcando buena parte de la actualidad en Oriente Medio.
 
Además de imponer un régimen de terror bajo sus nuevos dominios, su expansión a lo largo de Irak y Siria ha diluido las fronteras existentes entre ambos Estados. Sin olvidar que gana nuevas adhesiones de otros grupos yihadistas que operan en situaciones de conflicto como en Libia.
 
Precisamente uno de los principales objetivos de Daesh es abolir la demarcación fronteriza del actual sistema interestatal árabe, heredera en gran medida de la colonización británica y francesa. Su espacio sería reemplazado por un Califato, proclamado en junio de 2014, que buscaría expandirse por todo el mundo árabe e islámico.
 
A diferencia de al-Qaeda, que relegaba ese objetivo a un futuro incierto, Daesh se caracteriza por su territorialidad, su obsesión por gestionar y fundar ese Estado o Califato; unido a cierta base de apoyo social, retroalimentada por las turbulencias y exclusiones —sectarias y étnicas— que asolan la región.
 
Ante esta tesitura, el autor considera que no se puede tratar a Daesh a semejanza de al-Qaeda. De lo contrario, si su análisis se reduce sólo al de un grupo terrorista, se estaría ocultando su dimensión de movimiento insurgente y proto-estatal, con una importante base territorial, unido a importantes recursos materiales y económicos a su disposición.
 
A semejanza de otros analistas, Javier Martín remite parte de su origen a la rama iraquí de al-Qaeda, a otros grupos yihadistas e incluso a sectores del antiguo régimen de Saddam Hussein (resentidos por su exclusión del Irak post-Saddam).  Pero, principalmente, a la errónea política que siguió la no menos errada intervención militar estadounidense en Irak (2003), con el desmantelamiento de su Ejército, administración y, en definitiva, Estado.
 
Este vacío de poder ha sido objeto de disputas entre las potencias regionales, principalmente entre Arabia Saudí e Irán.  Por si esto no fuera suficiente, también provocó una creciente división étnica y confesional del país, con la sistemática discriminación y exclusión de la minoría suní. Conflicto sectario que, a su vez, ha sido instrumentalizado, retroalimentado y rentabilizado por Daesh.
 
Sus rápidos avances e imposición sobre el terreno no fueron ajenos a un ejército iraquí poco incentivado y corrupto, ni a la convulsión regional provocada también por otro Estado fallido, Siria, ubicado al oeste de sus diluidas fronteras.
 
Por último, cabe añadir, las dificultades que entraña combatir a una organización de este tipo, no sólo por sus profundas ramificaciones, sino, en particular, por la división existente entre los diferentes actores regionales e internacionales que teóricamente lo combaten. Un tema, éste, que, junto a los retrocesos a los que se ha forzado a Daesh en los últimos meses, continuará siendo objeto de reflexión en los próximos años; y llenará nuevas páginas de un texto que va por su tercera (y ampliada) edición. 
José Abu-Tarbush