3.- La Campaña Electoral
Todos los elementos planificados en la estrategia de Marketing Político se deben poner en funcionamiento en el período que dura la campaña electoral. Los resultados que se obtengan en ésta, serán las calificaciones que la ciudadanía ha otorgado a los participantes en ella y marcará el comienzo de una nueva etapa de dicha estrategia.
La práctica nos indica que, aunque una buena campaña electoral no ayude a ganar unos comicios, una mala campaña sí puede contribuir a perderlos y, también que, en la mayoría de las ocasiones, sus objetivos no están enfocados a convencer a nuevos electores, sino a movilizar a los ya convencidos.
Actualmente, todas las campañas electorales se han transformado en espectáculos. Se organizan actos en los que puedan participar muchos ciudadanos que, en el evento, sienten y se comportan como si estuvieran en un auténtico espectáculo de masas.
Esta lógica ya es inevitable en cualquier campaña, resultando, curiosamente, que lo verdaderamente relevante es el propio espectáculo electoral y no la información que se quiere transmitir a los potenciales votantes, o el programa a desarrollar por los candidatos. Aquí lo que se está desvirtuando es el propio Marketing Electoral… o, quizás, no.
Los partidos prefieren ignorar los auténticos problemas de los ciudadanos para centrarse en argumentos electoralistas, por lo que los mensajes de los candidatos en las campañas resultan superficiales, oportunistas, irreales y, como resultado final, increíbles. Esto, quizás, es la consecuencia de que sus aparatos electorales subestiman la inteligencia de los ciudadanos.
Esta, en mi opinión, degeneración de los procesos electorales origina que lo impactante esté por encima de lo importante, por lo que los partidos lo aprovechan para sus fines y deciden introducir el espectáculo en el devenir de campaña de los candidatos.
Razón por la que los electorados valoran mucho más a los políticos extrovertidos y comunicadores que a los gestores serios y eficaces, y por lo que han proliferado las intervenciones de los políticos en determinados espectáculos y en programas “del corazón” o de debate en diferentes cadenas de radio y televisión.
Y todo esto, siendo conscientes los ciudadanos que, como indicaba el periodista Carlos Fonseca el pasado 11 de mayo en su columna “Tirando a Dar” de elconfidencial.com, los candidatos en campaña electoral “manosean el verbo prometer hasta el hartazgo”.
Es, cómo no, muy importante la personalización del proceso electoral, pero sería un error basar toda la estrategia de Marketing Electoral en una simple política de imágenes basada en los candidatos a costa de una minusvaloración de los programas.
No obstante lo anterior, conviene siempre recordar los consejos del escritor y político romano del siglo anterior a Cristo, Quinto Tulio Cicerón, lugarteniente que fue de Julio Cesar en la Guerra de las Galias, que cuando preparaba la campaña electoral para el Senado de su hermano Marco, indicaba que “la mejor manera de conseguir el voto es dando la mano, como saludo, al elector; mirándole a los ojos y llamándole por su nombre”.