Cuando lo pequeño, lo ambiguo y lo fluido se vuelven positivos:
A veces me critican que escribo pensando en las grandes corporaciones, y algo de razón si tienen. Cuando uno se ha pasado la vida trabajando para Unilever, Gillette, Coca Cola, BP, la Unión Europea, grandes instituciones (INE, ICEX, etc.) y para diferentes Ministerios, Comunidades Autonómicas y Ayuntamientos como el de Madrid, se tiende a pensar a lo grande. Pero pensar a lo grande no significa olvidarse del valor de lo pequeño ni tampoco de lo efímero y mutante.
Hoy voy a hablar de lo pequeño. Algo que en una sociedad dualista y dialéctica se entiende como malo (absoluto) o como peor (relativo), pero ¿Y si ese tamaño menor fuese una ventaja en tiempos de cambios?
Para empezar ese mundo que queremos transformar con nuestras estrategias lejos de ser sólido y estático es ambiguo y fluido. Difícil de entender y más difícil de atrapar. Tiene ese algo escurridizo del jabón en la bañera. Como dijo Heinz von Foerster “Es difícil tratar con objetos que en realidad son procesos”. De ahí viene la belleza y la dificultad de toda estrategia.
A veces me critican que escribo pensando en las grandes corporaciones, y algo de razón si tienen. Cuando uno se ha pasado la vida trabajando para Unilever, Gillette, Coca Cola, BP, la Unión Europea, grandes instituciones (INE, ICEX, etc.) y para diferentes Ministerios, Comunidades Autonómicas y Ayuntamientos como el de Madrid, se tiende a pensar a lo grande. Pero pensar a lo grande no significa olvidarse del valor de lo pequeño ni tampoco de lo efímero y mutante.
Hoy voy a hablar de lo pequeño. Algo que en una sociedad dualista y dialéctica se entiende como malo (absoluto) o como peor (relativo), pero ¿Y si ese tamaño menor fuese una ventaja en tiempos de cambios?
Para empezar ese mundo que queremos transformar con nuestras estrategias lejos de ser sólido y estático es ambiguo y fluido. Difícil de entender y más difícil de atrapar. Tiene ese algo escurridizo del jabón en la bañera. Como dijo Heinz von Foerster “Es difícil tratar con objetos que en realidad son procesos”. De ahí viene la belleza y la dificultad de toda estrategia.
Gestionar el cambio es siempre gestionar el futuro: implica estrategia:
Fueron un puñado de autores: John Harvey-Jones, Rosabeth Moss Kanter; Tom Peters quienes hicieron de la gestión del cambio la gran cuestión estratégica. Una estrategia que debe gobernar sobre el resto de las estrategias organizacionales que de ella se derivan.
Este enfoque surge desde distintos puntos de partida (basta con ver los títulos de los libros de dichos autores: “Managing to survive”; “The Change masters”; “Thriving on caos”, pero todos vienen a coincidir en la receta: asumir las reglas de la evolución (darwiniana) cuyo principio rector es la adaptación. Y aunque muchos directivos prefieren liderar que adaptarse, lo que ocurre en que en toda adaptación siempre hay quienes la lideran, pero los que no se adaptan desaparecen.
Es en este punto donde surge la gran sorpresa: no siempre ganan los que parten con ventaja.La Nueva Teoría Estratégica (NTE) - asumiendo principios de la teorías del caos y de la evolución- nos enseña que el tamaño no importa y que en zonas y momentos de alta inestabilidad (catástrofes, etc.) los peor colocados en la parrilla de salida tienen su gran oportunidad. Y si bien es evidente que las grandes corporaciones dominan hoy la faz de la tierra, si miramos con detalle, puede que sean los pequeños innovadores los que estén haciendo el negocio del siglo.
Si su tamaño es pequeño, esta puede ser su oportunidad:
La preguntas que en este momento se están haciendo lo directivos de medio mundo tienen que ver con la gestión del cambio: ¿Cómo mejorar la capacidad de las organizaciones para adaptarse a los cambios? ¿Cómo liberar el poder de la innovación y convertirse en lugares inspiradores para trabajar? En despachos contiguos algunos Directores de Comunicación se están formulando una pregunta complementaria ¿Cómo podemos, desde nuestro puesto de DIRCOM, ayudar a esa transformación? La gestión del cambio se ha convertido en la gran tarea directiva. Una tarea que no es fácil pues exige otra mirada y otras respuestas.
El cambio no es en sí nada nuevo, lo nuevo es la velocidad, discontinuidad y turbulencia del cambio que vivimos desde finales de los 80. Un tipo de cambio que no permite una gestión incremental, sino que exige respuestas cada vez más rápidas ante la presión de los mercados y la sociedad. Si gestionar el cambio siempre fue necesario, lo es mucho más cuando los entornos se aceleran y se vuelven turbulentos Y el siglo XXI ha venido con algunas turbulencias, aunque también con nuevas oportunidades.
Frente a unos directivos que en los cambios sólo ven peligros que desestabilizan el orden que tanto les costó generar en sus organizaciones y empresas, llevo varios post proponiendo que los veamos como las oportunidades que realmente son. En un mundo muy estable y cerrado NO hay oportunidades. Fue el caso de la Edad Media y todavía hoy de las sociedades oligárquicas. Pero en mundo de alta inestabilidad cada cambio encierra (aunque a veces muy oculto) una nueva oportunidad. El talento radica en encontrarla y en poner las condiciones para que esa visión transformadora/innovadora emerja. Y sobre todo, perdamos el complejo: el tamaño no importa.
Un buen ejemplo de lo que quiero decir nos lo aporta el European Communication Monitor del 2010. A pesar de los recortes presupuestarios que han menguado la capacidad de sus departamentos, un 72% de los comunicadores consultados considera que la comunicación se ha vuelto más importante después de la crisis económica
Fueron un puñado de autores: John Harvey-Jones, Rosabeth Moss Kanter; Tom Peters quienes hicieron de la gestión del cambio la gran cuestión estratégica. Una estrategia que debe gobernar sobre el resto de las estrategias organizacionales que de ella se derivan.
Este enfoque surge desde distintos puntos de partida (basta con ver los títulos de los libros de dichos autores: “Managing to survive”; “The Change masters”; “Thriving on caos”, pero todos vienen a coincidir en la receta: asumir las reglas de la evolución (darwiniana) cuyo principio rector es la adaptación. Y aunque muchos directivos prefieren liderar que adaptarse, lo que ocurre en que en toda adaptación siempre hay quienes la lideran, pero los que no se adaptan desaparecen.
Es en este punto donde surge la gran sorpresa: no siempre ganan los que parten con ventaja.La Nueva Teoría Estratégica (NTE) - asumiendo principios de la teorías del caos y de la evolución- nos enseña que el tamaño no importa y que en zonas y momentos de alta inestabilidad (catástrofes, etc.) los peor colocados en la parrilla de salida tienen su gran oportunidad. Y si bien es evidente que las grandes corporaciones dominan hoy la faz de la tierra, si miramos con detalle, puede que sean los pequeños innovadores los que estén haciendo el negocio del siglo.
Si su tamaño es pequeño, esta puede ser su oportunidad:
La preguntas que en este momento se están haciendo lo directivos de medio mundo tienen que ver con la gestión del cambio: ¿Cómo mejorar la capacidad de las organizaciones para adaptarse a los cambios? ¿Cómo liberar el poder de la innovación y convertirse en lugares inspiradores para trabajar? En despachos contiguos algunos Directores de Comunicación se están formulando una pregunta complementaria ¿Cómo podemos, desde nuestro puesto de DIRCOM, ayudar a esa transformación? La gestión del cambio se ha convertido en la gran tarea directiva. Una tarea que no es fácil pues exige otra mirada y otras respuestas.
El cambio no es en sí nada nuevo, lo nuevo es la velocidad, discontinuidad y turbulencia del cambio que vivimos desde finales de los 80. Un tipo de cambio que no permite una gestión incremental, sino que exige respuestas cada vez más rápidas ante la presión de los mercados y la sociedad. Si gestionar el cambio siempre fue necesario, lo es mucho más cuando los entornos se aceleran y se vuelven turbulentos Y el siglo XXI ha venido con algunas turbulencias, aunque también con nuevas oportunidades.
Frente a unos directivos que en los cambios sólo ven peligros que desestabilizan el orden que tanto les costó generar en sus organizaciones y empresas, llevo varios post proponiendo que los veamos como las oportunidades que realmente son. En un mundo muy estable y cerrado NO hay oportunidades. Fue el caso de la Edad Media y todavía hoy de las sociedades oligárquicas. Pero en mundo de alta inestabilidad cada cambio encierra (aunque a veces muy oculto) una nueva oportunidad. El talento radica en encontrarla y en poner las condiciones para que esa visión transformadora/innovadora emerja. Y sobre todo, perdamos el complejo: el tamaño no importa.
Un buen ejemplo de lo que quiero decir nos lo aporta el European Communication Monitor del 2010. A pesar de los recortes presupuestarios que han menguado la capacidad de sus departamentos, un 72% de los comunicadores consultados considera que la comunicación se ha vuelto más importante después de la crisis económica