El año 2002 se dio a conocer el hallazgo realizado por el equipo de arqueólogos del Instituto Europeo de Arqueología Submarina de Franck Goddio en colaboración con el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, en la bahía de Abukir consistente en los restos de dos importantes ciudades desaparecidas en el mar hace 1.200 años.
Se trataba de Canopus y una de sus barriadas, llamada Menuthis, y de otra destacada metrópoli conocida en los textos clásicos como Herakleion.
Según la opinión de técnicos de la Universidad de Stanford, estas ciudades fueron destruídas como consecuencia de una serie de terremotos y maremotos que asolaron las costas egipcias a causa del nacimiento de una grieta surgida en la falla marina que iba desde Sicilia hasta El Cairo.
El proceso de su desaparición no debió ser repentino, puesto que sabemos por las fuentes escritas que, al menos, hubo 34 terremotos en la zona del norte de Africa, entre el 320 y el 1303 de C., siendo el más riguroso de ellos el sufrido en el 365. Con el tiempo la costa se fue hundiendo y las ciudades existentes a lo largo de ella se fueron derrumbando y cayendo bajo el empuje de las olas, siendo gradualmente enterradas por el limo que todos los años depositaban las crecidas del Nilo.
No obstante, alguno de los hallazgos parecen indicar que, en el caso Herakleion, el abandono de la ciudad se llevó a cabo de modo precipitado.
De hecho, las más recientes investigaciones comunicadas en su día aclaran que, en realidad, la ciudad de Herakleion probablemente se hundió en el mar mucho antes que Canopus.
En todo caso sabemos que estas poblaciones estuvieron ubicadas en lo que una vez fue la desembocadura del brazo Canópico del Nilo, la cual desapareció a causa de repetidos fenómenos sísmicos.
La parte más importante de la destrucción de las ciudades pudo producirse, según la tesis más verosímil, hacia los siglos VII-VIII, es decir, después de la conquista de Egipto por los árabes, aunque entre los restos encontrados en Canopus hay monedas de oro del periodo Ayyubí (1117-1150 de C), lo que avalaría la idea de que el hundimiento completo de los restos de las ciudades y su abandono final debieron producirse bastante más tarde.
Las Leyendas de Canopus y Herakleion
La mitología griega cuenta que el rey espartano Menelao hizo alto en la ciudad de Herakleion cuando regresaba desde Troya con Helena. Entonces, Canopus, el timonel que gobernaba su barco, fue mordido por una serpiente venenosa y como consecuencia de ello se transformó en un ser divino.
Por tal razón Canopus y Menuthis, su esposa, fueron inmortalizados fundándose las poblaciones que llevaron sus nombres.
Por su parte, el viajero griego Heródoto escribió en su libro Euterpe cómo Helena y Paris, fugitivos de Troya fueron rechazados a las puertas de Egipto por un mítico personaje llamado Thonis, encargado de vigilar la entrada de los extranjeros por la llamada ‘Boca Canópica’ del Nilo.
Más tarde, Diodoro de Sicilia aclararía a la posteridad que este Thonis de Heródoto era, en realidad, el nombre del centro comercial egipcio que comunicaba en la Boca Canópica con el ‘mar de los griegos’ que, en la lengua de los faraones se denominó Ta-Hone. En realidad una población portuaria que, en el Decreto de Canopo recibía el nombre griego de Herakleion.
La mítica urbe contaba con un gran templo, relatan los textos, dedicado al dios Herakles (el Hércules latino). Para explicar la presencia de este monumento los cronistas clásicos nos contaron la historia a su modo.
Diodoro relata que en una ocasión en la que las aguas del Nilo crearon una gran ola que rompió todos los diques de contención, Hércules consiguió frenarla y conducir al río a su cauce por lo que, en gratitud, el pueblo le erigió en aquél lugar un templo y llamó a la ciudad Herakleion. Para ellos Amón era Zeus y Jonsu, Hércules.
