Escribe Antonio Piñero
Foto: Ernest Renan.
Es verdaderamente increíble, a los ojos de hoy, y apabullante, la lista de grandes estudiosos del pasado reciente que han visto a Jesús como apartado radicalmente del judaísmo, su religión, por no decir adversario enconado de todo lo que fuera judío. Sí, para mí incomprensible hoy día. James Dunn (p. 121 hace una relación breve pero implacable de estudiosos conocidos por los interesados en el tema, como Ernest Renan, Albrecht Ritschl, o Albert Schweitzer.
Nuestro conocido Renan, citado por algunos hoy día y con gran admiración, llegó a escribir que “en Jesús no había nada judío” o que “fue un destructor del judaísmo”; y Ritschl afirmó que había una línea divisoria entre la enseñanza de Jesús y la de los judíos. A. Schweitzer eludió más bien el tema y en general su pensamiento era que Jesús –aun cuando fuera un apocalíptico judío– liberó al judaísmo de su culto y de sus mitos. Renan, que me toca más de cerca, se equivocó de medio a medio en su enjuiciamiento global de Jesús, aunque presentara en otros aspectos una imagen atrativa del personaje.
James Dunn aporta además la mención, y varias citas, de un trabajo interesante de una estudiosa judía, Susanna Heschel, de 1998, sobre la actitud antijudía en los estudiosos del Nuevo Testamento. Su obra “Abraham Geiger y el Jesús judío”, publicado por la Universidad de Chicago, puso el dedo en la llaga al desvelar la actitud casi irracionalmente antijudía de la investigación alemana, europea influida por esta, y norteamericana, cuando se ocupaba de la figura y doctrina de Jesús.
Y hay en esta p. 121 de Dunn, que comento, una cita de Wilhem Bousset, muy famoso catedrático de Gotinga en estudios religiosos judíos, neotestamentarios y medio orientales, que me pone los pelos de punta porque yo he utilizado muchísimo su obra –junto con Hans Greßmann–, “Die Religion des Judentums im Späthellenistischen Zeitalter” (“La religión del judaísmo en la época del helenismo tardío” (4ª edic. en la edit. Mohr de Tubinga)– en el volumen comunal, editado por mí y titulado Biblia y Helenismo, reeditado por Herder, Barcelona, en el 2017, creo). La cita dice así: “En el judaísmo tardío no hay realmente ninguna fuerza viva, ningún espíritu creador…”, por lo que el mensaje de Jesús “debe entenderse ante todo en su oposición al judaísmo”.
Todas las opiniones mostradas hasta el momento en esta postal están consideradas por la crítica de hoy, incluida la católica, como absolutamente inexactas, por no decir rotundamente falsas. Y añadiré que Charles Guignebert ya había escrito en su obra “Jésus” (creo que existe versión española, aunque no la conozco, de 1933, Paris, reeditada por la edit. Albin Michel en 1966) que, tanto en su doctrina, en especial en su ética (al final de este apartado de su obra tiene una sección titulada “La originalidad de Jesús” (pp. 415–423), donde sostiene que toda la enseñanza del Nazoreo Jesús, toda, insisto, en especial sobre el reino de Dios y el fin del mundo presente, no es más que la obra de un profeta judío, con sus característica peculiares naturalmente, perfectamente parangonable a otros profetas. Y afirma que él no encuentra ni una sola idea en el Nazoreo que sea original, sino que su doctrina pertenece a la sabiduría bíblica general que poseían los “rabinos” de su tiempo (p. 423).
Naturalmente este libro de Guignebert, de hace casi cien años, de un autor que manejó maravillosamente todo el acervo de la crítica alemana, muy preponderante en su tiempo, no tuvo apenas eco: los alemanes, ingleses y otros colegas lo ignoraron.
Tenemos que llegar hasta Rudolf Bultmann –ciertamente no muy tarde, hacia 1950– para que de una manera bastante tímida se reconociera una afirmación tan simple como exacta: “La predicación de Jesús debe colocarse bajo la rúbrica «judaísmo»” (Dunn, p. 121, nota 109). En España, en mi opinión, ha habido que esperar hasta el siglo XXI para que se admitiera que Jesús no fue más que un judío… Pero la obtención de las consecuencias de esta afirmación está todavía esperando…, como he indicado en más de una ocasión.
Y termino esta postal con una observación muy acertada y crítica del mismo Dunn, quien –tras señalar la conocida opinión del famoso erudito Adolf von Harnack, de impresionante sabiduría–que sostenía que el espíritu del helenismo marcó la diferencia entre la Iglesia y Jesús, escribe “En la historia de la investigación sobre Jesús nada ha puesto más en evidencia el alejamiento de la historia como la persistente omisión del carácter judío de Jesús” (p. 122). ¡Muy bien por Dunn!
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Foto: Ernest Renan.
Es verdaderamente increíble, a los ojos de hoy, y apabullante, la lista de grandes estudiosos del pasado reciente que han visto a Jesús como apartado radicalmente del judaísmo, su religión, por no decir adversario enconado de todo lo que fuera judío. Sí, para mí incomprensible hoy día. James Dunn (p. 121 hace una relación breve pero implacable de estudiosos conocidos por los interesados en el tema, como Ernest Renan, Albrecht Ritschl, o Albert Schweitzer.
Nuestro conocido Renan, citado por algunos hoy día y con gran admiración, llegó a escribir que “en Jesús no había nada judío” o que “fue un destructor del judaísmo”; y Ritschl afirmó que había una línea divisoria entre la enseñanza de Jesús y la de los judíos. A. Schweitzer eludió más bien el tema y en general su pensamiento era que Jesús –aun cuando fuera un apocalíptico judío– liberó al judaísmo de su culto y de sus mitos. Renan, que me toca más de cerca, se equivocó de medio a medio en su enjuiciamiento global de Jesús, aunque presentara en otros aspectos una imagen atrativa del personaje.
James Dunn aporta además la mención, y varias citas, de un trabajo interesante de una estudiosa judía, Susanna Heschel, de 1998, sobre la actitud antijudía en los estudiosos del Nuevo Testamento. Su obra “Abraham Geiger y el Jesús judío”, publicado por la Universidad de Chicago, puso el dedo en la llaga al desvelar la actitud casi irracionalmente antijudía de la investigación alemana, europea influida por esta, y norteamericana, cuando se ocupaba de la figura y doctrina de Jesús.
Y hay en esta p. 121 de Dunn, que comento, una cita de Wilhem Bousset, muy famoso catedrático de Gotinga en estudios religiosos judíos, neotestamentarios y medio orientales, que me pone los pelos de punta porque yo he utilizado muchísimo su obra –junto con Hans Greßmann–, “Die Religion des Judentums im Späthellenistischen Zeitalter” (“La religión del judaísmo en la época del helenismo tardío” (4ª edic. en la edit. Mohr de Tubinga)– en el volumen comunal, editado por mí y titulado Biblia y Helenismo, reeditado por Herder, Barcelona, en el 2017, creo). La cita dice así: “En el judaísmo tardío no hay realmente ninguna fuerza viva, ningún espíritu creador…”, por lo que el mensaje de Jesús “debe entenderse ante todo en su oposición al judaísmo”.
Todas las opiniones mostradas hasta el momento en esta postal están consideradas por la crítica de hoy, incluida la católica, como absolutamente inexactas, por no decir rotundamente falsas. Y añadiré que Charles Guignebert ya había escrito en su obra “Jésus” (creo que existe versión española, aunque no la conozco, de 1933, Paris, reeditada por la edit. Albin Michel en 1966) que, tanto en su doctrina, en especial en su ética (al final de este apartado de su obra tiene una sección titulada “La originalidad de Jesús” (pp. 415–423), donde sostiene que toda la enseñanza del Nazoreo Jesús, toda, insisto, en especial sobre el reino de Dios y el fin del mundo presente, no es más que la obra de un profeta judío, con sus característica peculiares naturalmente, perfectamente parangonable a otros profetas. Y afirma que él no encuentra ni una sola idea en el Nazoreo que sea original, sino que su doctrina pertenece a la sabiduría bíblica general que poseían los “rabinos” de su tiempo (p. 423).
Naturalmente este libro de Guignebert, de hace casi cien años, de un autor que manejó maravillosamente todo el acervo de la crítica alemana, muy preponderante en su tiempo, no tuvo apenas eco: los alemanes, ingleses y otros colegas lo ignoraron.
Tenemos que llegar hasta Rudolf Bultmann –ciertamente no muy tarde, hacia 1950– para que de una manera bastante tímida se reconociera una afirmación tan simple como exacta: “La predicación de Jesús debe colocarse bajo la rúbrica «judaísmo»” (Dunn, p. 121, nota 109). En España, en mi opinión, ha habido que esperar hasta el siglo XXI para que se admitiera que Jesús no fue más que un judío… Pero la obtención de las consecuencias de esta afirmación está todavía esperando…, como he indicado en más de una ocasión.
Y termino esta postal con una observación muy acertada y crítica del mismo Dunn, quien –tras señalar la conocida opinión del famoso erudito Adolf von Harnack, de impresionante sabiduría–que sostenía que el espíritu del helenismo marcó la diferencia entre la Iglesia y Jesús, escribe “En la historia de la investigación sobre Jesús nada ha puesto más en evidencia el alejamiento de la historia como la persistente omisión del carácter judío de Jesús” (p. 122). ¡Muy bien por Dunn!
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html