Se nos ha ido otro de los grandes. Sus 88 años marcan una trayectoria humana inmensa:
De niño aprendió a leer en la imprenta de su padre y se sabe que vendía viseras delante de la plaza de toros de Santander, ciudad en la que nació el 26 de febrero de 1921.
Su patria de adopción fue México, donde llegó como asilado político al término de la guerra civil española y cuya nacionalidad adoptó en 1949. México le aportó la libertad que necesitaba como caldo de cultivo para sus ideas. Tras un difícil periodo de adaptación a las nuevas circunstancias de su vida, pasó a ser uno de los padres fundadores de la publicidad moderna. Autor prolífero (30 libros y más de 100 trabajos) pero siempre cuidadoso e inteligente. Su edificio “Ferrer”, sede que fue de Publicidad Ferrer y Comunicología Aplicada y símbolo del emporio empresarial que llegó a crear, constituye una de las señas de identidad del paisaje urbano de México D.F en la singular Avenida de Insurgentes. A él le debemos que Guanajuato sea hoy la ciudad Cervantina más importante del mundo- junto con Alcalá de Henares- con un Museo Iconográfico que fue su obra personal.
De su pasión por la lectura, Cervantes y El Quijote, da testimonio el hecho de que llegase a cambiar su paquete de cigarrillos por un libro en el campo de concentración francés que le recibió después de la derrota republicana. Aquel libro que le servía de compañero y le hacía de almohada por la noche resultó ser, cómo no, El Quijote
Nunca tuve el lujo de conocerlo personalmente, pero siempre hemos estado muy cerca. Con Eulalio Ferrrer comparto la distinción de formar parte de la Nómina Académica del Instituto Nacional de Publicidad, de la que Eulalio Ferrer era miembro correspondiente en México. Y fue una universidad que lleva su nombre el Centro Avanzado de Comunicación Eulalio Ferrer, CADEC, la primera Universidad que en los años 90 me invitó a cruzar el océano para impartir clases en Latinoamérica. Un honor que debo a su hija Ana Sara Ferrer, la fundadora y directora de CADEC desde donde realiza una tarea formadora verdaderamente importante. Pero si no lo pude conocer personalmente, en cambio si pude- desde que lo leí hace años hace años- admirar su legado.
Descanse en paz el maestro.
De niño aprendió a leer en la imprenta de su padre y se sabe que vendía viseras delante de la plaza de toros de Santander, ciudad en la que nació el 26 de febrero de 1921.
Su patria de adopción fue México, donde llegó como asilado político al término de la guerra civil española y cuya nacionalidad adoptó en 1949. México le aportó la libertad que necesitaba como caldo de cultivo para sus ideas. Tras un difícil periodo de adaptación a las nuevas circunstancias de su vida, pasó a ser uno de los padres fundadores de la publicidad moderna. Autor prolífero (30 libros y más de 100 trabajos) pero siempre cuidadoso e inteligente. Su edificio “Ferrer”, sede que fue de Publicidad Ferrer y Comunicología Aplicada y símbolo del emporio empresarial que llegó a crear, constituye una de las señas de identidad del paisaje urbano de México D.F en la singular Avenida de Insurgentes. A él le debemos que Guanajuato sea hoy la ciudad Cervantina más importante del mundo- junto con Alcalá de Henares- con un Museo Iconográfico que fue su obra personal.
De su pasión por la lectura, Cervantes y El Quijote, da testimonio el hecho de que llegase a cambiar su paquete de cigarrillos por un libro en el campo de concentración francés que le recibió después de la derrota republicana. Aquel libro que le servía de compañero y le hacía de almohada por la noche resultó ser, cómo no, El Quijote
Nunca tuve el lujo de conocerlo personalmente, pero siempre hemos estado muy cerca. Con Eulalio Ferrrer comparto la distinción de formar parte de la Nómina Académica del Instituto Nacional de Publicidad, de la que Eulalio Ferrer era miembro correspondiente en México. Y fue una universidad que lleva su nombre el Centro Avanzado de Comunicación Eulalio Ferrer, CADEC, la primera Universidad que en los años 90 me invitó a cruzar el océano para impartir clases en Latinoamérica. Un honor que debo a su hija Ana Sara Ferrer, la fundadora y directora de CADEC desde donde realiza una tarea formadora verdaderamente importante. Pero si no lo pude conocer personalmente, en cambio si pude- desde que lo leí hace años hace años- admirar su legado.
Descanse en paz el maestro.