2.- Los Programas Electorales (Continuación)
Aunque el programa electoral debería ser el elemento central de la campaña de Marketing Electoral y el eje de la actuación de la estrategia del posterior Marketing Político del partido que ha ganado los comicios, la realidad es que los programas interesan a muy pocos ciudadanos.
En la actualidad, la información política se obtiene por medio de la Publicidad y por una serie de acciones efectistas que realizan los candidatos a lo largo de la campaña; acciones que, en muchas ocasiones, no resultan nada efectivas.
Quizá ha llegado el momento de propiciar, lo mismo que se proponen las listas abiertas, una modalidad de programa electoral abierto de tal forma que sean los ciudadanos los que, a través de la página web del partido correspondiente o de cualquier otro medio, eliminen, añadan o modifiquen propuestas concretas de actuación.
Esta faceta de democracia participativa incrementaría, sin duda ninguna, la eficacia del programa ya que dejaría de ser algo unidireccional del partido hacia los votantes, para convertirlo en un proyecto colectivo y de responsabilidad compartida.
Conviene tener en cuenta que en la mayoría de los países y en, prácticamente, todos los comicios que se celebran, existe un elevado porcentaje de electores que no deciden su voto hasta el último momento, pero que su número es tal que son los que confieren la victoria a un partido o a otro. Son los “indecisos” de las encuestas.
Ante estos, la figura del candidato cobra una importancia muy superior a la que tiene el programa y, con su actitud, un candidato poco empático podrá ganar muy pocas veces una elección, debido a que la indecisión de aquellos les va a impulsar a votar a la persona más atractiva y no al programa o al partido.
Concluyo este punto citando, de nuevo, a Martin Ferrand que, en su ya mencionada columna del diario ABC, indicaba que “Una elección sin candidatos bien perfilados tiene un punto de inconsistencia; pero sin programas concretos y bien estructurados, se convierte en un infantil y falsario quítate tú que me pongo yo”.
Aunque el programa electoral debería ser el elemento central de la campaña de Marketing Electoral y el eje de la actuación de la estrategia del posterior Marketing Político del partido que ha ganado los comicios, la realidad es que los programas interesan a muy pocos ciudadanos.
En la actualidad, la información política se obtiene por medio de la Publicidad y por una serie de acciones efectistas que realizan los candidatos a lo largo de la campaña; acciones que, en muchas ocasiones, no resultan nada efectivas.
Quizá ha llegado el momento de propiciar, lo mismo que se proponen las listas abiertas, una modalidad de programa electoral abierto de tal forma que sean los ciudadanos los que, a través de la página web del partido correspondiente o de cualquier otro medio, eliminen, añadan o modifiquen propuestas concretas de actuación.
Esta faceta de democracia participativa incrementaría, sin duda ninguna, la eficacia del programa ya que dejaría de ser algo unidireccional del partido hacia los votantes, para convertirlo en un proyecto colectivo y de responsabilidad compartida.
Conviene tener en cuenta que en la mayoría de los países y en, prácticamente, todos los comicios que se celebran, existe un elevado porcentaje de electores que no deciden su voto hasta el último momento, pero que su número es tal que son los que confieren la victoria a un partido o a otro. Son los “indecisos” de las encuestas.
Ante estos, la figura del candidato cobra una importancia muy superior a la que tiene el programa y, con su actitud, un candidato poco empático podrá ganar muy pocas veces una elección, debido a que la indecisión de aquellos les va a impulsar a votar a la persona más atractiva y no al programa o al partido.
Concluyo este punto citando, de nuevo, a Martin Ferrand que, en su ya mencionada columna del diario ABC, indicaba que “Una elección sin candidatos bien perfilados tiene un punto de inconsistencia; pero sin programas concretos y bien estructurados, se convierte en un infantil y falsario quítate tú que me pongo yo”.