Ficha Técnica
Título: Contra apocalípticos. Ecologismo. Animalismo. Posthumanismo
Autor: Jesús Zamora Bonilla
Edita: Shackleton Books, Barcelona, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 320
ISBN: 978-84-18139-55-0
Precio: 18,90 euros
No es aventurado pensar en un apocalipsis a la vista de los acontecimientos que vivimos a diario. Una situación que ha llevado a muchas personas a tener que recurrir a profesionales de la psicología o la psiquiatría, agobiadas y oprimidas por la abundante y casi continua presencia de noticias que las llenan de angustia.
No hace mucho tiempo, nos hicimos eco de la presencia de un libro, No hay apocalipsis, de Michael Shellenberger. Hacía referencia, sobre todo, a las consecuencias del cambio climático. Ataca a la manera en que es comunicada esa realidad, marcada con caracteres apocalípticos, faltando a una necesaria objetividad informativa. Objetividad que se apoya en los mismos documentos oficiales en los que se basan los titulares catastrofistas.
No es el único caso. Por ejemplo, el diario La Provincia, en la página 85 de su edición de 27 de febrero pasado, incluye un artículo con el título de "Un estudio descarta el peor escenario posible: 4º-5º C". Ciertamente, no son ejemplos de este estilo los que abundan, pero sí se vislumbran aproximaciones a la realidad desde otros puntos de vista.
El libro que hoy comentamos va más allá. Su autor, Jesús Zamora Bonilla, ofrece un andamiaje intelectual, con el necesario rigor metodológico, para poder situar, en su adecuado contexto, algunas de las teorías apocalípticas que hoy nos asedian. No niega lo que es evidente: la existencia de esos problemas de indudable gravedad. Pero nos ayuda, de manera certera, a conocer el alcance real de las amenazas que se defienden. Disponer de las herramientas que nos ofrece Zamora Bonilla es una gran aportación para serenar perspectivas abriendo un amplio campo de posibilidades.
Apocalípticos
Una buena forma de comenzar es a quiénes denomina el autor como apocalípticos. Lo aclara desde el principio: apocalípticos son, por un lado, los que están convencidos de que el fin de nuestra civilización es inminente, especialmente, por el cambio climático; y, por otro, a quienes aseguran que nos encontramos en un cambio de fase muy radical, caracterizado por el abandono del humanismo ilustrado, responsable, según sus defensores, de la mayoría de nuestros males, en especial, el capitalismo global.
Como se ve, el campo a abordar es muy vasto, por lo que el autor se va a restringir a tres aspectos: los apocalípticos del cambio climático, los animalistas radicales y los autodenominados posthumanistas. Y reitera: no se trata de una enmienda a la totalidad de estas posturas, sino de una crítica a sus versiones más extremistas.
Y ello, apelando a la razón: “la única actitud racional ante un debate que se refiere a asuntos dominados por la incertidumbre y la complejidad es la de no aferrarnos con demasiada vehemencia a nuestras convicciones morales”. En definitiva, se trata de un relativismo que no consiste en estar convencido de que todo da igual, no; se trata de ser conscientes de la relatividad de los valores de cada uno, de la falibilidad de los propios argumentos y principios éticos.
Un principio este, el del relativismo, que se enfrenta a posiciones muy firmes e inamovibles, sostenidas por quienes se suelen indignar con que otros relativicen sus aspiraciones y sus creencias. Se basa en la doctrina filosófica denominada metaética que analiza en qué consiste tener una postura moral y que concluye que los juicios, preferencias o valoraciones morales no son verdades objetivas sino que suelen fundamentarse en las emociones.
Y esto viene a cuento porque, a veces, edificios conceptuales, sean de la índole que sean, intentan ser llevados demasiado lejos, llegando a superar determinadas barreras, tachando a quienes sustentan otras posturas como no acordes con la filosofía moral, cargándolas de una valoración ética negativa. Y una evidente multiplicidad de sistemas morales debería hacernos sospechar de la imposibilidad de definir el sistema moral objetivamente óptimo. Por lo que el autor suspira por que nuestros instintos morales sean domesticados a través de un proceso racional de deliberación pública.
