Ficha Técnica
Título: Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Autor: Héctor Sevilla
Edita: Editorial Kairós, Barcelona, 2021
Colección: Sabiduría Perenne
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9988-843-9
Precio: 20 euros
No es la primera vez que Héctor Sevilla nos adentra por estos caminos de la trascendencia y lo trasnpersonal. Y no defrauda en la presente ocasión con este nuevo título de su bibliografía.
Claro es que conviene saber de qué hablamos cuando se habla de asombro. Por tal entendemos una vivencia que se desprende de la incertidumbre ante algo que capta de manera intensa nuestra atención; probablemente, seremos incapaces de explicar lo que se intuye o se observa, pero no nos cabe duda de su realidad puesto que somos testigos de ello. Como bien dice el autor, “lo asombroso rompe con la cotidianidad, modifica nuestra perspectiva y nos ofrece la noción de que hay algo más, por encima de lo humano, que no se sujeta a sus nominaciones o límites”. Entra de lleno, pues, en lo transpersonal, una idea que atraviesa toda la obra.
Algunas observaciones conviene apuntar. La primera es que la humildad, el reconocer la carencia de respuestas ante lo que nos asombra, es un requisito indispensable para que aquel despunte: no hay asombro en la autosuficiencia. En segundo lugar, que ese absoluto que nos prende el asombro no está necesariamente vinculado con la divinidad que propone cualquier religión; concierne, más bien, a lo aún no explicado, a lo que permanece desconocido. En tercer lugar, reseñar que todo asombro viene acompañado de una derivación conductual, es decir, produce un efecto en la vida; no asombrarse es perder la oportunidad que cada vida contiene.
Algunas advertencias nos hace el autor que es bueno tener en cuenta. Por ejemplo, que, cuando alude a la experiencia del asombro, no se inmiscuye en la que se asocia a la sorpresa o al extrañamiento, reacciones ambas que derivan de la discordancia entre la expectativa y lo visto o conocido. También nos advierte de que la materia del asombro podría ser tan diversa como el tipo de experiencias de asombro que existan.
Igualmente, hay que tener presente que no nos hallamos ante un libro de autoayuda: “quien busque en este libro una explicación concreta de lo que conduce al asombro se verá decepcionado”. Así mismo, esta obra se enfoca, de manera exclusiva, en ocho alternativas derivadas del asombro, dejando fuera otras posibilidades que también podrían ser concebidas.
¿Qué alcances puede tener el presente estudio? Héctor Sevilla lo deja claro: corresponde al posible lector encontrarlos y obtener de ellos algún provecho. Lo que sí hace es centrarse en seis pautas generales que detonan las posturas ante el misterio de lo absoluto: la pasión, la cognición, la contemplación, la conexión y el testimonio. Pautas que se desarrollan en los ocho capítulos de los que se compone el libro. Eso sí: inciden en su conjunto en la idea de que no hay una sola manera de vivir lo transpersonal; los caminos pueden diferir en la forma, siendo sustentados en un fondo que los une; en cualquier caso, “es inapropiado tratar de adecuarse a una postura religiosa, mística, artística o científica, sin el asombro básico que detona el interés y la motivación por vincularse a lo universal, disponerse al misterio, expresar la noción transpersonal o descifrar los enigmas del mundo”.
Pasión
Se trata, fundamentalmente, de los atributos pasionales de Dios, exponiendo diversas teorías sobre este particular en diferentes corrientes y autores. Quizás, la síntesis de este controvertido asunto, sería que la elección por el pathos divino tendría que focalizar el riesgo de convertir a Dios en una imagen del hombre. “Tras el asombro ante lo absoluto, cuando esto realmente acontece, la consideración del pathos divino es una opción singular, exigente y no apta para todos”, concluye el autor.
Para llegar a esta conclusión, probablemente sintética en exceso, Héctor Sevilla nos propone un recorrido por diferentes aspectos esenciales de la tradición judía, así como refiere los vínculos y controversias temáticas entre Heschel (autor profusamente citado en toda la obra), Maimónides y Spinoza, especialmente los que aluden a los atributos de Dios y su tipo de relación con los hombres.
Spinoza ocupa un lugar central, al analizarse la crítica que dirigió a la tradición y las consecuencias que arrastraron tales crítica sobre este pensador. Igualmente, las posturas ante Spinoza sostenidas por Heschel y otros eruditos del judaísmo se analizan en detalle.
