Hoy escribe Antonio Piñero
Quiero llamar hoy la atención acerca del último número de “BANDUE. Revista de la Sociedad española de ciencias de las religiones”, V (2011); Editorial Trotta, Madrid 2011, en el que aparece un artículo del profesor Fernando Bermejo: “La relación de Juan el Bautista y Jesús de Nazaret en la historiografía contemporánea: la persistencia del mito de la singularidad de Jesús”, pp. 5-19.
No insisto en este artículo por el deseo de ser un pesadito o por amistad con F. Bermejo, sino porque creo que el análisis de la obras, traducidas al español, que circulan entre los estudiosos o aficionados hispanos al tema de Jesús de Nazaret así lo exige. A pesar de nuestra insistencia, el peso de la autoridad de los autores señalados en el título de esta postal entre los estudiosos españoles es evidente. Y eso peso, en el tema de la singularidad de Jesús lleva, opino, a una visión de Jesús que no me parece correcta.
Y en segundo lugar, para comenzar una “biografía” de Jesús, o simplemente para introducirse en el estudio del personaje, opino que es de enorme interés la determinación de la situación inicial en la que se desarrolla el pensamiento, la figura y la misión de Jesús. Por tanto, si ya desde los inicios desenfocamos la perspectiva, la continuación del estudio puede llevar a resultados muy problemáticos. Y a la inversa, si situamos bien esos inicios, tendremos un marco de compresión del personaje. Pero ello no significa que después el personaje en cuestión no hay podido introducir matices, o inclusos cambios en el marco inicial. Pero habrá que probar que es así.
El planteamiento de la cuestión por parte de Bermejo comienza por afirmar que todo personaje, y más si ha dejado impacto es singular. Esto es obvio, pero también lo es para que alguien, en el ámbito de la historia pueda ser considerado absolutamente singular hacen falta argumentos absolutamente poderosos y convincentes.
Es más, la singularidad absoluta, como se pretende en ocasiones al calificar así la figura de Jesús es casi imposible en la historia. Y en segundo lugar “la posibilidad de hallar términos de comparación para lo pretendidamente singular en la Palestina del s. I e.c. está singularmente limitada por la escasez de fuentes disponibles”. Hay que observar, además, como punto de partida es que la impresión popular sobre la pareja Juan Bautista y Jesús era que el segundo era como un Bautista redivivo (“Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas”. «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 6,14); “Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas»” (Mc 8,28)
La segunda observación de Bermejo es que “De hecho, la incomodidad que la impronta de la fuerte personalidad del predicador palestino Juan el Bautista creó en los autores de los Evangelios –cuyo indiscutible héroe parece haber sido uno de los seguidores de aquel– los llevó a introducir en el relato de Marcos alteraciones deliberadas, cuya implausibilidad ha sido reconocida por la crítica moderna”. Y el ejemplo está en las modificaciones del relato del bautismo de Jesús desde el mismo Evangelio de Marcos (que añade una teofanía, es decir, una audición de una voz divina, y la visión de un símbolo, una paloma, para firmar que Jesús no era de modo alguno un pecados, sino “el Hijo amado, en el que Dios se complace” (Mc 1,11), hasta el Evangelio de Juan donde el bautismo ha sido eliminado Y sustituido por una proclamación de Juan Bautista de la divinidad y de la función de mártir de Jesús cuya muerte como cordero (pascual) eliminará los pecados del mundo. Es bien sabido que todo la imagen que se desprende de este cambio en el episodio del bautismo ha sido considerado totalmente implausible por la crítica moderna incluso católica.
La tercera observación respecto al estado de la crítica sobre la relación Juan Bautista y Jesús es la siguiente “La lectura crítica de los Evangelios y de la noticia relativa a Juan el Bautista en Flavio Josefo (Antiquitates Judaicae 18, 116-119) ha permitido obtener una visión sensiblemente distinta: la reconstrucción histórica de la figura de Jesús a partir del s. XVIII ha corrido pareja con la de la figura de Juan, lo cual ha redundado en el descubrimiento de la importancia de este y de su relevancia e idiosincrasia en el judaísmo palestino del s. I d.C.
“A su vez, esto ha permitido reconocer sin ambages el impacto decisivo que Juan tuvo sobre la figura de Jesús y la continuidad en el mensaje de ambos individuos/ sujetos. Hasta tal punto es así, que –a pesar de las limitaciones de las fuentes disponibles– una comparación detallada arroja como resultado la existencia de numerosísimos paralelismos y semejanzas entre ambos predicadores, lo cual resulta obviamente muy relevante para una correcta categorización socio-religiosa del galileo como un profeta popular de liderazgo y, por ende, como contribución a un juicio histórico equilibrado sobre los orígenes del cristianismo”.
En este Blog, y en un artículo especial dedicado al tema (“Juan el Bautista y Jesús de Nazaret en el judaísmo del Segundo Templo: paralelismos fenomenológicos y diferencias implausibles”, Ilu. Revista de Ciencias de las religiones [2010] 15, pp. 27-56), Bermejo ha insistido en las semejanzas entre los dos personajes.
La última observación de F. Bermejo sobre el estado de la cuestión hoy se refiere a que “sería tan ingenuo como erróneo concluir que la distorsión del Bautista ha sido cancelada de la investigación moderna. La figura de Juan y su relación con Jesús son temas obligados en las monografías sobre el galileo, y es un hecho que la importancia cultural e ideológica de este ha producido y sigue produciendo severas distorsiones en su evaluación. Así, por ejemplo, se ha demostrado a menudo que la existencia de agendas teológicas –antijudaísmo latente, creencia en la singularidad de Jesús, minimización de la discontinuidad entre su mensaje y las creencias cristianas, etc.– afecta decisivamente a la reconstrucción de la figura de Jesús en muchas obras pretendidamente rigurosas, y ello a pesar de que una y otra vez se reitera la pretensión de que tales agendas no son ya operativas. Pues bien, en muchas obras sobre Jesús –provenientes generalmente de círculos confesionales– sigue hallándose una marcada insistencia en las presuntas notables diferencias entre este y Juan –empleándose a menudo la imagen de la “oposición” y aun la “ruptura” entre ambos–, no pareciendo existir para ello otra razón que el imperioso interés de hacer del galileo un sujeto del todo especial y singular”
Y en una nota añade:
“Es menester tener en cuenta que una buena parte de los resultados virtualmente seguros obtenidos en la historia de la investigación contradicen la imagen de Jesús consagrada en la visión eclesiástica. Por ejemplo, Jesús fue religiosamente un judío (en ningún sentido el “fundador” del cristianismo); fue bautizado por Juan (lo que permite traslucir su conciencia de pecado); tomó muchas ideas de Juan (su originalidad es limitada); ciñó su predicación a Israel (no fue un universalista, y albergó prejuicios antipaganos); creyó en la llegada inminente del Reino de Dios (es decir, se equivocó); no contradijo la Torá ni se salió de su marco (no “superó” el judaísmo en ningún sentido); fue arrestado y ejecutado por la autoridad romana, verosímilmente por razones políticas (su destino es comparable al de tantas figuras históricas). Estos resultados, nolens volens, obligan a postular un alto grado de discontinuidad entre Jesús y su imagen en las corrientes cristianas históricamente exitosas. En otro lugar he conjeturado que este hecho explica la existencia de una corriente exegético-teológica (tanto católica como protestante) en la que, sin fundamento argumentativo suficiente, se proclama la irrelevancia del estudio histórico de la figura de Jesús”.
He hecho estas citas amplias porque estoy convencido de que el tema sigue mereciendo la pena. No sé en qué grado es accesible la revista Bandue para los lectores, pero desde luego es posible conseguirla entrando en la página Web de la Editorial Trotta y viendo el sistema de venta por correo. Es posible también, no lo sé seguro, que exista una versión electrónica del artículo muy asequible.
