Notas

“Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (3-09-10)

Redactado por Antonio Piñero el Viernes, 8 de Mayo 2009 a las 06:01



Hoy escribe Antonio Piñero

Finalizamos hoy con la explicación del contenido de la Carta a los filipenses.

4,10-20:

« Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos. 11 No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. 12 Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. 13 Todo lo puedo en Aquel que me conforta.

14 En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. 15 Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de «haber y debe», sino vosotros solos. 16 Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad.

17 No es que yo busque el don; sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta. 18 Tengo cuanto necesito, y me sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que me habéis enviado, suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado. 19

Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. 20 Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén. »

Aclaración:

El lector siente que hay aquí un nuevo salto en el pensamiento de Pablo. De la exhortación anterior se pasa de repente a una especie de nota o billete en el que el Apóstol acusa recibo de un envío de dinero por parte de los filipenses. Pablo agradece de veras el detalle (4,10.14), pero aprovecha para manifestar que en el fondo no lo necesitaba: está acostumbrado a todo, a la abundancia y a la necesidad. Él no pide nada.

Escribe a este propósito una frase que se hará célebre: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (4,13). Pero ahora, con este apoyo monetario, estima Pablo que nada en la abundancia (4,18) y afirma que Dios compensará con magnificencia a los filipenses por su buen corazón (4,19).

Esta nota de agradecimiento tiene su propia conclusión: “A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (4,20).

4,21-22:

« Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo. 22 Os saludan todos los Santos, especialmente los de la Casa del César. 23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. »

Aclaración:

A pesar de este final solemne, la epístola presenta otra conclusión, de nuevo con menciones personales…

Es interesante un detalle que ofrece Pablo de quienes le rodean: “Os saludan todos los santos, especialmente los de la casa del César”… Tal frase parece referirse a primera vista a funcionarios de alta categoría que trabajan en Roma en el palacio del Emperador.

Pero es igualmente probable que haga alusión a funcionarios de menor categoría que (como esclavos imperiales o libertos) trabajaban en el palacio del gobernador romano de cualquier ciudad importante en una provincia imperial (asignada al control directo del Emperador).

De cualquier forma este final nos pone sobre la pista de que no es correcta la opinión que se ha manifestado durante centurias –y sobre todo desde principios del siglo XX, en especial por historiadores marxistas como Karl Kautsky (en su obra “Los fundamentos del cristianismo”-, que el cristianismo era esencialmente un movimiento proletario, que llegó a ser incluso durante un breve lapso de tiempo un movimiento legítimamente comunista. Esta concepción de los orígenes del cristianismo se basaba en Pablo mismo, en su Primera carta a los corintios, en la cual se recalcaba que la mayoría de los sabios, poderosos o nobles no eran llamados a la fe.

Erwin R. Goodenough escribió:

« “Una indicación aún más obvia de lo indeseable que era el cristianismo ante los ojos de Roma era el hecho de que sus conversos procedían en una abrumadora mayoría de los estratos más bajos de la sociedad. Tanto entonces como ahora, las clases gobernantes se mostraron muy desconfiadas ante un movimiento que promovía una organización secreta, estricta y bien estructurada de los siervos y esclavos de la sociedad” (The Church in the Roman Empire: “La Iglesia en el Imperio romano”, Holt, New York, 1931, 37).  »

Cuenta Rodney Stark (“The Rise of Christianity", “La expansión del cristianismo”, University of Princeton Universidad. Press, Princeton, 1996, 29-30) que en décadas recientes, sin embargo, los historiadores que se ocupan de la época del Nuevo Testamento han comenzado a rechazar esta concepción de la base social del movimiento cristiano primitivo.

E. A. Judge (The Social Pattern of Christian Groups in the First Century: “La base social de los grupos cristianos en el siglo I”, Tyndale, London, 1960) fue tal vez el primer estudioso importante de la generación actual en mostrar su vigoroso rechazo a esta idea. Comenzó por estimar como irrelevante la falta de nobles entre los cristianos:

Si la afirmación común de que los grupos cristianos estaban constituidos por los estratos más bajos de la sociedad implica que no reclutaron sus fieles entre los estratos más elevados del sistema social romano, la observación es correcta pero irrelevante. En el Mediterráneo occidental era evidente que los miembros de la aristocracia romana no se adherían a una asociación de culto local… [Además], los nobles eran una fracción infinitamente pequeña del total de la población (p. 52).

Después de un cuidadoso análisis del rango y de las ocupaciones de las personas mencionadas en las fuentes, Judge concluyó:

« Lejos de ser un grupo socialmente deprimido, ... los cristianos estaban dominados por una fracción con pretensiones sociales de entre la población de las grandes ciudades. Además atrajeron al parecer a un amplio espectro de gentes, que probablemente representaba a los miembros dependientes –siervos o esclavos- de las familias de los dirigentes de la sociedad…

Ahora bien, los miembros dependientes de las principales casas de la ciudad estaban lejos de ser la fracción más degradada de la sociedad. Aunque carecían de libertad, tenían seguridad y una moderada prosperidad. El campesinado y los siervos de la gleba, las personas sujetas a la tierra, constituían las clases más degradadas de la sociedad. El cristianismo estuvo largo tiempo sin acercarse a esos estratos (p. 60). »

Y con esta aclaración hemos concluido la breve explicación de la carta. En la próxima nota nos formularemos una pregunta quizás interesante: ¿está compuesta la Epístola a los filipenses de varias cartas unidas entre sí?

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Viernes, 8 de Mayo 2009
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