Escribe Antonio Piñero
Prometí el día anterior, tras el breve resumen, hacer una valoración del libro del Prof. Javier Alonso, del Instituto de Empresa. Y adelanté que me había gustado mucho. Y ahora expongo mis razones: en primer lugar, por la elección del tema: la resurrección es básica en el cristianismo e interesa de verdad. Digámoslo o no, en el fondo a casi todos nos disgusta morir y nos fastidia que después de ese trance no haya nada. Segundo, por la claridad y amenidad expositiva. Tercero, porque el tema está bien rodeado de los antecedentes ideológicos que ayudan, y mucho, a comprenderlo. Cuarto, porque las soluciones a los posibles “enigmas” son muy plausibles y convincentes.
Sobre la claridad y la divulgación, en esta obra y en otras, habría mucho que precisar: es cierto que el autor repite una y otra vez que su obra es divulgativa. Pero esta afirmación es cierta y no cierta a la vez. Divulga aquel que resume las ideas de otro y las expone al público con claridad. Pero la claridad del estilo como tal no es por sí misma y obligadamente signo de divulgación, sino de mera atención respetuosa al lector y de buen ánimo pedagógico. El que procura ser claro lo hace por respeto a sus lectores, a los que no desea molestar y sí instruir. Pero eso no significa siempre que el autor esté meramente resumiendo ideas ajenas. No es así. Y no es este el caso de Javier Alonso, filólogo semítico, biblista, e historiador, que lleva unos veinticinco años dedicado a la historia de Israel, al estudio de la Biblia hebrea, al Nuevo Testamento y al cristianismo primitivo, y a las religiones en general. Por tanto, en esos años se ha formado ideas propias…; ha sintetizado, criticado y asimilado muchas lecturas científicas… y se ha formado sus propias conclusiones: no repite solo las ideas ajenas.
Por otro lado, este libro sobre la resurrección de Jesús y su historicidad está escrito en diálogo con especialistas de renombre internacional, como por ejemplo, Gerd Lüdemann, “l’enfant terrible” de la filología-teología protestante alemana… Pues bien, Javier Alonso corrige nítidamente algunas concepciones de este afamado profesor y expone su propia síntesis final sobre los relatos de la resurrección de Jesús, que a mí me parece mejor que la de Lüdemann. No está haciendo divulgación, sino ciencia histórica con estilo claro y sencillo.
Y más: el libro es bueno porque el lector adquiere ideas también claras sobre las creencias en la muerte y en la resurrección en el judaísmo previo al cristianismo. Como este es una religión hermana –propiamente no es “hija”– del judaísmo, si comprendemos bien el tronco común del que proceden las creencias sobre la resurrección en el judaísmo, mejor que mejor. Se entiende mucho mejor la derivada cuando se comprende la base. Y el lector recibe –con la lectura de este libro– una buena síntesis del otro puntal en el que se apoya el cristianismo primitivo: las concepciones de la resurrección en los “vecinos” de los cristianos: los politeístas griegos y romanos.
También me parecen claras, sintéticas –no se va Alonso por las ramas–, las explicaciones de las concepciones en torno a la resurrección en Pablo de Tarso, el personaje que inicia la vía de la verdadera teología judeocristiana y luego simplemente cristiana; y lo que pensaban sus sucesores. Y, por último respecto a los prenotandos, el lector obtiene igualmente una excelente visión sintética de los pasos previos a la resurrección: cómo pudo ser el entierro de Jesús. Aquí Javier Alonso desmitifica bien las leyendas evangélicas.
