¡Soy autónomo!


Domingo, 1 de Marzo 2015, 17:13 | Leído 26294 veces | 0 comentario(s)


Da gusto ser autónomo. Me acabo de dar cuenta gracias a un amigo.


Por el lado político, tengo la suerte de vivir en el llamado Estado de las Autonomías. Unas Comunidades Autónomas eficientes en las que ya nunca más se van a producir los inadmisibles escándalos de algunos de sus gestores y su extrapolación a todos los ámbitos relacionados con cómo se reparten el dinero público (que es de todos, no de nadie; o sea, mío y suyo, querido lector) una parte de las personas e instituciones más poderosas. Porque las élites más putrefactas de contratistas y adalides de la colaboración público-privada están purgando por sus delitos. Como soy un iconoclasta, confieso que me alegro. Pero, sinceramente, creo que cuando nuestros hijos tengan nuestra edad la situación habrá mejorado mucho. O al menos este es el argumento consolador que les sugiero cuando intuyo que nos echan en cara la sociedad que les íbamos a dejar como herencia. Hace nada era impensable que la justicia procesara a muchas de las personas e instituciones que hoy ocupan las portadas de los medios de comunicación.
 
Por otro lado, trabajo por cuenta propia. Trabajar como autónomo es una maravilla que te permite ser creativo dedicándote libremente a lo que te apasiona. En mi caso, a explorar e impulsar ideas de futuro y cambios en empresas para que la sociedad viva un poco mejor dentro de unos años. Una reinvención continua. Algo que requiere crear necesidades que muchas veces la empresa no se había planteado, con argumentos más basados en la inspiración que en la metodología, el procedimiento y lo inmediatamente cuantificable. Tiene algunos pequeños inconvenientes, pero son menores porque se limitan a lo económico. Por ejemplo, encontrar el nivel de interlocución adecuado para vender a quien puede comprar, tener paciencia con los largos periodos de maduración que siempre requiere lo nuevo o financiar el trabajo considerando que los periodos de pago de una empresa suelen ser directamente proporcionales a su glamour. Insisto, menores si ponemos todo lo demás en el otro plato de la balanza. Aunque mi amigo Carlos me generó un escalofrío esta semana. Ha dejado de trabajar a los 65, porque era autónomo desde los 50 y cada año que trabajara le generaría una rebaja mayor en su pensión pública. Una injusta e ilógica paradoja del sistema, ya que solo computan las cotizaciones sociales de los últimos años. Pero confío en que cambiará pronto la forma de cálculo para no perjudicar al creciente número de compañeros de generación que nos encontraremos en esa situación durante los próximos años. Yo, desde luego, voy a luchar para que evolucione la normativa y seguro que lo conseguimos.
 
Una tercera dimensión es la autonomía personal, según se entiende cuando nos referimos a personas en riesgo de dependencia. Aquí también tengo la suerte de disfrutar de autonomía total, aunque es el tipo de autonomía más frágil y la que seguro que perderé y después disfrutaré durante más años. Solo cuestión de tiempo, porque se ha alargado la esperanza de vida pero no tanto la de vida autónoma. Por eso intento aprender del mundo de la discapacidad, ejemplo continuo de superación personal para muchas personas y familias que nos llevan unos años de ventaja a quienes pensamos que siempre mantendremos un estado físico y de salud como hasta ahora. Recuerdo que, para los mayores, tres cosas hay en la vida. ¿Salud, dinero y amor? Premio con la primera y la tercera. Y premio a quien acierte la segunda.



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