Restos de la 'casa antigua' (Taller para Pelucas). Deir El Bahari. (c) IEAE
El circo rocoso de la montaña tebana recoge la presencia de importantes restos de templos que datan de la época de la dinastía XI hasta la dinastía XVIII. En general, el lugar parece haber estado especialmente vinculado con el culto de la diosa Hat-Hor, como señora del occidente.
La teología de la diosa Hat-Hor quería reconocer también en ella el aspecto vengativo y cruel del ‘Ojo de Ra’, la terrible leona sedienta de la sangre de los hombres que, desde Nubia, fue atraída por los dioses para que residiera en Egipto, por orden de su padre, Ra.
Los dioses Thot y Shu fueron los encargados de convencer a la diosa leona para que dejara de matar a los hombres y volviera a la Tierra Negra. Para ello, le hablaron de la perfección de la tierra amada y aseguraron a la diosa lejana que se elevarían templos en su favor.
Cuenta el mito solar en la parte que concierne al regreso a Egipto de ‘la diosa lejana’ que Thot dio a probar vino mezclado con hena a la leona y que, ella no pudo resistirse a los mensajeros divinos. Entonces, se formó un cortejo compuesto de monos y enanos grotescos presididos por Bes e Hitys, tocando el arpa y la flauta, y al llegar a los límites de Egipto, junto a Filé, la diosa fue apaciguada y recibida por mujeres con la cabeza coronada de flores que la recibieron a los sones de los sistros y los tambores, cantando y bailando, los sacerdotes colaboraban con ellas con el arpa y la flauta, llevando sobre su espalda gacelas, ofreciendo vasos de vino y cerveza, ramos y coronas de flores, mirra y otras esencias olorosas, quemadas en honor de la diosa.
La leona, purificada por el agua sagrada y el cumplimiento de los ritos de apaciguamiento, se convirtió entonces en la diosa del amor. Se transformó en una mujer de bello rostro, con cabellos peinados en forma de hermosos bucles, ojos resplandecientes, y pecho firme. Después, cuenta la leyenda del ciclo solar en esta parte de su relato que, llegada la diosa a la villa de Tphénis, en la cual se le ofreció el vaso menu, Ra la fijó a su frente, como su úreo, para defenderle.
Este aspecto de vigilante defensora de su padre contra los enemigos hizo de ella una diosa de doble rostro: terrible o afable según los ritos que se le dedicasen.
Los ecos de este mito se encuentran reflejados en los misterios de Hat-Hor celebrados en la Baja Época, en el curso de liturgias nocturnas que se llevaban a cabo en los propileos de los mammisis de los templos.
Los ritos incluían cánticos y música, y participaban en ellos sacerdotisas que llevaban nombres tan sugerentes como ‘las perfectas’, ‘las bellas’ y ‘las que llevan bucles’. La danza y la ebriedad formaban parte de estas ceremonias. Entre los numerosos epítetos que recibió la diosa Hat-Hor estaba el de ‘Señora de los Bucles’, sin duda relacionado con la celebración de estos rituales.
A través de otras informaciones sabemos que, en el Imperio Nuevo hubo muchas damas de rango elevado que debieron participar en estos ritos, en los que se utilizaban tres elementos básicos, el sistro, el collar menat, y las pelucas. La zona de Deir El Bahari, como decíamos más arriba, fue lugar especialmente vinculado a la diosa Hat-Hor.
La forma del circo montañoso evoca a los cuernos de la gran vaca sagrada que representaba a la diosa. La reina Hatshepsut hizo construir dentro del recinto de su templo de millones de años, y adosado en la parte sur del Dyeser-Dyeseru, un santuario dedicado a la diosa Hat-Hor y que no es otra que la propia Hatshepsut divinizada como Hat-Hor.
Probablemente, el culto a la diosa estuvo presente en el circo de Deir El Bahari, incluso desde la época de Montu-Hotep II. Pero, sin duda alguna, cobró auge especial durante los reinados de Hatshepsut y de Thutmosis III.
En Marzo de 1974 la Misión arqueológica Polaca que trabajaba en el templo de Hatshepsut bajo la dirección del Dr. Michalowski se encontraba realizando unas obras para prevenir posibles desprendimientos de la montaña sobre el templo de Montu-Hotep II, cuando localizó los cimientos y restos de dos construcciones en forma circular fabricados originalmente en piedra. Las mismas presentaban estructuras de adobe que conservaban restos de enlucido sobre mortero.
En el interior de las “casas” se produjo un sorprendente hallazgo al localizarse cuatro vasijas de alabastro repletas con restos de todos los materiales necesarios para fabricar pelucas.
Había mechones de pelo humano de varios tamaños, mallas vegetales en forma de casquete, con indicios de inicio de tejido de una peluca y cordones vegetales en forma de guirnalda, de los que colgaban hileras de mechones de pelo, trabajado en forma de rastas de pequeño tamaño; también había cuchillos de sílex, agujas para ayudar a tejer el cabello, adornos, y numerosas bandas de lino de diferentes tamaños.
Algunos de estos fragmentos de tela terminaban en flecos. El resto de los hallazgos consistían en restos de pigmentos, materiales jabonosos, y huesos de Balanites aegyptiaca perforados, cuyo aceite se utilizaba para ungir y perfumar el cabello. Entre los restos descubiertos destacaba una especie de maniquí cerámico, imitando la forma de una cabeza humana, sin duda, utilizable para manipular pelucas.