Estas primeras páginas del libro son sumamente interesantes. De hecho, en ellas el autor explica ampliamente los fundamentos filosóficos que sostienen las posturas que defiende a lo largo del libro.
El clima
Zamora Bonilla centra el problema refiriéndose, primeramente al cambio climático. Aborda la cuestión partiendo de los llamados sesgos cognitivos: cuando alguien defiende una postura como solución al problema cuando, en realidad, pretende que se acepte aquella o aquellas que llevan a conclusiones que sean beneficiosas para él. Beneficiosas en el sentido de que ratifican la postura que se defiende. En esta línea, y partiendo de su posición objetiva, el autor, seguidor de las teorías científicas que pueden sustentar una premisa, advierte de que estas no son infalibles.
Dicho esto, distingue varios modelos frecuentes de un ecologismo que pueden ir más allá de lo objetivamente afirmable. Habla, así, del ecologismo cascarrabias, el ecologismo de sacristía (basado, fundamentalmente, en la encíclica Laudato si, del Papa Francisco) y el ecologismo postmoderno.
Las teorías apocalípticas no son nada nuevo. La historia está llena de ellas. Aquí, el autor procura explicar por qué nos resultan tan fascinantes, atribuyendo esa fascinación a cuatro sesgos cognitivos: el mero pesimismo, el sesgo de confirmación, la falta de imaginación y el sesgo del relato, que detalla concienzudamente.
Hay quien preconiza el final de la civilización tal y como la conocemos. También Zamora Bonilla se encarga de desmenuzar su intención apocalíptica, relativizándola: continuamente asistimos a finales de una forma de civilización tal y como la conocíamos para entrar en otra nueva. Se detiene, igualmente, en lo que dicen los informes científicos oficiales sobre la probabilidad de los escenarios más apocalípticos.
De especial interés es el apartado que dedica a lo que se viene llamando Antropoceno. Arrancando de las definiciones de esta pretendida nueva era, va desbrozando sus posibles significados y posibilidades de existencia real. “El Antropoceno no es, por lo tanto, un hecho científico”, afirma con rotundidad y con razón.
Humanistas y animalistas
Las corrientes animalistas, defensoras de los animales y sus derechos, han irrumpido en nuestra sociedad. Movidas por un razonado y razonable impulso de defensa de cuanto supone vida, sin cerrarse en la vida humana, plantean sus reivindicaciones a la sociedad que, con frecuencia, responde aceptando muchas de ellas.
No rehúye el autor el dilema del valor. ¿Qué objetos, qué seres tienen valor? ¿Lo tienen por el mero hecho de existir? Y, supuesto el valor de algo existente, surge la imperiosa necesidad de una actitud ética hacia él, dotándole, por ende, de derechos.
La posición del autor es clara: “los derechos de los seres humano gozan de prioridad, en general, sobre los derechos de los animales, a pesar del hecho biológico indudable de que los animales son, quizá en su mayoría, capaces de experimentar placer y dolor, y de que muchos de ellos poseen un grado de inteligencia nada desdeñable”.
Es importante en este momento aclarar las diferencias entre i[bios]i y zoé, dos términos griegos que definen lo que nosotros resumimos en la palabra vida, algo que el autor realiza pormenorizadamente como base a sus propuestas.
En fin, Zamora Bonilla nos habla del veganismo, de los límites de los derechos animales y de la psicología vegetal. Conceptos todos ellos que, a veces, marcan sus tendencias asimilándolas a criterios morales o éticos que cuentan con otras posturas cuando menos tan respetables.
Posthumanismo
Para el autor, el posthumanismo es un humanismo; ni más, ni menos. Y lo enfrenta al concepto, también muy en boga, del transhumanismo. Este último consiste, básicamente, en una serie de enfoques sobre cómo mejorar al ser humano mediante la tecnología; mientras que el posthumanismo piensa que ya se ha dejado atrás el ser humano y que, más que mejorar al ser humano, lo que hay que hacer es proceder a su deconstrucción.
