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Elena es una linda mujer de mediana edad, abierta a la vida, receptiva a todo lo que le sucede cada día, que mira a través de unos hermosos ojos claros, que no han sido apagados por las experiencias vividas, y que cada día acude a su despacho de una agencia de viajes, sirviendo de puente entre las dimensiones de lo cotidiano y de lo extraordinario, y al que acudimos en busca de un billete para cambiar de espacio durante un tiempo.
Siempre que me acerco a su oficina siento que lo hago a un cuarto de estar, donde encuentro a una amiga con la que charlar de todo, de forma sincera y profunda. Por eso, nunca la conversación con esta mujer resulta frívola o intrascendente. Ella se muestra espontánea y valiente: habla de ella, de lo que siente, de lo que piensa, y cuando va a hacer alguna confesión que considera trascendente, baja la voz y parece pedir disculpa por si su interlocutora, es decir yo, no está de acuerdo.
Por eso sé que esta separada de la que fue su pareja y padre de sus hijos; que no está de acuerdo con las políticas del PP; que es agnóstica, aunque hizo un pacto con Dios en un momento en que estuvo muy enferma y sus niños eran muy pequeñitos. Le dijo (a Dios) que esperase, que tenía primero que cuidarlos y ayudarles a crecer, después podía llevársela. Es tan fiel a este pacto, que muchas veces le dice (a Dios) que ya puede llevársela porque sus hijos ya están criados, pero no porque a ella se la vea rendida.
Se interesa por todo, sigue todos los acontecimientos, sean locales, nacionales o mundiales. Está muy preocupada por todo lo que sucede y asegura, bajando la voz, que “va a pasar algo muy gordo”. Cuando está haciendo esta afirmación mira para el enorme “mapamundi”, que preside una de las paredes de su despacho, y dice: por eso yo lo lavo bien con frecuencia, a ver si así puedo limpiar, algo, tantos problemas. Y añade, a pesar de lo que se diga... la magia existe y funciona...”
Reflexiones al hilo de esta experiencia
Por el camino de vuelta a casa rumiaba, una vez más, sobre los espacios complices que se crean cuando dos mujeres hablan de sí mismas y de su visión del mundo y de las cosas. Una vez más llego a la conclusión que a las mujeres nos asiste unas visiones y unos sentires sobre la realidad que nos sostiene, y que no sólo no se valoran suficientemente sino que incluso se menosprecian. Entre ellos destacaría: La capacidad de las mujeres para abarcar todas las expresiones de la vida cotidiana e interesarse por cada una de ellas La interpretación que hacen de la realidad, a partir de una perspectiva situada fuera de cualquier poder material El dolor, sincero y solidario, con el que viven los problemas que atañen a todos La permanencia, a pesar de las formas modernas de producción, de una conexión con lo mágico. Esta conexión surge como un guiño de complicidad con la interlocutora... “a pesar de lo que se diga... la magia existe y funciona...” La entrega eficaz, silenciosa y humilde a las tareas diarias, sin el afán de competencia ni de dominio. La eficacia práctica de las mujeres es un don que ha permitido, y que hoy permite, la supervivencia de la especie a pesar de los poderosos vientos en contra. ¡No es poca cosa!