Hoy escribe Fernando Bermejo
Es una alegría poder presentar hoy a los lectores una obra que acaba de aparecer en lengua castellana, el Diccionario de la Biblia, una traducción del Herders Neues Bibellexikon, cuya segunda edición apareció en 2009 en la editorial Herder (Friburgo de Brisgovia). Se trata de una obra colectiva de biblistas, tanto católicos como protestantes, mujeres y varones, de Alemania, Austria, Suiza, Canadá, Italia y Bolivia, dirigida por el Dr. Franz Kogler.
La obra ha sido publicada ahora por las editoriales Mensajero y Sal Terrae, Bilbao y Maliaño (Santander), 2012. Estará en las librerías (si no ha llegado ya) en los próximos días, pues acaba de salir de la imprenta.
El hecho de que la mayor parte de los traductores sean especialistas reconocidos (de Antiguo y de Nuevo Testamento), y que en todo caso la traducción haya sido sometida a una muy concienzuda revisión, ofrece las mayores garantías al lector de que no se encontrará con galimatías ni con los tan habituales disparates. Además, nos consta que las editoriales españolas se han tomado su tiempo (varios años) para hacer su trabajo, de modo que los lectores pueden confiar en la calidad del resultado.
¿Qué tiene de especial este diccionario? Varias características. En sus más de cinco mil artículos, que van desde “Aarón” hasta “zuzeos”, una de sus novedades es recoger, por primera vez en un diccionario enciclopédico, todos los nombres propios de personas y lugares que aparecen en la Biblia. Su reciente fecha de aparición hace que las obras mencionadas, tanto canónicas como extracanónicas, se expliquen a la luz del estado actual de la exégesis.
Uno de los rasgos más llamativos de esta obra es la gran cantidad de ilustraciones (en especial fotografías, todas ellas acompañadas de pies de foto) que contiene: más de un millar, a todo color, que hacen la consulta mucho más agradable y amena. La obra contiene, además, un centenar de mapas y una detallada cronología (historia universal y cronología bíblica). De hecho, el material gráfico constituye casi un tercio de la extensión total de la obra.
El mimo y la honradez que caracterizan a este trabajo se ha expresado en el hecho de que los responsables de la edición española han mejorado ocasionalmente el original alemán, para hacerlo más actual y fiable. Esa misma honradez se traduce también en la voluntad de mejora por parte de sus responsables. Así, los editores han habilitado una dirección de correo para enviar sugerencias y propuestas de corrección, con el objeto de subsanar errores tipográficos e inexactitudes. Adelanto ya que no se encontrarán muchos.
Por supuesto, resulta obvio que en una obra de esta magnitud siempre es posible encontrar algún error o imprecisión. Así que, con espíritu constructivo, me permitiré señalar uno. Bajo la entrada “Crucifixión”, al referirse a la consideración de esta como la forma más cruel de castigo, se cita la expresión latina mors turpissima crucis como proveniente de Tácito (Historiae IV, 3, 14). Esta atribución a Tácito, aunque se halla muy a menudo en la bibliografía, es sin embargo errónea. La cita pertenece en realidad al Comentario a Mateo del alejandrino Orígenes: “non solum homicidam postulantes ad vitam, sed etiam iustum ad mortem et ad mortem turpissimam crucis” (“pidiendo no solo la vida para un asesino, sino también la muerte para un inocente, y además la muerte, máximamente vil, de la cruz”). Como curiosidad, el origen del error parece hallarse en el artículo de J. Schneider en el famoso Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (original alemán), una obra de referencia.
