El laberinto sirio

Miércoles, 18 de Septiembre 2013

Ignacio Álvarez-Ossorio: Siria contemporánea. Madrid: Síntesis, 2009 (223 páginas).
 
Uno de los temas de mayor actualidad y tensión internacional es el conflicto sirio. A raíz del uso de gas sarín saltaron todas las alarmas. Las dudas sobre su empleo han sido despejadas por el informe presentado por los inspectores de las Naciones Unidas.  Obviamente, ninguno de los contendientes asume su autoría y, por el contrario, se siguen acusando mutuamente.
 
El uso de armas químicas rebasó la línea roja trazada por Obama. Desde la óptica estadounidense era necesario otorgar una respuesta acorde a la amenaza emitida. De lo contrario, la credibilidad de futuras amenazas estaba en juego. Dicho en otros términos, para que sea efectiva, la amenaza tiene que ser creíble. Así ha sido en el caso de Siria, pero también se estaba pensando en Irán.
 
El principio de acuerdo alcanzado entre Moscú y Washington parece haber desactivado, de momento, los planes de ataque ―teóricamente limitados― de Estados Unidos sobre las posiciones gubernamentales en el territorio sirio. Además de las discrepancias de rusos y estadounidenses sobre el recurso a la fuerza, todavía está pendiente que el pacto se implemente y verifique sobre el terreno. Esto es, que Damasco destruya su arsenal de armas químicas en los próximos nueve meses.
 
De cumplirse dicho acuerdo en su totalidad, el régimen sirio se quedaría sin capacidad disuasiva frente a otros Estados de la región. De hecho, el origen de su programa de armas químicas tenía como objetivo complementar su armamento convencional frente a Israel.  De ahí que, desde fuentes israelíes, se alberguen dudas sobre su entero cumplimiento, y se apunte a una posible transferencia parcial hacia Hezbolá.
 
Esto es sólo un botón de muestra de la enorme complejidad del conflicto sirio. A la guerra fratricida entre las fuerzas gubernamentales y los denominados rebeldes, se superpone otra de carácter regional en el mismo territorio sirio.  Pese a que el espacio, el tiempo y muchos de sus actores son diferentes, en cierto modo la guerra civil siria recuerda a la libanesa (1975-1990) por sus implicaciones regionales e internacionales.
 
Para comprender cómo se ha llegado a esta situación no basta sólo con recordar que la ola de protesta y cambio político que protagonizó buena parte del mundo árabe durante el 2011 alcanzó también a la República Árabe de Siria. Es igualmente necesario observar su evolución política durante las últimas décadas.
 
Una obra muy esclarecedora al respecto se debe al arabista Ignacio Álvarez-Ossorio. A pesar de ser uno de los Estados más políticamente herméticos de la región, la Siria contemporánea comenzó su andadura de manera no muy distinta a otros países de la región, con la excepción de la malograda Palestina.  Después de acceder a su independencia, en 1946, se vertebró un sistema político todavía débil y falto de consolidación, con grandes y constantes sobresaltos.
 
Pese a que muy tempranamente registró cortos y significativos periodos de auténtica apuesta democrática, rápidamente quedaron ensombrecidos por los más prolongados de predominio autoritario. Esta pugna, centrada en el pulso entre la apertura y el cierre del sistema político a la participación y a la pluralidad, terminó instalándose en un periodo de permanente inestabilidad política e institucional que, en el plazo de dos décadas, conoció “quince golpes de Estado” (entonces Siria era considerada la Bolivia de Oriente Medio).
 
Sólo tras el contragolpe de Estado de un sector del partido Baaz, en 1966, y más concretamente tras el triunfo del Movimiento Rectificador liderado por Hafez al-Asad, en 1970, el país logró gozar de cierta estabilidad institucional, pero a expensas de un enorme coste político: ver instalado el presidencialismo autoritario desde entonces.
 
Semejante inmovilidad fue deliberadamente reforzada por la inestabilidad y conflictividad regional, llena de acechanzas que, a su vez, permitió al régimen extraer buena parte de su legitimidad de esa anómala situación, de constante tensión y periódica confrontación árabe-israelí, durante la que no se podía permitir bajar la guardia tanto en el frente exterior como, no menos, en el interior.
 
El reemplazo en la jefatura del Estado (2000) no dejó de ser más que un relevo generacional en la cúspide del poder. No obstante, los deseos de cambio político de la sociedad siria no se hicieron esperar, expresados en la denominada “primavera siria”. El manifiesto de su sociedad civil demandaba reformas políticas al nuevo presidente, Bashar al-Asad.
 
Sin embargo, pese a la inicial flexibilidad que entonces mostró el poder y sus fuerzas de seguridad en algunos aspectos, no logró traducir esos gestos en cambios políticos concretos y significativos. Semejante oportunidad de cambio político fue desaprovechada entonces; y definitivamente abortada por su respuesta meramente represiva a las legítimas demandas democratizadoras de su ciudadanía a caballo de la denominada primavera árabe.
 
El libro de Ignacio Álvarez-Ossorio es una ineludible referencia para comprender la evolución política del régimen sirio. Aunque el texto no abarca las protestas (fue publicado en 2009), el autor ha mantenido el seguimiento de la crisis siria, haciéndose eco de distintos análisis y aportando su propia reflexión,  que se pueden seguir en su blog  Próximo Oriente
José Abu-Tarbush