Finalmente, el autor nos propone un análisis de algunas de las condenas más importantes hacia la concepción antropomórfica de lo divino y las “implicaciones de asumirse como alguien que siente la pasión de Dios”.
Cognición
Este segundo bloque cuenta con dos capítulos cuyos títulos apuntan muy claramente su contenido: Aceptar que no se conoce a Dios y Suspender el juicio. No se trata de centrarse en la disputa sobre cuál es la visión de Dios que se ha de tener, no; el enfoque es, justamente, la imposibilidad del conocimiento de Dios. Efectivamente: cuando se produce el asombro por el vislumbre de lo absoluto, es el momento de reconocer la propia limitación para definir lo que está más allá de todo saber, por lo que hay que asumir el límite y la precariedad de nuestras posibilidades cognitivas.
Tal limitación puede conducir, como de hecho así ha ocurrido, al escepticismo que propugna, como consecuencia de las limitaciones para conocer y, por tanto, definir a Dios, la suspensión del juicio, antes de proceder a negar su existencia ante nuestra imposibilidad de aprehenderlo. Porque la suspensión del juicio consiste en lograr una imperturbabilidad que se sostiene en la renuncia al conocimiento, no solo en la aceptación de lo que no se conoce.
Osadía teológica denomina Héctor Sevilla al atrevimiento de las religiones institucionalizadas por mostrar un Dios al que es imposible conocer; una osadía que lleva a unas quiméricas alusiones a su naturaleza. Pero, evidentemente, no se han de desdeñar como vías de conocimiento la contemplación de lo absoluto o la experiencia no sensorial.
Problema añadido es la incapacidad del lenguaje para explicar y describir adecuadamente lo que está más allá de lo tangible, “de lo cual se desprende la intuición de la esencia misteriosa, intangible, incognoscible e innombrable de Dios”. Un desconocimiento que, por su propia naturaleza, no puede ser condenable.
Contemplación
“La intuición de lo absoluto conduce al reconocimiento de que no poseemos el control del universo […] Cuando nada queda de los anteriores sostenes intelectuales, la vacuidad es lo que se hace presente. La vacuidad conlleva la consideración de la nada y la opción de su fundamento”. Es la contemplación de esta vacuidad a la que alude el autor, pues mantiene nuestra atención en las implicaciones de la nada en la vida humana y su fricción con la noción del pathos divino.
Si reconocemos nuestro no saber, damos un importante paso que nos reclama un mayor nivel de exigencia, para adentrarnos en el abismo de la vacuidad con toda la incertidumbre que emana. En el fondo, de lo que se trata es de desestimar la verdad que el humano pretende enseñar.
Se abordan en esta parte las vías de la imperturbabilidad escéptica, abriendo, por otro lado, la puerta de la ironía y el absurdo de las explicaciones humanas, así como la pauta de la contemplación, partiendo del reconocimiento de la vacuidad y la opción por concebir lo transpersonal. Analiza el autor varias corrientes, entre ellas el judaísmo y su enfoque tradicional al igual que la postura de Eckhart y su influencia en la Iglesia de su tiempo, especialmente por promover que la elección por Dios ha de comenzarse por la renuncia a las figuraciones sobre Él.
Hay, por supuesto, obstáculos de diversa índole, incluidos los religiosos, que reprimen la experiencia sensible de lo transpersonal. También se alude al engaño de absolutizar los valores y al peligro de autocontentarse con las propias conjeturas. Extremos tales como la voluntad de Dios, la finalidad de la existencia o la naturaleza del yo son también abordados aquí.
Nuestro desconocimiento radical de Dios nos lleva a cierta conciencia de lo sagrado y de la fugacidad de la vida, punto de arranque para la suspensión del juicio y el reconocimiento de la no-dualidad, tema este de reconocida actualidad.
Es prácticamente imposible reducir a unas pocas líneas el análisis pormenorizado que hace Héctor Sevilla de los extremos aquí simplemente esbozados. Con una perfecta ilación de los contenidos, puede llevarnos a cuestionarnos algunos puntos de nuestra propia visión sobre ciertos temas, como puede ser el del papel de la vida religiosa, especialmente, la contemplativa.
