Hoy escribe Fernando Bermejo
Los verbos katagrápho y grápho se usan respectivamente en Jn 8,6 y Jn 8,8 para describir la actividad de escritura de Jesús en el marco de la perícopa de la adúltera. Jesús escribe en el suelo mientras espera las reacciones de quienes pretendían lapidar a la mujer.
Estos dos verbos se usan juntos en varios pasajes de la Septuaginta, pero el único en que aparece en el mismo orden sintáctico que en la perícopa evangélica –con el verbo compuesto primero y el verbo simple en segundo lugar– es Ex 32,15, un texto que dice así en la traducción Reina-Valera:
"Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas".
Este pasaje transmite la idea de que Dios es el autor del Decálogo, y expresa la autoría en forma de diferenciación entre Dios como el autor de la Ley y Moisés como su portador. Poco antes, en Ex 31,18 LXX se había afirmado que las primeras tablas de piedra estaban “escritas con el dedo de Dios”.
Ex 32,16 sigue identificando el papel de Dios como autor de las primeras tablas con lenguaje explícito similar: “Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada sobre las tablas”. Según estos pasajes, por tanto, no fue Moisés quien escribió el Decálogo, sino el propio Dios.
Cuando el narrador de la perícopa neotestamentaria describe la respuesta de Jesús al desafío de los escribas y fariseos en Jn 8,5 (“Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”), lo hace con vocabulario y sintaxis que toma prestados de un pasaje de los LXX que describe a Dios, no a Moisés, como el autor de la Ley y así como autoridad última.
Para el narrador, el hecho de que Jesús no condene a la mujer pillada cometiendo un pecado contemplado en el Decálogo deriva de la misma autoridad que había compuesto originalmente el Decálogo. Las conexiones léxicas entre Jn 8,6.8 y el relato del Decálogo añaden ulterior peso a las sugerencias, efectuadas por algunos estudiosos, de un trasfondo mosaico, basado en el hecho de que Jesús usa su dedo en Jn 8,6 (al igual que lo hace Dios según Ex 31,18 / Dt 9,10).
La inserción de la “perícopa de la adúltera” en Jn 7,53 – 8,11 indica que el interpolador leyó también Jn 7,15-52 como un relato en el que el estatuto de Jesús como sujeto instruido estaba en cuestión. El interpolador quiso intervenir en ese debate insertando una perícopa mediante la que se pretende no solo que Jesús era tan instruido como el más educado de sus interlocutores, sino también que este constituye la autoridad por excelencia en lo relativo a la Torá, y que sobrepasa incluso la del propio Moisés.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Los verbos katagrápho y grápho se usan respectivamente en Jn 8,6 y Jn 8,8 para describir la actividad de escritura de Jesús en el marco de la perícopa de la adúltera. Jesús escribe en el suelo mientras espera las reacciones de quienes pretendían lapidar a la mujer.
Estos dos verbos se usan juntos en varios pasajes de la Septuaginta, pero el único en que aparece en el mismo orden sintáctico que en la perícopa evangélica –con el verbo compuesto primero y el verbo simple en segundo lugar– es Ex 32,15, un texto que dice así en la traducción Reina-Valera:
"Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas".
Este pasaje transmite la idea de que Dios es el autor del Decálogo, y expresa la autoría en forma de diferenciación entre Dios como el autor de la Ley y Moisés como su portador. Poco antes, en Ex 31,18 LXX se había afirmado que las primeras tablas de piedra estaban “escritas con el dedo de Dios”.
Ex 32,16 sigue identificando el papel de Dios como autor de las primeras tablas con lenguaje explícito similar: “Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada sobre las tablas”. Según estos pasajes, por tanto, no fue Moisés quien escribió el Decálogo, sino el propio Dios.
Cuando el narrador de la perícopa neotestamentaria describe la respuesta de Jesús al desafío de los escribas y fariseos en Jn 8,5 (“Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”), lo hace con vocabulario y sintaxis que toma prestados de un pasaje de los LXX que describe a Dios, no a Moisés, como el autor de la Ley y así como autoridad última.
Para el narrador, el hecho de que Jesús no condene a la mujer pillada cometiendo un pecado contemplado en el Decálogo deriva de la misma autoridad que había compuesto originalmente el Decálogo. Las conexiones léxicas entre Jn 8,6.8 y el relato del Decálogo añaden ulterior peso a las sugerencias, efectuadas por algunos estudiosos, de un trasfondo mosaico, basado en el hecho de que Jesús usa su dedo en Jn 8,6 (al igual que lo hace Dios según Ex 31,18 / Dt 9,10).
La inserción de la “perícopa de la adúltera” en Jn 7,53 – 8,11 indica que el interpolador leyó también Jn 7,15-52 como un relato en el que el estatuto de Jesús como sujeto instruido estaba en cuestión. El interpolador quiso intervenir en ese debate insertando una perícopa mediante la que se pretende no solo que Jesús era tan instruido como el más educado de sus interlocutores, sino también que este constituye la autoridad por excelencia en lo relativo a la Torá, y que sobrepasa incluso la del propio Moisés.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo