El dios Thot purificando al oficiante. Templo de Debod. Foto IEAE
En modo alguno puede negarse que todas las escenas podrían clasificarse en una suerte de catálogo canónico utilizado con carácter general; por ejemplo, en todos encontraremos al rey ofreciendo Maat a la divinidad, las invocaciones a la divinidad, las ofrendas de alimentos sólidos o líquidos, el soberano tañendo los sistros, o la escena de ofrenda de los collares.
Sin embargo, el ritmo de su presentación, sus interrelaciones, los tocados ceñidos en la cabeza del rey, el orden de las escenas con los juegos simbólicos de los puntos cardinales, u otras variables, utilizadas de modo aleatorio por los sacerdotes diseñadores, hacen de cada templo un conjunto diferente, de modo que se puede afirmar, en el sentido que se deja dicho, que no se hallarán en todo Egipto dos templos idénticos, ni siquiera parecidos entre sí.
De tal modo, cada uno de ellos constituye un compendio teológico con sus particulares instrucciones rituales y litúrgicas, netamente diferenciado de cualquier otro.
Se trataba de una oración individualizada e inconfundible, elaborada con la intención específica de su ordenante, y en función de su concreta vinculación al principio sagrado del lugar en el que dicho edificio se alzaría.
Sin embargo, en todos los templos egipcios había de recogerse en sus muros la representación las acciones rituales elementales que hicieran al recinto sagrado útil para el fin que había sido concebido.
Desde tal perspectiva sinóptica, los investigadores han clasificado en doce apartados las acciones rituales básicas del culto divino diario en el templo egipcio:
1. La purificación del rey (o del sacerdote) y del santuario, al amanecer.
2. La apertura del naos y el despertar del dios.
3. El apaciguamiento del dios por la música y el incienso.
4. El abrazo ritual de la estatua divina.
5. La recitación de himnos de adoración.
6. La presentación de las ofrendas alimenticias líquidas.
7. La presentación de las ofrendas alimenticias sólidas.
8. La ofrenda de Maat a la divinidad.
9. La limpieza y aseo rituales de la estatua del dios.
10. La presentación de vestidos, unciones con los ungüentos, aceites, perfumes.
11. La ofrenda de insignias y de joyas.
12. La última serie de purificaciones.
Pues bien, en la Capilla de Adijalamani, en Debod, todas las partes litúrgicas de ese rito son perfectamente identificables. Si examinamos las escenas que cubren sus paredes interiores percibiremos un esquema ordenado con una intención bien determinada.
En primer término, se advierte el viaje ritual y de transformación del rey, desde su entrada en el santuario hasta su llegada al fondo, el lugar donde se ubicaban las estatuas divinas.
Este ‘ascenso místico’ hacia el santuario, siguiendo el curso solar, desde el Este hacia el Oeste, acogido por la divinidad, desembocaría, después de la experimentación de los ritos teogámicos de su renacimiento como ‘infante divino’, en la identificación del soberano como hijo carnal del dios Amón de Debod y de la diosa Isis-Hesat/Mut de Filé.
En segundo término, observaremos la distribución de los espacios sagrados de la Capilla en su ideal división longitudinal, en una clara evocación mística y simbólica del Norte y el Sur.
El Sur, lugar de procedencia de los reyes meroítas, amparado por las divinidades que lo representan, y el Norte, el lugar prometido por Amón a los soberanos de Kush para reinar en el Alto y en Bajo Egipto: su destino como hijos elegidos del dios Amón del Dyebel Barkal, en Napata.
En este universo cerrado se puede percibir también la presencia de todos los actos litúrgicos necesarios para que el faraón Adijalamani, como sacerdote/oficiante, pudiera propiciar a las divinidades que fueron sido seleccionadas para proteger su caminar como rey del Alto y del Bajo Egipto y como hijo carnal de los propios dioses tutelares de la Capilla.
Veamos el primer apartado del rito:
La purificación del rey (o del sacerdote) y del santuario, al amanecer, (Realizada con fumigaciones y aspersiones con aguas lustrales).
En el templo de Debod están representados los dioses Thot y Horus, en la mitad Norte y Sur del muro Este, respectivamente, junto a la puerta de acceso a la Capilla, haciendo la purificación del oficiante con aguas lustrales vertidas desde sendas vasijas kebeh y con los siguientes textos:
Dice el dios Thot:
'[Tu purificación, (es mi purificación y recíprocamente).... [palabras dichas por Thot]...... el Hijo de Ra, [Adijalamani eternamente viviente, amado de Isis] (es purificado) con el agua de vida y de fuerza salida [del centro de] la Gruta del Nun, en Biga eternamente...
Dice la inscripción del dios Horus:
'Tu purificación (es mi purificación y recíprocamente)....Palabras dichas por Horus...el rey del Alto y del Bajo Egipto, el señor de las Dos Tierras ‘(aquél que es) la imagen de Ra, el elegido de los dioses’. (Él) (es purificado) con el agua de vida y fuerza salida de las dos cavernas, [venida desde] Set-Nebet. La iniquidad y el mal están limpios y no existen. Yo te doy toda vida y toda fuerza, toda salud, eternamente.’
La escena de la purificación del rey-oficiante es un elemento clásico en la escenografía templaria egipcia. En el relieve existente en la ‘Capilla de la Barca’ de Filipos Arrhideos, en el templo de Amón, en Karnak, los textos dicen: ‘Thot, el señor de las divinas palabras, da toda vida, toda estabilidad, toda fuerza. (Él dice):Tu purificación es mi purificación, y recíprocamente. Filipos Arrhideos. Horus de Edfú da toda vida, toda estabilidad, toda fuerza. (Él dice): Tu purificación es mi purificación, y recíprocamente.’
En el templo de Horus en Edfú las purificaciones del oficiante durante el servicio diario, ceremonias que era imprescindible realizar antes de cada entrada en el recinto sagrado, se hacían con toda probabilidad en las aguas del Lago Sagrado.
Sin embargo, para Debod no tenemos esa constancia arqueológica, puesto que no hay documentados restos de la existencia del Lago Sagrado adscrito al templo.
Pero, cabe pensar, bien que debería existir algún lugar alternativo que no conocemos para realizar las abluciones y las purificaciones rituales prescritas, o bien, que las purificaciones del rey-sacerdote se practicaban antes de entrar en el templo para realizar cualquier ceremonia.
El rey, en estos casos, era purificado por dos sacerdotes que, debidamente vestidos para ello, representaban los papeles de Horus y de Thot, o de Horus y de Seth, en otros casos.
Esta purificación, que tenía lugar en la ‘Casa de la Mañana’ consistía, cuando se hacía de modo completo, en una aspersión con agua al rey que, en ocasiones, llevaba natrón diluido, una fumigación del soberano con incienso y la presentación al rey del mismo material (natrón) para masticar, para de este modo, limpiar su boca. También se le ofrecía comida y bebida.
El agua llamada en los textos ‘agua de vida y buena fortuna’ y ‘aquélla que renueva la vida’ era extraída del lago sagrado. La purificación, además de limpiar al faraón le imbuía de las cualidades divinas; también se supone que le reconstituía tal y como parece desprenderse de alguna de las fórmulas que se recitaban durante la ceremonia purificadora.
Este rito tenía mucho que ver con las ceremonias funerarias de purificación del difunto.
Probablemente, en situaciones ordinarias, el rey simplemente se lavaba las manos después de haber sido ligeramente rociado con agua por los dos sacerdotes purificadores.
Las fumigaciones con incienso, sin embargo, se harían de modo habitual. En las escenas de los templos dedicadas a esta parte del rito, se dice del rey que ‘..tiene las manos puras cuando realiza las ceremonias.’
La importancia de estas purificaciones preliminares era suprema.
Por medio de ellas, el rey-sacerdote, se convertía en un verdadero dios consagrado por los ritos que en realidad eran los de los dioses y los de los difuntos divinizados.
También desde este momento, poseía el nombre y los poderes de los dioses, en particular la fuerza creadora por medio de la voz que permitía transmitir al dios cuyo culto se practicaba la vida y las ofrendas.
Desde el inicio del ritual el rey-sacerdote poseía este poder. Se decía de él que ‘...el Horus (divinidad con la que el rey se identifica) es Justo de Voz por su Ojo’. Esta expresión venía a significar que, después de las purificaciones, el rey-sacerdote poseía la energía creadora de la que el demiurgo había estado dotado en el momento de la creación del mundo por el Ojo y por la Voz.
Las purificaciones experimentadas en la ‘Casa de la Mañana’ le habían proporcionado esta potencia divina que le permitiría entrar en comunicación con el dios para el que debía realizar el sagrado servicio.
Cuando el rey era sustituido por el sacerdote de turno, antes del amanecer, el oficiante realizaba las mismas purificaciones que se harían para el rey, pero, por y para sí mismo.
Se bañaba en el lago sagrado, recibía incensaciones y masticaba el natrón. Después de estas purificaciones se vestía y equipaba.
Consagraba las ofrendas depositadas en el vestíbulo. Al amanecer, penetraba en el santuario, iluminaba la penumbra para dispersar las tinieblas e incensaba la cámara.
Francisco J. Martín Valentín.
Egiptólogo
Bibliografía:
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Cauville, S. y otros dos. Dendara. Les chapelles osiriennes. 3 vols. IFAO. Bibliothèque d’étude 117-119. El Cairo, 1997
Cauville, S. Le Temple de Dendara. La Porte d’Isis. IFAO, El Cairo, 1999
Daumas, F. y Derchain, Ph. Le temple de Debod, Textes hiéroglyphiques et description archéologique. CDAE. El Cairo, 1960
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