Por: Gabriel Rivera Hernández (México)
Hace poco tuve la oportunidad de vivir en la ciudad de Guanajuato, "lugar montuoso de ranas" en dónde el turismo y el movimiento estudiantil ocupan siempre sus calles. Siendo una ciudad tan colonial, con la Universidad en su seno y teniendo una población tan móvil, parecería el lugar por excelencia para preguntarse sobre el problema de la identidad. El tema sin embargo no figura en la discusión humanística.
Yendo un poco más lejos, de pronto parece ser que más del 80% de los negocios, cafés y restaurantes, perteneciera a extranjeros, y no es que me persigne con la idea de atracción de inversiones en esta aldea global. Pero, lo que si llega incluso a indignarme es su alto nivel de desinterés en los asuntos problemáticos propios, ya no digo de México, sino de su propia sociedad. Entonces fué cuando, llevando un proyecto de investigación sobre la ciudad, el cual su lema giraba en torno a las pregunta ¿y dónde estaban las ranas? Comencé a cuestionarme lo bueno que sería que fuese condición que cada emprendedor extranjero, llevar su propio proyecto comercial al paralelo de un seguimiento problemático referente a su función dentro de ese contexto.
De ahí mi propuesta surge como una necesidad de otorgarle un contenido verdaderamente valioso, en términos de su competencia más formal (de su habitud), al movimiento del capital y a su respectiva declaración patrimonial.
Sobre una política de intervenciones académicas que regulen los términos de propiedad publica y privada.
1) Que se revise cada proyecto de inversión, en términos de su propia justificación problemática racional, aunque esto implique la existencia de una academia reguladora mundial. Es decir, que exista un mecanismo regulador que autorice o postergue la viabilidad de proyectos productivos en función de su integración métodologica; previo analisis, revisión profunda, problematización e integración, etc., que ponga en evidencia las bondades de los proyectos, pero sobre todo, el grado de competencia de su representante.
2) Que en lo publico o privado se rescate la idea de propiedad en términos zubirianos, de lo "en propio", de lo "de suyo , y que el alcance de cada proyecto este respaldado por su respectiva defensa temática social, cultural, intencional y conductual competente. Ósea, que la idea de declaración patrimonial vaya dirigida a justificar sus bienes en razón directa de su compromiso teórico-problemático, demostrando seguimiento y grado de actualidad.
3) Que las "filosofías" empresariales estén clausuradas desde su inicio por normas, ya no de calidad ni de responsabilidad social, sino de "qualidad global". Es decir que mínimo puedan reparar y contribuir a problemas cómo el liberalismo económico, el capitalismo y la globalización etc..
4) Que se inculque fuertemente en las universidades un tratamiento problemático, incluso tesístico, a la idea de innovación.
5) Que bajo una inteligencia pluralista e integral se trabaje el vínculo entre hecho y valor.
Esperaría que se le diera merito y alcance a quien lo merece. Y no sé si en realidad se pueda mensurar.
Hace poco tuve la oportunidad de vivir en la ciudad de Guanajuato, "lugar montuoso de ranas" en dónde el turismo y el movimiento estudiantil ocupan siempre sus calles. Siendo una ciudad tan colonial, con la Universidad en su seno y teniendo una población tan móvil, parecería el lugar por excelencia para preguntarse sobre el problema de la identidad. El tema sin embargo no figura en la discusión humanística.
Yendo un poco más lejos, de pronto parece ser que más del 80% de los negocios, cafés y restaurantes, perteneciera a extranjeros, y no es que me persigne con la idea de atracción de inversiones en esta aldea global. Pero, lo que si llega incluso a indignarme es su alto nivel de desinterés en los asuntos problemáticos propios, ya no digo de México, sino de su propia sociedad. Entonces fué cuando, llevando un proyecto de investigación sobre la ciudad, el cual su lema giraba en torno a las pregunta ¿y dónde estaban las ranas? Comencé a cuestionarme lo bueno que sería que fuese condición que cada emprendedor extranjero, llevar su propio proyecto comercial al paralelo de un seguimiento problemático referente a su función dentro de ese contexto.
De ahí mi propuesta surge como una necesidad de otorgarle un contenido verdaderamente valioso, en términos de su competencia más formal (de su habitud), al movimiento del capital y a su respectiva declaración patrimonial.
Sobre una política de intervenciones académicas que regulen los términos de propiedad publica y privada.
1) Que se revise cada proyecto de inversión, en términos de su propia justificación problemática racional, aunque esto implique la existencia de una academia reguladora mundial. Es decir, que exista un mecanismo regulador que autorice o postergue la viabilidad de proyectos productivos en función de su integración métodologica; previo analisis, revisión profunda, problematización e integración, etc., que ponga en evidencia las bondades de los proyectos, pero sobre todo, el grado de competencia de su representante.
2) Que en lo publico o privado se rescate la idea de propiedad en términos zubirianos, de lo "en propio", de lo "de suyo , y que el alcance de cada proyecto este respaldado por su respectiva defensa temática social, cultural, intencional y conductual competente. Ósea, que la idea de declaración patrimonial vaya dirigida a justificar sus bienes en razón directa de su compromiso teórico-problemático, demostrando seguimiento y grado de actualidad.
3) Que las "filosofías" empresariales estén clausuradas desde su inicio por normas, ya no de calidad ni de responsabilidad social, sino de "qualidad global". Es decir que mínimo puedan reparar y contribuir a problemas cómo el liberalismo económico, el capitalismo y la globalización etc..
4) Que se inculque fuertemente en las universidades un tratamiento problemático, incluso tesístico, a la idea de innovación.
5) Que bajo una inteligencia pluralista e integral se trabaje el vínculo entre hecho y valor.
Esperaría que se le diera merito y alcance a quien lo merece. Y no sé si en realidad se pueda mensurar.