Permítanme que les proponga repensar algunos aspectos científicos relevantes en la evolución del conocimiento acerca del lenguaje y de la lengua mediante distintas reflexiones susceptibles de fomentar nuevas miradas científicas hacia dichos conceptos y, por ende, hacia disciplinas y conceptos afines.
Nuestro camino se organizará abordando distintas consideraciones vinculadas al lenguaje y a la lengua que conviene tener en cuenta con el fin de tomar conciencia y, en su caso, posicionarse, comprender y contextualizar el tema en un marco científico general y contemporáneo en aras de fomentar el conocimiento y progreso de las ciencias del lenguaje.
Nuestro camino se organizará abordando distintas consideraciones vinculadas al lenguaje y a la lengua que conviene tener en cuenta con el fin de tomar conciencia y, en su caso, posicionarse, comprender y contextualizar el tema en un marco científico general y contemporáneo en aras de fomentar el conocimiento y progreso de las ciencias del lenguaje.
1. Consideraciones previas vinculadas al lenguaje y a la lengua
Con el fin de emprender la ruta, y desde el momento en que, actualmente, no existe ninguna formulación definitiva sobre los orígenes, la función y la conformación del lenguaje y de la lengua, nos parece oportuno detenernos y reflexionar sobre ciertas consideraciones científicas previas a la conceptualización científica de ambos conceptos.
1.1 Cuestiones científicas previas en torno al lenguaje
Destacaremos distintas hipótesis que, al hilo del objeto de estudio que nos ocupa, nos interesa formular en torno al lenguaje.
Resaltaremos las ideas siguientes: (1) todo ser vivo dispone de capacidades de lenguaje, de “expresión”; (2) la evolución de la cadena humana, en concreto, el desarrollo del cerebro y de sus competencias, así como del aparato fonador en el homo sapiens, trajo consigo, desde la interacción con aspectos emocionales y sociales, la aparición de un tipo determinado de lenguaje y de lengua susceptible de comportar principios de intersubjetividad colectiva (gestos, refranes, etc.) e individual (opiniones, etc.); (3) el desarrollo del lenguaje está vinculado al desarrollo de estrategias de poder y también de cooperación más eficaces que, de hecho, tuvieron como objetivo, principalmente, la supervivencia; (4) el lenguaje permite solicitar lo que se desea, y así no solo es susceptible de representar informaciones, sino también de vehicular y comportar actos, deseos y peticiones; (5) el lenguaje es un camino para la expresión de las emociones y los sentimientos, para la convivencia de los seres humanos; (6) el lenguaje es un foro de aproximación al pensamiento versus sentimiento, de tal modo que se podrían concebir imágenes mentales psicosocioculturales, tipo metáforas; (7) el lenguaje es un medio para crear, construir y / o transformar el mundo, para mirar, para cooperar, para fomentar, a la vez que también lo es para adoptar perspectivas, para posicionarse, para “ser”; (8) el lenguaje es un instrumento de regulación socioadministrativo y cultural; (9) el lenguaje resulta un objeto científico definible en términos de su interrelación lenguaje / lengua / ser humano / mundo.
Situados en este punto, estimado paseante, llamo su atención hacia el hecho de que resulta importante vincular las diferentes hipótesis mencionadas anteriormente sobre el lenguaje con aquellas sobre las que se ha ido fundamentando la lengua a lo largo de los siglos. No podemos olvidar que, en lingüística, esta última se concibe, durante el siglo XX, como el sistema representativo por excelencia del lenguaje.
Sin duda, las principales consideraciones científicas que se han formulado han resultado determinantes para la consolidación de ciertos principios en torno a la lengua, pero a la vez han introducido restricciones importantes sobre su concepción, solo superables desde nuevas formulaciones científicas.
1.2 Cuestiones científicas previas en torno a la lengua
Avanzamos que las hipótesis en torno al lenguaje y la lengua aquí esbozadas no agotan los diferentes planteamientos existentes en el ámbito científico, lo cierto es que sí arrojan ya cierta información sobre sus principales concepciones contemporáneas.