Un poco de historia
Los reyes egipcios de la dinastía XXVI, saíta, habían autorizado, alrededor del 570 a. de C. asentamientos griegos de mercenarios milesios y carios en la zona del Delta, relativamente cerca del emplazamiento de la futura Alejandría. La capital de estas poblaciones fue Naukratis, cuyo nombre egipcio fue Na-Keredye.
La entrada a Egipto estaba en aquéllos tiempos absolutamente prohibida a los extranjeros y solo se permitían contactos regulares en puntos de tráfico comercial perfectamente establecidos por la administración faraónica. Dos de ellos fueron Canopus y Herakleion, cuyos nombres egipcios fueron Pe-Guti y Ta-Hone, respectivamente.
Ambas, situadas a poco más de cinco kilómetros de distancia entre sí, estuvieron ubicadas en el brazo canópico de la desembocadura del río Nilo, y, ambas, tuvieron sus orígenes en los tiempos del Imperio Nuevo (hacia el 1580 a. de C.).
Realmente fueron dos emporios comerciales, en el caso de Herakleion con importantes instalaciones portuarias, que estaban rodeados de numerosas casas y contaban con grandes santuarios.
En el caso de Canopus los templos se sabe que estuvieron dedicados a la diosa Isis, cuyo lugar sagrado estaba construido en un barrio de la ciudad llamado Menuthis, y los dioses Osiris y Serapis; en Herakleion se alzaban los dedicados al dios Amon-Guereb, que otorgaba la legitimidad al faraón para regir Las Dos Tierras y al dios Jonsu; ambos estaban dotados con estatuas y con los demás elementos habitualmente existentes en un recinto religioso egipcio.
Ambas ciudades fueron desbancadas por la esplendente Alejandría que, fundada en el 331 a. C., captó toda la riqueza comercial de los demás puertos egipcios del Mediterráneo.
Los hallazgos
Los restos encontrados en las dos campañas dadas a conocer hasta ahora han sido de suma importancia y han establecido la identificación sin género de dudas de las dos importantes ciudades egipcias de las que nos hablaban los viajeros grecorromanos.
El naos de los decanes
En los momentos iniciales el equipo de Franck Goddio halló en Canopus un importantísimo fragmento de un monumento que fue inmediatamente identificado. Se trataba de una capilla de granito negro llamada por los egiptólogos ‘el naos de los decanes’.
La parte superior fue hallada en la playa de la bahía de Abukir en 1776 por los integrantes de la Expedición francesa a Egipto y hoy se exhibe en el Museo del Louvre. Otra parte fue descubierta en 1934 y recuperada en 1940 por el arqueólogo turco, príncipe Omar Tusson, y hoy forma parte de los fondos del Museo Greco-Romano de Alejandría.
Finalmente, la nueva porción encontrada contiene numerosas inscripciones que facilitan gran información sobre los conocimientos que en materia de calendario y astrología poseían los egipcios.
La capilla, construida por orden del rey Nectanebo I (380-362 a. C.), llevaba textos e imágenes de las estrellas que gobernaban el cielo nocturno a lo largo del año egipcio. Con estas imágenes e inscripciones se representaba el calendario anual de 36 decanes o periodos de 10 días, la semana de los antiguos egipcios.
Estos periodos de diez días estaban marcados en su inicio y en su conclusión por la aparición y desaparición en el cielo nocturno de las estrellas conocidas como ‘los decanes’.
La ciudad de Canopus también entregó a los arqueólogos otros restos de gran importancia tales como un torso de una diosa Isis de tamaño natural vestida con una sugerente túnica de increíbles pliegues, una monumental cabeza de mármol del dios Serapis, o una magnífica cabeza de un faraón desconocido, quizá de época ptolemaica, esculpida en granito negro.
La Estela de Herakleion-Thonis.
Durante la campaña del 2000-2001 la misión arqueológica francesa de Goddio y el Servicio de Antigüedades de Egipto han dedicado sus trabajos preferentemente a la zona de Herakleion. De hecho, las prospecciones, concentradas en un área de unos 80.000 metros cuadrados, han entregado una enorme cantidad de hallazgos.
El más importante de ellos parece haber sido una gran estela prácticamente idéntica a la conocida como ‘Estela de Naukratis’, hoy en el Museo Egipcio de El Cairo, que fue encontrada durante la campaña de 1899 por el arqueólogo británico D. G. Hogarht en la localidad de Kom Gaif.
La ciudad de Naukratis estaba situada en la orilla este de la boca canópica del Nilo, a pocos kilómetros de la ciudad de Sais, y la estela estuvo erigida en el recinto del templo de Neith de dicha ciudad.
Esculpida en un bloque de granito negro, mide 1,58 m. de alto por 0.68 de ancho y en el cintro, bajo el disco solar alado, se ve representado al rey Nectanebo I ofreciendo en dos registros simétricos, a la diosa Neith entronizada, un collar de oro y alimentos.
El documento está fechado exactamente en el año 1, cuarto mes del verano, día trece del reinado de Nectanebo I (hacia el mes de noviembre del 380 a. C.) y recoge la creación del pago de un impuesto del diez por ciento del oro, plata y madera en bruto o trabajada que viniera del llamado ‘mar de los griegos’, así como de todas las cosas a favor del dominio del rey en la ciudad, y otro diez por ciento de los mismos artículos, salvo la madera, que se manufacturasen en Naukratis, a favor de la diosa Neith.
La ‘estela de Herakleion-Thonis’, difiere de la de Naukratis solamente en la mención del lugar al que cada ejemplar de este decreto real iba destinado para ser erigido.
Si la segunda se ordenaba fuera colocada en ‘Naukratis, en la orilla de Anu’ , la ahora encontrada refleja que debería ser erigida en ‘la entrada del mar de los griegos’, es decir, en el puerto de Herakleion.
El gran templo de Amon-Guereb y de Jonsu-Herakles.
Otro importante hallazgo llevado a cabo en Herakleion ha sido un magnífico naos hecho sobre un solo bloque de granito rosa, según todos los indicios epigráficos y en opinión del Profesor Jean Yoyotte, perteneciente al periodo ptolemaico, aunque su factura recuerda enormemente al naos del templo de Edfu, construido por orden de Nectanebo II.
El hallazgo, ubicado cerca del antiguo muelle, se encuentra entre los restos del gran templo de Ta-Hone dedicado principalmente al dios Zeus-Amon Guereb y a su hijo el dios Herakles-Jonsu, cuyo nombre era La-Casa-de-Amon-Guereb-en-la-boca-de-Ta-Hone.
Muy cerca se han hallado también, al menos, tres colosales estatuas de granito rosa que representan al dios Hapy, el Nilo divinizado, y a un rey y una reina, por el momento, no identificados.
Las futuras excavaciones del recinto del gran templo entregarán seguramente gran cantidad de restos de sumo interés puesto que, de momento, han librado a los arqueólogos gran cantidad de piezas tales como alcuzas de bronce, monedas de oro y numerosas piezas de joyería datables a finales del siglo I a. C.
Los restos de diez barcos hundidos posiblemente durante la época greco-egipcia, prueban como mudos testigos la gran actividad portuaria que Herakleion debió alcanzar antes de ser sustituida por la gran Alejandría.
En suma, las ciudades sumergidas de Herakleion y Canopus aún continuarán desvelándonos sus secretos en el futuro.
A pesar de ello, por el momento, todo invita a pensar en la existencia bajo el mar, en la costa mediterránea de Egipto, de más ciudades hundidas en el agua y en la bruma de los tiempos que todavía duermen a la espera de su descubridor.
Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman
Egiptólogos
Para saber más:
Diodoro Sículo.- Bibliotheca Historica. Libro I.
Erman, A. y Wilcken, U. ‘ Die Naukratisstele’. ZÄS, 38 (1900), 127-135.
Goddio, F.- Project Abukir. Mission Reports Summary 1999-2001.
Heródoto.- Los Nueve libros de la Historia. Libro II, Euterpe.
