Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Ministerio de Bernabé en solitario
El relato está redactado en primera persona, por lo que desaparece Pablo de la escena de los sucesos. El autor cuenta que “bajamos de Laodicea”, “llegamos a Corasio”, “arribamos a Palea de Isauria”, “llegamos a Pitiusa”, “arribamos a Anemurio”. En esta ciudad de Anatolia frente a Chipre, encontraron a dos griegos que les preguntaron quiénes y de dónde eran. Bernabé recurrió a la alegoría para ofrecerles un vestido que nunca se marchita y siempre está radiante.
Los griegos, motivados por el Espíritu Santo, le rogaron que les entregara el vestido misterioso, ya que ellos creían en el Dios que Bernabé predicaba. Bajaron a una fuente, en cuyas aguas Bernabé “los bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (c. 13,1). Juan Marcos dio a uno de ellos un vestido, y Bernabé dio al otro parte del suyo propio. Los griegos agradecidos les proporcionaron abundante dinero que Bernabé repartió inmediatamente entre los menesterosos.
Después de dirigirles la palabra y dar a todos la bendición, hicieron la travesía hasta Chipre. Allí se alojaron en casa de dos hierodulos, uno de los cuales, de nombre Timón, estaba enfermo de fiebres. Lo liberamos de la fiebre, dice el relator, mediante la imposición de manos y la invocación del nombre de Jesús. Bernabé poseía un libro, que contenía las enseñanzas de Mateo y relatos de milagros. Tenía virtudes curativas, de forma que Bernabé lo colocaba sobre los enfermos que recobraban al punto la salud. Se cumple en Chipre de forma especial el sistema de relato, que consiste en meros movimientos geográficos sin contenidos de carácter doctrinal.
Llegaron a una ciudad, de nombre Lapitos, pero se vieron impedidos para entrar en ella porque se celebraba una ceremonia idolátrica en el teatro. Caminaron a través de los montes y llegaron a otra localidad, Lampadisto, de donde era oriundo Timón que viajaba con ellos. Encontraron allí a un antiguo conocido, de nombre Heraclio, que les ofreció alojamiento. Bernabé recordó que ya se había encontrado con él cuando viajaba con Pablo. Cuenta Juan Marcos que lo bautizaron, le cambiaron el nombre llamándole Heraclides, lo nombraron obispo y le encomendaron el cuidado de la iglesia de Tamaso.
Atravesaron nuevamente una montaña llamada Nevada y se dirigieron a Pafos, ciudad situada en la costa occidental de la isla de Chipre, era considerada como la patria de Afrodita, que había surgido del mar en sus cercanías. Allí conocieron a un hierodulo llamado Rodón, que se convirtió y fue bautizado. Se encontraron también con el judío Bariesús, que no les permitió entrar en la ciudad. Este Bariesús es calificado en los Hechos canónicos de los Apóstoles como mago y falso profeta (Hch 13,6). Se dirigieron entonces a la localidad de Curio, en la que se estaba celebrando una inmunda carrera. Muchos hombres y mujeres en gran cantidad corrían desnudos. Como en el lugar se producía engaño y error, Bernabé pronunció una imprecación contra el templo que se vino abajo en su lado occidental. Hubo muchos heridos y varios muertos, mientras los demás huían hasta el vecino templo de Apolo.
Cuando Bernabé y los suyos pretendieron entrar en la ciudad, salieron a su encuentro muchos judíos incitados y guiados por Bariesús, que se lo impidieron. Pasaron el día descansando bajo un árbol. Más adelante llegaron a una aldea, donde vivía un hombre llamado Aristocliano. Era un personaje al que Pablo y Bernabé habían curado de la lepra en Antioquía, lo habían consagrado obispo y lo habían enviado a su aldea de Chipre. Desde allí, dice el autor, “nos dirigimos a Amatunte”, en cuyo templo idolátrico había muchas mujeres sin pudor y muchos hombres que ofrecían libaciones a los ídolos. También allí el judío Bariesús les impidió la entrada en la población. Una anciana viuda los atendió y recibió unas horas en su casa. Ellos sacudieron el polvo de sus pies delante de aquel templo y se retiraron.
Los viajeros siguieron caminando por lugares desiertos hacia el territorio de los Kitieos. El texto hace referencia a un lugar cercano a Lárnaca, puerto de mar en el sur de la isla. Como nadie los recibió, se marcharon después de sacudir el polvo de sus pies. El narrador cuenta que “zarpamos” de aquel territorio hasta arribar a Salamina , donde había un lugar repleto de ídolos. Salamina era una Ciudad marítima situada en la costa oriental de Chipre, al norte de la moderna Famagusta. Encontraron allí al obispo Heraclides, a quien instruyeron sobre la forma de predicar el Evangelio, fundar iglesias y nombrar ministros (c. 22,1). En la ciudad de Salamina, entraron en la sinagoga, en la que Bernabé, tomando el evangelio que había recibido de Mateo, dirigió la palabra a los judíos.
