Escribe Antonio Piñero
Publico hoy la réplica del autor del libro “Creer en Dios o creer en Jesús. Aldo Conti y las memorias secretas del cardenal Martinetti” donde se hace un repaso de lo más interesante de la vida de Jesús, de su figura y misión y de su trascendencia hasta hoy. Me parece interesante el contraste de opiniones… y que el lector juzgue.
Escribe, pues, Roger Armengol:
“Sobre Jesús Sobre su mensaje y la historicidad de su persona y sus dichos. Para Antonio Piñero”
Visto lo que ocurrió con Sócrates no me sorprendería que hubiera ocurrido algo parecido con Jesús. Platón inventó un personaje, los evangelistas inventaron un personaje. Y, en este último supuesto, muy influidos por el fanatismo de Pablo. La religiosidad de Pablo fue fanática, la del Jesús de los Evangelios parece que en buena parte también lo fue. Pero, ¿los evangelistas pudieron alterar la realidad de una persona, Jesús, como hizo Platón con la persona de Sócrates? También Platón nos transmite un Sócrates un tanto fanatizado, pero no así Jenofonte. Platón traslada su fanatismo a Sócrates.
Me parece bastante claro que Pablo y los evangelistas dijeron tantas cosas maravillosas e inaceptables que lo que dejaron escrito por ellos es poco de fiar. Son personas de los que hay que fiarse poco y andar con mucho cuidado sobre lo que exponen. Es posible que crearan un personaje casi del todo inventado porque fueron gente muy atrevida.
Si solo tuviéramos la Apología de Platón veríamos un personaje coherente, pero si leemos además Gorgias, Fedón o República, entre otros diálogos, el personaje deja de ser coherente. Platón alteró tanto a Sócrates que yo me quedo con el de Jenofonte y, además, sólo en parte para mantener la coherencia. Lo mismo hago con Jesús, sólo tomo algo, muy poco, de los evangelistas para componer o mantener un protagonista coherente. Puede ser, seguramente es, que yo me haya inventado un Jesús, como usted dice «reinterpretado e idealizado, que se debe saber, en el interior de cada uno, que no es real». Así es. Debe ser así porque usted es el experto, yo soy un lector de expertos. Acepto que al recoger algo y dejar de coger algo de lo dicho por los evangelistas haya creado un personaje imaginario, un personaje de ficción. En mi libro he hecho algo semejante a lo que he hecho con Sócrates. He recogido algo de lo dicho por Platón y Jenofonte y he construido un posible Sócrates. Todo el mundo hace lo mismo porque Sócrates, como Jesús, no dejó nada escrito fueron otros los que escribieron y no hay más remedio que suponer o conjeturar. Sobre Sócrates los expertos dicen en ocasiones cosas muy dispares y pienso que con Jesús sucede lo mismo.
Dice usted: «tener la seguridad visionaria de que el reino de Dios iba a instaurarse de inmediato, apuntan hacia una personalidad de una religiosidad tan extrema que no es imitable, aunque solo sea porque es visionaria». Pero, ¿no piensa que toda religiosidad es visionaria, también las religiosidades actuales? Me refiero a las creencias que vemos todos los días creídas y defendidas por personas normales e inteligentes; todos ellos también creen que algún día estarán en el reino de Dios. Todos ellos, incluso, son más “visionarios” que Jesús porque creen en un montón de cosas que Jesús no creyó o no parece que creyera. Me parece que lo que no creyó Jesús lo creyó Pablo, lo creyeron los evangelistas. No veo yo que Jesús, hombre religioso, sea más visionario y extremo que Pablo y los evangelistas o que los respetables expertos sobre Jesús que se declaran cristianos y que usted debe conocer, más de uno habrá creyente cristiano.
Sobre el Jesús furioso que amenaza con el tormento eterno, dice usted: «Jesús amenaza un notable número de veces con el fuego eterno, el gusano que devora las entrañas sin cesar, y el perenne llanto y crujir de dientes a los que no prestan obediencia a su mensaje». ¿Tengo que creerme a Mateo cuando habla del crujir de dientes, un Mateo fanático y visionario que no para de escribir sobre invenciones y enormes maravillas: matanza de inocentes, la estrella que se detiene, los muertos que resucitan cuando muere Jesús? ¿Tengo que creerme a Marcos cuando habla del gusano devorador de los ojos en el infierno, un Marcos que se queda tan tranquilo después de escribir que Jesús vio que el Espíritu descendía en forma de paloma y se oyó una voz que venía de los cielos? Puesto que Marcos escribió esto creo que cualquiera está autorizado a poner en duda casi todo lo que escribió. Exactamente lo mismo se puede decir de Mateo, Lucas y Juan. Todos ellos escribieron cantidad de cosas del todo inadmisibles.
