En el próximo mes de mayo se celebrarán, en España, unas elecciones autonómicas y municipales de gran importancia para el futuro del país ya que pueden marcar la tónica de lo que serán las elecciones generales del mes de marzo del año 2.012, si es que se completa la vigente legislatura.
El panorama de la actual situación electoral lo resume el prestigioso periodista Manuel Martín Ferrán, en su columna “Elecciones Sin Programas” del diario ABC del pasado Viernes Santo: “Dentro de un mes, quienes todavía mantengan un mínimo entusiasmo electoral y no hayan perdido la fe democrática a la vista de la parodia partitocrática en la que estamos instalados, acudirán a las urnas para votar largas listas de personas, la mayoría de ellas desconocidas, cortas de pasado y escasas de futuro”.
Analicemos, desde la objetividad técnica que el Marketing Político nos permite, las actuales circunstancias que concurren en los procesos electorales y las consideraciones que nos merecen las actuaciones electoralistas de los candidatos y de los partidos.
Partamos, para ello, de la diferenciación existente entre el Marketing Político y el Marketing Electoral.
El Marketing Político es, en esencia, una actividad permanente que deben realizar los partidos, en especial el partido que gobierna, ya que es el que dispone, en general, de más Medios de Comunicación Social, puesto que tiene a su alcance aquellos cuya titularidad ostenta además de los que son propiedad de las otras Administraciones Públicas ideológicamente afines.
Su objetivo general debería ser la formación e información política e ideológica de los ciudadanos con el fin de que puedan conocer, a fondo, las distintas posibilidades que se les ofrecen y, así, participar en los procesos electorales con absoluto conocimiento, responsabilidad y coherencia.
Se podría decir que el Marketing Político, bien enfocado, contribuye a que los potenciales votantes adquieran y desarrollen unos principios éticos y morales que redunden en beneficio de la Sociedad ya que, por encima de los intereses partidistas y personales de los políticos, deberán estar los de la nación y los de los ciudadanos.
Salvando las distancias conceptuales, sería similar, en sus objetivos, a los que tiene el Marketing Social.
El Marketing Electoral, como su nombre indica, tiene una visión más cortoplacista ya que su objetivo principal es obtener el mayor número de votos para el partido en cuestión o, en lenguaje de Marketing, vender unos candidatos y unos programas concretos al mercado electoral.
A diferencia del Marketing Político que debe crear mercado permanentemente, el Marketing Electoral debe incrementar la cifra de ventas, de votos en este caso, para conseguir una mayor cuota de mercado, es decir una mayor cuota de poder, en cada comicio electoral.
Lo que está sucediendo en la realidad, en la mayoría de los países y de los procesos electorales, es que la abstención, junto con el voto en blanco, resultan ser las opciones que mayor incremento tienen.
Ante estas circunstancias, la pregunta que los especialistas nos deberíamos de formular es si el Marketing Electoral está fallando; si estamos planteando adecuadamente las estrategias y las tácticas electorales que diseñamos para las campañas.
En los próximos artículos intentaremos responder a esta cuestión que afecta, tan negativamente, a los actuales procesos electorales.