El próximo día y de los cuatro autores estudiados pro Fernando Bermejo en este artículo haré una exposición y valoración de la crítica al primero de ellos, John Dominic Crossan, tan conocido en España.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Quiero llamar hoy la atención acerca del último número de “BANDUE. Revista de la Sociedad española de ciencias de las religiones”, V (2011); Editorial Trotta, Madrid 2011, en el que aparece un artículo del profesor Fernando Bermejo: “La relación de Juan el Bautista y Jesús de Nazaret en la historiografía contemporánea: la persistencia del mito de la singularidad de Jesús”, pp. 5-19.
No insisto en este artículo por el deseo de ser un pesadito o por amistad con F. Bermejo, sino porque creo que el análisis de la obras, traducidas al español, que circulan entre los estudiosos o aficionados hispanos al tema de Jesús de Nazaret así lo exige. A pesar de nuestra insistencia, el peso de la autoridad de los autores señalados en el título de esta postal entre los estudiosos españoles es evidente. Y eso peso, en el tema de la singularidad de Jesús lleva, opino, a una visión de Jesús que no me parece correcta.
Y en segundo lugar, para comenzar una “biografía” de Jesús, o simplemente para introducirse en el estudio del personaje, opino que es de enorme interés la determinación de la situación inicial en la que se desarrolla el pensamiento, la figura y la misión de Jesús. Por tanto, si ya desde los inicios desenfocamos la perspectiva, la continuación del estudio puede llevar a resultados muy problemáticos. Y a la inversa, si situamos bien esos inicios, tendremos un marco de compresión del personaje. Pero ello no significa que después el personaje en cuestión no hay podido introducir matices, o inclusos cambios en el marco inicial. Pero habrá que probar que es así.
El planteamiento de la cuestión por parte de Bermejo comienza por afirmar que todo personaje, y más si ha dejado impacto es singular. Esto es obvio, pero también lo es para que alguien, en el ámbito de la historia pueda ser considerado absolutamente singular hacen falta argumentos absolutamente poderosos y convincentes.
Es más, la singularidad absoluta, como se pretende en ocasiones al calificar así la figura de Jesús es casi imposible en la historia. Y en segundo lugar “la posibilidad de hallar términos de comparación para lo pretendidamente singular en la Palestina del s. I e.c. está singularmente limitada por la escasez de fuentes disponibles”. Hay que observar, además, como punto de partida es que la impresión popular sobre la pareja Juan Bautista y Jesús era que el segundo era como un Bautista redivivo (“Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas”. «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 6,14); “Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas»” (Mc 8,28)
La segunda observación de Bermejo es que “De hecho, la incomodidad que la impronta de la fuerte personalidad del predicador palestino Juan el Bautista creó en los autores de los Evangelios –cuyo indiscutible héroe parece haber sido uno de los seguidores de aquel– los llevó a introducir en el relato de Marcos alteraciones deliberadas, cuya implausibilidad ha sido reconocida por la crítica moderna”. Y el ejemplo está en las modificaciones del relato del bautismo de Jesús desde el mismo Evangelio de Marcos (que añade una teofanía, es decir, una audición de una voz divina, y la visión de un símbolo, una paloma, para firmar que Jesús no era de modo alguno un pecados, sino “el Hijo amado, en el que Dios se complace” (Mc 1,11), hasta el Evangelio de Juan donde el bautismo ha sido eliminado Y sustituido por una proclamación de Juan Bautista de la divinidad y de la función de mártir de Jesús cuya muerte como cordero (pascual) eliminará los pecados del mundo. Es bien sabido que todo la imagen que se desprende de este cambio en el episodio del bautismo ha sido considerado totalmente implausible por la crítica moderna incluso católica.
La tercera observación respecto al estado de la crítica sobre la relación Juan Bautista y Jesús es la siguiente “La lectura crítica de los Evangelios y de la noticia relativa a Juan el Bautista en Flavio Josefo (Antiquitates Judaicae 18, 116-119) ha permitido obtener una visión sensiblemente distinta: la reconstrucción histórica de la figura de Jesús a partir del s. XVIII ha corrido pareja con la de la figura de Juan, lo cual ha redundado en el descubrimiento de la importancia de este y de su relevancia e idiosincrasia en el judaísmo palestino del s. I d.C.
