Estamos, en España, ante una larguísima época preelectoral que, con comicios de diferentes tipos, se va a desarrollar a lo largo del presente año.
Hoy está de moda, y creo que es bueno, la aplicación en nuestro país del Marketing Político o, mejor, del Marketing Electoral, ya que, como hemos indicado en otras ocasiones, es éste el que pretende convencer a los votantes, mientras que aquel intenta mantenerlos o fidelizarlos a lo largo de la correspondiente legislatura.
Aunque los políticos suelen renegar del Marketing Electoral, incluso lo lanzan como arma arrojadiza contra sus competidores, todos lo aplican, conscientes o no, y con una tendencia creciente.
Personalmente considero que la aplicación de las técnicas del Marketing a la Política es totalmente factible, ya que creo que un candidato se vende igual que cualquier producto o servicio, guardando las distancias y con el máximo de los respetos.
El problema, en las cada vez más largas campañas electorales, es el mismo que gravita sobre el Marketing de los productos de gran consumo: que utilizan, en muchas ocasiones, una Publicidad engañosa, principalmente porque el producto se presenta como mucho mejor de lo que suele ser en la realidad.
En los comicios electorales sucede lo mismo: nos están presentando productos, (candidatos y programas en este caso), que solucionan todos los problemas del ciudadano y que ofrecen lo mejor, desde la Enseñanza hasta la Sanidad, pasando por el trabajo o la atención a las personas con discapacidad.
Y estas soluciones vienen de la mano de unos afables candidatos, por supuesto, mucho más honrados y mejores, en todos los sentidos, que sus competidores. ("El que más blanco lava"; "El que dura más tiempo"; "El más rentable", etc.)
Ante esto, el potencial elector no puede, ni sabe, distinguir entre programas similares. No puede, ni sabe, diferenciar a unos candidatos de otros. Se satura de debates televisivos y se desconcierta ante los contradictorios resultados de las continuas encuestas publicadas por los medios de comunicación.
La pregunta que nos hacemos, íntimamente, es: "¿Me estaré volviendo tonto?". Ante la respuesta contundente y negativa, nos cuestionamos, de nuevo: "¿Me estarán tomando por tonto?". Y, en este caso, la respuesta es un "Sí" categórico.
Pues no, señores directores de las campañas electorales de los partidos. No confundan ustedes la discreción con la sumisión y no nos subestimen.
Queremos una clase política que, cuando lleguen las elecciones, no se disfrace de lo que no es; que no nos venda motos rotas pensando que se las compramos sin rechistar; que ofrezca programas realizables y no meras utopías.
Queremos, en definitiva, que se nos respete y que apliquen más Marketing Político durante los cuatro años que duran las legislaturas, preocupándose por el bienestar de los ciudadanos, por satisfacer sus deseos, necesidades y expectativas, y hagan menos Marketing Electoral pensando que nos van a convencer fácilmente y que, una vez depositado nuestro voto en la urna, "si te he visto, no me acuerdo".