Añadiremos que, del mismo modo que, en otros ámbitos del conocimiento o de la técnica, se ha experimentado un progreso sorprendente en el siglo XX, también las Ciencias del lenguaje lo han reflejado.
Proceden esencialmente de la atención prestada a los conceptos de semántica, pragmática, discurso, argumentación y, en particular, enunciación, que resultan claves para una nueva percepción y mirada sobre la lengua.
Veamos entonces cuáles son las consideraciones básicas sobre los que se ha ido asentando el concepto de lengua a lo largo de la historia del pensamiento y que ha traído consigo las primeras definiciones de la lengua en el marco de la lingüística del siglo XX.
Citaremos entre otras: (1) el estudio filosófico de la lengua; (2) la vinculación de la lengua a un ámbito lógico; (3) la atribución de una función informativa a la lengua; (4) la primacía concedida a la lengua escrita sobre la oral; (5) la distinción de la lengua escrita clásica como principio de norma; (6) el peso de la clasificación gramatical de las lenguas clásicas sobre las resultantes; (7) la prioridad de la norma sobre el uso; (8) la relación necesaria entre pensamiento y lengua; (9) el tratamiento eminentemente formal de la lengua; (10) la comparación formal entre lenguas; (11) la relación del ejercicio de la lengua con la política; (12) la abstracción del fenómeno lingüístico; (13) la consideración de la lengua como proceso externo al ser humano; (14) la relativa importancia metafísica otorgada a la lengua; (15) la creencia de que toda persona sabe cómo funciona la lengua, puesto que la usa; (16) el estrecho lazo de la lengua con la gramática; (17) la formación académica morfosintáctica hacia la lengua; (18) la distinción lengua científica y lengua ordinaria; (19) la concepción de la lengua en su aspecto explícito; (20) la consideración de la lengua como código; (21) la dicotomía entre lengua y habla; (22) la concepción de un sujeto hablante real y único; (23) el aprendizaje memorístico de la lengua; (24) la asimilación del sentido con la referencia; (25) la concepción veritativa y descriptiva de la lengua con respecto al mundo; (26) la composición semántica en términos de propiedades y principios informativos sumatorios; (27) el vínculo entre cerebro, cognición y lengua; (28) la circunscripción de los elementos “subjetivos” en las figuras estilísticas; (29) el rechazo como lengua de elementos relativos a la intersubjetividad y al contexto.
Esos datos arrojan una pluralidad científica conceptual, tejida a lo largo de la historia de las ideas, sobre la lengua. Cabe señalar que culmina, a principios del siglo XX, con la identificación y definición de un concepto esencial, el de lengua, concebido, en términos generales, como un sistema de signos, pasivo y autónomo, vinculado al pensamiento, planteado como código, que comporta unas reglas que permiten la clasificación de los signos, basado en la norma, actualizado por un único sujeto hablante, con un claro predominio de lo escrito sobre lo oral, de la lengua frente al habla, priorizando, a su vez, la observación de lo que se ve, lengua explícita y formal.
Estas características, forjadas, de manera casi axiomática, a lo largo de la historia, si bien tienen el valor de conseguir otorgar a la lingüística un estatus científico, resultan sin embargo hoy en día una delimitación en el desarrollo del concepto de lengua y, por ende, de la lingüística, desde el momento en que se produce un predominio de los aspectos léxicos, estructurales, lógicos, formales, denotativos, explícitos, gramaticales, representativos e informativos de la lengua. De hecho, con más o menos matices, la fonología, la morfología, la sintaxis, incluso la semántica estructural – aunque más tarde en el tiempo –, desde las diferentes escuelas, hallan, con algún matiz, sus principales fundamentos en dicha conceptualización.
Esa situación, presente durante los primeros tres tercios del siglo XX, no consigue dar cuenta y resolver con éxito la configuración de la lengua, lo que provoca nuevas necesidades científicas de observación desde la conciencia de que se produzca una revisión de los fundamentos científicos en torno a la lengua, a su significado, a su función, a su concepción, al modo de presentarla, describirla, enseñarla, utilizarla etc. El objeto científico v vertebrador de este cambio es, sin duda, la atención prioritaria hacia el sentido y la cuestión metafísica que se plantea tiene que ver con el lugar que ocupa la subjetividad en la lengua.
Se desarrolla entonces un nuevo tipo de lingüística, la lingüística argumentativa y enunciativa, LAE, que trae consigo la revolución de las ciências del lenguaje. Desde ella, destacamos nuestro particular interés en ocuparnos de la conformación del sentido, de la presencia de la intersubjetividad, de la actividad que caracteriza al discurso, del vínculo del discurso con la lengua, de la importancia del proceso de actualización de los signos, de la atención hacia la enunciación y la relación interlocutiva, de los efectos de sentido, de la intención del discurso, de la pluralidad y posibilidades del discurso, de los diferentes valores del discurso, de los princípios argumentativos del discurso, de la importancia del uso, de la confección del discurso, del papel del contexto, de las condiciones espacio-temporales.
Surge así la importancia esencial para la lingüística de atender la observación de la semántica como principio de descripción de la lengua, la derivación semántica por el uso, el papel de la sociedad en la lengua, la vinculación de la lengua y del discurso, la subjetividad de la lengua y, en concreto, el marco de la enunciación. Planteamos este último como lugar de convergencia, de gestación, de explicación y desarrollo de dichos fenómenos y vector director del signo lingüístico, del significado y de su puesta en acción, no solo en la lengua, sino también en el lenguaje.
Desde esta, nuestra perspectiva, lenguaje y lengua se dan la mano en el marco de la intersubjetividad y guardan una relación íntima con la interrelación de los objetos, los procesos, la razón, las teorías, la sociedad, con la perspectiva humana, la subjetividad, las emociones, las energías, el individuo, en su vínculo con el progreso científico y la sociedad del conocimiento, ya sea en el ámbito de las humanidades, como en el de las ciencias. De hecho es una tendencia científica y académica general que constituye un hito en la historia del pensamiento actual y está, cada día, más presente.
Situándonos ya, esmerados estudiosos, en este punto científico en el que ubicamos la enunciación en un lugar indiscutible en la historia del pensamiento y teorización lingüísticos, formulamos que la enunciación está inscrita en la significación, en el sentido y que forma parte integrante tanto de la semántica, como de la pragmática, es más plateamos que forma parte también de la fonética, de la morfología, de la lexicología y de la sintaxis.
Simplemente mantendremos que, evitando posiciones extremas en las que la afirmación de un concepto en un componente de la lengua pasa por su negatividad en otro y situándonos en un planteamiento científico según el cual la lengua es discurso, abogamos por la inscripción de la enunciación en la lengua en sí misma y con ello también se trata de la inscripción del “decir”, del uso, del contexto, de los efectos y del discurso, en el sentido mismo, a modo de inscripción instruccional, inscripción que consiste en una integración del Discurso en la Lengua. Hablaremos del discurso de la lengua y, porqué no, de la lengua del discurso, con esa interacción intrínseca que, en nuestra opinión, los caracteriza y que, a su vez, permite considerar la intersubjetividad.
La enunciación, desde el marco de la polifonía enunciativa, resulta una respuesta a una inquietud en cierto modo histórica; una solución que permite ahondar en el conocimiento de la lengua; una perspectiva lingüística para la concepción, explicación, descripción, adquisición y formulación de la lengua, propia al sistema de la lengua en el que se combina con la argumentación. Plantearemos la forma como una resultante del significado en el sentido. La enunciación es no sólo una condición de la lengua, sino también del propio lenguaje, del ser humano y de sus capacidades intelectuales y emocionales. El propio signo lingüístico comportará de hecho, como principal esencia, la enunciación como componente básico de su fundamento y existencia, de modo que definimos el signo lingüístico como un tejido intersubjetivo del lenguaje que comporta varios puntos de vista discursivos dialógicos, con un tenor verbal, así como lugares discursivos comunes, que contemplan un objetivo discursivo y susceptible de construir un mundo discursivo, lugar de presencia y de interacción, de un YO.
Seguiremos.....
Con el fin de emprender la ruta, y desde el momento en que, actualmente, no existe ninguna formulación definitiva sobre los orígenes, la función y la conformación del lenguaje y de la lengua, nos parece oportuno detenernos y reflexionar sobre ciertas consideraciones científicas previas a la conceptualización científica de ambos conceptos.
1.1 Cuestiones científicas previas en torno al lenguaje
Destacaremos distintas hipótesis que, al hilo del objeto de estudio que nos ocupa, nos interesa formular en torno al lenguaje.
Resaltaremos las ideas siguientes: (1) todo ser vivo dispone de capacidades de lenguaje, de “expresión”; (2) la evolución de la cadena humana, en concreto, el desarrollo del cerebro y de sus competencias, así como del aparato fonador en el homo sapiens, trajo consigo, desde la interacción con aspectos emocionales y sociales, la aparición de un tipo determinado de lenguaje y de lengua susceptible de comportar principios de intersubjetividad colectiva (gestos, refranes, etc.) e individual (opiniones, etc.); (3) el desarrollo del lenguaje está vinculado al desarrollo de estrategias de poder y también de cooperación más eficaces que, de hecho, tuvieron como objetivo, principalmente, la supervivencia; (4) el lenguaje permite solicitar lo que se desea, y así no solo es susceptible de representar informaciones, sino también de vehicular y comportar actos, deseos y peticiones; (5) el lenguaje es un camino para la expresión de las emociones y los sentimientos, para la convivencia de los seres humanos; (6) el lenguaje es un foro de aproximación al pensamiento versus sentimiento, de tal modo que se podrían concebir imágenes mentales psicosocioculturales, tipo metáforas; (7) el lenguaje es un medio para crear, construir y / o transformar el mundo, para mirar, para cooperar, para fomentar, a la vez que también lo es para adoptar perspectivas, para posicionarse, para “ser”; (8) el lenguaje es un instrumento de regulación socioadministrativo y cultural; (9) el lenguaje resulta un objeto científico definible en términos de su interrelación lenguaje / lengua / ser humano / mundo.
Situados en este punto, estimado paseante, llamo su atención hacia el hecho de que resulta importante vincular las diferentes hipótesis mencionadas anteriormente sobre el lenguaje con aquellas sobre las que se ha ido fundamentando la lengua a lo largo de los siglos. No podemos olvidar que, en lingüística, esta última se concibe, durante el siglo XX, como el sistema representativo por excelencia del lenguaje.
Sin duda, las principales consideraciones científicas que se han formulado han resultado determinantes para la consolidación de ciertos principios en torno a la lengua, pero a la vez han introducido restricciones importantes sobre su concepción, solo superables desde nuevas formulaciones científicas.
1.2 Cuestiones científicas previas en torno a la lengua
Avanzamos que las hipótesis en torno al lenguaje y la lengua aquí esbozadas no agotan los diferentes planteamientos existentes en el ámbito científico, lo cierto es que sí arrojan ya cierta información sobre sus principales concepciones contemporáneas.
Añadiremos que, del mismo modo que, en otros ámbitos del conocimiento o de la técnica, se ha experimentado un progreso sorprendente en el siglo XX, también las Ciencias del lenguaje lo han reflejado.
Proceden esencialmente de la atención prestada a los conceptos de semántica, pragmática, discurso, argumentación y, en particular, enunciación, que resultan claves para una nueva percepción y mirada sobre la lengua.