Conexión
Postula el autor que, del asombro ante lo absoluto, nace una corriente que nos lleva al encuentro y al reconocimiento de la otredad, a recobrar la empatía, entendida como una coincidencia con la esencia del otro y que nos lleva a retornar al punto esencial en el que todos los seres estuvimos fusionados en la fuente primigenia. De lo transpersonal se pasa a lo interpersonal, a una postura respetuosamente receptiva del otro. No se trata, entiéndase, de un buenismo acrítico sino de una postura revestida en cualquier caso de prudencia. Estar abiertos a la empatía ha de obligarnos a examinar lo que percibimos y a ser aptos para captar el posible engaño.
En efecto: el autor analiza la relación entre la empatía y la congruencia. No basta con saber que el otro está ahí; es preciso resaltar la independencia entre su ser real y nuestra figuración de lo que es ese otro.
En cualquier caso, poco valdría una compenetración con el misterio de lo absoluto si de esa compenetración no surge una solidaridad ante el sufrimiento del mundo hasta el punto de que es lícito dudar de la autenticidad de cualquier intuición de lo transpersonal si no confluye en un cierto aprecio por lo personal. La empatía solo se edifica cuando observamos a otro sujeto sin pretensiones de cosificarlo o tratarlo como objeto; lo que no significa que debamos cargar con el peso que le corresponde al otro. Con contundencia lo expresa Sevilla: “Si bien se ha propuesto y reiterado hasta el cansancio la consigna de ‘poner la otra mejilla’ ante las agresiones, estas no deben continuar eternamente”.
Son estos solo unos esbozos de los muy variados y profundos aspectos que sobre la empatía nos propone el autor.
Testimonio
Se parte de la idea de una conciencia que es fuerza motriz integradora del aprendizaje. En este sentido, en un primer bloque, Héctor Sevilla se apoya en entrevistas realizadas a la mejicana Ana María González, así como en sus obras, para explicar todo lo relacionado con una educación holística, para ofrecer, también, una síntesis de sus aportaciones al pensamiento educativo y transpersonal en Iberoamérica.
El fundamento de esta educación holística se encuentra en la concepción del ser humano como un ser que incluye aspectos multidimensionales que merecen ser analizados desde una visión de conjunto y que lo involucran en una comprensión transpersonal de lo humano y su integración en una globalidad que lo trasciende e integra.
En esta senda, cambiar la forma de concebir a Dios representa un escalón fundamental en el camino de una educación holística; a Dios se lo piensa como lo Absoluto, la totalidad, el Vacío que Todo lo contiene, el Todo y la Nada, la Unidad en la Multiplicidad. En pocas palabras, en una concepción dentro de lo que encierra la filosofía de lo transpersonal.
Finalmente y cerrando este apartado, se ofrece como testimonio el producido por los artistas, mostrando que su expresión a través del arte es también una modalidad de vivencia espiritual. Desde luego, el arte ofrece variadas manifestaciones, pero Héctor Sevilla opta aquí por el arte producido por los escritores, con consideraciones a las fuentes originarias de su labor y la motivación que los conduce a buscar una estética del lenguaje.
Teniendo en cuenta que el arte es una vía de exposición del misterio, el autor profundiza en la relación del oficio de escritor con lo transpersonal: “cuando el pensador y el artista, o ambos en uno solo, se conjugan para percibir lo sublime en la belleza, se convierten en testimonio de su asombro tras superar la insensibilidad mediante su perspectiva holística”.
A modo de colofón
A lo largo de toda la obra, son muchos los párrafos del autor que supondrían un broche a su ensayo. Quizás este no sea el mejor a juicio de otros lectores, pero no cabe dudar de su intensidad y su reflejo de parte de su pensamiento: “El asombro ante lo absoluto no permite el confort de las viejas perspectivas, nos conduce a reconocer la condición mortal de lo humano y el advenimiento de algo diferente tras esta existencia, aun sin saber de manera exacta de qué se trata. En el terreno de lo transpersonal, incluso la nada es algo a lo que podemos unirnos para establecernos en una dimensión diversa tras emigrar del mundo”.
Concluyendo
La aportación de Héctor Sevilla al mundo de lo transpersonal en esta obra es muy importante. El libro está muy bien construido y, aun cuando cabría una lectura independiente de cada una de sus partes, el mantener la ordenación que le ha dado ayudará mucho a su comprensión.
