En un país como España, y está ocurriendo lo mismo en las naciones hermanas de Latino América, el tema del emprendimiento está alcanzando tal nivel de intensidad que, desde las ópticas empresarial y política, principalmente, parece imposible eludir.
Desde las fundaciones (Bankinter, Rafael del Pino, José Manuel Entrecanales, F. Directivos, SECOT o F. Tomillo por citar algunas) o las empresas (Acelerador global de startup WAYRA de Telefónica, Fondo de Emprendedores de Eficiencia Energética de REPSOL, "Emprender es Posible" de INDRA o el Programa LANZADERA liderado por el presidente de MERCADONA).
Desde las escuelas de negocios (Área 31 del Instituto de Empresa, ESIC Emprende o el Club Empresarial ICADE) a las propias administraciones públicas con sus múltiples programas regionales (Club Virtual Emprender Aragón, Extremadura Empresarial, Andalucía Emprende o el Portal del Emprendedor de la CAM), todos están presentes, o pretenden estarlo, en este nuevo panorama.
Sin embargo, esto no resulta tan fácil, ya que la creación de entornos favorables al emprendimiento implica nuevos modelos financieros, educativos, legales y, sobretodo, de mentalidad tanto de los directivos de empresas como de los representantes políticos y sindicales.
En este ámbito sí que las administraciones públicas pueden y deben jugar un papel complementario mucho más activo que el que, actualmente, están representando. Es en este punto en el que insistía P. Krugman cuando indicaba que "la forma más directa de cerrar esta brecha es que los gobiernos gasten donde la iniciativa privada no lo hace".
Precisamente, lo que no se está haciendo, ahora, en la práctica totalidad de los países europeos: efectuar inversiones en infraestructuras, incrementar las ayudas sociales a los grupos más desfavorecidos, obligar a las instituciones financieras a facilitar créditos a autónomos, emprendedores y PYMES con el objeto de incrementar la inversión, etc.
Se llega, fácilmente, a la conclusión de que, aunque la problemática sea socio-económica, las soluciones, una vez más, deberán ser, en su mayoría, políticas.
Además, las administraciones públicas deberán ser más proactivas en el fomento de la RSE, en especial en lo referente a estos nuevos proyectos de emprendimiento, bien financiándolos, aspecto difícil en estos tiempos críticos, bien firmando acuerdo con fundaciones, consultoras o escuelas de negocios que asesoren gratuitamente a estos emprendedores y a las microempresas o PYMES en las que se materialicen sus proyectos; o, simplemente, facilitando la divulgación de las mejores prácticas y de las herramientas que les han hecho posibles.
El problema, una vez más, es que las empresas puedan implementar estos programas sólo como políticas de su estrategia de Marketing debido a que el apoyo al emprendedor ha proliferado de tal manera que, al igual que la propia RSE, no hay empresa que se precie que no disponga de un programa de este tipo, so pena de ser mal vista por su mercado.
Como siempre, lo que convendría dilucidar es si estos programas están sirviendo, realmente, para algo; es decir, si están creando tejido industrial o si, simplemente, son una moda pasajera.
En los próximos artículos de esta serie analizaremos el papel de las ONG en esta nueva situación y la necesidad que tienen de adaptarse, con suma urgencia, al actual y próximo entorno, ya que si no, pueden convertirse en las grandes perdedores de este Mercado Social.