Obviamente, alguna imprecisión menor como esta no desmerece en lo más mínimo el conjunto. Aliquando bonus dormitat Homerus. Y lo cierto es que el Diccionario de la Biblia, cuya edición española ha sido tan competentemente dirigida por Ramón Alfonso Díez Aragón, tiene también, por su extensión y su empeño, rango de epopeya. Nuestras calurosas felicidades a las dos editoriales católicas por un trabajo bien hecho: una de esas obras que los interesados en el mundo bíblico deberían tener siempre a mano.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Es una alegría poder presentar hoy a los lectores una obra que acaba de aparecer en lengua castellana, el Diccionario de la Biblia, una traducción del Herders Neues Bibellexikon, cuya segunda edición apareció en 2009 en la editorial Herder (Friburgo de Brisgovia). Se trata de una obra colectiva de biblistas, tanto católicos como protestantes, mujeres y varones, de Alemania, Austria, Suiza, Canadá, Italia y Bolivia, dirigida por el Dr. Franz Kogler.
La obra ha sido publicada ahora por las editoriales Mensajero y Sal Terrae, Bilbao y Maliaño (Santander), 2012. Estará en las librerías (si no ha llegado ya) en los próximos días, pues acaba de salir de la imprenta.
El hecho de que la mayor parte de los traductores sean especialistas reconocidos (de Antiguo y de Nuevo Testamento), y que en todo caso la traducción haya sido sometida a una muy concienzuda revisión, ofrece las mayores garantías al lector de que no se encontrará con galimatías ni con los tan habituales disparates. Además, nos consta que las editoriales españolas se han tomado su tiempo (varios años) para hacer su trabajo, de modo que los lectores pueden confiar en la calidad del resultado.
¿Qué tiene de especial este diccionario? Varias características. En sus más de cinco mil artículos, que van desde “Aarón” hasta “zuzeos”, una de sus novedades es recoger, por primera vez en un diccionario enciclopédico, todos los nombres propios de personas y lugares que aparecen en la Biblia. Su reciente fecha de aparición hace que las obras mencionadas, tanto canónicas como extracanónicas, se expliquen a la luz del estado actual de la exégesis.
Uno de los rasgos más llamativos de esta obra es la gran cantidad de ilustraciones (en especial fotografías, todas ellas acompañadas de pies de foto) que contiene: más de un millar, a todo color, que hacen la consulta mucho más agradable y amena. La obra contiene, además, un centenar de mapas y una detallada cronología (historia universal y cronología bíblica). De hecho, el material gráfico constituye casi un tercio de la extensión total de la obra.
El mimo y la honradez que caracterizan a este trabajo se ha expresado en el hecho de que los responsables de la edición española han mejorado ocasionalmente el original alemán, para hacerlo más actual y fiable. Esa misma honradez se traduce también en la voluntad de mejora por parte de sus responsables. Así, los editores han habilitado una dirección de correo para enviar sugerencias y propuestas de corrección, con el objeto de subsanar errores tipográficos e inexactitudes. Adelanto ya que no se encontrarán muchos.
Por supuesto, resulta obvio que en una obra de esta magnitud siempre es posible encontrar algún error o imprecisión. Así que, con espíritu constructivo, me permitiré señalar uno. Bajo la entrada “Crucifixión”, al referirse a la consideración de esta como la forma más cruel de castigo, se cita la expresión latina mors turpissima crucis como proveniente de Tácito (Historiae IV, 3, 14). Esta atribución a Tácito, aunque se halla muy a menudo en la bibliografía, es sin embargo errónea. La cita pertenece en realidad al Comentario a Mateo del alejandrino Orígenes: “non solum homicidam postulantes ad vitam, sed etiam iustum ad mortem et ad mortem turpissimam crucis” (“pidiendo no solo la vida para un asesino, sino también la muerte para un inocente, y además la muerte, máximamente vil, de la cruz”). Como curiosidad, el origen del error parece hallarse en el artículo de J. Schneider en el famoso Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (original alemán), una obra de referencia.
Obviamente, alguna imprecisión menor como esta no desmerece en lo más mínimo el conjunto. Aliquando bonus dormitat Homerus. Y lo cierto es que el Diccionario de la Biblia, cuya edición española ha sido tan competentemente dirigida por Ramón Alfonso Díez Aragón, tiene también, por su extensión y su empeño, rango de epopeya. Nuestras calurosas felicidades a las dos editoriales católicas por un trabajo bien hecho: una de esas obras que los interesados en el mundo bíblico deberían tener siempre a mano.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo