Han pasado 10 millones de años desde que el perfil de la humanidad estaba compuesto por seres prehistóricos y, durante todo ese tiempo, el hombre ha asumido el rol de proveedor de las necesidades del grupo, la tribu, la familia, y la mujer ha actuado como cuidadora y gestora de lo que el hombre aportaba. Pero solo ha llevado 100 años para que la mujer asuma roles históricamente reservados al hombre. Y no es por casualidad que sea ahora cuando se culmine la inclusión de la mujer en todos los sectores de actividad humana más allá de los roles que siempre ha asumido y gestionado. Estos son algunos hitos en este dinámico recorrido.
En Nueva York, el 25 de marzo de 1911, se produjo un incendio en la fábrica de confección de camisas Triangle Shirtwaist Co., lo que impulsó el proceso. Del mismo modo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las mujeres sustituyeron a los hombres que fueron al frente en fábricas y actividad profesional de todo tipo. En 1995 ya había más mujeres universitarias que hombres en los países desarrollados, y se puso en evidencia el talento de la mujer. En 2020, la presidenta de la Unión Europea ya era una mujer, Ursula von der Leyen, así como la responsable del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y la primera ministra de Alemania, Angela Merkel.
De los 193 países en el mundo solo 10 están dirigidos por mujeres, como describe David Icke en un vídeo que se hizo viral. Y son ellas quienes han tenido el comportamiento más efectivo en la lucha contra la pandemia, con el menor número de muertes. Estas mujeres han demostrado rasgos de comportamiento diferentes a los de los hombres en lo que respecta a la toma de decisiones ante el virus, como la rapidez de acción en enero de 2020 ante lo que luego se convirtió en pandemia. Y esto ha favorecido a quienes dependen de ellas, gracias a su altísimo nivel de empatía. Pero sobre todo actuaron con la convicción de que había que abordar mejor el futuro. Angela Merkel en Alemania, Jacinda Ardem en Nueva Zelanda, Tsai-Ing-wen en Tailandia, Vigdís Finnbogadóttir en Islandia, Sara Martin en Finlandia, Ema Solger en Noruega, Mette Frederikson en Dinamarca
En cambio, en España, el presidente Pedro Sánchez no dio la noticia hasta marzo de que había hablado durante una hora con Xi Jinping, presidente de China, para reconducir el pedido de 3 millones de mascarillas que había pedido de proveedores chinos; Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, ignoró el virus hasta que él se contagió; y Donald Trump lo negó en rotundo, lo que conllevó que Estados Unidos fuera el país con mayor número de fallecidos durante el primer año de la pandemia.
La OCDE identifica los beneficios del empoderamiento de la mujer en un magnífico estudio realizado entre 1970 y 2009. Cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. Y se puede medir el desarrollo del país por el número de mujeres en el mundo laboral. El empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio. Las empresas se benefician enormemente al otorgar cargos de liderazgo para las mujeres, algo que ha demostrado incrementar la eficacia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional y cuentan con mayor nivel educativo, responsable de aproximadamente el 50 % del crecimiento económico en los países de la OCDE.
Las empresas con mujeres en cargos directivos generan un beneficio bruto superior en un 47.6 %, en comparación con aquellas que tienen a hombres en los altos rangos, según una investigación realizada por la consultora McKinsey en 303 grandes compañías de América Latina. Las empresas con más mujeres en puestos de mando son más rentables, según un estudio del Peterson Institute for International Economics, que investiga el impacto de la diversidad de género en las empresas. El estudio, que ha analizado 21 980 compañías en 91 países, demuestra que el desempeño de las empresas mejora cuanto mayor es la proporción de mujeres en posiciones de liderazgo corporativo. La diferencia no es poca: las compañías que tienen al menos un 30 % de presencia femenina en altos puestos ejecutivos alcanzan un 15 % más de beneficios.
La mujer lidera el tercer sector, clave para el desarrollo sostenible social y económico presente y hacia el futuro. Según datos del informe, «El tercer sector de acción social en 2015: impacto de la crisis», elaborado por la Plataforma de ONG de Acción Social (POAS) y la Plataforma Tercer Sector, el 78.4 % de quienes trabajan en el sector son mujeres. Esto se traduce en que casi ocho de cada diez trabajadores de las entidades del sector son mujeres. Y, además, el 51.4 % de los órganos directivos de las ONG está formado por mujeres.
Si se logra aumentar el empleo femenino en España a los niveles de Suecia, la economía española crecería un 16 %, en torno a los 257 000 millones de euros. En 2020, el índice Women in Work, elaborado por PwC, incluyó una clasificación de los 33 países que conforman la OCDE, según la integración femenina en sus mercados laborales. El índice se elaboró a partir de cinco grandes indicadores: brecha salarial, participación femenina en el mercado laboral, diferencia de la participación entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo, tasa de paro femenino y mujeres empleadas a tiempo completo. España ocupa el puesto 28 en este ranking.
Para contribuir a eliminar la brecha de género en la alta dirección de las empresas, ya sean públicas o privadas, se ha puesto en marcha el programa W2W, que ya ha formado a más de 200 mujeres directivas preparadas para formar parte de sus consejos de administración y contribuir a impulsar sus estrategias. Sandra Deltell, socia de PwC a cargo del proyecto de diversidad, asegura que en los últimos 5 años se han incorporado 45 mujeres participantes en este programa a los consejos de administración de empresas españolas o de compañías que operan en nuestro país.
No es de extrañar que el estereotipo que prevalece sea una barrera para la plena inclusión de la mujer en todos los roles profesionales para los que ya está capacitada. El 52 % de la población mundial es femenina. La mujer decide la compra del 80 % de los productos, bienes y servicios; preside países de diferentes culturas; es líder en tecnología, industria, finanzas, banca, cultura, arte y deportes. Lo que es evidente es que una empresa que no tenga a mujeres en posiciones de toma de decisión tiene un alto riesgo de obsolescencia. Su público externo, clientes, proveedores y administraciones tienen un perfil cuantitativamente femenino con sus necesidades, preferencias y estilo de comportamiento. La empresa debe tener una fuerza laboral que refleje el perfil de sus públicos externos para asegurar su eficacia y permanencia en los mercados.
Las nuevas formas de trabajo contribuirán de forma decisiva a esta integración. La mujer necesita gestionar sus tiempos con flexibilidad y ya ha demostrado ampliamente que no descuida la calidad de sus responsabilidades profesionales. Este es un proceso natural. Llevará tiempo que los padres eduquen en igualdad de derechos y oportunidades a hijos e hijas. En ese momento, no habrá discriminación hacia la mujer, ni hacia el hombre, porque se habrán superado los estereotipos que han prevalecido y condicionado la conducta humana durante 10 millones de años.
En Nueva York, el 25 de marzo de 1911, se produjo un incendio en la fábrica de confección de camisas Triangle Shirtwaist Co., lo que impulsó el proceso. Del mismo modo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las mujeres sustituyeron a los hombres que fueron al frente en fábricas y actividad profesional de todo tipo. En 1995 ya había más mujeres universitarias que hombres en los países desarrollados, y se puso en evidencia el talento de la mujer. En 2020, la presidenta de la Unión Europea ya era una mujer, Ursula von der Leyen, así como la responsable del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y la primera ministra de Alemania, Angela Merkel.
De los 193 países en el mundo solo 10 están dirigidos por mujeres, como describe David Icke en un vídeo que se hizo viral. Y son ellas quienes han tenido el comportamiento más efectivo en la lucha contra la pandemia, con el menor número de muertes. Estas mujeres han demostrado rasgos de comportamiento diferentes a los de los hombres en lo que respecta a la toma de decisiones ante el virus, como la rapidez de acción en enero de 2020 ante lo que luego se convirtió en pandemia. Y esto ha favorecido a quienes dependen de ellas, gracias a su altísimo nivel de empatía. Pero sobre todo actuaron con la convicción de que había que abordar mejor el futuro. Angela Merkel en Alemania, Jacinda Ardem en Nueva Zelanda, Tsai-Ing-wen en Tailandia, Vigdís Finnbogadóttir en Islandia, Sara Martin en Finlandia, Ema Solger en Noruega, Mette Frederikson en Dinamarca
En cambio, en España, el presidente Pedro Sánchez no dio la noticia hasta marzo de que había hablado durante una hora con Xi Jinping, presidente de China, para reconducir el pedido de 3 millones de mascarillas que había pedido de proveedores chinos; Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, ignoró el virus hasta que él se contagió; y Donald Trump lo negó en rotundo, lo que conllevó que Estados Unidos fuera el país con mayor número de fallecidos durante el primer año de la pandemia.
La OCDE identifica los beneficios del empoderamiento de la mujer en un magnífico estudio realizado entre 1970 y 2009. Cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. Y se puede medir el desarrollo del país por el número de mujeres en el mundo laboral. El empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio. Las empresas se benefician enormemente al otorgar cargos de liderazgo para las mujeres, algo que ha demostrado incrementar la eficacia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional y cuentan con mayor nivel educativo, responsable de aproximadamente el 50 % del crecimiento económico en los países de la OCDE.
Las empresas con mujeres en cargos directivos generan un beneficio bruto superior en un 47.6 %, en comparación con aquellas que tienen a hombres en los altos rangos, según una investigación realizada por la consultora McKinsey en 303 grandes compañías de América Latina. Las empresas con más mujeres en puestos de mando son más rentables, según un estudio del Peterson Institute for International Economics, que investiga el impacto de la diversidad de género en las empresas. El estudio, que ha analizado 21 980 compañías en 91 países, demuestra que el desempeño de las empresas mejora cuanto mayor es la proporción de mujeres en posiciones de liderazgo corporativo. La diferencia no es poca: las compañías que tienen al menos un 30 % de presencia femenina en altos puestos ejecutivos alcanzan un 15 % más de beneficios.
La mujer lidera el tercer sector, clave para el desarrollo sostenible social y económico presente y hacia el futuro. Según datos del informe, «El tercer sector de acción social en 2015: impacto de la crisis», elaborado por la Plataforma de ONG de Acción Social (POAS) y la Plataforma Tercer Sector, el 78.4 % de quienes trabajan en el sector son mujeres. Esto se traduce en que casi ocho de cada diez trabajadores de las entidades del sector son mujeres. Y, además, el 51.4 % de los órganos directivos de las ONG está formado por mujeres.
Si se logra aumentar el empleo femenino en España a los niveles de Suecia, la economía española crecería un 16 %, en torno a los 257 000 millones de euros. En 2020, el índice Women in Work, elaborado por PwC, incluyó una clasificación de los 33 países que conforman la OCDE, según la integración femenina en sus mercados laborales. El índice se elaboró a partir de cinco grandes indicadores: brecha salarial, participación femenina en el mercado laboral, diferencia de la participación entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo, tasa de paro femenino y mujeres empleadas a tiempo completo. España ocupa el puesto 28 en este ranking.
Para contribuir a eliminar la brecha de género en la alta dirección de las empresas, ya sean públicas o privadas, se ha puesto en marcha el programa W2W, que ya ha formado a más de 200 mujeres directivas preparadas para formar parte de sus consejos de administración y contribuir a impulsar sus estrategias. Sandra Deltell, socia de PwC a cargo del proyecto de diversidad, asegura que en los últimos 5 años se han incorporado 45 mujeres participantes en este programa a los consejos de administración de empresas españolas o de compañías que operan en nuestro país.
No es de extrañar que el estereotipo que prevalece sea una barrera para la plena inclusión de la mujer en todos los roles profesionales para los que ya está capacitada. El 52 % de la población mundial es femenina. La mujer decide la compra del 80 % de los productos, bienes y servicios; preside países de diferentes culturas; es líder en tecnología, industria, finanzas, banca, cultura, arte y deportes. Lo que es evidente es que una empresa que no tenga a mujeres en posiciones de toma de decisión tiene un alto riesgo de obsolescencia. Su público externo, clientes, proveedores y administraciones tienen un perfil cuantitativamente femenino con sus necesidades, preferencias y estilo de comportamiento. La empresa debe tener una fuerza laboral que refleje el perfil de sus públicos externos para asegurar su eficacia y permanencia en los mercados.
Las nuevas formas de trabajo contribuirán de forma decisiva a esta integración. La mujer necesita gestionar sus tiempos con flexibilidad y ya ha demostrado ampliamente que no descuida la calidad de sus responsabilidades profesionales. Este es un proceso natural. Llevará tiempo que los padres eduquen en igualdad de derechos y oportunidades a hijos e hijas. En ese momento, no habrá discriminación hacia la mujer, ni hacia el hombre, porque se habrán superado los estereotipos que han prevalecido y condicionado la conducta humana durante 10 millones de años.