Ante lo dicho se me objetará que se han adoptado unos criterios que permiten establecer con cierta seguridad lo que de Jesús puede considerarse histórico y en tal caso lo escrito por Marcos sobre el gusano en el infierno y el fuego que no se apaga cumple con algún criterio de historicidad. Creo que son cuatro los principales criterios y seis los secundarios. Pero me parece que estos criterios son de probabilidad no lo son de infalibilidad. Además, entiendo que tales criterios deben ser usados con tacto para no dar por cierto cualquier cosa que aparezca en los Evangelios si cumple con algún criterio. Por otro lado, si hay ausencia de criterios y se afirma que lo escrito es apócrifo también puede ser arriesgado y incorrecto.
La ausencia de alguno de estos criterios es lo que mueve a John P. Meier a declarar que la parábola sobre el samaritano no fue expuesta por Jesús. Me sorprende la rotundidad de Meier. No dice: es probable, o no parece, o no puede afirmarse sino que escribe de manera categórica que la parábola sobre el buen samaritano es «una pura creación lucana». Tal vez, Meier no hace un buen uso de los antedichos criterios porque a pesar de todo puede ser posible que lo escrito por Lucas sobre el hombre de Samaría fuera expuesto por Jesús. Además, pienso que Maier no observa la discontinuidad que se da en esta parábola con lo aceptado por los judíos que leían el Levítico y que yo destaco.
He escrito que la parábola sobre el samaritano es uno de los ejes fundamentales de la propuesta ética y religiosa de Jesús y «núcleo primordial de su evangelio». Un profeta, el más sobrio de los profetas conocidos, capaz de corregir lo escrito en Levítico y que incluso los cristianos de hoy siguen aceptando. Me refiero a la idea de que el prójimo somos todos y a todos hay que amar como a uno mismo. Con esta parábola Jesús corrigió la Escritura, corrigió este precepto levítico imposible de cumplir. Pues bien, Meier con excesiva seguridad afirma que esta parábola fue inventada por Lucas. Es posible, pero también es posible que Meier se equivoque. Si Meier no se equivoca entonces quien tuvo el honor de corregir la Escritura fue Lucas. Si estos recortes sobre la vida y mensaje del Nazareno se generalizan debemos estar dispuestos a lo siguiente: destronar al supuesto Jesús histórico y, tal vez, construir un posible discurso sobre un mensaje imaginario de carácter ético iniciado por Jesús. Si hubiera muchos meiers el personaje se va diluyendo y podríamos crear una ficción, no tanto de una persona sino de una idea, una ideología de carácter ético creada a partir de indicios aportados en una pequeña parte por un tal Jesús profeta de Israel.
No me parecería mal, lo propagaría con gusto. Algo así es lo que hace Aldo Conti. En este mensaje de carácter ético debería entrar, por supuesto, lo inventado por Lucas, si no fue Jesús quien inventó dicha parábola.
Hay indicios de que Jesús fue un religioso que imaginaba un Dios misericordioso, pero hay certezas de que Pablo imaginaba un Dios colérico, irascible que castigaba con dureza. ¿No pudieron adoptar los evangelistas esta concepción paulina y trasladar a la persona de Jesús la concepción de un sufrimiento eterno en el infierno como describen los sinópticos? Así hizo Platón con Sócrates. En tal caso se cumpliría el criterio de testimonio múltiple que daría por buena esta predicación. Algo parecido sucede con el Jesús que cura enfermedades imposibles de curar en aquel tiempo, curaciones milagrosas que deberían aceptarse porque hay múltiples testimonios evangélicos. Mi criterio es que estas curaciones milagrosas u otras cosas maravillosas aparecidas en los Evangelios no se pueden aceptar aunque los criterios aludidos lo permitan.
Entiendo que Jesús fue un profeta sobrio y sabio porque a diferencia de los profetas conocidos de Israel y también Pablo nunca oyó nada que proviniera de Dios, ni oyó voces ni recibió explícitos encargos de Dios a diferencia de Pablo que recibió encargos del mismísimo Dios, reitero, del mismísimo Dios. Por ello Pablo sí merece ser tenido por visionario y fanático. Parecería entonces que la persona de Jesús y su religiosidad fueron más contenidas que las de Pablo y la de los propios evangelistas.
Si el Jesús que usted describe en su postal 925 merece los calificativos que le otorga en esta postal no me interesa o, mejor dicho, sólo me interesa una pequeña parte de lo que seguramente pudo decir. Igual me sucede con el Sócrates de Platón. No me interesa, no hablo de este Sócrates. Si algún día adoptara lo que usted dice del Jesús histórico dejaría de hablar de él. Si el Jesús histórico fue así dejaría de interesarme de la misma manera que lo que dice Pablo no me interesa en absoluto. A mí lo que me interesa, por decirlo de un modo esquemático o reductivo, como un emblema o ejemplo de todo lo demás, es la parábola del samaritano. Pablo no me interesa en absoluto, pero entiendo, comprendo y agradezco que expertos como usted se dediquen a estudiarlo.
Sé que tomando algo de los Evangelios, pero no todo lo que los expertos entienden como histórico me invento o construyo un personaje de ficción. En consecuencia, entiendo que usted debe decir que el mío es un personaje de ficción, debe decir que Jesús y su mensaje fueron otra cosa, algo o muy diferente, porqué acepta como históricos algunos pasajes evangélicos que yo no tomo en consideración. Bueno…, también Montserrat dice y piensa que es algo histórico que Jesús fue un galileo armado y violento; también puede suceder que otros expertos quizá aceptarían como histórico algo de lo que digo y que usted no acepta. Quizá algún día se llegará a un acuerdo general o casi general como sucede en el mundo de la ciencia.
Para ir concluyendo, ¿quién fue Sócrates y qué dijo? ¿Quién fue Jesús y qué dijo? No creo que se pueda construir algo coherente tomando todo lo dicho por Platón. No creo que pueda construirse algo coherente tomando todo lo dicho por Pablo y los evangelistas. En uno y otro caso hay que tomar una muy pequeña parte de lo dicho y construir algo que no chirríe. Chirría lo que dice Montserrat y chirría la idea de un Jesús visionario y fanatizado. Los visionarios y fanáticos con toda seguridad fueron Platón, Pablo y los evangelistas. ¿Fueron estos, quizá, los que echaron sobre las espaldas de Sócrates y Jesús sus propias visiones, concepciones y fanatismos?
De todos modos voy a inclinarme ante lo dicho por los expertos, pero, ¿qué expertos? De momento aquellos que ofrezcan mayor coherencia al describir un personaje y lo que hizo público este personaje. Si, finalmente, los expertos me dicen, alguno lo ha dicho, que el Sócrates histórico fue el descrito por Platón y así queda demostrado dejo de estar interesado por Sócrates y construyo un mensaje ético exponiendo que este mensaje proviene en una pequeña parte de un tal Sócrates. No puedo, no me parece honesto, decir que yo he construido este mensaje, debo decir que en parte, tal cosa o tal otra, empezó a exponerla Sócrates. Al respecto de Jesús pienso exactamente lo mismo.
Si los expertos me dicen que Jesús fue iracundo, visionario, que no condenó la violencia, si me dicen que seguramente «Jesús no fuera un modelo de lucidez y claridad de ideas, pues su radicalidad religiosa le impidió cuestionarse sobre los mitos que comportaba la implantación de un reino de Dios sobre la tierra de Israel», si me dicen esto, debo responder que para seguir con coherencia en este mundo, debe decirse también que la mayoría o todos los creyentes, como antes he dicho, incluidos los expertos que se declaran cristianos, no son un modelo de lucidez y de claridad de ideas. Estos expertos, sus colegas, también creen que algún día se implantará el reino de Dios en los cielos o cosas parecidas.