Desde luego, no se trata de una lectura ligera. La profundidad de los mensajes que encierra merece que sea lenta, reposada, acompañada de la reflexión; merece, incluso, la relectura de muchos de sus pasajes, sin que ello sea garantía de captar todos los matices que el autor nos abre con generosidad.
Si bien la bibliografía que recoge en las últimas páginas es amplia, sin ser excesiva, las citas dentro del texto son más reducidas, lo que no redunda en desdoro de la obra; todo lo contrario: permite profundizar en los sentidos y orientaciones de los autores citados. Wilber, Teilhard de Chardin, Eckart, Spinoza, Maimónides, … son pensadores que encontraremos con frecuencia, aproximándonos, de la mano de Héctor Sevilla, a sus postulados, acompañados siempre de documentados análisis del autor.
Estas palabras de Héctor Sevilla dentro del texto nos pueden ayudar a adoptar la mejor disposición para acometer la lectura de esta su obra: “la gran filosofía y la gran literatura también necesitan de un gran lector que sea capaz de captar el mensaje e incluso muestre la osadía de recrearlo a partir de lo que interpreta por sí mismo”. Dicho queda.
Índice
Desmenuzando el asombroso
Parte I. Pasión
1. Sentir el pathos divino
Parte II. Cognición
2. Aceptar que no se conoce a Dios
3. Suspender el juicio
Parte III. Contemplación
4. Contemplar la vacuidad
5. Concebir el espíritu
Parte IV. Conexión
6. Recobrar la empatía
Parte V. Testimonio
7. Educar en el holismo
8. Expresar a través del arte
El fruto del asombro
Bibliografía
Título: Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Autor: Héctor Sevilla
Edita: Editorial Kairós, Barcelona, 2021
Colección: Sabiduría Perenne
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9988-843-9
Precio: 20 euros
No es la primera vez que Héctor Sevilla nos adentra por estos caminos de la trascendencia y lo trasnpersonal. Y no defrauda en la presente ocasión con este nuevo título de su bibliografía.
Claro es que conviene saber de qué hablamos cuando se habla de asombro. Por tal entendemos una vivencia que se desprende de la incertidumbre ante algo que capta de manera intensa nuestra atención; probablemente, seremos incapaces de explicar lo que se intuye o se observa, pero no nos cabe duda de su realidad puesto que somos testigos de ello. Como bien dice el autor, “lo asombroso rompe con la cotidianidad, modifica nuestra perspectiva y nos ofrece la noción de que hay algo más, por encima de lo humano, que no se sujeta a sus nominaciones o límites”. Entra de lleno, pues, en lo transpersonal, una idea que atraviesa toda la obra.
Algunas observaciones conviene apuntar. La primera es que la humildad, el reconocer la carencia de respuestas ante lo que nos asombra, es un requisito indispensable para que aquel despunte: no hay asombro en la autosuficiencia. En segundo lugar, que ese absoluto que nos prende el asombro no está necesariamente vinculado con la divinidad que propone cualquier religión; concierne, más bien, a lo aún no explicado, a lo que permanece desconocido. En tercer lugar, reseñar que todo asombro viene acompañado de una derivación conductual, es decir, produce un efecto en la vida; no asombrarse es perder la oportunidad que cada vida contiene.
Algunas advertencias nos hace el autor que es bueno tener en cuenta. Por ejemplo, que, cuando alude a la experiencia del asombro, no se inmiscuye en la que se asocia a la sorpresa o al extrañamiento, reacciones ambas que derivan de la discordancia entre la expectativa y lo visto o conocido. También nos advierte de que la materia del asombro podría ser tan diversa como el tipo de experiencias de asombro que existan.
Igualmente, hay que tener presente que no nos hallamos ante un libro de autoayuda: “quien busque en este libro una explicación concreta de lo que conduce al asombro se verá decepcionado”. Así mismo, esta obra se enfoca, de manera exclusiva, en ocho alternativas derivadas del asombro, dejando fuera otras posibilidades que también podrían ser concebidas.