Homero.- La Ilíada.
Lichtheim, M. Ancient Egyptian Literature. III, 86-89. 1980.
Se trataba de Canopus y una de sus barriadas, llamada Menuthis, y de otra destacada metrópoli conocida en los textos clásicos como Herakleion.
Según la opinión de técnicos de la Universidad de Stanford, estas ciudades fueron destruídas como consecuencia de una serie de terremotos y maremotos que asolaron las costas egipcias a causa del nacimiento de una grieta surgida en la falla marina que iba desde Sicilia hasta El Cairo.
El proceso de su desaparición no debió ser repentino, puesto que sabemos por las fuentes escritas que, al menos, hubo 34 terremotos en la zona del norte de Africa, entre el 320 y el 1303 de C., siendo el más riguroso de ellos el sufrido en el 365. Con el tiempo la costa se fue hundiendo y las ciudades existentes a lo largo de ella se fueron derrumbando y cayendo bajo el empuje de las olas, siendo gradualmente enterradas por el limo que todos los años depositaban las crecidas del Nilo.
No obstante, alguno de los hallazgos parecen indicar que, en el caso Herakleion, el abandono de la ciudad se llevó a cabo de modo precipitado.
De hecho, las más recientes investigaciones comunicadas en su día aclaran que, en realidad, la ciudad de Herakleion probablemente se hundió en el mar mucho antes que Canopus.
En todo caso sabemos que estas poblaciones estuvieron ubicadas en lo que una vez fue la desembocadura del brazo Canópico del Nilo, la cual desapareció a causa de repetidos fenómenos sísmicos.
La parte más importante de la destrucción de las ciudades pudo producirse, según la tesis más verosímil, hacia los siglos VII-VIII, es decir, después de la conquista de Egipto por los árabes, aunque entre los restos encontrados en Canopus hay monedas de oro del periodo Ayyubí (1117-1150 de C), lo que avalaría la idea de que el hundimiento completo de los restos de las ciudades y su abandono final debieron producirse bastante más tarde.
Las Leyendas de Canopus y Herakleion
La mitología griega cuenta que el rey espartano Menelao hizo alto en la ciudad de Herakleion cuando regresaba desde Troya con Helena. Entonces, Canopus, el timonel que gobernaba su barco, fue mordido por una serpiente venenosa y como consecuencia de ello se transformó en un ser divino.
Por tal razón Canopus y Menuthis, su esposa, fueron inmortalizados fundándose las poblaciones que llevaron sus nombres.
Por su parte, el viajero griego Heródoto escribió en su libro Euterpe cómo Helena y Paris, fugitivos de Troya fueron rechazados a las puertas de Egipto por un mítico personaje llamado Thonis, encargado de vigilar la entrada de los extranjeros por la llamada ‘Boca Canópica’ del Nilo.
Más tarde, Diodoro de Sicilia aclararía a la posteridad que este Thonis de Heródoto era, en realidad, el nombre del centro comercial egipcio que comunicaba en la Boca Canópica con el ‘mar de los griegos’ que, en la lengua de los faraones se denominó Ta-Hone. En realidad una población portuaria que, en el Decreto de Canopo recibía el nombre griego de Herakleion.
La mítica urbe contaba con un gran templo, relatan los textos, dedicado al dios Herakles (el Hércules latino). Para explicar la presencia de este monumento los cronistas clásicos nos contaron la historia a su modo.
Diodoro relata que en una ocasión en la que las aguas del Nilo crearon una gran ola que rompió todos los diques de contención, Hércules consiguió frenarla y conducir al río a su cauce por lo que, en gratitud, el pueblo le erigió en aquél lugar un templo y llamó a la ciudad Herakleion. Para ellos Amón era Zeus y Jonsu, Hércules.
Un poco de historia
Los reyes egipcios de la dinastía XXVI, saíta, habían autorizado, alrededor del 570 a. de C. asentamientos griegos de mercenarios milesios y carios en la zona del Delta, relativamente cerca del emplazamiento de la futura Alejandría. La capital de estas poblaciones fue Naukratis, cuyo nombre egipcio fue Na-Keredye.