El posthumanismo supone el rechazo a varias tesis que caracterizan al pensamiento moderno o ilustrado y supera, no solo el antropocentrismo (la noción de que hay una esencia humana universal), sino, incluso, el biocentrismo. También supone el rechazo a comprender el mundo mediante parejas de conceptos dicotómicos, propias del dualismo, sustituyendo esta visión por otra en la que todos los límites son fluidos y cambiantes.
Razonamientos que llevan a Zamora Bonilla a abordar temas tan interesantes como la posibilidad de que nuestra vida se desarrolle en una realidad virtual, el actual tema de las fake news y la posverdad o, muy interesante, su visión de cómo podrá ser nuestro futuro a larguísimo plazo.
Conclusión
Esta breve nota se ha limitado a apuntar algunos de los muy interesantes temas que aborda el libro. Solo una lectura del Sumario ya nos advierte de que hay otros asuntos, vinculados con el argumento principal de la obra, que merecen una lectura.
Es muy recomendable el análisis sosegado de la primera parte del libro, titulada Relativizando. Ahí hallaremos la plataforma sobre la que Zamora Bonilla aborda los siguientes capítulos.
El autor nos atrapa desde las primeras líneas, haciendo difícil tener que abandonar el libro, incapaces de abarcarlo de una sola vez, dada su amplitud. Pero, tanto el lenguaje asequible, adobado con clarificadores ejemplos, como lo interesante y sugerente de la temática que trata, hacen de este libro un atractivo y sugestivo título.
No se trata, evidentemente, de desbaratar el argumentario que, desde diferentes perspectivas, muy razonables muchas de ellas, nos salen al paso diariamente por parte de apocalípticos varios; no. Lo que nos permite la lectura de esta obra es relativizar y objetivar esas informaciones, ampliando el estrecho y agobiante horizonte que suelen proponer. Desde luego, una lectura sumamente recomendable.
Índice
Primera parte. Relativizando
I. Apocalípticos y humanistas
II. ¡Viva el relativismo!
III. Sobre los fundamentos de la moral
Segunda parte. Si la tierra se calienta, mantén la cabeza fría
IV. “¿Qué hay de lo mío?” Sobre algunas variedades del ecologismo
V. ¿Por qué nos fascina el apocalipsis?
VI. El final de la civilización tal y como la conocemos
VII. ¿De cuánto dinero estamos hablando?
VIII. ¿Apocalipsis o Antropoceno?
Tercera parte. Humanismo versus animalismo
IX. El loco y la linde
X. La superior dignidad moral del ser humano
XI. El bios y la zoé
XII. El reverendo Malthus y el veganismo
XIII. Los límites de los derechos animales
XIV. Un poco de psicología vegetal
XV. Animalismo frente a ecologismo
Cuarta parte. Posthumano, demasiado posthumano
XVI. El posthumanismo es un humanismo
XVII. Posthumanismo y ciencia
XVIII. El dataísmo: un posthumanismo racionalista
XIX. La singularidad tecnológica: un singular disparate
XX. No vivimos en una realidad virtual
XXI. Relativizando la posverdad y las fake news
XXII. Derechos L’Oréal: “porque yo lo valgo”. Crítica de los derechos posthumanos
XXIII. El futuro de las posthumanidades
A manera de conclusión. Por los siglos de los siglos
XXIV. Sobre nuestro futuro a larguísimo plazo
Título: Contra apocalípticos. Ecologismo. Animalismo. Posthumanismo
Autor: Jesús Zamora Bonilla
Edita: Shackleton Books, Barcelona, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 320
ISBN: 978-84-18139-55-0
Precio: 18,90 euros
No es aventurado pensar en un apocalipsis a la vista de los acontecimientos que vivimos a diario. Una situación que ha llevado a muchas personas a tener que recurrir a profesionales de la psicología o la psiquiatría, agobiadas y oprimidas por la abundante y casi continua presencia de noticias que las llenan de angustia.
No hace mucho tiempo, nos hicimos eco de la presencia de un libro, No hay apocalipsis, de Michael Shellenberger. Hacía referencia, sobre todo, a las consecuencias del cambio climático. Ataca a la manera en que es comunicada esa realidad, marcada con caracteres apocalípticos, faltando a una necesaria objetividad informativa. Objetividad que se apoya en los mismos documentos oficiales en los que se basan los titulares catastrofistas.
No es el único caso. Por ejemplo, el diario La Provincia, en la página 85 de su edición de 27 de febrero pasado, incluye un artículo con el título de "Un estudio descarta el peor escenario posible: 4º-5º C". Ciertamente, no son ejemplos de este estilo los que abundan, pero sí se vislumbran aproximaciones a la realidad desde otros puntos de vista.
El libro que hoy comentamos va más allá. Su autor, Jesús Zamora Bonilla, ofrece un andamiaje intelectual, con el necesario rigor metodológico, para poder situar, en su adecuado contexto, algunas de las teorías apocalípticas que hoy nos asedian. No niega lo que es evidente: la existencia de esos problemas de indudable gravedad. Pero nos ayuda, de manera certera, a conocer el alcance real de las amenazas que se defienden. Disponer de las herramientas que nos ofrece Zamora Bonilla es una gran aportación para serenar perspectivas abriendo un amplio campo de posibilidades.
Apocalípticos
Una buena forma de comenzar es a quiénes denomina el autor como apocalípticos. Lo aclara desde el principio: apocalípticos son, por un lado, los que están convencidos de que el fin de nuestra civilización es inminente, especialmente, por el cambio climático; y, por otro, a quienes aseguran que nos encontramos en un cambio de fase muy radical, caracterizado por el abandono del humanismo ilustrado, responsable, según sus defensores, de la mayoría de nuestros males, en especial, el capitalismo global.
Como se ve, el campo a abordar es muy vasto, por lo que el autor se va a restringir a tres aspectos: los apocalípticos del cambio climático, los animalistas radicales y los autodenominados posthumanistas. Y reitera: no se trata de una enmienda a la totalidad de estas posturas, sino de una crítica a sus versiones más extremistas.
Y ello, apelando a la razón: “la única actitud racional ante un debate que se refiere a asuntos dominados por la incertidumbre y la complejidad es la de no aferrarnos con demasiada vehemencia a nuestras convicciones morales”. En definitiva, se trata de un relativismo que no consiste en estar convencido de que todo da igual, no; se trata de ser conscientes de la relatividad de los valores de cada uno, de la falibilidad de los propios argumentos y principios éticos.
Un principio este, el del relativismo, que se enfrenta a posiciones muy firmes e inamovibles, sostenidas por quienes se suelen indignar con que otros relativicen sus aspiraciones y sus creencias. Se basa en la doctrina filosófica denominada metaética que analiza en qué consiste tener una postura moral y que concluye que los juicios, preferencias o valoraciones morales no son verdades objetivas sino que suelen fundamentarse en las emociones.
Y esto viene a cuento porque, a veces, edificios conceptuales, sean de la índole que sean, intentan ser llevados demasiado lejos, llegando a superar determinadas barreras, tachando a quienes sustentan otras posturas como no acordes con la filosofía moral, cargándolas de una valoración ética negativa. Y una evidente multiplicidad de sistemas morales debería hacernos sospechar de la imposibilidad de definir el sistema moral objetivamente óptimo. Por lo que el autor suspira por que nuestros instintos morales sean domesticados a través de un proceso racional de deliberación pública.
Estas primeras páginas del libro son sumamente interesantes. De hecho, en ellas el autor explica ampliamente los fundamentos filosóficos que sostienen las posturas que defiende a lo largo del libro.
