Notas
Escribe Antonio Piñero
Foto: Santiago el Mayor según El Greco Como pueden observar los lectores, el Prólogo de X. Pikaza al libro de Étienne Trocmé “La infancia del cristianismo” (Trotta, 2021) da para mucha reflexión pues se tocan puntos de una historia que afecta a los inicios del cristianismo; historia está plagada de oscuridades, de las cuales han surgido tradiciones interpretativas, que no están exentas de muchos problemas, ya que lo que hacen los historiadores es enhebrar hipótesis, no certezas. Tenga en cuenta el lector que casi nuestra única fuente para estos años es el Nuevo Testamento. Es posible que la Primera Carta de Clemente pertenezca este período junto con las cartas de Ignacio de Antioquía. Pero nada más. Hay que tener en cuenta también que es muy posible que la denominada Segunda Epístola de Pedro, escrita por un seguidor de Pablo (Pikaza lo acepta) pertenece al final de la composición del Nuevo Testamento: años 125-135 más o menos. Es interesante la constatación del prologuista X. Pikaza sobre Juan Zebedeo, del que no sabemos nada seguro. Pikaza afirma (p. 23) que no es improbable que este Juan muriera junto con su hermano Santiago, el Mayor, en la persecución de Herodes Agripa I (entre el 41 y 45). Parece muy razonable aunque esta afirmación suponga poner absolutamente en duda toda la tradición sobre este apóstol recogida en los “Hechos Apócrifos de Juan” (compuestos en torno al 160 d. C. y posteriores a los Hechos de Pedro; véase Piñero-Del Cerro, “Hechos apócrifos de los Apóstoles I”, B.A.C., Madrid, 2004, pp. 286-287), sobre su presunta longevidad, su estancia en Éfeso, el acompañamiento de dio a la Virgen María y de la permanencia de esta en la misma ciudad, en Éfeso, que se visita hasta hoy día) y la muerte/dormición natural de Juan (el apóstol ordenó cavar su propia tumba y se tumbó en ella). Todo esto es, pues, legendario. También me parece interesante la constatación del Prologuista de que cualquier trato entre Santiago, el “hermano del Señor” y Pablo (y por tanto de las comunidades que los siguieron tras muerte) fue a la postre un absoluto fracaso, a pesar de lo que hubiera dicho Pablo mismo en Gálatas 1,19 (visita expresa de Pablo a Santiago y Pedro, excluidos otros apóstoles y Gálatas 2,9 (reconocimiento por parte de Santiago del “evangelio” de Pablo a los gentiles, y de (Hch 15,19: no debe molestarse a los gentiles exigiéndoles la circuncisión). Ahora bien, opino que ese fracaso (representado por la influencia de los de Santiago sobre el mismísimo Pedro en Gal 2,11-14, quien se unió a los de Santiago y dejó de lado a Pablo) hace prácticamente imposible la opinión de Pikaza de que en “entre los años 62–64 d. C. […] se acabó una etapa de pactos básicos entre el judaísmo (Santiago), la apertura universal (Pablo) y las mediaciones, que parecen representadas por Pedro” (p. 23). Esta imagen vehiculada por la afirmación de Pikaza me parece sencillamente equivocada. No hubo pactos básicos entre estos “primeros cristianismos”. Opino que esto se prueba con bastante claridad por el alineamiento Santiago-Pedro contra Pablo y “su evangelio básico” (= “Santiago y Pedro “no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio”: Gálatas 2,14). En mi opinión, no hay aquí mimbres ningunas para la formación inmediatamente posterior de una “Gran Iglesia” mezcla de las tres posturas. Por ello, el comentario de Pikaza que sigue a continuación no me parece pertinente. Transcribo: “Los tres líderes antiguos –Pedro, Santiago y Pablo– murieron casi al mismo tiempo, pero su recuerdo permaneció y desembocó al fin en el surgimiento de una iglesia unida (Gran Iglesia) un siglo después de la muerte de Jesús”… Es decir hacia el 130, según Pikaza, había una Gran Iglesia unida formada por el pensamiento de los tres. No es posible, insisto. Pikaza se ve obligado a matizar de modo inmediato: “La pervivencia más clara es la de Pablo, en cuyo nombre se escriben pronto dos cartas llamadas de la cautividad, donde Pablo aparece como portador de su mensaje cósmico de salvación y creador de una iglesia unida abierta a los gentiles (las cartas a los colosenses y efesios; las pastorales son posteriores)”. Pikaza apunta clara pero incoativamente hacia la idea de que la Gran Iglesia será básicamente paulina. Creo que esta es la hipótesis correcta. Seguiremos la próxima semana comentando la p. 24 de este interesante Prólogo. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Jueves, 5 de Agosto 2021
Comentarios
Notas
Queridos amigos:
Hoy solo una nota con un enlace: https://www.youtube.com/watch?v=BnBLlsmY_cw Una notable discusión entre un partidario de la realidad histórica de la resurrección de Jesús y otro que la niega. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 30 de Julio 2021
Notas
Escribe Antonio Piñero
Lucas, el tercer evangelista, según El Greco. Sigo comentando el Prólogo de X. Pikaza al libro de Étienne Trocmé, “La infancia del cristianismo”, Madrid, Trotta, 2021. En primer lugar, Pikaza atribuye la autoría de Hechos, sin duda alguna, a Lucas. Pero hoy día se debe al menos, en mi opinión, no afirmarla tan enfáticamente. Ya he expuesto en otro lugar que esta tesis debe ser sometida revisión. Sintéticamente, por dos razones: 1. Por las contradicciones y divergencias en hechos/acciones y en perspectivas teológicas. 2. Por las diferencias de vocabulario y sobretodo de estilo (¡que es semiconsciente!) que apuntan claramente a dos autores diferentes. Pero la imitación del espíritu y del estilo de Lucas es a la vez un dato seguro. Por tanto, una buena hipótesis sería que el autor de Hechos fuera un discípulo directo de Lucas que lo imita y que procura crear la historia con el “espíritu” del maestro. Opino que un buen caso comparativo es por ejemplo, Efesios respecto a Pablo. Totalmente de acuerdo con Pikaza en que el autor de Hechos “insiste en la unidad fundamental de la Iglesia, que se va desarrollando a través de varias etapas, simbolizadas por Pedro y los doce y finalmente por Pablo, pasando así de Jerusalén a Roma, donde Pablo muere como signo de iglesia universal” (p. 22). Y es claro que es así porque Hechos presenta a Pedro como “Primer inventor” (griego prótos heuretés) de la misión a los paganos, negando a los judíos helenísticos este paso. Cuando Felipe convierte a la fe en Jesús a un etíope, el eunuco-ecónomo de la reina Candaces, está convirtiendo probablemente a una suerte de prosélito que va a dorar a Jerusalén, no a gentiles en cuanto gentiles. Así se explica mejor Hechos 11,19-20: “Y los que habían sido esparcidos por causa de la persecución que se levantó con motivo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Chipre, y Antioquía, no predicando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Y de ellos había unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron a los griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús”. Este pasaje afirma indirectamente que Felipe, uno de los expulsados de Jerusalén por la persecución descrita en Hechos 8, estaba predicando a Jesús a un prosélito. Y, segundo y el que el autor de Hechos no diga ni una palabra del porqué ese cambio de que unos “chipriotas y cirenaicos” (otros “helenistas”, pero diferentes de los de Jerusalén) predicaran la fe en Jesús a gentiles sin dar explicación alguna… ¡Ese proselitismo estaba ya “inventado” por Pedro gracias, nada menos, a una revelación especial divina…. ¡al igual que Pablo, según el cual los cambios en la interpretación de la muerte y resurrección de Jesús se debieron a una revelación especial divina, ya que tanto el Padre Gal 1,15-16: “Mas cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles; no consulté en seguida con carne y sangre”, como especialmente su Hijo le habían dado a conocer “el evangelio de Jesucristo” (que es otro “evangelio” distinto del de Santiago y en parte del de Pedro): “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio predicado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí de hombre, ni tampoco me fue enseñado, sino por revelación de Jesucristo” (Gal 1,11-12 + 2,11-14). Mi conclusión es: me parece muy probable que la primacía de Pedro fuera “fabricada” especialmente por los paulinos (y en concreto por el autor de Mt 16,16-18 y por el del apéndice al evangelio de Juan: Jn 21,15-19) para lograr la unión con los grupos judeocristianos, que no aceptaban algunos aspectos del paulinismo; en especial la unión con el grupo de Santiago y la iglesia madre de Jerusalén, la cual (o al menos sus dirigentes en un trato secreto ocultado a la rama farisea de esa iglesia, que fue dejada de lado) había refrendado en dos ocasiones el “evangelio” paulino, tal como indican Gal 2,3-9: “Ni aun Tito, que estaba conmigo, siendo griego, fue obligado a circuncidarse; y esto a pesar de falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraron secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para traernos a servidumbre; a los cuales ni aun por un instante accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. Pero de aquellos que parecían ser algo (lo que hayan sido, no me importa: Dios no hace acepción de personas); a mí, pues, los que parecían ser algo nada me comunicaron. Antes por el contrario; cuando vieron que el evangelio de la incircuncisión me había sido encomendado, como a Pedro el de la circuncisión (porque el que fue poderoso en Pedro para el apostolado de la circuncisión, fue poderoso también en mí para con los gentiles); y cuando Jacobo, Cefas, y Juan, que parecían ser columnas, percibieron la gracia que me fue dada, nos dieron a mí y a Bernabé las diestras de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión”. El apoyo a la figura de Pedro, inofensiva teológicamente pues su ideario era puramente judeocristiano, suponía un lazo de unión con la iglesia de Jerusalén. Ello significaba que no se podía achacar al paulinismo que la A) reinterpretación radical de la figura de Jesús, y B) la misión a los gentiles –exagerada desde el punto de vista de la generalidad de los componentes de la comunidad de Jerusalén– se basar solo y puramente en visiones de Pablo. El papel del autor de Hechos en la composición de esta imagen de una iglesia unida fue absolutamente fundamental. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Jueves, 29 de Julio 2021
Notas
El carácter sagrado de los lirios es una constante en la religión minoica. Además, esconden otro valor económico muy interesante.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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