Por nuestros hijos


Domingo, 19 de Enero 2014, 10:54 | Leído 498 veces | 0 comentario(s)


Quizá se está gestando silenciosamente un cambio social de grandes dimensiones. O no. El momento no puede ser mejor. Pero depende de cada uno y de las burbujas en las que vive. Porque “lo común” es de todos y depende de todos.


La cuestión no es tanto qué me da la sociedad como qué le doy yo para que, una vez más, esta crisis sea de nuevo un escenario de renacimiento. ¿No es posible? Se dice que en situaciones excepcionales, lo más razonable es no ser demasiado razonable. Confieso que así lo he vivido en lo profesional y en lo personal, con resultados positivos inimaginables a priori. Una de las opciones es ir impulsando debates sobre los cambios que nos gustarían. Desde tratarlos en nuestras conversaciones y grupos habituales hasta rescatar espacios como los de la añorada “La Clave”. Así será más fácil ir escribiendo en el cuaderno de nuestra vida en vez de leer sobre ella en el periódico.
 
Esbozo a continuación algunas cuestiones para intentar aterrizar.
 
Incorporar contenidos sobre psicología y sociología intergeneracionales en los foros especializados en el futuro
Los principales foros especializados en el futuro de la humanidad abordan grandes temas de la agenda política y económica. Predominan la geoestrategia, la energía, el cambio climático, la tecnología o la macroeconomía. Pero no incluyen exploración alguna sobre las claves que hacen que la constelación de pueblos, comunidades y culturas sean capaces de imaginar utopías como las que generaron las vanguardias y revoluciones históricas ni, mucho menos, el misterio del mundo interior de las personas. Apenas se debate sobre cómo será la evolución de quienes tienen que razonar, sentir y actuar en escenarios aceleradamente cambiantes. Ni, mucho menos, se contempla que lo protagonizarán unas nuevas generaciones que son muy diferentes a las actuales.
 
Apostar por nuevas formas de participación y organización social que complementen al sector público, al privado y al tercer sector
La sociedad es algo más que el sector público, el privado y el tercer sector, que han perdido legitimidad y credibilidad institucional. Una ciudadanía más educada e interconectada está poniendo en marcha nuevas formas de actuación colaborativa que parece que empiezan a ser eficaces en pequeños grupos con la vitalidad de lo nuevo y mucho más dinámicas para facilitar la participación directa de las personas temas de interés común.
 
Vivir con luces largas utópicas, discretas y virales
Nos hemos obsesionado tanto por lo inmediato que no hay espacios para soñar. Los altavoces son para los portavoces políticos, con los empresariales en la sombra, que mueven los hilos de una maraña de comunicadores que tienen el micrófono abierto mientras argumentan a favor del sistema. La discreción del resto, los que históricamente han abierto horizontes, los amigos del futuro, hace que les percibamos como parte de la mayoría silenciosa y discreta.
 
Equilibrar deconstrucción y tradición
Parece que el progreso tiene que ver con encontrar un equilibrio entre lo esencial de un aprendizaje consolidado y la deconstrucción continua. Los avances más disruptivos, incluso los tecnológicos, suelen convivir con ideas tan tradicionales y universales como la búsqueda de la sabiduría vital, la espiritualidad, la felicidad, el amor o la solidaridad.
 
Buscar activamente escenarios improbables
Para crecer hay que interpretar el pasado y aventurar escenarios futuros, pero mucho más ser capaces de reaccionar positivamente ante grandes momentos que siempre llegan por sorpresa. La vida está salpicada de escenarios improbables, que se multiplican cuando salimos de nuestros círculos de confort. Por eso parece enriquecedor buscarlos activamente tanto para ser más creativos como para estar preparados para cuando se presenten.
 
Ser optimista y apostar por el progreso
Aunque el futuro sea complejo e incierto, incluso inimaginable, solo cabe el optimismo tanto desde el ángulo racional como del emocional. La historia está llena de pronósticos pesimistas incumplidos, aún más si son catastrofistas, por lo que vale la pena seguir apostando por el progreso como una tendencia clara si nos mantenemos activos y actuamos con sabiduría.
 
Estamos a tiempo de no ser una generación perdida para los más jóvenes
Los más jóvenes llevan un tiempo desconfiando del sistema institucional, rechazándolo o ignorándolo como no había hecho ninguna generación anterior. Es posible que sientan que no le deben nada ni a algunas instituciones ni a quienes ejercen un anticuado concepto de poder. Y consideran cómplices no solo a su numerosa corte, sino también a quienes tenemos edades parecidas a sus padres, porque nos quejamos en privado pero parecemos sedados en público y no actuamos. Además, hemos diseñado un sistema de bienestar insostenible y les hemos endeudado por muchos años.
 
Con estas ideas o con otras, me gustaría conectar con ellos y que nos recuerden más con una sonrisa que con un reproche. Parece que tendremos tiempo, considerando la edad de jubilación legal que mantenemos a ultranza y la creciente longevidad. Pero será necesaria una buena combinación de sueños, coraje contagioso, persistencia pragmática y un sentido del humor que empiece por caricaturizarnos a nosotros mismos.





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