Leo en un libro reciente unas notas de su coordinador sobre el proceso de elaboración y publicación de VÍCTIMAS DE LA GUERRA CIVIL que contienen maliciosas falsedades. Y como responder a la maledicencia es perder el tiempo, me limitaré a recordar aquí la pequeña, pero verdadera, historia de VÍCTIMAS DE LA GUERRA CIVIL, una obra coordinada por mí y publicada por Temas de Hoy en marzo de 1999.
A comienzos del año anterior, me propusieron dos directivos de la editorial escribir un libro sobre las víctimas de la guerra civil. Mi respuesta fue que yo no había realizado investigaciones originales sobre esa cuestión y que, metido en otros trabajos, no podía comprometerme a cumplir un encargo de tanta envergadura. Les dije, sin embargo, que me parecía muy oportuna su idea y les propuse los nombres de varios autores que habían llevado a cabo o dirigido investigaciones sobre determinadas regiones y que podrían escribir ese libro con absoluta solvencia. Eran Julián Casanova, Francisco Moreno y Josep María Solé i Sabaté, conocidos por sus libros sobre la represión en Aragón, Andalucía y Cataluña.
Los directivos de Temas de Hoy aceptaron la propuesta, que condicionaron a que yo me ocupara de la coordinación del volumen, y nos convocaron a los tres autores propuestos por mí y a mí mismo a una reunión en Madrid, en las oficinas de la editorial, a la que se sumó Joan Villarroya, por iniciativa de Solé. En esa primera reunión expuse un sencillo proyecto que consistía, primero, en ofrecer una síntesis en un solo relato, dividido en fases cronológicas, de todo lo que se sabía gracias a las numerosas investigaciones locales, provinciales y regionales que se habían acumulado desde los primeros años de la década de 1980; además, cada uno de los autores se haría cargo, no de una o varias regiones, sino de cada una de esas fases, incluyendo a todos los muertos de forma violenta, es decir, a los asesinados y ejecutados en las dos zonas en que quedó dividida España a consecuencia de la rebelión militar y de la guerra civil que fue su resultado inmediato. Un tercer punto que me parecía importante era que la consideración de víctima no se redujese a los muertos hasta el 1 de abril de 1939 sino que sería preciso ampliarla a los fusilados por ejecución de sentencias de consejos de guerra hasta 1945.
En resumidas cuentas, el proyecto consistía en superar la doble división provincial o regional y de rebeldes o leales en una historia global organizada cronológicamente, extendiendo el límite a la represión de posguerra. Tras un intercambio de opiniones, los colegas convocados a la reunión estuvieron de acuerdo en ese plan y procedimos a determinar los periodos y asignar uno a cada autor: Julián Casanova se hizo cargo de la primera etapa, la que se extiende desde la rebelión militar de 18 de julio de 1936 al cambio de gobierno de la República en mayo de 1937; Josep María Solé y Joan Villarroya se ocuparían del tramo comprendido entre esa fecha y el término de la guerra y, finalmente, Francisco Moreno escribiría sobre la represión de posguerra, abarcando, por su propia iniciativa, cuatro años más de lo que yo en principio había pensado, o sea, hasta 1949. Yo me limitaría a escribir una introducción que, en aquellos momentos, no tenía muy claro en qué podría consistir y que al final resultó en una pieza titulada “De ‘guerra contra el invasor’ a ‘guerra fratricida’”, nombres que habían dado a la guerra, respectivamente, quienes la combatieron y, veinte años después, los estudiantes universitarios que se presentaron en sus primeros manifiestos como “hijos de los vencedores y de los vencidos”. Me pareció que ese título resumía en un solo enunciado el cambio de mirada que dos generaciones de españoles habían proyectado sobre la guerra civil y sobre las políticas de ellas resultantes.
Así se fraguó la iniciativa de publicar aquel libro que, gracias a sus autores y a las muchas horas de trabajo que Santos López, por Temas de Hoy, dedicó a la edición de los originales, tuvo desde su salida a la calle una magnífica acogida que se ha traducido en numerosas reimpresiones en diversos formatos.
A comienzos del año anterior, me propusieron dos directivos de la editorial escribir un libro sobre las víctimas de la guerra civil. Mi respuesta fue que yo no había realizado investigaciones originales sobre esa cuestión y que, metido en otros trabajos, no podía comprometerme a cumplir un encargo de tanta envergadura. Les dije, sin embargo, que me parecía muy oportuna su idea y les propuse los nombres de varios autores que habían llevado a cabo o dirigido investigaciones sobre determinadas regiones y que podrían escribir ese libro con absoluta solvencia. Eran Julián Casanova, Francisco Moreno y Josep María Solé i Sabaté, conocidos por sus libros sobre la represión en Aragón, Andalucía y Cataluña.
Los directivos de Temas de Hoy aceptaron la propuesta, que condicionaron a que yo me ocupara de la coordinación del volumen, y nos convocaron a los tres autores propuestos por mí y a mí mismo a una reunión en Madrid, en las oficinas de la editorial, a la que se sumó Joan Villarroya, por iniciativa de Solé. En esa primera reunión expuse un sencillo proyecto que consistía, primero, en ofrecer una síntesis en un solo relato, dividido en fases cronológicas, de todo lo que se sabía gracias a las numerosas investigaciones locales, provinciales y regionales que se habían acumulado desde los primeros años de la década de 1980; además, cada uno de los autores se haría cargo, no de una o varias regiones, sino de cada una de esas fases, incluyendo a todos los muertos de forma violenta, es decir, a los asesinados y ejecutados en las dos zonas en que quedó dividida España a consecuencia de la rebelión militar y de la guerra civil que fue su resultado inmediato. Un tercer punto que me parecía importante era que la consideración de víctima no se redujese a los muertos hasta el 1 de abril de 1939 sino que sería preciso ampliarla a los fusilados por ejecución de sentencias de consejos de guerra hasta 1945.
En resumidas cuentas, el proyecto consistía en superar la doble división provincial o regional y de rebeldes o leales en una historia global organizada cronológicamente, extendiendo el límite a la represión de posguerra. Tras un intercambio de opiniones, los colegas convocados a la reunión estuvieron de acuerdo en ese plan y procedimos a determinar los periodos y asignar uno a cada autor: Julián Casanova se hizo cargo de la primera etapa, la que se extiende desde la rebelión militar de 18 de julio de 1936 al cambio de gobierno de la República en mayo de 1937; Josep María Solé y Joan Villarroya se ocuparían del tramo comprendido entre esa fecha y el término de la guerra y, finalmente, Francisco Moreno escribiría sobre la represión de posguerra, abarcando, por su propia iniciativa, cuatro años más de lo que yo en principio había pensado, o sea, hasta 1949. Yo me limitaría a escribir una introducción que, en aquellos momentos, no tenía muy claro en qué podría consistir y que al final resultó en una pieza titulada “De ‘guerra contra el invasor’ a ‘guerra fratricida’”, nombres que habían dado a la guerra, respectivamente, quienes la combatieron y, veinte años después, los estudiantes universitarios que se presentaron en sus primeros manifiestos como “hijos de los vencedores y de los vencidos”. Me pareció que ese título resumía en un solo enunciado el cambio de mirada que dos generaciones de españoles habían proyectado sobre la guerra civil y sobre las políticas de ellas resultantes.
Así se fraguó la iniciativa de publicar aquel libro que, gracias a sus autores y a las muchas horas de trabajo que Santos López, por Temas de Hoy, dedicó a la edición de los originales, tuvo desde su salida a la calle una magnífica acogida que se ha traducido en numerosas reimpresiones en diversos formatos.