Ocurrió en a principios de los años 60, cuando yo era un joven estudiante de Derecho en Santiago de Compostela y las tres Marías paseaban sus rostros blanquecinos por sus rúas, incapaces de presentir que un día serían el símbolo de toda una época ( además de una estatua en la Herradura).
Por aquel entonces los mentideros no hablaban de política, qué cosas, ni de mujeres, y menos de ciertos autores (todos ellos prohibidos por la Dictadura) y por eso las críticas y las sornas tenían sabor local. Dentro de ellas recuerdo los chascarrillos en torno a un joven médico que atendía en el Hospital de Santiago que todo lo arreglaba con rayos X. Qué tienes gripe: ¡Un pantallazo! Qué te duele la cabeza: ¡Un pantallazo! En aquellos tiempos no se hablaba de la innecesaria exposición a las radiaciones, pero sí causaba un cierto estupor que, tuviese uno lo que tuviese, la solución pasase por un único trámite: el dichosos pantallazo. Y ocurrió que aquel artífice del mono-remedio resultó ser un suplantador: un estudiante ávido de prematuro protagonismo profesional.
Pues bien la Huelga General de ayer, 50 años después, me ha traído a la mente recuerdos como estos que ya creía olvidados. La verdad sorprende observar que, con la enorme variedad de problemas que la sociedad nos ofrece, los sindicatos solo dispongan de dos estrategias para remediarlos : la manifestación y la huelga. Que el problema es “X”, pues un “huelgazo”, que el problema es “ Y” , pues un “huelgazo”; que si “Z”: que quiere que le diga, otro “huelgazo”. ¿No se nos habrán quedado un poco trasnochados y faltos de imaginación estos sindicatos?
Necesitamos una sociedad mejor, si, qué duda cabe, pero eso exige apertura e innovación de todos.