Notas

Un nuevo y desconocido mesianismo: Elías, como precursor y Jesús como mesías. Conclusión (199-11)

Redactado por Antonio Piñero el Domingo, 18 de Septiembre 2011 a las 06:46

Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos hoy la explicación de Mc 9,9-13, según Joel Marcus en su Comentario que aparecerá dentro de muy poco en español.


Lo que está aquí en juego, en la parte final de esta pequeña pero densa perícopa no es un simple conflicto entre textos probatorios, sino la naturaleza misma de la misión del mesías. ¿Debe ser una mera “operación cosmética” después de que Elías haya hecho previamente el trabajo duro? O ¿la contribución del mesías es tan crucial, y el mal al que debe enfrentarse es tan radical que no hay espacio alguno para una figura menor que Elías para desempeñar esa función previa restauradora? ¿Por qué hay que sufrir?

La cuestión es similar a la perfilada por una tradición talmúdica posterior que declara que el mesías vendrá a una generación completamente honrada o a otra completamente malvada (R. Johanán en b. Sanh. 98a).

La opinión de los escribas citada por los discípulos en Marcos parece aceptar la primera alternativa: Elías vendrá antes del mesías, restaurará todas las cosas, en parte quizás mostrando a Israel la solución a las cuestiones espinosas de ley judía (cf. m. Bab. Me 1, 8; 3, 4; etc.), y logrará así que Israel y el mundo se hagan aptos para recibir a su rey; sólo entonces vendrá el mesías.

Tal como lo presenta Marcos, Jesús, sin embargo, toma el otro camino: el mesías vendrá a una “generación adúltera y pecadora” (cf. 8, 38; 9, 19) que demostrará su indignidad total matándolo. Pero nada, excepto esta muerte en la cruz, gracias a la cual Jesús da su vida como “rescate por muchos” (10, 45), será capaz de asestar el golpe tremendo y decisivo contra los poderes del mal que dominan la edad presente.

Como se ve, esta es una concepción del mesianismo de la cual el judaísmo de la época no tenía ni la menor idea. Ni podía concebirla porque toda la tradición afirmaba que el mesías contaría siempre con la ayuda y voluntad divina para instaurar en el mundo el reino glorioso de Israel

Según Marcos, la misión del mesías sufriente tiene también consecuencias para la misión de Elías, como anuncia el Jesús marcano en la conclusión del diálogo (9, 13). Si el Hijo del Hombre debe ser un mesías doliente y Elías debe a su vez ser el precursor del mesías, es obligado deducir que Elías mismo debe ser una figura que sufre: el siervo no está por encima de su señor sino que comparte su destino (cf. Mt 10, 24-25 // Lc 6, 40 // Jn 13, 16). Por tanto, Jesús --en la línea conclusiva de la perícopa-- afirma que Elías ha venido ya, y también que ha sufrido violencia por parte de los seres humanos.

Ciertamente esto es nuevo, porque no hay ni un solo pasaje del judaísmo de la época, ni posterior, que Elías en su venida previa a llegada del mesías debe sufrir.

Los lectores de Marcos entenderían indudablemente que esta figura sufriente, Elías, era Juan Bautista. Las líneas iniciales del Evangelio 1, 2-4:

“Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. 3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, 4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecado”

habían atribuido ya al Bautista un pasaje de Malaquías (3, 1) que comúnmente estaba unido --sobre la base de la palabra gancho “mensajero”-- con Mal 4, 5-6, que habla del retorno de Elías. Los lectores de Marcos habían tenido ocasión de leer posteriormente una amplia y detallada relación del encarcelamiento del Bautista y su ejecución por Herodes Antipas (6, 14-29). Así pues, cuando oyeron decir al Jesús marcano que

“Elías había venido ya y que habían hecho con él lo que quisieron”,

identificarían casi con total seguridad a este Elías con el Bautista asesinado.

Sin embargo, la cadena de testigos sufrientes no va simplemente del Bautista a Jesús, sino que se extiende también al tiempo de Marcos. En el plan escatológico del Evangelio, se observa el siguiente esquema

· Juan proclama primero la buena nueva, es entregado y lo asesinan (1, 4.7.14; 6, 17-28);

· Luego Jesús proclama la buena nueva, es entregado y lo asesinan (1, 14, etc.; 9, 31, etc.); y finalmente

· Los cristianos proclaman la buena nueva, son entregados y los asesinan (13, 9-11).

Así pues, los miembros de la comunidad marcana oirían el argumento exegético de 9, 9-13 no como una lección académica sobre el pasado, sino como un mensaje crucial acerca de su propio tiempo: los que se conforman al modelo mostrado por el "Hijo del Hombre", antes de que venga o después de que se vaya, se encontrarán emprendiendo la misma marcha hacia la muerte que él ya emprendió (cf. 8, 34-35).

El sufrimiento de la comunidad marcana no es ningún accidente. Como ocurrió con el sufrimiento de Jesús y anteriormente con el de Juan Bautista, todo sucederá “como está escrito” (Mc 9, 13). Para una comunidad perseguida, situada en el desconcertante contexto de la guerra judía del 66-70 (probablemente tras la conclusión de la guerra, pero muy poco después), en el que habían surgido profetas triunfantes que obraban maravillas y “mesías” que hacían milagros y podían engañar “incluso a los elegidos” (13, 21-22), el hincapié marcano en el sufrimiento de Elías y del mesías proporcionaría un criterio epistemológico –es decir, de teoría del conocimiento-- para distinguir a los verdaderos siervos de Dios de sus falsificaciones satánicas (cf. Apocalipsis 13).

No es que el sufrimiento y la taumaturgia –la capacidad de realizar milagros-- sean realidades necesariamente contradictorias más que lo son la muerte y la resurrección. La yuxtaposición de nuestro pasaje con el siguiente sugiere que el poder curativo divino emerge incluso en medio de una generación mala e incrédula que lleva a la muerte a los portadores de buenas noticias.

Y con esto hemos concluido la muestra (que hemos ampliado un poco en ocasiones con la cita expresa de los textos y algunas perífrasis aclaratorias) del arte exegético de Joel Marcus, que yo admiro muy de verdad. Mi atrea aquí, en toda esta serie, ha sido explicitarlo un poco y añadir aclaraciones para que el pensamiento resutle aún más claro.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Domingo, 18 de Septiembre 2011
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