No sería coherente decir que Jesús mantuvo una radicalidad religiosa y no fue un modelo de lucidez y, a su vez, considerar lúcidos, si los hay como parece, a los expertos que creen seguramente en cosas todavía más maravillosas e inadmisibles que las que creyó Jesús. Por ejemplo Meier y otros más que seguramente usted conoce. Para seguir siendo sacerdote como Meier hay que creer, hoy en día, en cosas más fabulosas que las que creyó el propio Jesús.
Dado que el cardenal Conti me permite escribir un “quinto” evangelio, he escrito sobre ello, pero usted no puede hacer tal cosa. Bueno, sí, lo puede hacer, pero diciendo al lector que está escribiendo una ficción.
Cuando le mandé mi libro le decía que le enviaba un libro de opinión. He procurado crear un personaje coherente y, para ello, quizá he entrado en el terreno de la irrealidad. En parte el Jesús de mi libro es un personaje de ficción, pero interesante y con toda seguridad más real que el creado por el evangelista Juan. También son Príamo y Héctor personajes de ficción en la Ilíada, también lo son el obispo Myriel, llamado Bienvenu, y Jean Valjean de Hugo o la abuela del Narrador en la Recherche. Son personajes de ficción e interesantes, pacíficos y amantes de la sencillez y de la paz, como el Jesús de mí quinto evangelio. Personajes que si se les escucha contribuyen al bienestar de la gente. Contribuyen a la renuncia de la venganza, esto es, a la extensión del perdón, gente de paz. También Esquilo en su Orestea contribuye a la extensión del perdón porque contribuye a la detención de la venganza.
Roger Armengol. Barcelona, 22-10-2017
Y por mi parte, mi única respuesta es: Di por supuesto y no lo escribí expresamente que el lector sabe ya que el Sócrates de Platón es irreal… y que acepta que el Jesús de los Evangelios es igualmente irreal, tomado tal cual se presenta en esos textos. Pero, si a los escritos evangélicos aplicamos los criterios de a) Dificultad, b) Atestiguación múltiple, c) Coherencia y d) Plausibilidad histórica, el resultado no es –creo– el Jesús de Armengol, y quizás tampoco el mío…; pero estimo que el mío puede parecerse más a lo que pudo ser porque ya se ha formado al respecto una suerte de consenso entre los investigadores independientes.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
Publico hoy la réplica del autor del libro “Creer en Dios o creer en Jesús. Aldo Conti y las memorias secretas del cardenal Martinetti” donde se hace un repaso de lo más interesante de la vida de Jesús, de su figura y misión y de su trascendencia hasta hoy. Me parece interesante el contraste de opiniones… y que el lector juzgue.
Escribe, pues, Roger Armengol:
“Sobre Jesús Sobre su mensaje y la historicidad de su persona y sus dichos. Para Antonio Piñero”
Visto lo que ocurrió con Sócrates no me sorprendería que hubiera ocurrido algo parecido con Jesús. Platón inventó un personaje, los evangelistas inventaron un personaje. Y, en este último supuesto, muy influidos por el fanatismo de Pablo. La religiosidad de Pablo fue fanática, la del Jesús de los Evangelios parece que en buena parte también lo fue. Pero, ¿los evangelistas pudieron alterar la realidad de una persona, Jesús, como hizo Platón con la persona de Sócrates? También Platón nos transmite un Sócrates un tanto fanatizado, pero no así Jenofonte. Platón traslada su fanatismo a Sócrates.
Me parece bastante claro que Pablo y los evangelistas dijeron tantas cosas maravillosas e inaceptables que lo que dejaron escrito por ellos es poco de fiar. Son personas de los que hay que fiarse poco y andar con mucho cuidado sobre lo que exponen. Es posible que crearan un personaje casi del todo inventado porque fueron gente muy atrevida.
Si solo tuviéramos la Apología de Platón veríamos un personaje coherente, pero si leemos además Gorgias, Fedón o República, entre otros diálogos, el personaje deja de ser coherente. Platón alteró tanto a Sócrates que yo me quedo con el de Jenofonte y, además, sólo en parte para mantener la coherencia. Lo mismo hago con Jesús, sólo tomo algo, muy poco, de los evangelistas para componer o mantener un protagonista coherente. Puede ser, seguramente es, que yo me haya inventado un Jesús, como usted dice «reinterpretado e idealizado, que se debe saber, en el interior de cada uno, que no es real». Así es. Debe ser así porque usted es el experto, yo soy un lector de expertos. Acepto que al recoger algo y dejar de coger algo de lo dicho por los evangelistas haya creado un personaje imaginario, un personaje de ficción. En mi libro he hecho algo semejante a lo que he hecho con Sócrates. He recogido algo de lo dicho por Platón y Jenofonte y he construido un posible Sócrates. Todo el mundo hace lo mismo porque Sócrates, como Jesús, no dejó nada escrito fueron otros los que escribieron y no hay más remedio que suponer o conjeturar. Sobre Sócrates los expertos dicen en ocasiones cosas muy dispares y pienso que con Jesús sucede lo mismo.
Dice usted: «tener la seguridad visionaria de que el reino de Dios iba a instaurarse de inmediato, apuntan hacia una personalidad de una religiosidad tan extrema que no es imitable, aunque solo sea porque es visionaria». Pero, ¿no piensa que toda religiosidad es visionaria, también las religiosidades actuales? Me refiero a las creencias que vemos todos los días creídas y defendidas por personas normales e inteligentes; todos ellos también creen que algún día estarán en el reino de Dios. Todos ellos, incluso, son más “visionarios” que Jesús porque creen en un montón de cosas que Jesús no creyó o no parece que creyera. Me parece que lo que no creyó Jesús lo creyó Pablo, lo creyeron los evangelistas. No veo yo que Jesús, hombre religioso, sea más visionario y extremo que Pablo y los evangelistas o que los respetables expertos sobre Jesús que se declaran cristianos y que usted debe conocer, más de uno habrá creyente cristiano.
Sobre el Jesús furioso que amenaza con el tormento eterno, dice usted: «Jesús amenaza un notable número de veces con el fuego eterno, el gusano que devora las entrañas sin cesar, y el perenne llanto y crujir de dientes a los que no prestan obediencia a su mensaje». ¿Tengo que creerme a Mateo cuando habla del crujir de dientes, un Mateo fanático y visionario que no para de escribir sobre invenciones y enormes maravillas: matanza de inocentes, la estrella que se detiene, los muertos que resucitan cuando muere Jesús? ¿Tengo que creerme a Marcos cuando habla del gusano devorador de los ojos en el infierno, un Marcos que se queda tan tranquilo después de escribir que Jesús vio que el Espíritu descendía en forma de paloma y se oyó una voz que venía de los cielos? Puesto que Marcos escribió esto creo que cualquiera está autorizado a poner en duda casi todo lo que escribió. Exactamente lo mismo se puede decir de Mateo, Lucas y Juan. Todos ellos escribieron cantidad de cosas del todo inadmisibles.
Ante lo dicho se me objetará que se han adoptado unos criterios que permiten establecer con cierta seguridad lo que de Jesús puede considerarse histórico y en tal caso lo escrito por Marcos sobre el gusano en el infierno y el fuego que no se apaga cumple con algún criterio de historicidad. Creo que son cuatro los principales criterios y seis los secundarios. Pero me parece que estos criterios son de probabilidad no lo son de infalibilidad. Además, entiendo que tales criterios deben ser usados con tacto para no dar por cierto cualquier cosa que aparezca en los Evangelios si cumple con algún criterio. Por otro lado, si hay ausencia de criterios y se afirma que lo escrito es apócrifo también puede ser arriesgado y incorrecto.
La ausencia de alguno de estos criterios es lo que mueve a John P. Meier a declarar que la parábola sobre el samaritano no fue expuesta por Jesús. Me sorprende la rotundidad de Meier. No dice: es probable, o no parece, o no puede afirmarse sino que escribe de manera categórica que la parábola sobre el buen samaritano es «una pura creación lucana». Tal vez, Meier no hace un buen uso de los antedichos criterios porque a pesar de todo puede ser posible que lo escrito por Lucas sobre el hombre de Samaría fuera expuesto por Jesús. Además, pienso que Maier no observa la discontinuidad que se da en esta parábola con lo aceptado por los judíos que leían el Levítico y que yo destaco.