(Ruinas romanas de Famagusta de Chipre)
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Ministerio de Bernabé en solitario
El relato está redactado en primera persona, por lo que desaparece Pablo de la escena de los sucesos. El autor cuenta que “bajamos de Laodicea”, “llegamos a Corasio”, “arribamos a Palea de Isauria”, “llegamos a Pitiusa”, “arribamos a Anemurio”. En esta ciudad de Anatolia frente a Chipre, encontraron a dos griegos que les preguntaron quiénes y de dónde eran. Bernabé recurrió a la alegoría para ofrecerles un vestido que nunca se marchita y siempre está radiante.
Los griegos, motivados por el Espíritu Santo, le rogaron que les entregara el vestido misterioso, ya que ellos creían en el Dios que Bernabé predicaba. Bajaron a una fuente, en cuyas aguas Bernabé “los bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (c. 13,1). Juan Marcos dio a uno de ellos un vestido, y Bernabé dio al otro parte del suyo propio. Los griegos agradecidos les proporcionaron abundante dinero que Bernabé repartió inmediatamente entre los menesterosos.
Después de dirigirles la palabra y dar a todos la bendición, hicieron la travesía hasta Chipre. Allí se alojaron en casa de dos hierodulos, uno de los cuales, de nombre Timón, estaba enfermo de fiebres. Lo liberamos de la fiebre, dice el relator, mediante la imposición de manos y la invocación del nombre de Jesús. Bernabé poseía un libro, que contenía las enseñanzas de Mateo y relatos de milagros. Tenía virtudes curativas, de forma que Bernabé lo colocaba sobre los enfermos que recobraban al punto la salud. Se cumple en Chipre de forma especial el sistema de relato, que consiste en meros movimientos geográficos sin contenidos de carácter doctrinal.
Llegaron a una ciudad, de nombre Lapitos, pero se vieron impedidos para entrar en ella porque se celebraba una ceremonia idolátrica en el teatro. Caminaron a través de los montes y llegaron a otra localidad, Lampadisto, de donde era oriundo Timón que viajaba con ellos. Encontraron allí a un antiguo conocido, de nombre Heraclio, que les ofreció alojamiento. Bernabé recordó que ya se había encontrado con él cuando viajaba con Pablo. Cuenta Juan Marcos que lo bautizaron, le cambiaron el nombre llamándole Heraclides, lo nombraron obispo y le encomendaron el cuidado de la iglesia de Tamaso.
Atravesaron nuevamente una montaña llamada Nevada y se dirigieron a Pafos, ciudad situada en la costa occidental de la isla de Chipre, era considerada como la patria de Afrodita, que había surgido del mar en sus cercanías. Allí conocieron a un hierodulo llamado Rodón, que se convirtió y fue bautizado. Se encontraron también con el judío Bariesús, que no les permitió entrar en la ciudad. Este Bariesús es calificado en los Hechos canónicos de los Apóstoles como mago y falso profeta (Hch 13,6). Se dirigieron entonces a la localidad de Curio, en la que se estaba celebrando una inmunda carrera. Muchos hombres y mujeres en gran cantidad corrían desnudos. Como en el lugar se producía engaño y error, Bernabé pronunció una imprecación contra el templo que se vino abajo en su lado occidental. Hubo muchos heridos y varios muertos, mientras los demás huían hasta el vecino templo de Apolo.
Cuando Bernabé y los suyos pretendieron entrar en la ciudad, salieron a su encuentro muchos judíos incitados y guiados por Bariesús, que se lo impidieron. Pasaron el día descansando bajo un árbol. Más adelante llegaron a una aldea, donde vivía un hombre llamado Aristocliano. Era un personaje al que Pablo y Bernabé habían curado de la lepra en Antioquía, lo habían consagrado obispo y lo habían enviado a su aldea de Chipre. Desde allí, dice el autor, “nos dirigimos a Amatunte”, en cuyo templo idolátrico había muchas mujeres sin pudor y muchos hombres que ofrecían libaciones a los ídolos. También allí el judío Bariesús les impidió la entrada en la población. Una anciana viuda los atendió y recibió unas horas en su casa. Ellos sacudieron el polvo de sus pies delante de aquel templo y se retiraron.
Los viajeros siguieron caminando por lugares desiertos hacia el territorio de los Kitieos. El texto hace referencia a un lugar cercano a Lárnaca, puerto de mar en el sur de la isla. Como nadie los recibió, se marcharon después de sacudir el polvo de sus pies. El narrador cuenta que “zarpamos” de aquel territorio hasta arribar a Salamina , donde había un lugar repleto de ídolos. Salamina era una Ciudad marítima situada en la costa oriental de Chipre, al norte de la moderna Famagusta. Encontraron allí al obispo Heraclides, a quien instruyeron sobre la forma de predicar el Evangelio, fundar iglesias y nombrar ministros (c. 22,1). En la ciudad de Salamina, entraron en la sinagoga, en la que Bernabé, tomando el evangelio que había recibido de Mateo, dirigió la palabra a los judíos.
(Ruinas romanas de Famagusta de Chipre)
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro