Hace unos años Tim O’Reilly acuñó el término para designar una segunda generación en la evolución de Internet, aunque dicen que el origen de las redes sociales en su vertiente digital se remonta a 1995 con la creación del sitio classmates.com para que la gente mantuviera contacto con antiguos compañeros.
Muy cercana en el tiempo, la Cumbre de Río despertaba nuestra conciencia sobre la devastación que estamos causando en nuestro planeta y la necesidad de repensar el desarrollo humano. Pasadas varias cumbres y los Objetivos del Milenio, aún persiste el escenario de mil millones de personas sobreviviendo con un par de dólares diarios y el incesante goteo de la muerte por hambre. Ahora lo inmediato es salir de la crisis financiera y, por si esto fuera poco, Copenhague nos espera este año para debatir nuestras responsabilidades ante el cambio climático global.
¿Pueden las redes sociales que habitan Internet ayudarnos a reinventar la democracia y a enfrentar por vías alternativas la multicrisis planetaria? El poder de participación crece día a día y es un nuevo motor de la economía del conocimiento. Una suerte de versión digitalizada de innovación social late junto a los bríos del cibercivismo y la webmanía 2.0, ensayando experimentos para inventar otros futuros. Junto a las posibilidades de construir la gobernabilidad con plena participación de la gran familia humana, se proyectan aceleradamente la open innovation, el crowdsourcing, el co-working, el emprendedurismo y el cooperativismo en versiones 2.0 y otros fenómenos del llamado tercer sector, alimentado por empresas sociales y organizaciones sin ánimo de lucro.
La innovación social aúna creatividad con solidaridad y avanza con una mirada distinta sobre el mercado y la satisfacción de las necesidades, tiende a la difusión abierta, a la glocalidad (la conjunción entre lo local y lo global), siempre en pos de un valor social. Observamos ejemplos como los microcréditos del Banco Grameen, fundada por Yunnus (Nobel de la Paz), las actividades de la Fundación Vicente Ferrer, el programa Un portátil por niño y la iniciativa europea Fixing the Future
Se profetizan décadas doradas de innovación social que harán frente a los actuales fallos de mercado y la insostenibilidad mundial. Pero según los análisis del Internet World State el número de internautas aún no llega al 20% de los habitantes del planeta. Cabe preguntarnos si la innovación social podrá con estos desafíos o nos limitaremos a engrosar el tag Pobreza 2.0 y seguir entretenidos diseñando futuros sólo virtuales para la humanidad.