El análisis de los textos evangélicos sobre la resurrección misma me parece muy correcto. Dice todo lo esencial. Y es muy buena la explicación del porqué hay tantas contradicciones en los textos primitivos cristianos, en el Nuevo Testamento, sobre resurrección / apariciones: es el modo de contar las cosas de los antiguos cuando no sabían bien lo que había pasado, pero sospechaban que las cosas tenían que haber sucedido de una manera precisa. La aclaración de que haya tantas contradicciones es porque cada uno cuenta técnicamente lo que cree que ocurrió… y cómo ocurrió… Pero… ¡al igual que Tucídides! –el verdadero padre de la historia científica, no Heródoto– cuando reproduce en estilo directo discursos y hechos que él no conoce de primera mano. Escribe Tucídides lo que a su leal saber y entender debió de ocurrir y lo que el orador Tal o Cuál debió de haber dicho en tales y cuales circunstancias. Pero otro historiador de la antigüedad lo habría expuesto de otro modo. No hay estrictamente falsía, sino un sistema de hacer “historia” que hoy no aceptamos de ningún modo, pero que era propio de la época en todos los autores. Así pues, aclara muchísimo esta exposición de cómo se escribe “historia” en la antigüedad cuando no se sabe a ciencia cierta lo ocurrido y por qué se contradicen entre sí las narraciones
Pero lo que me parece de veras estupenda es la hipótesis, o propuesta final, en la que Alonso López intenta reconstruir –esta vez al modo del historiador actual– lo que debió de haber pasado en realidad con la idea / creencia de la resurrección de Jesús. No pienso destripar aquí la hipótesis, o propuesta de intelección, con la que culmina este libro (pp. 159-184). No voy a hacer un resumen de ella, porque sería igual de malvado que contar el final de una película de suspense o intriga. Pero sí quiero decir que Alonso destaca, y muy bien, el papel de las mujeres en el caso y cómo las posibilidades se abren realmente cuando se piensa que jamás se encontró el cadáver de Jesús...Y el libro se completa con otra hipótesis sobre cómo hay que entender la ascensión del mismo Jesús.
En síntesis: recomiendo cordialmente este libro, porque su lectura aclara muchísimo. Termina uno de leer, y siente que tiene ideas claras. Enhorabuena al autor y a la Editorial Arzalla Ediciones por haberlo publicado… ahora…, en un mundo lleno de rufianes, a quienes no les importa la verdad, sino llevarse el agua a su molino a cualquier precio. Pero este libro explica muy bien, y con todos los medio de lo que se puede presumir que pudo ser la “verdad” plausible históricamente.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
Prometí el día anterior, tras el breve resumen, hacer una valoración del libro del Prof. Javier Alonso, del Instituto de Empresa. Y adelanté que me había gustado mucho. Y ahora expongo mis razones: en primer lugar, por la elección del tema: la resurrección es básica en el cristianismo e interesa de verdad. Digámoslo o no, en el fondo a casi todos nos disgusta morir y nos fastidia que después de ese trance no haya nada. Segundo, por la claridad y amenidad expositiva. Tercero, porque el tema está bien rodeado de los antecedentes ideológicos que ayudan, y mucho, a comprenderlo. Cuarto, porque las soluciones a los posibles “enigmas” son muy plausibles y convincentes.
Sobre la claridad y la divulgación, en esta obra y en otras, habría mucho que precisar: es cierto que el autor repite una y otra vez que su obra es divulgativa. Pero esta afirmación es cierta y no cierta a la vez. Divulga aquel que resume las ideas de otro y las expone al público con claridad. Pero la claridad del estilo como tal no es por sí misma y obligadamente signo de divulgación, sino de mera atención respetuosa al lector y de buen ánimo pedagógico. El que procura ser claro lo hace por respeto a sus lectores, a los que no desea molestar y sí instruir. Pero eso no significa siempre que el autor esté meramente resumiendo ideas ajenas. No es así. Y no es este el caso de Javier Alonso, filólogo semítico, biblista, e historiador, que lleva unos veinticinco años dedicado a la historia de Israel, al estudio de la Biblia hebrea, al Nuevo Testamento y al cristianismo primitivo, y a las religiones en general. Por tanto, en esos años se ha formado ideas propias…; ha sintetizado, criticado y asimilado muchas lecturas científicas… y se ha formado sus propias conclusiones: no repite solo las ideas ajenas.