La entrada a Egipto estaba en aquéllos tiempos absolutamente prohibida a los extranjeros y solo se permitían contactos regulares en puntos de tráfico comercial perfectamente establecidos por la administración faraónica. Dos de ellos fueron Canopus y Herakleion, cuyos nombres egipcios fueron Pe-Guti y Ta-Hone, respectivamente.
Ambas, situadas a poco más de cinco kilómetros de distancia entre sí, estuvieron ubicadas en el brazo canópico de la desembocadura del río Nilo, y, ambas, tuvieron sus orígenes en los tiempos del Imperio Nuevo (hacia el 1580 a. de C.).
Realmente fueron dos emporios comerciales, en el caso de Herakleion con importantes instalaciones portuarias, que estaban rodeados de numerosas casas y contaban con grandes santuarios.
En el caso de Canopus los templos se sabe que estuvieron dedicados a la diosa Isis, cuyo lugar sagrado estaba construido en un barrio de la ciudad llamado Menuthis, y los dioses Osiris y Serapis; en Herakleion se alzaban los dedicados al dios Amon-Guereb, que otorgaba la legitimidad al faraón para regir Las Dos Tierras y al dios Jonsu; ambos estaban dotados con estatuas y con los demás elementos habitualmente existentes en un recinto religioso egipcio.
Ambas ciudades fueron desbancadas por la esplendente Alejandría que, fundada en el 331 a. C., captó toda la riqueza comercial de los demás puertos egipcios del Mediterráneo.
Los hallazgos
Los restos encontrados en las dos campañas dadas a conocer hasta ahora han sido de suma importancia y han establecido la identificación sin género de dudas de las dos importantes ciudades egipcias de las que nos hablaban los viajeros grecorromanos.
El naos de los decanes
En los momentos iniciales el equipo de Franck Goddio halló en Canopus un importantísimo fragmento de un monumento que fue inmediatamente identificado. Se trataba de una capilla de granito negro llamada por los egiptólogos ‘el naos de los decanes’.
La parte superior fue hallada en la playa de la bahía de Abukir en 1776 por los integrantes de la Expedición francesa a Egipto y hoy se exhibe en el Museo del Louvre. Otra parte fue descubierta en 1934 y recuperada en 1940 por el arqueólogo turco, príncipe Omar Tusson, y hoy forma parte de los fondos del Museo Greco-Romano de Alejandría.
Finalmente, la nueva porción encontrada contiene numerosas inscripciones que facilitan gran información sobre los conocimientos que en materia de calendario y astrología poseían los egipcios.
La capilla, construida por orden del rey Nectanebo I (380-362 a. C.), llevaba textos e imágenes de las estrellas que gobernaban el cielo nocturno a lo largo del año egipcio. Con estas imágenes e inscripciones se representaba el calendario anual de 36 decanes o periodos de 10 días, la semana de los antiguos egipcios.
Estos periodos de diez días estaban marcados en su inicio y en su conclusión por la aparición y desaparición en el cielo nocturno de las estrellas conocidas como ‘los decanes’.
La ciudad de Canopus también entregó a los arqueólogos otros restos de gran importancia tales como un torso de una diosa Isis de tamaño natural vestida con una sugerente túnica de increíbles pliegues, una monumental cabeza de mármol del dios Serapis, o una magnífica cabeza de un faraón desconocido, quizá de época ptolemaica, esculpida en granito negro.
La Estela de Herakleion-Thonis.
Durante la campaña del 2000-2001 la misión arqueológica francesa de Goddio y el Servicio de Antigüedades de Egipto han dedicado sus trabajos preferentemente a la zona de Herakleion. De hecho, las prospecciones, concentradas en un área de unos 80.000 metros cuadrados, han entregado una enorme cantidad de hallazgos.
