Por Rafael-José Díaz
Empiezan a caer
algunas gotas.
Creo
que es la tercera vez que estoy aquí.
Hay una casa abandonada
entre montañas,
una atarjea intacta, rocas
junto a un precipicio.
Cae
también la noche.
Abajo, en una cancha
de tenis, juega un niño con su padre.
No soy yo; lo sería
si alguien dijera este poema
veinte años atrás: ahí,
en esa misma cancha, llegamos a jugar
mi padre y yo algunos sábados:
hastío o seducción de horas extraviadas.
Debemos empezar
ya a bajar el sendero hasta el aparcamiento:
no somos búhos para abalanzarnos
a través de la noche sin tropezar con nada.
Al subir, hace una hora, parecíamos
Carlos y yo dos seres legendarios
ascendiendo a la luz desde el infierno:
ya la luz se ha marchado y ahora somos dos sombras.
Hace más de veinte años
subí aquí: vi la casa, no sentí
vértigo alguno al mirar hacia abajo,
no sabía: era un niño.
Y aquel niño miró
hacia otra montaña que, escondida
detrás de la primera ya ganada
daría paso a otras más,
¿y así hasta dónde?, y deseó
seguir aquel sendero en compañía
de un niño aún sin rostro
y correr sin parar y descorrer
las cortinas que todo lo ocultaban:
la luz, la tierra, el aire, el fuego, el agua.
Siguen cayendo gotas
sin mucha convicción, y ya es noche cerrada.
Rafael-José Díaz (Santa Cruz de Tenerife, 1971) es poeta y traductor. Ha publicado tres libros de poesía: El canto en el umbral(1997), Llamada en la primera nieve (2000) y Los párpados cautivos (2003). El poema que reproducimos es inédito.
Empiezan a caer
algunas gotas.
Creo
que es la tercera vez que estoy aquí.
Hay una casa abandonada
entre montañas,
una atarjea intacta, rocas
junto a un precipicio.
Cae
también la noche.
Abajo, en una cancha
de tenis, juega un niño con su padre.
No soy yo; lo sería
si alguien dijera este poema
veinte años atrás: ahí,
en esa misma cancha, llegamos a jugar
mi padre y yo algunos sábados:
hastío o seducción de horas extraviadas.
Debemos empezar
ya a bajar el sendero hasta el aparcamiento:
no somos búhos para abalanzarnos
a través de la noche sin tropezar con nada.
Al subir, hace una hora, parecíamos
Carlos y yo dos seres legendarios
ascendiendo a la luz desde el infierno:
ya la luz se ha marchado y ahora somos dos sombras.
Hace más de veinte años
subí aquí: vi la casa, no sentí
vértigo alguno al mirar hacia abajo,
no sabía: era un niño.
Y aquel niño miró
hacia otra montaña que, escondida
detrás de la primera ya ganada
daría paso a otras más,
¿y así hasta dónde?, y deseó
seguir aquel sendero en compañía
de un niño aún sin rostro
y correr sin parar y descorrer
las cortinas que todo lo ocultaban:
la luz, la tierra, el aire, el fuego, el agua.
Siguen cayendo gotas
sin mucha convicción, y ya es noche cerrada.
Rafael-José Díaz (Santa Cruz de Tenerife, 1971) es poeta y traductor. Ha publicado tres libros de poesía: El canto en el umbral(1997), Llamada en la primera nieve (2000) y Los párpados cautivos (2003). El poema que reproducimos es inédito.