“A su vez, esto ha permitido reconocer sin ambages el impacto decisivo que Juan tuvo sobre la figura de Jesús y la continuidad en el mensaje de ambos individuos/ sujetos. Hasta tal punto es así, que –a pesar de las limitaciones de las fuentes disponibles– una comparación detallada arroja como resultado la existencia de numerosísimos paralelismos y semejanzas entre ambos predicadores, lo cual resulta obviamente muy relevante para una correcta categorización socio-religiosa del galileo como un profeta popular de liderazgo y, por ende, como contribución a un juicio histórico equilibrado sobre los orígenes del cristianismo”.
En este Blog, y en un artículo especial dedicado al tema (“Juan el Bautista y Jesús de Nazaret en el judaísmo del Segundo Templo: paralelismos fenomenológicos y diferencias implausibles”, Ilu. Revista de Ciencias de las religiones [2010] 15, pp. 27-56), Bermejo ha insistido en las semejanzas entre los dos personajes.
La última observación de F. Bermejo sobre el estado de la cuestión hoy se refiere a que “sería tan ingenuo como erróneo concluir que la distorsión del Bautista ha sido cancelada de la investigación moderna. La figura de Juan y su relación con Jesús son temas obligados en las monografías sobre el galileo, y es un hecho que la importancia cultural e ideológica de este ha producido y sigue produciendo severas distorsiones en su evaluación. Así, por ejemplo, se ha demostrado a menudo que la existencia de agendas teológicas –antijudaísmo latente, creencia en la singularidad de Jesús, minimización de la discontinuidad entre su mensaje y las creencias cristianas, etc.– afecta decisivamente a la reconstrucción de la figura de Jesús en muchas obras pretendidamente rigurosas, y ello a pesar de que una y otra vez se reitera la pretensión de que tales agendas no son ya operativas. Pues bien, en muchas obras sobre Jesús –provenientes generalmente de círculos confesionales– sigue hallándose una marcada insistencia en las presuntas notables diferencias entre este y Juan –empleándose a menudo la imagen de la “oposición” y aun la “ruptura” entre ambos–, no pareciendo existir para ello otra razón que el imperioso interés de hacer del galileo un sujeto del todo especial y singular”
Y en una nota añade:
“Es menester tener en cuenta que una buena parte de los resultados virtualmente seguros obtenidos en la historia de la investigación contradicen la imagen de Jesús consagrada en la visión eclesiástica. Por ejemplo, Jesús fue religiosamente un judío (en ningún sentido el “fundador” del cristianismo); fue bautizado por Juan (lo que permite traslucir su conciencia de pecado); tomó muchas ideas de Juan (su originalidad es limitada); ciñó su predicación a Israel (no fue un universalista, y albergó prejuicios antipaganos); creyó en la llegada inminente del Reino de Dios (es decir, se equivocó); no contradijo la Torá ni se salió de su marco (no “superó” el judaísmo en ningún sentido); fue arrestado y ejecutado por la autoridad romana, verosímilmente por razones políticas (su destino es comparable al de tantas figuras históricas). Estos resultados, nolens volens, obligan a postular un alto grado de discontinuidad entre Jesús y su imagen en las corrientes cristianas históricamente exitosas. En otro lugar he conjeturado que este hecho explica la existencia de una corriente exegético-teológica (tanto católica como protestante) en la que, sin fundamento argumentativo suficiente, se proclama la irrelevancia del estudio histórico de la figura de Jesús”.
He hecho estas citas amplias porque estoy convencido de que el tema sigue mereciendo la pena. No sé en qué grado es accesible la revista Bandue para los lectores, pero desde luego es posible conseguirla entrando en la página Web de la Editorial Trotta y viendo el sistema de venta por correo. Es posible también, no lo sé seguro, que exista una versión electrónica del artículo muy asequible.
El próximo día y de los cuatro autores estudiados pro Fernando Bermejo en este artículo haré una exposición y valoración de la crítica al primero de ellos, John Dominic Crossan, tan conocido en España.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com