A la vista de todos estos hallazgos el Profesor Michalowski llegó a la conclusión de que se trataba de las dependencias de un taller para la fabricación de pelucas que debió haber estado funcionando al menos, desde la dinastía XII hasta el comienzo del reinado en solitario del Thutmosis III.
Dicho taller habría sido desmontado y removido de su lugar original cuando se despejó la zona a efectos de construir la plataforma artificial sobre la que iría parcialmente apoyado el templo funerario de Thutmosis III en Deir El Bahari, que recibiría el nombre de Dyeser-Ajet. Resulta obvio que el citado taller y sus manufacturas, las pelucas, estaban íntimamente vinculados con el culto que allí se daba a la diosa Hat-Hor. Su finalidad era proveer de pelucas a las sacerdotisas que practicaban los cultos hathóricos.
Los trabajos de la Misión arqueológica española en Deir El Bahari
Desde el año 2003, el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto ha llevado a cabo, bajo la Dirección del Dr. Francisco J. Martín Valentín y mía, dentro de los trabajos del Proyecto Sen-en-Mut (TT 353), la excavación y restauración del área existente entre el talud oeste de la calzada de acceso al templo de Hatshepsut y el límite de la meseta que corona la pared occidental de la hondonada llamada ‘la cantera’, donde se abre el acceso al hipogeo de Sen-en-Mut (TT 353).
En dicho lugar se encuentran los restos de una construcción, llamada en los informes de Winlock, ‘la vieja casa’, cuya funcionalidad no estaba asignada hasta el presente momento.
Dentro del desarrollo de los trabajos de exploración del área objeto de nuestra concesión, correspondió durante la campaña del año 2007 abordar el sector noroeste de la meseta en el que se incluían los restos de la citada edificación.
Las tareas de excavación y remoción de materiales allí acumulados, necesarias para construir un muro de refuerzo perimetral del yacimiento que, a la vez estableciera una sólida protección de los restos del edificio, entregaron numerosos restos consistentes en semillas perforadas de la planta Balanites aegyptiaca, mechones de pelo, amuletos, numerosas cordones vegetales trenzados, así como numerosos restos de bandas de lino de muy buena calidad, así como otros materiales en todo semejantes a los descubiertos por el Profesor Michalowski en 1974 entre los restos del templo funerario de Thutmosis III en Deir El Bahari.
Después de la excavación de los restos de ‘la vieja casa’ de Winlock se pudo concluir que la misma había sufrido una modificación, a partir del estado original de su construcción, llevada a cabo de una sola vez, tal como lo demuestra la existencia de una plataforma única sobre la que se alzó el resto de la edificación.
La planta del edificio muestra que consta al menos, de tres habitaciones y un área central de distribución. La entrada de la vivienda, da paso a una habitación, dispuesta en la parte sur del edificio y que posee forma semicircular. El material de construcción consistente en bloques irregulares de piedra caliza, aparejados con mortero de barro y de yeso, indican en todo un marcado paralelismo con el edificio hallado por Michalowsky. En el exterior del dintel de acceso al recinto, y en otros de los paramentos interiores, se conservan restos de enlucido de mortero con estuco, idénticos a los de la construcción citada.
La habitación central así como la habitación C estaban dotadas con huecos para ventanas, situados aproximadamente a 60 cm del suelo. En el suelo del espacio de distribución interior se muestran los restos de un hueco para albergar la basa de una pequeña columna central.
Junto a la habitación semicircular, existen los restos de un hueco excavado en el suelo, de forma redondeada quizás destinado a servir de acomodo para una gran vasija donde depositar líquidos, análogo a los que existen en las casas de Deir el Medina.
Englutido en la edificación de la casa y utilizado como soporte para la construcción del muro en su parte oeste, destaca el resto de un gran fragmento de estatuaria, encastrado en el suelo. Winlock lo calificó como el probable resto de alguna estatua de Hatshepsut, entre los muchos fragmentos arrojados a la cantera durante la persecución de la memoria de la reina, después de la finalización de su reinado, a partir del año 40 del de Thutmosis III.
Este dato nos informaría acerca de la cronología de la edificación que, por tal razón, y por estar su muro oeste situado prácticamente sobre el depósito de fundación nº 2 de la TT 353, habría de ser datada como posterior al reinado de Hatshepsut.
Si poseemos la fecha aproximada ‘post quem’, el año 22 de Thutmosis III, el último en que se cita a Hatshepsut en los documentos, y sabemos que la ‘ante quem’ debió ser en los años de los preparativos del Dyeser-Ajet de Thutmosis III, lo que sabemos sucedió durante el año 43 del rey, tenemos la certidumbre de que la vieja casa se edificó entre dichas fechas.
La razón para construir este edificio, de características prácticamente idénticas a las de los encontrados por Michalowsky entre las ruinas del templo de Thutmosis III, no habría sido otra que dotar al clero que debía seguir desarrollando el culto a la diosa Hat-Hor en aquel lugar, del edificio que albergase el taller de pelucas que se había desmantelado para obtener espacio para la construcción del Dyeser-Ajet.
Los restos de los materiales necesarios para elaborar las pelucas, hallados en nuestras excavaciones, prácticamente junto a la casa y en los niveles más inferiores de los sedimentos removidos, prácticamente a la altura de la misma, confirman los indicios de la funcionalidad del edificio. Por otra parte la escasa distancia de la ‘casa’ respecto de la zona sagrada de Hat-Hor, unos trescientos metros, hace muy verosímil tal asignación, desde un punto de vista logístico.
Teresa Bedman
Co-Directora del Proyecto Sen-en-Mut (TT 353)