He escrito que la parábola sobre el samaritano es uno de los ejes fundamentales de la propuesta ética y religiosa de Jesús y «núcleo primordial de su evangelio». Un profeta, el más sobrio de los profetas conocidos, capaz de corregir lo escrito en Levítico y que incluso los cristianos de hoy siguen aceptando. Me refiero a la idea de que el prójimo somos todos y a todos hay que amar como a uno mismo. Con esta parábola Jesús corrigió la Escritura, corrigió este precepto levítico imposible de cumplir. Pues bien, Meier con excesiva seguridad afirma que esta parábola fue inventada por Lucas. Es posible, pero también es posible que Meier se equivoque. Si Meier no se equivoca entonces quien tuvo el honor de corregir la Escritura fue Lucas. Si estos recortes sobre la vida y mensaje del Nazareno se generalizan debemos estar dispuestos a lo siguiente: destronar al supuesto Jesús histórico y, tal vez, construir un posible discurso sobre un mensaje imaginario de carácter ético iniciado por Jesús. Si hubiera muchos meiers el personaje se va diluyendo y podríamos crear una ficción, no tanto de una persona sino de una idea, una ideología de carácter ético creada a partir de indicios aportados en una pequeña parte por un tal Jesús profeta de Israel.
No me parecería mal, lo propagaría con gusto. Algo así es lo que hace Aldo Conti. En este mensaje de carácter ético debería entrar, por supuesto, lo inventado por Lucas, si no fue Jesús quien inventó dicha parábola.
Hay indicios de que Jesús fue un religioso que imaginaba un Dios misericordioso, pero hay certezas de que Pablo imaginaba un Dios colérico, irascible que castigaba con dureza. ¿No pudieron adoptar los evangelistas esta concepción paulina y trasladar a la persona de Jesús la concepción de un sufrimiento eterno en el infierno como describen los sinópticos? Así hizo Platón con Sócrates. En tal caso se cumpliría el criterio de testimonio múltiple que daría por buena esta predicación. Algo parecido sucede con el Jesús que cura enfermedades imposibles de curar en aquel tiempo, curaciones milagrosas que deberían aceptarse porque hay múltiples testimonios evangélicos. Mi criterio es que estas curaciones milagrosas u otras cosas maravillosas aparecidas en los Evangelios no se pueden aceptar aunque los criterios aludidos lo permitan.
Entiendo que Jesús fue un profeta sobrio y sabio porque a diferencia de los profetas conocidos de Israel y también Pablo nunca oyó nada que proviniera de Dios, ni oyó voces ni recibió explícitos encargos de Dios a diferencia de Pablo que recibió encargos del mismísimo Dios, reitero, del mismísimo Dios. Por ello Pablo sí merece ser tenido por visionario y fanático. Parecería entonces que la persona de Jesús y su religiosidad fueron más contenidas que las de Pablo y la de los propios evangelistas.
Si el Jesús que usted describe en su postal 925 merece los calificativos que le otorga en esta postal no me interesa o, mejor dicho, sólo me interesa una pequeña parte de lo que seguramente pudo decir. Igual me sucede con el Sócrates de Platón. No me interesa, no hablo de este Sócrates. Si algún día adoptara lo que usted dice del Jesús histórico dejaría de hablar de él. Si el Jesús histórico fue así dejaría de interesarme de la misma manera que lo que dice Pablo no me interesa en absoluto. A mí lo que me interesa, por decirlo de un modo esquemático o reductivo, como un emblema o ejemplo de todo lo demás, es la parábola del samaritano. Pablo no me interesa en absoluto, pero entiendo, comprendo y agradezco que expertos como usted se dediquen a estudiarlo.
Sé que tomando algo de los Evangelios, pero no todo lo que los expertos entienden como histórico me invento o construyo un personaje de ficción. En consecuencia, entiendo que usted debe decir que el mío es un personaje de ficción, debe decir que Jesús y su mensaje fueron otra cosa, algo o muy diferente, porqué acepta como históricos algunos pasajes evangélicos que yo no tomo en consideración. Bueno…, también Montserrat dice y piensa que es algo histórico que Jesús fue un galileo armado y violento; también puede suceder que otros expertos quizá aceptarían como histórico algo de lo que digo y que usted no acepta. Quizá algún día se llegará a un acuerdo general o casi general como sucede en el mundo de la ciencia.