¿Qué alcances puede tener el presente estudio? Héctor Sevilla lo deja claro: corresponde al posible lector encontrarlos y obtener de ellos algún provecho. Lo que sí hace es centrarse en seis pautas generales que detonan las posturas ante el misterio de lo absoluto: la pasión, la cognición, la contemplación, la conexión y el testimonio. Pautas que se desarrollan en los ocho capítulos de los que se compone el libro. Eso sí: inciden en su conjunto en la idea de que no hay una sola manera de vivir lo transpersonal; los caminos pueden diferir en la forma, siendo sustentados en un fondo que los une; en cualquier caso, “es inapropiado tratar de adecuarse a una postura religiosa, mística, artística o científica, sin el asombro básico que detona el interés y la motivación por vincularse a lo universal, disponerse al misterio, expresar la noción transpersonal o descifrar los enigmas del mundo”.
Pasión
Se trata, fundamentalmente, de los atributos pasionales de Dios, exponiendo diversas teorías sobre este particular en diferentes corrientes y autores. Quizás, la síntesis de este controvertido asunto, sería que la elección por el pathos divino tendría que focalizar el riesgo de convertir a Dios en una imagen del hombre. “Tras el asombro ante lo absoluto, cuando esto realmente acontece, la consideración del pathos divino es una opción singular, exigente y no apta para todos”, concluye el autor.
Para llegar a esta conclusión, probablemente sintética en exceso, Héctor Sevilla nos propone un recorrido por diferentes aspectos esenciales de la tradición judía, así como refiere los vínculos y controversias temáticas entre Heschel (autor profusamente citado en toda la obra), Maimónides y Spinoza, especialmente los que aluden a los atributos de Dios y su tipo de relación con los hombres.
Spinoza ocupa un lugar central, al analizarse la crítica que dirigió a la tradición y las consecuencias que arrastraron tales crítica sobre este pensador. Igualmente, las posturas ante Spinoza sostenidas por Heschel y otros eruditos del judaísmo se analizan en detalle.
Finalmente, el autor nos propone un análisis de algunas de las condenas más importantes hacia la concepción antropomórfica de lo divino y las “implicaciones de asumirse como alguien que siente la pasión de Dios”.
Cognición
Este segundo bloque cuenta con dos capítulos cuyos títulos apuntan muy claramente su contenido: Aceptar que no se conoce a Dios y Suspender el juicio. No se trata de centrarse en la disputa sobre cuál es la visión de Dios que se ha de tener, no; el enfoque es, justamente, la imposibilidad del conocimiento de Dios. Efectivamente: cuando se produce el asombro por el vislumbre de lo absoluto, es el momento de reconocer la propia limitación para definir lo que está más allá de todo saber, por lo que hay que asumir el límite y la precariedad de nuestras posibilidades cognitivas.
Tal limitación puede conducir, como de hecho así ha ocurrido, al escepticismo que propugna, como consecuencia de las limitaciones para conocer y, por tanto, definir a Dios, la suspensión del juicio, antes de proceder a negar su existencia ante nuestra imposibilidad de aprehenderlo. Porque la suspensión del juicio consiste en lograr una imperturbabilidad que se sostiene en la renuncia al conocimiento, no solo en la aceptación de lo que no se conoce.
Osadía teológica denomina Héctor Sevilla al atrevimiento de las religiones institucionalizadas por mostrar un Dios al que es imposible conocer; una osadía que lleva a unas quiméricas alusiones a su naturaleza. Pero, evidentemente, no se han de desdeñar como vías de conocimiento la contemplación de lo absoluto o la experiencia no sensorial.
Problema añadido es la incapacidad del lenguaje para explicar y describir adecuadamente lo que está más allá de lo tangible, “de lo cual se desprende la intuición de la esencia misteriosa, intangible, incognoscible e innombrable de Dios”. Un desconocimiento que, por su propia naturaleza, no puede ser condenable.
Contemplación
“La intuición de lo absoluto conduce al reconocimiento de que no poseemos el control del universo […] Cuando nada queda de los anteriores sostenes intelectuales, la vacuidad es lo que se hace presente. La vacuidad conlleva la consideración de la nada y la opción de su fundamento”. Es la contemplación de esta vacuidad a la que alude el autor, pues mantiene nuestra atención en las implicaciones de la nada en la vida humana y su fricción con la noción del pathos divino.
Si reconocemos nuestro no saber, damos un importante paso que nos reclama un mayor nivel de exigencia, para adentrarnos en el abismo de la vacuidad con toda la incertidumbre que emana. En el fondo, de lo que se trata es de desestimar la verdad que el humano pretende enseñar.
Se abordan en esta parte las vías de la imperturbabilidad escéptica, abriendo, por otro lado, la puerta de la ironía y el absurdo de las explicaciones humanas, así como la pauta de la contemplación, partiendo del reconocimiento de la vacuidad y la opción por concebir lo transpersonal. Analiza el autor varias corrientes, entre ellas el judaísmo y su enfoque tradicional al igual que la postura de Eckhart y su influencia en la Iglesia de su tiempo, especialmente por promover que la elección por Dios ha de comenzarse por la renuncia a las figuraciones sobre Él.
Hay, por supuesto, obstáculos de diversa índole, incluidos los religiosos, que reprimen la experiencia sensible de lo transpersonal. También se alude al engaño de absolutizar los valores y al peligro de autocontentarse con las propias conjeturas. Extremos tales como la voluntad de Dios, la finalidad de la existencia o la naturaleza del yo son también abordados aquí.
Nuestro desconocimiento radical de Dios nos lleva a cierta conciencia de lo sagrado y de la fugacidad de la vida, punto de arranque para la suspensión del juicio y el reconocimiento de la no-dualidad, tema este de reconocida actualidad.
Es prácticamente imposible reducir a unas pocas líneas el análisis pormenorizado que hace Héctor Sevilla de los extremos aquí simplemente esbozados. Con una perfecta ilación de los contenidos, puede llevarnos a cuestionarnos algunos puntos de nuestra propia visión sobre ciertos temas, como puede ser el del papel de la vida religiosa, especialmente, la contemplativa.
Conexión
Postula el autor que, del asombro ante lo absoluto, nace una corriente que nos lleva al encuentro y al reconocimiento de la otredad, a recobrar la empatía, entendida como una coincidencia con la esencia del otro y que nos lleva a retornar al punto esencial en el que todos los seres estuvimos fusionados en la fuente primigenia. De lo transpersonal se pasa a lo interpersonal, a una postura respetuosamente receptiva del otro. No se trata, entiéndase, de un buenismo acrítico sino de una postura revestida en cualquier caso de prudencia. Estar abiertos a la empatía ha de obligarnos a examinar lo que percibimos y a ser aptos para captar el posible engaño.
En efecto: el autor analiza la relación entre la empatía y la congruencia. No basta con saber que el otro está ahí; es preciso resaltar la independencia entre su ser real y nuestra figuración de lo que es ese otro.
En cualquier caso, poco valdría una compenetración con el misterio de lo absoluto si de esa compenetración no surge una solidaridad ante el sufrimiento del mundo hasta el punto de que es lícito dudar de la autenticidad de cualquier intuición de lo transpersonal si no confluye en un cierto aprecio por lo personal. La empatía solo se edifica cuando observamos a otro sujeto sin pretensiones de cosificarlo o tratarlo como objeto; lo que no significa que debamos cargar con el peso que le corresponde al otro. Con contundencia lo expresa Sevilla: “Si bien se ha propuesto y reiterado hasta el cansancio la consigna de ‘poner la otra mejilla’ ante las agresiones, estas no deben continuar eternamente”.
Son estos solo unos esbozos de los muy variados y profundos aspectos que sobre la empatía nos propone el autor.
Testimonio
Se parte de la idea de una conciencia que es fuerza motriz integradora del aprendizaje. En este sentido, en un primer bloque, Héctor Sevilla se apoya en entrevistas realizadas a la mejicana Ana María González, así como en sus obras, para explicar todo lo relacionado con una educación holística, para ofrecer, también, una síntesis de sus aportaciones al pensamiento educativo y transpersonal en Iberoamérica.
El fundamento de esta educación holística se encuentra en la concepción del ser humano como un ser que incluye aspectos multidimensionales que merecen ser analizados desde una visión de conjunto y que lo involucran en una comprensión transpersonal de lo humano y su integración en una globalidad que lo trasciende e integra.
En esta senda, cambiar la forma de concebir a Dios representa un escalón fundamental en el camino de una educación holística; a Dios se lo piensa como lo Absoluto, la totalidad, el Vacío que Todo lo contiene, el Todo y la Nada, la Unidad en la Multiplicidad. En pocas palabras, en una concepción dentro de lo que encierra la filosofía de lo transpersonal.
