Hoy escribe Antonio Piñero
Aun tras la lectura de este libro de Hengel, hemos ido viendo que el aumento del aprecio por la verosimilitud histórica del relato lucano que de ella se desprende no llega a despejar ese ambiente de desconfianza hacia Lucas que la crítica ha inculcado a los modernos lectores de teología hasta los tuétanos.
Precisamente la "tendencia" de Lucas a presentar una imagen ideal de la Iglesia primitiva y el papel teológico que Jerusalén tiene en su doble obra pueden haberle llevado a reconstruir a su manera (en contradicción con los datos ofrecidos por Pblo mismo en Gálatas 1) la formación de Pablo, en la que tenía que desempeñar a priori un papel preponderante Jerusalén. La información de Lucas es unilateral de hecho.
Sigue siendo una enorme dificultad la siguiente cuestión:
• ¿Cómo es posible que un historiador que escribe sobre uno de sus héroes principales 20 o 30 años después de su muerte ignore por completo la fundamental correspondencia de éste (Hengel lo admite como un hecho seguro) de la que se hacían copias para enviar a las diversas iglesias? Es decir, en su "biografía de Pablo, Lucas ignora por completo la existencia de sus cartas... y del pensamiento teológico que en ellas se expresa.
• ¿Cómo es posible que Lucas dibuje a Pablo ya al final de su vida aún como un fariseo y un celoso defensor de la Ley (Hch 23,6)? Esto es imposible de casar con el contenido completo de la Epístola a los Gálatas.
El autor de los Hechos presenta bajo una luz evidentemente errónea tres hechos cruciales de la vida de Pablo
1. La afirmación de un segundo viaje de Pablo a Jerusalén antes del "Concilio de los Apósto¬les": Hch 11,29; 12,25, que contradice a Gál 1,17-2,1;
2. La información de Hch 15,7-21, según la cual Santiago y Pedro fueron los primeros defensores de la misión a los paganos, que contradice a Gál 2,15ss;
3. El contenido del decreto del famoso "Concilio apostólico de Hch 15,23-29 que contradice palmariamente al repetido en Gál 2,6-9),
Esta constatación triple nos sigue poniendo en guardia contra la argumentación de Hengel en pro de que Lucas tenga ineluctablemente razón en 23,3; 26,4 y 23,6.
Hengel no explica en absoluto la flagrante contradicción entre Hch 26,4 -donde Pablo sostiene: "Mi estilo de vida desde la juventud, que transcurrió desde el principio en mi nación y en Jerusalén, lo saben todos los judíos" ("judíos" entendido como "Palestina entera" como argumenta Hengel a propósito de Gál 1,22)- y el texto de Gál 1,22, que afirma sin lugar a dudas: "Personalmente era desconocido de las iglesias de Judea (¡lo que incluye también Jerusalén!) que vivían en Cristo".
Hengel trata sin duda este texto, pero desde el punto de vista de las concomitancias con lo que afirma Pablo, no de las diferencias. Y éstas son tan flagrantes que bastan para hacer tambalearse toda la seguridad en esa estancia prolongada del Apóstol en la ciudad santa, que se proyectó públicamente -según Lucas- hacia "toda Judea".
Tampoco queda clara la explicación de Hengel que trata de conjugar la noticia de Hch 7,58 (Pablo era un jovencito, en griego neanías, cuando lapidaron a Esteban) con su propia reconstrucción cronológica: Pablo tendría entonces de 25 a 30 años.
Pero dudo mucho que Lucas hubiera empleado el vocablo neanías para designar un joven doctor y experto en la Ley de esa edad que pululaba por la capital enseñando a los judíos que procedían de la Diáspora.
La formación farisea de Pablo, defendida consecuentemente por Hengel, ha sido puesta en duda por Hyam Maccoby en Paul and Hellenism. Londres (SCM Press) 1991, cap. 5, "Paul and Pharisaim", pp.129-154, con solidísimos argumentos.
Es cierto que Hengel no había podido tener acceso a este libro durante la composición de su obra en 1990, quizás sí a la hora de salir la versión italiana, aunque parte de las tesis de Maccoby estaban ya expuestas in nuce en su obra The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity de 1986, que parece desconocer Hengel.
La conclusión de Maccoby en la primera de las dos obras citadas sobre la epístola más teológica de Pablo, Romanos, es la siguiente:
« "Nuestro análisis de Romanos no nos ha revelado ningún signo de un estilo o metodología genuinamente rabínica (farisea) en los escritos de Pablo. (Éstos) revelan a veces el fuerte interés de Pablo por dar la impresión de haber recibido una enseñanza rabínica, y precisamente estos esfuerzos son los que prueban claramente que él no posee tal instrucción" (p. 153). »
Este análisis de un erudito judío añade un interrogante más a las dudas que Hengel trata de disipar cuando -tras su interpretación de Gál 1 y Rom 15,19b- realiza un gran esfuerzo por describir el "estudio farisaico de la Ley en Jerusalén" y "La formación sinagogal griega en una Jerusalén de lengua griega", de la que Pablo es el primer recipiendario.
En Flp 3,5-6 Pablo no se llama a sí mismo sophér en hebreo (grammateús en griego), "escriba o experto en la ley" cuando tenía ocasión de hacerlo.
Hengel esquiva la dificultad argumentando que el vocablo griego era entendido por los lectores de lengua materna helénica como "escribano, secretario e empleado", por lo que Pablo lo evita. Pero a la vez, ¡el mismo Hengel sostiene que en 1 Cor 1,20 Pablo sí puede emplearlo al describir la tríada de funciones en la Bet Midrash ("casa de estudio de la ley") de orientación farisea!
Seguiremos con el resumen. Aunque habíamos prometido una síntesis en tres entregas, añadiré el próximo día una cuarta y última. Espero que así gane la claridad.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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