Para ir concluyendo, ¿quién fue Sócrates y qué dijo? ¿Quién fue Jesús y qué dijo? No creo que se pueda construir algo coherente tomando todo lo dicho por Platón. No creo que pueda construirse algo coherente tomando todo lo dicho por Pablo y los evangelistas. En uno y otro caso hay que tomar una muy pequeña parte de lo dicho y construir algo que no chirríe. Chirría lo que dice Montserrat y chirría la idea de un Jesús visionario y fanatizado. Los visionarios y fanáticos con toda seguridad fueron Platón, Pablo y los evangelistas. ¿Fueron estos, quizá, los que echaron sobre las espaldas de Sócrates y Jesús sus propias visiones, concepciones y fanatismos?
De todos modos voy a inclinarme ante lo dicho por los expertos, pero, ¿qué expertos? De momento aquellos que ofrezcan mayor coherencia al describir un personaje y lo que hizo público este personaje. Si, finalmente, los expertos me dicen, alguno lo ha dicho, que el Sócrates histórico fue el descrito por Platón y así queda demostrado dejo de estar interesado por Sócrates y construyo un mensaje ético exponiendo que este mensaje proviene en una pequeña parte de un tal Sócrates. No puedo, no me parece honesto, decir que yo he construido este mensaje, debo decir que en parte, tal cosa o tal otra, empezó a exponerla Sócrates. Al respecto de Jesús pienso exactamente lo mismo.
Si los expertos me dicen que Jesús fue iracundo, visionario, que no condenó la violencia, si me dicen que seguramente «Jesús no fuera un modelo de lucidez y claridad de ideas, pues su radicalidad religiosa le impidió cuestionarse sobre los mitos que comportaba la implantación de un reino de Dios sobre la tierra de Israel», si me dicen esto, debo responder que para seguir con coherencia en este mundo, debe decirse también que la mayoría o todos los creyentes, como antes he dicho, incluidos los expertos que se declaran cristianos, no son un modelo de lucidez y de claridad de ideas. Estos expertos, sus colegas, también creen que algún día se implantará el reino de Dios en los cielos o cosas parecidas.
No sería coherente decir que Jesús mantuvo una radicalidad religiosa y no fue un modelo de lucidez y, a su vez, considerar lúcidos, si los hay como parece, a los expertos que creen seguramente en cosas todavía más maravillosas e inadmisibles que las que creyó Jesús. Por ejemplo Meier y otros más que seguramente usted conoce. Para seguir siendo sacerdote como Meier hay que creer, hoy en día, en cosas más fabulosas que las que creyó el propio Jesús.
Dado que el cardenal Conti me permite escribir un “quinto” evangelio, he escrito sobre ello, pero usted no puede hacer tal cosa. Bueno, sí, lo puede hacer, pero diciendo al lector que está escribiendo una ficción.
Cuando le mandé mi libro le decía que le enviaba un libro de opinión. He procurado crear un personaje coherente y, para ello, quizá he entrado en el terreno de la irrealidad. En parte el Jesús de mi libro es un personaje de ficción, pero interesante y con toda seguridad más real que el creado por el evangelista Juan. También son Príamo y Héctor personajes de ficción en la Ilíada, también lo son el obispo Myriel, llamado Bienvenu, y Jean Valjean de Hugo o la abuela del Narrador en la Recherche. Son personajes de ficción e interesantes, pacíficos y amantes de la sencillez y de la paz, como el Jesús de mí quinto evangelio. Personajes que si se les escucha contribuyen al bienestar de la gente. Contribuyen a la renuncia de la venganza, esto es, a la extensión del perdón, gente de paz. También Esquilo en su Orestea contribuye a la extensión del perdón porque contribuye a la detención de la venganza.
Roger Armengol. Barcelona, 22-10-2017
Y por mi parte, mi única respuesta es: Di por supuesto y no lo escribí expresamente que el lector sabe ya que el Sócrates de Platón es irreal… y que acepta que el Jesús de los Evangelios es igualmente irreal, tomado tal cual se presenta en esos textos. Pero, si a los escritos evangélicos aplicamos los criterios de a) Dificultad, b) Atestiguación múltiple, c) Coherencia y d) Plausibilidad histórica, el resultado no es –creo– el Jesús de Armengol, y quizás tampoco el mío…; pero estimo que el mío puede parecerse más a lo que pudo ser porque ya se ha formado al respecto una suerte de consenso entre los investigadores independientes.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com