Por otro lado, este libro sobre la resurrección de Jesús y su historicidad está escrito en diálogo con especialistas de renombre internacional, como por ejemplo, Gerd Lüdemann, “l’enfant terrible” de la filología-teología protestante alemana… Pues bien, Javier Alonso corrige nítidamente algunas concepciones de este afamado profesor y expone su propia síntesis final sobre los relatos de la resurrección de Jesús, que a mí me parece mejor que la de Lüdemann. No está haciendo divulgación, sino ciencia histórica con estilo claro y sencillo.
Y más: el libro es bueno porque el lector adquiere ideas también claras sobre las creencias en la muerte y en la resurrección en el judaísmo previo al cristianismo. Como este es una religión hermana –propiamente no es “hija”– del judaísmo, si comprendemos bien el tronco común del que proceden las creencias sobre la resurrección en el judaísmo, mejor que mejor. Se entiende mucho mejor la derivada cuando se comprende la base. Y el lector recibe –con la lectura de este libro– una buena síntesis del otro puntal en el que se apoya el cristianismo primitivo: las concepciones de la resurrección en los “vecinos” de los cristianos: los politeístas griegos y romanos.
También me parecen claras, sintéticas –no se va Alonso por las ramas–, las explicaciones de las concepciones en torno a la resurrección en Pablo de Tarso, el personaje que inicia la vía de la verdadera teología judeocristiana y luego simplemente cristiana; y lo que pensaban sus sucesores. Y, por último respecto a los prenotandos, el lector obtiene igualmente una excelente visión sintética de los pasos previos a la resurrección: cómo pudo ser el entierro de Jesús. Aquí Javier Alonso desmitifica bien las leyendas evangélicas.
El análisis de los textos evangélicos sobre la resurrección misma me parece muy correcto. Dice todo lo esencial. Y es muy buena la explicación del porqué hay tantas contradicciones en los textos primitivos cristianos, en el Nuevo Testamento, sobre resurrección / apariciones: es el modo de contar las cosas de los antiguos cuando no sabían bien lo que había pasado, pero sospechaban que las cosas tenían que haber sucedido de una manera precisa. La aclaración de que haya tantas contradicciones es porque cada uno cuenta técnicamente lo que cree que ocurrió… y cómo ocurrió… Pero… ¡al igual que Tucídides! –el verdadero padre de la historia científica, no Heródoto– cuando reproduce en estilo directo discursos y hechos que él no conoce de primera mano. Escribe Tucídides lo que a su leal saber y entender debió de ocurrir y lo que el orador Tal o Cuál debió de haber dicho en tales y cuales circunstancias. Pero otro historiador de la antigüedad lo habría expuesto de otro modo. No hay estrictamente falsía, sino un sistema de hacer “historia” que hoy no aceptamos de ningún modo, pero que era propio de la época en todos los autores. Así pues, aclara muchísimo esta exposición de cómo se escribe “historia” en la antigüedad cuando no se sabe a ciencia cierta lo ocurrido y por qué se contradicen entre sí las narraciones
Pero lo que me parece de veras estupenda es la hipótesis, o propuesta final, en la que Alonso López intenta reconstruir –esta vez al modo del historiador actual– lo que debió de haber pasado en realidad con la idea / creencia de la resurrección de Jesús. No pienso destripar aquí la hipótesis, o propuesta de intelección, con la que culmina este libro (pp. 159-184). No voy a hacer un resumen de ella, porque sería igual de malvado que contar el final de una película de suspense o intriga. Pero sí quiero decir que Alonso destaca, y muy bien, el papel de las mujeres en el caso y cómo las posibilidades se abren realmente cuando se piensa que jamás se encontró el cadáver de Jesús...Y el libro se completa con otra hipótesis sobre cómo hay que entender la ascensión del mismo Jesús.
En síntesis: recomiendo cordialmente este libro, porque su lectura aclara muchísimo. Termina uno de leer, y siente que tiene ideas claras. Enhorabuena al autor y a la Editorial Arzalla Ediciones por haberlo publicado… ahora…, en un mundo lleno de rufianes, a quienes no les importa la verdad, sino llevarse el agua a su molino a cualquier precio. Pero este libro explica muy bien, y con todos los medio de lo que se puede presumir que pudo ser la “verdad” plausible históricamente.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com