Venimos del día 5 cuando cruzamos el Círculo polar Ártico ...
Dia 6:
Llegamos a Honningsvag. A pie de barco, nos espera un bus para llevarnos al Cabo Norte, el lugar más septentrional de la Europa continental: 71º, 10´, 21´´. Todo el paisaje está nevado y los lagos helados. Al fin llegamos al Cabo Norte, un acantilado de unos 300 metros que cae a pico hasta el mar. Su famoso monumento con la esfera del globo terráqueo nos espera para dejar la debida constancia. Y nos hacemos las fotos obligadas aunque no se nos reconozca. Las inevitables bufandas, gorros y demás ayudas contra el frío nos camuflan y disimulan ¿Ese era yo? Hace tres grados bajo cero pero el viento helado hace que la sensación térmica sea muy inferior. Respiro hondo. Es un bello momento
Ya en el barco, cena de despedida. El viaje toca su fin. Mañana llegamos a Kirkenes y allí tomamos el vuelo de regreso, esta vez con escala en Oslo. Brindis y despedidas a los compañeros de mesa. Un grupo muy agradable. Toca acostarse, mañana hay que madrugar. De pronto nos avisan, primero son los amigos tocando en la puerta del camarote después por el servicio telefónico que el barco ofrece a los que así lo quieren. Se están visionando auroras boreales en la cubierta 9. ¡!Por fin!! Subo medio dormido y allí en la oscuridad de la noche veo un trazo largo blanquecino que cruza todo el cielo por fin despejado. De pronto aquella estela cobra vida y se vuelve verde. Y en un segundo desaparece pero al fondo surge otra luz que se despliega y la sustituye. Y esa noche termina en una fiesta de auroras boreales en la cubierta de Hurtigruten. El desconcierto de lo desconocido deja paso a la belleza del momento. La verdad es que hay que verlas para entenderlas. Las auroras boreales son como las meigas gallegas. Cuesta creer que existan pero “haber haylas”. Y esa magia ha hecho que ahora sea uno de esos privilegiados que pueden decir que ha visto un poco de plasma solar por ahí suelto exhibiéndose en los cielos del Norte.
Dia 7:
Kirkeness – Oslo. Mientras esperamos el avión uno lo piensa ¿Fue verdad o lo soñé? Habrá que volver para comprobarlo.
Dia 6:
Llegamos a Honningsvag. A pie de barco, nos espera un bus para llevarnos al Cabo Norte, el lugar más septentrional de la Europa continental: 71º, 10´, 21´´. Todo el paisaje está nevado y los lagos helados. Al fin llegamos al Cabo Norte, un acantilado de unos 300 metros que cae a pico hasta el mar. Su famoso monumento con la esfera del globo terráqueo nos espera para dejar la debida constancia. Y nos hacemos las fotos obligadas aunque no se nos reconozca. Las inevitables bufandas, gorros y demás ayudas contra el frío nos camuflan y disimulan ¿Ese era yo? Hace tres grados bajo cero pero el viento helado hace que la sensación térmica sea muy inferior. Respiro hondo. Es un bello momento
Ya en el barco, cena de despedida. El viaje toca su fin. Mañana llegamos a Kirkenes y allí tomamos el vuelo de regreso, esta vez con escala en Oslo. Brindis y despedidas a los compañeros de mesa. Un grupo muy agradable. Toca acostarse, mañana hay que madrugar. De pronto nos avisan, primero son los amigos tocando en la puerta del camarote después por el servicio telefónico que el barco ofrece a los que así lo quieren. Se están visionando auroras boreales en la cubierta 9. ¡!Por fin!! Subo medio dormido y allí en la oscuridad de la noche veo un trazo largo blanquecino que cruza todo el cielo por fin despejado. De pronto aquella estela cobra vida y se vuelve verde. Y en un segundo desaparece pero al fondo surge otra luz que se despliega y la sustituye. Y esa noche termina en una fiesta de auroras boreales en la cubierta de Hurtigruten. El desconcierto de lo desconocido deja paso a la belleza del momento. La verdad es que hay que verlas para entenderlas. Las auroras boreales son como las meigas gallegas. Cuesta creer que existan pero “haber haylas”. Y esa magia ha hecho que ahora sea uno de esos privilegiados que pueden decir que ha visto un poco de plasma solar por ahí suelto exhibiéndose en los cielos del Norte.
Dia 7:
Kirkeness – Oslo. Mientras esperamos el avión uno lo piensa ¿Fue verdad o lo soñé? Habrá que volver para comprobarlo.