Veamos entonces cuáles son las consideraciones básicas sobre los que se ha ido asentando el concepto de lengua a lo largo de la historia del pensamiento y que ha traído consigo las primeras definiciones de la lengua en el marco de la lingüística del siglo XX.
Citaremos entre otras: (1) el estudio filosófico de la lengua; (2) la vinculación de la lengua a un ámbito lógico; (3) la atribución de una función informativa a la lengua; (4) la primacía concedida a la lengua escrita sobre la oral; (5) la distinción de la lengua escrita clásica como principio de norma; (6) el peso de la clasificación gramatical de las lenguas clásicas sobre las resultantes; (7) la prioridad de la norma sobre el uso; (8) la relación necesaria entre pensamiento y lengua; (9) el tratamiento eminentemente formal de la lengua; (10) la comparación formal entre lenguas; (11) la relación del ejercicio de la lengua con la política; (12) la abstracción del fenómeno lingüístico; (13) la consideración de la lengua como proceso externo al ser humano; (14) la relativa importancia metafísica otorgada a la lengua; (15) la creencia de que toda persona sabe cómo funciona la lengua, puesto que la usa; (16) el estrecho lazo de la lengua con la gramática; (17) la formación académica morfosintáctica hacia la lengua; (18) la distinción lengua científica y lengua ordinaria; (19) la concepción de la lengua en su aspecto explícito; (20) la consideración de la lengua como código; (21) la dicotomía entre lengua y habla; (22) la concepción de un sujeto hablante real y único; (23) el aprendizaje memorístico de la lengua; (24) la asimilación del sentido con la referencia; (25) la concepción veritativa y descriptiva de la lengua con respecto al mundo; (26) la composición semántica en términos de propiedades y principios informativos sumatorios; (27) el vínculo entre cerebro, cognición y lengua; (28) la circunscripción de los elementos “subjetivos” en las figuras estilísticas; (29) el rechazo como lengua de elementos relativos a la intersubjetividad y al contexto.
Esos datos arrojan una pluralidad científica conceptual, tejida a lo largo de la historia de las ideas, sobre la lengua. Cabe señalar que culmina, a principios del siglo XX, con la identificación y definición de un concepto esencial, el de lengua, concebido, en términos generales, como un sistema de signos, pasivo y autónomo, vinculado al pensamiento, planteado como código, que comporta unas reglas que permiten la clasificación de los signos, basado en la norma, actualizado por un único sujeto hablante, con un claro predominio de lo escrito sobre lo oral, de la lengua frente al habla, priorizando, a su vez, la observación de lo que se ve, lengua explícita y formal.
Estas características, forjadas, de manera casi axiomática, a lo largo de la historia, si bien tienen el valor de conseguir otorgar a la lingüística un estatus científico, resultan sin embargo hoy en día una delimitación en el desarrollo del concepto de lengua y, por ende, de la lingüística, desde el momento en que se produce un predominio de los aspectos léxicos, estructurales, lógicos, formales, denotativos, explícitos, gramaticales, representativos e informativos de la lengua. De hecho, con más o menos matices, la fonología, la morfología, la sintaxis, incluso la semántica estructural – aunque más tarde en el tiempo –, desde las diferentes escuelas, hallan, con algún matiz, sus principales fundamentos en dicha conceptualización.
Esa situación, presente durante los primeros tres tercios del siglo XX, no consigue dar cuenta y resolver con éxito la configuración de la lengua, lo que provoca nuevas necesidades científicas de observación desde la conciencia de que se produzca una revisión de los fundamentos científicos en torno a la lengua, a su significado, a su función, a su concepción, al modo de presentarla, describirla, enseñarla, utilizarla etc. El objeto científico v vertebrador de este cambio es, sin duda, la atención prioritaria hacia el sentido y la cuestión metafísica que se plantea tiene que ver con el lugar que ocupa la subjetividad en la lengua.