El clima
Zamora Bonilla centra el problema refiriéndose, primeramente al cambio climático. Aborda la cuestión partiendo de los llamados sesgos cognitivos: cuando alguien defiende una postura como solución al problema cuando, en realidad, pretende que se acepte aquella o aquellas que llevan a conclusiones que sean beneficiosas para él. Beneficiosas en el sentido de que ratifican la postura que se defiende. En esta línea, y partiendo de su posición objetiva, el autor, seguidor de las teorías científicas que pueden sustentar una premisa, advierte de que estas no son infalibles.
Dicho esto, distingue varios modelos frecuentes de un ecologismo que pueden ir más allá de lo objetivamente afirmable. Habla, así, del ecologismo cascarrabias, el ecologismo de sacristía (basado, fundamentalmente, en la encíclica Laudato si, del Papa Francisco) y el ecologismo postmoderno.
Las teorías apocalípticas no son nada nuevo. La historia está llena de ellas. Aquí, el autor procura explicar por qué nos resultan tan fascinantes, atribuyendo esa fascinación a cuatro sesgos cognitivos: el mero pesimismo, el sesgo de confirmación, la falta de imaginación y el sesgo del relato, que detalla concienzudamente.
Hay quien preconiza el final de la civilización tal y como la conocemos. También Zamora Bonilla se encarga de desmenuzar su intención apocalíptica, relativizándola: continuamente asistimos a finales de una forma de civilización tal y como la conocíamos para entrar en otra nueva. Se detiene, igualmente, en lo que dicen los informes científicos oficiales sobre la probabilidad de los escenarios más apocalípticos.
De especial interés es el apartado que dedica a lo que se viene llamando Antropoceno. Arrancando de las definiciones de esta pretendida nueva era, va desbrozando sus posibles significados y posibilidades de existencia real. “El Antropoceno no es, por lo tanto, un hecho científico”, afirma con rotundidad y con razón.
Humanistas y animalistas
Las corrientes animalistas, defensoras de los animales y sus derechos, han irrumpido en nuestra sociedad. Movidas por un razonado y razonable impulso de defensa de cuanto supone vida, sin cerrarse en la vida humana, plantean sus reivindicaciones a la sociedad que, con frecuencia, responde aceptando muchas de ellas.
No rehúye el autor el dilema del valor. ¿Qué objetos, qué seres tienen valor? ¿Lo tienen por el mero hecho de existir? Y, supuesto el valor de algo existente, surge la imperiosa necesidad de una actitud ética hacia él, dotándole, por ende, de derechos.
La posición del autor es clara: “los derechos de los seres humano gozan de prioridad, en general, sobre los derechos de los animales, a pesar del hecho biológico indudable de que los animales son, quizá en su mayoría, capaces de experimentar placer y dolor, y de que muchos de ellos poseen un grado de inteligencia nada desdeñable”.
Es importante en este momento aclarar las diferencias entre i[bios]i y zoé, dos términos griegos que definen lo que nosotros resumimos en la palabra vida, algo que el autor realiza pormenorizadamente como base a sus propuestas.
En fin, Zamora Bonilla nos habla del veganismo, de los límites de los derechos animales y de la psicología vegetal. Conceptos todos ellos que, a veces, marcan sus tendencias asimilándolas a criterios morales o éticos que cuentan con otras posturas cuando menos tan respetables.
Posthumanismo
Para el autor, el posthumanismo es un humanismo; ni más, ni menos. Y lo enfrenta al concepto, también muy en boga, del transhumanismo. Este último consiste, básicamente, en una serie de enfoques sobre cómo mejorar al ser humano mediante la tecnología; mientras que el posthumanismo piensa que ya se ha dejado atrás el ser humano y que, más que mejorar al ser humano, lo que hay que hacer es proceder a su deconstrucción.
El posthumanismo supone el rechazo a varias tesis que caracterizan al pensamiento moderno o ilustrado y supera, no solo el antropocentrismo (la noción de que hay una esencia humana universal), sino, incluso, el biocentrismo. También supone el rechazo a comprender el mundo mediante parejas de conceptos dicotómicos, propias del dualismo, sustituyendo esta visión por otra en la que todos los límites son fluidos y cambiantes.
