La implantación de la banda ancha, los servicios nacidos en torno a la Web 2.0 como los blogs, los wikis, la redes sociales o los entornos para compartir recursos, han facilitado el acceso a la información, la interoperabilidad entre dos o más sistemas o la posibilidad de efectuar diseños centrados en el usuario para, así, resolver necesidades concretas. Todo ello está permitiendo la apertura de nuevas vías en la relación de los pacientes con sus médicos.
Frente a todos los indiscutibles beneficios ya obtenidos y los que se vislumbran a corto plazo, surgen, necesariamente, las inevitables reservas acerca de la calidad de la información transmitida por la red y la forma de atajar y corregir, en su caso, la difusión de la que sea inadecuada.
De ahí que uno de los desafíos mayores con los que se están encontrando los agentes involucrados en el ámbito sanitario, es que lo que se comunique a los ciudadanos por internet, es decir los conocimientos en temas de salud que se vuelquen en las redes, sea veraz, riguroso y fácilmente accesible.
En este mismo sentido, Carlos Mendiola, organizador del I Congreso de Redes Sociales para el Sector Salud, incide en la necesidad de “compatibilizar el comportamiento ético y profesional, al tiempo que se aporta contenido de valor al paciente e, incluso, entre profesionales. Hay que buscar el equilibrio entre un contenido de valor y el código deontológico”.
La realidad actual es que las plataformas tecnológicas, o redes sociales en sentido amplio, que permiten relacionar a los médicos con sus pacientes, a éstos entre sí o a los propios profesionales en un ámbito restringido, están proliferando en el ciberespacio.
Se están convirtiendo en espacios colaborativos, en puntos de encuentro y de aportación de experiencias y testimonios, en los que los usuarios tienen opción de compartir síntomas, tratamientos, opiniones, consultas con especialistas y de ser, al tiempo, un extraordinario medio de apoyo psicológico y social.
No obstante este idílico planteamiento, deberemos todos ser conscientes de que por mucha información que aparezca en internet, por muchas posibilidades de acceso a especialistas a través de la red, nunca podrán ser sustitutivos de las consultas personales con los médicos, sino elementos complementarios a las mismas.
El doctor Casado, pionero de la figura del médico 2.0, insiste en “la importancia de la interacción y aporte de valor a través de las redes sociales con un compromiso ético y profesional como base indispensable, sin dejar de lado el trato personal de la consulta de toda la vida”
El panorama está cambiando ya que, lo mismo que ha ocurrido con los clientes en el Marketing General, estas redes sociales están dotando a los pacientes de un poder que antes no tenían y que puede originar un punto de inflexión en esas mencionadas relaciones entre médicos y pacientes.
Un ejemplo de lo que exponemos lo tenemos en la plataforma valorativa, creada por el doctor Neil Bacon en 2.008, “iWantGreatCare”, quiero un gran cuidado, en castellano. Este sitio en internet sirve para que los pacientes den su opinión sobre los médicos y califiquen la bondad de su atención.
Según su fundador, el objetivo es que la voz colectiva de los pacientes sea la guardiana del sistema sanitario en lugar de los reguladores tradicionales.
En esta misma línea está la plataforma “quemedico.com” con el objeto de elegir al profesional mejor valorado, gracias a la opinión de miles de usuarios. Tiene un directorio de cerca de cincuenta mil profesionales de la salud y de once mil hospitales y clínicas valorados. No es necesario insistir en la importancia que este tipo de valoraciones tiene desde el punto de vista del Marketing.