Se desarrolla entonces un nuevo tipo de lingüística, la lingüística argumentativa y enunciativa, LAE, que trae consigo la revolución de las ciências del lenguaje. Desde ella, destacamos nuestro particular interés en ocuparnos de la conformación del sentido, de la presencia de la intersubjetividad, de la actividad que caracteriza al discurso, del vínculo del discurso con la lengua, de la importancia del proceso de actualización de los signos, de la atención hacia la enunciación y la relación interlocutiva, de los efectos de sentido, de la intención del discurso, de la pluralidad y posibilidades del discurso, de los diferentes valores del discurso, de los princípios argumentativos del discurso, de la importancia del uso, de la confección del discurso, del papel del contexto, de las condiciones espacio-temporales.
Surge así la importancia esencial para la lingüística de atender la observación de la semántica como principio de descripción de la lengua, la derivación semántica por el uso, el papel de la sociedad en la lengua, la vinculación de la lengua y del discurso, la subjetividad de la lengua y, en concreto, el marco de la enunciación. Planteamos este último como lugar de convergencia, de gestación, de explicación y desarrollo de dichos fenómenos y vector director del signo lingüístico, del significado y de su puesta en acción, no solo en la lengua, sino también en el lenguaje.
Desde esta, nuestra perspectiva, lenguaje y lengua se dan la mano en el marco de la intersubjetividad y guardan una relación íntima con la interrelación de los objetos, los procesos, la razón, las teorías, la sociedad, con la perspectiva humana, la subjetividad, las emociones, las energías, el individuo, en su vínculo con el progreso científico y la sociedad del conocimiento, ya sea en el ámbito de las humanidades, como en el de las ciencias. De hecho es una tendencia científica y académica general que constituye un hito en la historia del pensamiento actual y está, cada día, más presente.
Situándonos ya, esmerados estudiosos, en este punto científico en el que ubicamos la enunciación en un lugar indiscutible en la historia del pensamiento y teorización lingüísticos, formulamos que la enunciación está inscrita en la significación, en el sentido y que forma parte integrante tanto de la semántica, como de la pragmática, es más plateamos que forma parte también de la fonética, de la morfología, de la lexicología y de la sintaxis.
Simplemente mantendremos que, evitando posiciones extremas en las que la afirmación de un concepto en un componente de la lengua pasa por su negatividad en otro y situándonos en un planteamiento científico según el cual la lengua es discurso, abogamos por la inscripción de la enunciación en la lengua en sí misma y con ello también se trata de la inscripción del “decir”, del uso, del contexto, de los efectos y del discurso, en el sentido mismo, a modo de inscripción instruccional, inscripción que consiste en una integración del Discurso en la Lengua. Hablaremos del discurso de la lengua y, porqué no, de la lengua del discurso, con esa interacción intrínseca que, en nuestra opinión, los caracteriza y que, a su vez, permite considerar la intersubjetividad.
La enunciación, desde el marco de la polifonía enunciativa, resulta una respuesta a una inquietud en cierto modo histórica; una solución que permite ahondar en el conocimiento de la lengua; una perspectiva lingüística para la concepción, explicación, descripción, adquisición y formulación de la lengua, propia al sistema de la lengua en el que se combina con la argumentación. Plantearemos la forma como una resultante del significado en el sentido. La enunciación es no sólo una condición de la lengua, sino también del propio lenguaje, del ser humano y de sus capacidades intelectuales y emocionales. El propio signo lingüístico comportará de hecho, como principal esencia, la enunciación como componente básico de su fundamento y existencia, de modo que definimos el signo lingüístico como un tejido intersubjetivo del lenguaje que comporta varios puntos de vista discursivos dialógicos, con un tenor verbal, así como lugares discursivos comunes, que contemplan un objetivo discursivo y susceptible de construir un mundo discursivo, lugar de presencia y de interacción, de un YO.
Seguiremos.....