La actual crisis está afectando, prácticamente, a todas las empresas y dentro de éstas, especialmente, a las áreas de Recursos Humanos que se han visto obligadas a transformar su papel convirtiéndose en ejecutoras de políticas reductoras de salarios y plantillas. Ante esta situación parece pertinente preguntarse por el papel que, en estos momentos, tiene o debe tener el Marketing Interno.
Si definimos al Marketing Interno como “el conjunto de técnicas que permiten “vender” la idea de empresa, con sus objetivos, estrategias, estructuras, dirigentes y demás componentes, a un mercado constituido por los trabajadores, “clientes internos”, que desarrollan su actividad en ella, con el objeto último de incrementar su motivación y, como consecuencia directa, su productividad”, deberíamos hacernos las siguientes preguntas:
-. ¿Se puede vender una idea de empresa carente, en muchos casos, de objetivos a medio y largo plazo, con unas estrategias cambiantes debido a las circunstancias del entorno, a unos trabajadores para incrementar su productividad?
-. ¿El mercado al que se dirige el Marketing Interno, los empleados, están lo suficientemente motivados como para comprar este tipo de empresa?
-. ¿Los directivos de la mayoría de estas organizaciones tienen, realmente, la convicción íntima necesaria para transmitir mensajes optimistas?
-. ¿En estas circunstancias, la Comunicación Interna tiene efectividad o es como los anuncios publicitarios en televisión que evitamos haciendo zapping?
Y podríamos seguir cuestionándonos temas cuyas respuestas, para nuestra desgracia, conocemos de antemano.
Si hiciéramos un repaso a la reciente historia empresarial y recordáramos los estudios, realizados en USA en los años 80, acerca de la motivación de los trabajadores y cuyos resultados indicaban que un 52 por ciento de dicha población laboral estaba poco integrada en sus respectivas empresas, desconocían los objetivos de las mismas y, como consecuencia, estaban desmotivados, podríamos comparar con la situación actual y preguntarnos ¿cuál sería, en estos momentos, el nivel de motivación de nuestro “capital humano”?.
H. Serieyx y G. Archier , en 1.984 y en su libro “La Empresa del Tercer Tipo”, ya nos indicaban que, muchas veces, por falta de previsión, los directivos se ven obligados a vivir en la inmediatez, haciendo frente, sólo, a los problemas cotidianos.
El resultado de esto, decían, era que no existían objetivos, que se obsesionaban por lo concreto e inmediato, que se tenía miedo a la reflexión, a la discusión y a la participación. En definitiva: que se gestionaba, ya entonces, al personal no tanto como un auténtico recurso estratégico, sino como una mera y penosa obligación.
En los momentos en los que estamos viviendo, tampoco nos extrañarían los resultados que obtendríamos de una reflexión similar acerca de muchos de los directivos que gestionan nuestras organizaciones empresariales. Las consecuencias de su gestión las están padeciendo miles de trabajadores que, sin ser culpables de la situación, son las auténticas víctimas de la misma.