Razonamientos que llevan a Zamora Bonilla a abordar temas tan interesantes como la posibilidad de que nuestra vida se desarrolle en una realidad virtual, el actual tema de las fake news y la posverdad o, muy interesante, su visión de cómo podrá ser nuestro futuro a larguísimo plazo.
Conclusión
Esta breve nota se ha limitado a apuntar algunos de los muy interesantes temas que aborda el libro. Solo una lectura del Sumario ya nos advierte de que hay otros asuntos, vinculados con el argumento principal de la obra, que merecen una lectura.
Es muy recomendable el análisis sosegado de la primera parte del libro, titulada Relativizando. Ahí hallaremos la plataforma sobre la que Zamora Bonilla aborda los siguientes capítulos.
El autor nos atrapa desde las primeras líneas, haciendo difícil tener que abandonar el libro, incapaces de abarcarlo de una sola vez, dada su amplitud. Pero, tanto el lenguaje asequible, adobado con clarificadores ejemplos, como lo interesante y sugerente de la temática que trata, hacen de este libro un atractivo y sugestivo título.
No se trata, evidentemente, de desbaratar el argumentario que, desde diferentes perspectivas, muy razonables muchas de ellas, nos salen al paso diariamente por parte de apocalípticos varios; no. Lo que nos permite la lectura de esta obra es relativizar y objetivar esas informaciones, ampliando el estrecho y agobiante horizonte que suelen proponer. Desde luego, una lectura sumamente recomendable.
Índice
Primera parte. Relativizando
I. Apocalípticos y humanistas
II. ¡Viva el relativismo!
III. Sobre los fundamentos de la moral
Segunda parte. Si la tierra se calienta, mantén la cabeza fría
IV. “¿Qué hay de lo mío?” Sobre algunas variedades del ecologismo
V. ¿Por qué nos fascina el apocalipsis?
VI. El final de la civilización tal y como la conocemos
VII. ¿De cuánto dinero estamos hablando?
VIII. ¿Apocalipsis o Antropoceno?
Tercera parte. Humanismo versus animalismo
IX. El loco y la linde
X. La superior dignidad moral del ser humano
XI. El bios y la zoé
XII. El reverendo Malthus y el veganismo
XIII. Los límites de los derechos animales
XIV. Un poco de psicología vegetal
XV. Animalismo frente a ecologismo
Cuarta parte. Posthumano, demasiado posthumano
XVI. El posthumanismo es un humanismo
XVII. Posthumanismo y ciencia
XVIII. El dataísmo: un posthumanismo racionalista
XIX. La singularidad tecnológica: un singular disparate
XX. No vivimos en una realidad virtual
XXI. Relativizando la posverdad y las fake news
XXII. Derechos L’Oréal: “porque yo lo valgo”. Crítica de los derechos posthumanos
XXIII. El futuro de las posthumanidades
A manera de conclusión. Por los siglos de los siglos
XXIV. Sobre nuestro futuro a larguísimo plazo
Notas sobre el autor
Jesús Zamora Bonilla es doctor en Filosofía y en Ciencias Económicas, y catedrático de Filosofía de la Ciencia en la UNED. Fue también durante muchos años profesor de bachillerato. Ha escrito numerosas obras académicas y de divulgación sobre filosofía y economía de la ciencia, entre ellas los libros Sacando consecuencias: una filosofía para el siglo XXI, La caverna de Platón y los cuarenta ladrones, o En busca del yo: una filosofía del cerebro, así como varias novelas. También interviene habitualmente en medios de comunicación y en redes sociales.
Jesús Zamora Bonilla es doctor en Filosofía y en Ciencias Económicas, y catedrático de Filosofía de la Ciencia en la UNED. Fue también durante muchos años profesor de bachillerato. Ha escrito numerosas obras académicas y de divulgación sobre filosofía y economía de la ciencia, entre ellas los libros Sacando consecuencias: una filosofía para el siglo XXI, La caverna de Platón y los cuarenta ladrones, o En busca del yo: una filosofía del cerebro, así como varias novelas. También interviene habitualmente en medios de comunicación y en redes sociales.