En el tiempo transcurrido entre la publicación del artículo anterior y el presente, he tenido ocasión de asistir a unas jornadas sobre Responsabilidad Social Empresarial en las que, al tratar de la denominada RSE Interna, es decir de la aplicada en el interior de las empresas, se pone de manifiesto la dicotomía, esquizofrenia diría mejor, entre la imagen externa que se pretende transmitir y la realidad interna que, a corto plazo, deteriorará a aquella.
Esto refuerza mis argumentos sobre el tema que estamos tratando, por lo que voy a continuar con los razonamientos en los que me baso para efectuar la crítica a la, en mi opinión, exagerada y poco real consideración del factor Capital Humano.
-Poco aprovechamiento de la experiencia interna frente a la aportada por consultores externos que la dirección contrata.
En muchas ocasiones todos hemos sido testigos del “desembarco” en la empresa de asesores externos cuya primera actividad ha sido la de averiguar cuál es la misión de la unidad o de la organización, con la correspondiente perplejidad de la plantilla.
Se minusvalora la experiencia del Capital Humano propio ante la externa que, salvo honrosas excepciones, suele ser menor en ese ámbito concreto que la de aquel que está viviendo el negocio diariamente.
Muchos gestores van en sentido contrario a lo que indicaba el ex Comisario del Plan de Desarrollo francés, Michel Albert cuando afirmaba que “para los países que no tenemos petróleo, la necesidad de movilizar a toda la inteligencia de la organización se impone como un imperativo nacional”.
Quizá sea debido a que no valoramos, tanto como indicamos, a ese Capital Humano que intentamos vender interna y externamente.
La consecuencia de todo esto es una desmotivación y una falta de integración de las plantillas en sus correspondientes estructuras, lo cual afecta a la productividad y a la rentabilidad de la empresa y, por extrapolación, a la de la nación.
Cada día se confirma más la tesis de Hervé Sérieyx, coautor de “La Empresa del Tercer Tipo. Una Nueva Concepción de la Empresa” en el sentido de que “para ganar la batalla de la competitividad por la calidad, se precisa en la organización, en cada puesto de trabajo, gentes afectadas por lo que hacen, motivadas por su trabajo y sensibilizadas en el coste de su actividad”.
Si se minusvalora o se desprecia, desde las áreas de Recursos Humanos, conceptos tales como experiencia, integración, motivación u orgullo de pertenencia, lograremos algo de lo que ya estamos siendo testigos: profesionales a disposición del mejor postor y sin ningún tipo de lazos que los imbrique con la compañía para la que trabajan.
Para finalizar, vuelvo a la consideración del título de estos artículos; dejemos de hacer Marketing teórico sobre las bondades del Capital Humano e implantemos, de verdad, una estrategia de Marketing Interno que considere al cliente interno, al trabajador, como lo que es: un auténtico e insustituible valor para la empresa.