Siempre me ha impactado el enorme poder de los símbolos para representar la aventura del devenir humano. Expresiones como las popularizadas fórmulas F= m.a o E=m.c2 se han transformado en íconos portadores de distintas interpretaciones del mundo. En algunos casos coexisten o mutan en el transcurso del tiempo con distintos significados. Así, por ejemplo, a la primigenia significación del infinito en la cruz gamada (svástica) se agregó -a partir de la experiencia nazi- un peso moral insoportable.
Por sus relaciones con la ciencia y la tecnología, sus connotaciones con las rimbombantes políticas públicas y su ansiedad por doblegar el futuro, me resultan especialmente atractivas las siglas I+D+I.
Por sus relaciones con la ciencia y la tecnología, sus connotaciones con las rimbombantes políticas públicas y su ansiedad por doblegar el futuro, me resultan especialmente atractivas las siglas I+D+I.
¿Se trata de un palíndrome (aquellas palabras, frases, números o secuencias de unidades presentes en diversos campos del conocimiento como la biología, la computación y la música, que pueden leerse de la misma manera de izquierda a derecha y viceversa)?
No es el caso, ya que I+D+I corresponde al complejo sistema Investigación + Desarrollo + Innovación.
No es el caso, ya que I+D+I corresponde al complejo sistema Investigación + Desarrollo + Innovación.
La historia de esta sigla suele asociarse al proceso de institucionalización de la actividad científico-tecnológica y a la aparición de las políticas públicas en estas áreas, primero circunscritas a la I+D, lo de innovar vino después.
Al abrigo de estas tres palabras se han venido acumulando miles de declaraciones y quimeras bienintencionadas sobre la búsqueda de eso que llamamos bien común, a veces para toda la humanidad y en otras ocasiones, sólo restringidas para algunos grupos humanos en particular.
Al abrigo de estas tres palabras se han venido acumulando miles de declaraciones y quimeras bienintencionadas sobre la búsqueda de eso que llamamos bien común, a veces para toda la humanidad y en otras ocasiones, sólo restringidas para algunos grupos humanos en particular.
Albert Einstein dijo en 1931 que el principal interés del trabajo científico siempre debe(ría) ser la preocupación por la humanidad misma y por su destino. En 1942 -en plena guerra mundial- la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia organizó la conferencia internacional La Ciencia en el Orden Mundial, donde se afirmó con gran optimismo que aquello que la ciencia había dado a la guerra para la destrucción de la humanidad lo daría más efectivamente y con mejor voluntad para su beneficio.
Por entonces el ingeniero estadounidense Vannevar Bush (1890- 1974), considerado el mentor de las políticas de I+D, planteaba que el progreso científico es esencial para la seguridad nacional, el bienestar público, la salud y el desarrollo. Así lo puso de manifiesto en un documento memorable que publicó en 1945 titulado Science, the Endless Frontier (Ciencia, la frontera sin fin), escrito a petición del Presidente Roosevelt, quien deseaba saber cómo podían los Estados Unidos orientar la ciencia para ganar las batallas de la paz.
Por entonces el ingeniero estadounidense Vannevar Bush (1890- 1974), considerado el mentor de las políticas de I+D, planteaba que el progreso científico es esencial para la seguridad nacional, el bienestar público, la salud y el desarrollo. Así lo puso de manifiesto en un documento memorable que publicó en 1945 titulado Science, the Endless Frontier (Ciencia, la frontera sin fin), escrito a petición del Presidente Roosevelt, quien deseaba saber cómo podían los Estados Unidos orientar la ciencia para ganar las batallas de la paz.
Si esta era una de las primeras tiradas de la moneda de la política científica es imprescindible recordar la otra cara ya que, casi simultáneamente, el día 6 de agosto de 1945 grabó en nuestra memoria los horrores del hongo nuclear sobre Hiroshima. “La hemos usado para acortar la agonía de la guerra, para salvar la vida de miles y miles de jóvenes estadounidenses” –dijo el presidente Truman en un mensaje por radio el 9 de agosto de 1945.