El más importante de ellos parece haber sido una gran estela prácticamente idéntica a la conocida como ‘Estela de Naukratis’, hoy en el Museo Egipcio de El Cairo, que fue encontrada durante la campaña de 1899 por el arqueólogo británico D. G. Hogarht en la localidad de Kom Gaif.
La ciudad de Naukratis estaba situada en la orilla este de la boca canópica del Nilo, a pocos kilómetros de la ciudad de Sais, y la estela estuvo erigida en el recinto del templo de Neith de dicha ciudad.
Esculpida en un bloque de granito negro, mide 1,58 m. de alto por 0.68 de ancho y en el cintro, bajo el disco solar alado, se ve representado al rey Nectanebo I ofreciendo en dos registros simétricos, a la diosa Neith entronizada, un collar de oro y alimentos.
El documento está fechado exactamente en el año 1, cuarto mes del verano, día trece del reinado de Nectanebo I (hacia el mes de noviembre del 380 a. C.) y recoge la creación del pago de un impuesto del diez por ciento del oro, plata y madera en bruto o trabajada que viniera del llamado ‘mar de los griegos’, así como de todas las cosas a favor del dominio del rey en la ciudad, y otro diez por ciento de los mismos artículos, salvo la madera, que se manufacturasen en Naukratis, a favor de la diosa Neith.
La ‘estela de Herakleion-Thonis’, difiere de la de Naukratis solamente en la mención del lugar al que cada ejemplar de este decreto real iba destinado para ser erigido.
Si la segunda se ordenaba fuera colocada en ‘Naukratis, en la orilla de Anu’ , la ahora encontrada refleja que debería ser erigida en ‘la entrada del mar de los griegos’, es decir, en el puerto de Herakleion.
El gran templo de Amon-Guereb y de Jonsu-Herakles.
Otro importante hallazgo llevado a cabo en Herakleion ha sido un magnífico naos hecho sobre un solo bloque de granito rosa, según todos los indicios epigráficos y en opinión del Profesor Jean Yoyotte, perteneciente al periodo ptolemaico, aunque su factura recuerda enormemente al naos del templo de Edfu, construido por orden de Nectanebo II.
El hallazgo, ubicado cerca del antiguo muelle, se encuentra entre los restos del gran templo de Ta-Hone dedicado principalmente al dios Zeus-Amon Guereb y a su hijo el dios Herakles-Jonsu, cuyo nombre era La-Casa-de-Amon-Guereb-en-la-boca-de-Ta-Hone.
Muy cerca se han hallado también, al menos, tres colosales estatuas de granito rosa que representan al dios Hapy, el Nilo divinizado, y a un rey y una reina, por el momento, no identificados.
Las futuras excavaciones del recinto del gran templo entregarán seguramente gran cantidad de restos de sumo interés puesto que, de momento, han librado a los arqueólogos gran cantidad de piezas tales como alcuzas de bronce, monedas de oro y numerosas piezas de joyería datables a finales del siglo I a. C.
Los restos de diez barcos hundidos posiblemente durante la época greco-egipcia, prueban como mudos testigos la gran actividad portuaria que Herakleion debió alcanzar antes de ser sustituida por la gran Alejandría.
En suma, las ciudades sumergidas de Herakleion y Canopus aún continuarán desvelándonos sus secretos en el futuro.
A pesar de ello, por el momento, todo invita a pensar en la existencia bajo el mar, en la costa mediterránea de Egipto, de más ciudades hundidas en el agua y en la bruma de los tiempos que todavía duermen a la espera de su descubridor.
Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman
Egiptólogos
Para saber más:
Diodoro Sículo.- Bibliotheca Historica. Libro I.
Erman, A. y Wilcken, U. ‘ Die Naukratisstele’. ZÄS, 38 (1900), 127-135.
Goddio, F.- Project Abukir. Mission Reports Summary 1999-2001.
Heródoto.- Los Nueve libros de la Historia. Libro II, Euterpe.
Homero.- La Ilíada.
Lichtheim, M. Ancient Egyptian Literature. III, 86-89. 1980.