Finalmente y cerrando este apartado, se ofrece como testimonio el producido por los artistas, mostrando que su expresión a través del arte es también una modalidad de vivencia espiritual. Desde luego, el arte ofrece variadas manifestaciones, pero Héctor Sevilla opta aquí por el arte producido por los escritores, con consideraciones a las fuentes originarias de su labor y la motivación que los conduce a buscar una estética del lenguaje.
Teniendo en cuenta que el arte es una vía de exposición del misterio, el autor profundiza en la relación del oficio de escritor con lo transpersonal: “cuando el pensador y el artista, o ambos en uno solo, se conjugan para percibir lo sublime en la belleza, se convierten en testimonio de su asombro tras superar la insensibilidad mediante su perspectiva holística”.
A modo de colofón
A lo largo de toda la obra, son muchos los párrafos del autor que supondrían un broche a su ensayo. Quizás este no sea el mejor a juicio de otros lectores, pero no cabe dudar de su intensidad y su reflejo de parte de su pensamiento: “El asombro ante lo absoluto no permite el confort de las viejas perspectivas, nos conduce a reconocer la condición mortal de lo humano y el advenimiento de algo diferente tras esta existencia, aun sin saber de manera exacta de qué se trata. En el terreno de lo transpersonal, incluso la nada es algo a lo que podemos unirnos para establecernos en una dimensión diversa tras emigrar del mundo”.
Concluyendo
La aportación de Héctor Sevilla al mundo de lo transpersonal en esta obra es muy importante. El libro está muy bien construido y, aun cuando cabría una lectura independiente de cada una de sus partes, el mantener la ordenación que le ha dado ayudará mucho a su comprensión.
Desde luego, no se trata de una lectura ligera. La profundidad de los mensajes que encierra merece que sea lenta, reposada, acompañada de la reflexión; merece, incluso, la relectura de muchos de sus pasajes, sin que ello sea garantía de captar todos los matices que el autor nos abre con generosidad.
Si bien la bibliografía que recoge en las últimas páginas es amplia, sin ser excesiva, las citas dentro del texto son más reducidas, lo que no redunda en desdoro de la obra; todo lo contrario: permite profundizar en los sentidos y orientaciones de los autores citados. Wilber, Teilhard de Chardin, Eckart, Spinoza, Maimónides, … son pensadores que encontraremos con frecuencia, aproximándonos, de la mano de Héctor Sevilla, a sus postulados, acompañados siempre de documentados análisis del autor.
Estas palabras de Héctor Sevilla dentro del texto nos pueden ayudar a adoptar la mejor disposición para acometer la lectura de esta su obra: “la gran filosofía y la gran literatura también necesitan de un gran lector que sea capaz de captar el mensaje e incluso muestre la osadía de recrearlo a partir de lo que interpreta por sí mismo”. Dicho queda.
Índice
Desmenuzando el asombroso
Parte I. Pasión
1. Sentir el pathos divino
Parte II. Cognición
2. Aceptar que no se conoce a Dios
3. Suspender el juicio
Parte III. Contemplación
4. Contemplar la vacuidad
5. Concebir el espíritu
Parte IV. Conexión
6. Recobrar la empatía
Parte V. Testimonio
7. Educar en el holismo
8. Expresar a través del arte
El fruto del asombro
Bibliografía
Notas sobre autor
Héctor Sevilla es doctor en Filosofía, miembro de la Asociación Filosófica de México y de la Sociedad Académica de Filosofía de España. Es profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara. Sobresalen sus libros Espiritualidad filosófica, Filosofía Transpersonal y Apología del vacío. Ha contribuido con sus estudios y publicaciones al ámbito de la ontología, la mística y la literatura, aportando las bases de un renovado nihilismo de corte transpersonal.
Héctor Sevilla es doctor en Filosofía, miembro de la Asociación Filosófica de México y de la Sociedad Académica de Filosofía de España. Es profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara. Sobresalen sus libros Espiritualidad filosófica, Filosofía Transpersonal y Apología del vacío. Ha contribuido con sus estudios y publicaciones al ámbito de la ontología, la mística y la literatura, aportando las bases de un renovado nihilismo de corte transpersonal.