Pasadas varias décadas, la I+D+I continúa empecinada en dar respuesta a la D de desarrollo científico-tecnológico, apostando desde la más profunda de las antinomias por la gobernabilidad del desarrollo humano.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, realizada en Viena en agosto de 1979 se dijeron cosas como esta:
Pasadas varias décadas, la I+D+I continúa empecinada en dar respuesta a la D de desarrollo científico-tecnológico, apostando desde la más profunda de las antinomias por la gobernabilidad del desarrollo humano.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, realizada en Viena en agosto de 1979 se dijeron cosas como esta:
“Es un hecho ampliamente reconocido que la estructura de las relaciones internacionales
en materia de ciencia y tecnología es imperfecta y refleja profundas diferencias entre las
naciones. Refleja una situación en que unos pocos países –en particular, ciertas empresas
industriales con sede en esos países- asumen el dominio tecnológico y determinan la
dirección y el desarrollo de la tecnología en sectores cruciales, dejando a la mayoría de los
países en situación de crítica dependencia tecnológica, pese a sus vastos recursos humanos
y materiales” (Naciones Unidas, 1979).
en materia de ciencia y tecnología es imperfecta y refleja profundas diferencias entre las
naciones. Refleja una situación en que unos pocos países –en particular, ciertas empresas
industriales con sede en esos países- asumen el dominio tecnológico y determinan la
dirección y el desarrollo de la tecnología en sectores cruciales, dejando a la mayoría de los
países en situación de crítica dependencia tecnológica, pese a sus vastos recursos humanos
y materiales” (Naciones Unidas, 1979).
Cara y cruz amplificada por los efectos de la globalización, la realidad sigue mostrando que la guerra es un buen negocio y que la creación, el dominio y el uso del conocimiento científico y tecnológico contribuyen a dividir el mundo en países desarrollados y otros que no pueden serlo. Hasta la misma Europa del Conocimiento, presa de la tecnocracia y del ambiguo binomio crecimiento económico-desarrollo sostenible, parece un sueño para los infructuosos objetivos de Lisboa.
Caracostas y Muldur han escrito una versión parafraseando a Vannevar Bush en los actuales escenarios de la sociedad del conocimiento. En su libro Society, the Endless frontier (La sociedad, la última frontera) sostienen que las políticas de ciencia y tecnología en países industrializados se están desplazando hacia una tercera fase de su historia que combina los objetivos sociales con el motor de la innovación. No en vano se ha hecho tan popular esto de generar y potenciar el capital social (y humano). Atrás quedarían, en opinión de estos autores, una primera etapa caracterizada por unas políticas basadas en la dupla defensa y ciencia (la ciencia para provecho de la ciencia y la tecnología para la defensa), y una segunda fase en las que las políticas de I+D estaban para favorecer la competitividad de las llamadas industrias estratégicas (principalmente electrónica, aeronáutica, ordenadores, energía y armamento). ¿Estaremos en la etapa de reconocer que la producción del conocimiento es un proyecto social y para la sociedad, ergo, para la gran familia humana?
Amartya Sen lo dice en pocas palabras, lo importante es la gente (vale la pena leer el libro que ha escrito junto a Bernardo Kliksberg en el 2007 Primero la gente. Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado). Y el Premio Nobel de Física Jerome Friedman nos apunta -junto a un coro que últimamente parece extenderse hacia el infinito- que la innovación es la clave del futuro y la investigación es la clave de la innovación.
Pero aquí la brecha, el doloroso gap está en la D, en saber de qué desarrollo estamos hablando para que la I+D+I sea algo más que un eufemismo. La cuestión esencial es: ¿investigar e innovar para qué?, ¿para comenzar a enfrentar los grandes desafíos del futuro bajo la perspectiva de un desarrollo más humano?
Pero aquí la brecha, el doloroso gap está en la D, en saber de qué desarrollo estamos hablando para que la I+D+I sea algo más que un eufemismo. La cuestión esencial es: ¿investigar e innovar para qué?, ¿para comenzar a enfrentar los grandes desafíos del futuro bajo la perspectiva de un desarrollo más humano?